viernes, 25 de julio de 2014

El sexo de los ángeles

Los ángeles igual no, pero los toros sí que tienen sexo. Salta a la vista. Mi agradecimiento a don Eduardo Miura por la gentileza que tuvo en firmar sobre un dibujo mío.


Una de las cuestiones más espinosas y que más juego dieron en aquellas discusiones bizantinas entre los doctores de la Iglesia a orillas del Canal del Bósforo, fue la de definir cuál era el sexo de ángeles, admitiendo que estos gozaran de tal cualidad, algo absolutamente discutible. Se discutía lo que se podía o no discutir, se llegaban a acuerdos para acreditar la disparidad de opiniones entre los asistentes a aquellos debates. Deberían salir estos muy satisfechos de aquellas peleas dialécticas, incluso cuando se firmaba la disconformidad. Al fin y al cabo, esto aseguraba seguir teniendo tema para largo. Igual hasta andaban ajenos a las amenazas de los adalides que estaban enfrascados en la forma de reventar las inexpugnables murallas de Bizancio, con la ilusión de atravesar en triunfo la Puerta de San Romano y convertirse en los amos del Cuerno de Oro. Allí seguían con sus cacareos, fiados en las piedras que creían eternas y en las cadenas que cerraban el puerto a cualquier osado invasor. Pero un día, quizá cuando estaban a punto de aclarar si los ángeles eran ellos o ellas, vieron descender por las colinas del Gálata a los navíos del turco Mehmet haciendo saltar por los aires cualquier sensación de ser inexpugnables por los siglos de los siglos.

Me van a perdonar esta introducción que nada tiene que ver con el Toreo, pero igual no estamos tan alejados de aquello y a nuestro modo, de una forma más cañí, estamos repitiendo actitudes que a aquellos señores llevaron a verse pasados a cuchillo por las hordas turcas que desde las estepas asiáticas ocuparon Anatolia y más tarde Constantinopla, la capital del mundo. Desde hace mucho, mucho tiempo, vengo observando discusiones que no llevan a ningún lado, unos en contra de la modernidad del momento y otros a favor, ofreciendo toda clase de argumentos imaginables e inauditos. Refriegas en las que yo mismo he participado en más de una ocasión, llegando casi siempre a la misma conclusión: “Esto mejor hablarlo delante de unas cervezas y perdón por si he ofendido a alguien”. Y así, hasta la próxima. Unos se agarran a los fundamentos que han sido hasta el momento los pilares sobre los que se había construido todo esto. Otros queriendo demostrar la falsedad de estos, y de paso queriendo engrandecer a las figuras y toro actual, algo que no tiene ni pies ni cabeza para los primeros. Es más, no solo supone una herejía, sino que es como si les mentaran a las madres y a los padres. Que si Manolete hizo, que si Belmonte dijo, que si el padre de Domingo Ortega afirmó. Otros hablan de lo que vieron, convencidos de algo que pasó ante sus ojos, pero otro va y le dice que no, que eso pasó cuando era kalimochoadicto y que no gozaba del poder de discernir entre lo bueno y lo malo y en ese estado de kalimocho dependencia tendía a idealizar una realidad que no era tal.

Y mientras, los turcos de la definitiva puntilla a la Fiesta, zumbando con sus arietes en la Puerta del Príncipe y la Puerta de Madrid, mientras que sus barcos ya han echado sus anclas en el muelle de las Delicias y en la explanada junto a la calle de Alcalá. Se desoyen por sistema las amenazas de los antitaurinos, que por supuesto no son solo esos que piden la abolición de la Fiesta, que se ponen de los nervios cuando ven a Spielberg que en una cacería ha abatido un Tyranosaurus Rex, valiente canalla y desalmado, o que están convencidos de que los toros no atacarían jamás, porque comen hierba y tienen la pezuña partida. Gran argumento, dicho sea de paso. Pero también son antitaurinos los que se ocupan de la gerencia de las plazas, que como en el caso de la de Madrid, dedican todos sus esfuerzos a echar al abonado de la plaza, a mantener un régimen dictatorial basado en el ocultismo, el mercantilismo y la aquiescencia de la Comunidad de Madrid. La empresa parece una agencia de toreros desahuciados o sin aspiración económica alguna, de gestión ganaderías en liquidación por fin de temporada o una multinacional hostelera, sin más incentivo que el vender mucho gin tonic. De vez en cuando le echan una miradita a la plaza y se montan un ciclo, con carteles cerrados con más de un mes de antelación, algo que por otra parte parece encantar a los nuevos aficionados. Así tienen de que hablar en las redes sociales. Ya saben, siguiendo la estela de las discusiones bizantinas, pero con carteles que no interesan ni a la familia de los actuantes.

Curiosamente, se da la paradoja de que los que más se quejan, los que se espantan de estos ciclos, de los carteles de las figuras y el ganado que matan, son los que no se pierden una, ya sea en la plaza, por televisión o clandestinamente y de formas poco confesables, por internet. En cambio, los fieles a esa modernidad, a esas divinidades vestidas de luces y a esos borregos con calcetines en los cuernos, no llenan ni una plaza. Solo les preocupa que la vez o tres veces que van a los toros durante un año, que no les molesten y les dejen merendar en paz. Y ojo, quiero aclarar una cosa de una vez para siempre. No quiero que nadie piense que desprecio a quien no puede ir más de dos o tres veces al año a una plaza, porque muchos de estos luego son unos verdaderos devoradores de toros, por la tele, internet, se leen los blogs, los portales taurinos, revistas, lo que sea y si no lo tienen, lo buscan. Coleccionan revistas, las leen, las releen y las vuelven a leer y desde donde estén, viven su afición como pueden. Mi poca simpatía va dirigida a esos a los que esto no les interesa lo más mínimo, pero que un día, o tres, al año, exigen que no se les perturbe el gin tonic, agitado, que no removido. Esos que no demuestran ni respeto, ni mucho menos cariño por la Fiesta y por el toro, que lo primero es el paisano que toree y después las orejas, aunque sean de mula. Sin darse cuenta de lo que dejan a su paso.


Justifiquemos lo injustificable, cerremos los ojos para ver si podemos sacar algo por callar y mucho más por ofrecer coartadas a los que defraudan, tildemos a los demás de inmovilistas, ignorantes, ilusos, amargados, ciegos, sordos, que no mudos, irrespetuosos, lo que ustedes quieran, pero la degradación avanza cada vez con más ritmo, las plazas se vacían cada vez más, la Fiesta se ha exiliado de la sociedad y ese pseudoespectáculo que se quiere “adaptar y evolucionar” a los nuevos tiempos evidencia una crueldad y un abuso cada vez más patente, pero lo verdaderamente importante es acabar de definir cuál es “El sexo de los ángeles”.

2 comentarios:

MARIN dijo...

Pues si, los habemos que no podemos ir a los toros y nos leemos, releemos y volvemos a leer revistas y blogs taurinos, pero también los habemos que ya ni encendemos el televisor. Lo que si me da miedo es el no tener interés por leer revistas o mirar en sitios como este. Lo de ir a las plazas lo tengo asumido.

Ya sabes que no soy de entrar en polémicas ni debates en internet, y sobre todo en las redes sociales, sobre toros y el estado actual de la fiesta. Entre otras cosas porque tendría todas las de perder dada mi poca sabiduría en esto del toro, pero es que muchas veces me cuesta digerir que alguien me haga ver blanco lo que es negro.

Por cierto, en el dibujo te habrá firmado Miura, pero si el dibujo tuviese color el pelo del muchacho sería castaño ¿no?. Creo que me suena esa postura de romanear...que le pregunten a el bueno de Alberto Aguilar si se acuerda de ese mozo.

Un abrazo.

Enrique Martín dijo...

Marín:
Es que eso de que te quieran hacer ver lo que no es, enfada bastante, yo diría que hasta puede llegar a cabrear. Y si no ves lo que no existe, te quedas fuera del sistema, porque tal y como está montado esto, no se admite voces que disientan de la opinión oficial. Además hay que creerlo con fe ciega, sin lugar a dudas. Tú dices que sabes poco y como te dije en una ocasión con respecto a otro tema, cada vez tienes que saber menos y menos. Así de simple, porque tú sabes, y mucho, pero que mucho, de toros de verdad y del toreo de siempre. Las mojigangas no te van. Qué se le va a hacer, te gusta lo bueno y no te interesa lo vulgar. Seguirás excluido, pero bendita exclusión. Mi enhorabuena.
Y has acertado, era un toro castaño, de una ganadería que dicen que salen mansos y descastados; ¿ves? Otra más. Los buenos son los que no se pueden ni picar. Esto está pasado de moda. ¡Aaaay, vivir para ver! y oír bobadas.
Un abrazo