viernes, 18 de marzo de 2016

El señor Ribó y la ignorancia

Los hay, incluso entre los taurinos, que quieren exiliar la suerte suprema al limbo de los recuerdos de la grandeza de los Toros


A veces los alcaldes, los políticos en general, parece que confunden la obligación de tener que buscar el bien común, el que todo el mundo pueda optar a un nivel óptimo de bienestar, con el tener que agradar y dar gusto a todo el mundo. Parece lo mismo, pero no lo es. La administración, mientras no se legisle en sentido contrario, tiene que garantizar el que los ciudadanos que lo deseen puedan ir a los toros, siempre y cuando haya empresas que se metan a organizar festejos; los antitaurinos es probable que se molesten con este hecho, muy bien, están en su perfecto derecho, igual que a servidor le puedan molestar las zapatillas de deporte con tacón. Yo no me las compro y si alguien las lleva, me aguanto o cierro los ojos. Pero claro, si al mismo tiempo quiere el señor Ribó agradar a antis y protaurinos, pues lo tiene difícil, es la mejor forma de encabritar a todos a un tiempo.

Se debió sorprender el señor alcalde de Valencia al contemplar que tantos ciudadanos, tantos votantes, salieran a la calle para gritar su afición a los toros; ya dejando a un lado todos esos matices y contradicciones de las que tanto hemos hablado y de los que el señor Ribó no tiene, ni tendrá noticia. Pero la sensación es que mientras la mayoría de la gente veía aficionados y taurinos oficiales manifestándose, él veía sobres con un voto dentro. Pues ya está, debió pensar, a esto le hecho unos polvetes de la madre Celestina y por arte de magia cambio el signo de los votos, al tiempo que no les toco lo que no suena a mis fieles hasta la muerte. Y no se le ocurre otra melonada al buen hombre este, que sugerir que se importe la corrida portuguesa. ¡Vaya! ¿Qué se pensará este hombre? Este es uno de tantos que creen que una vez lidiado el toro se le echa un chorrito de betadine en el hoyo de las agujas, unas curas de nada y el toro ya está preparado para que te lo lleves de mascota al chalé de la sierra; para que lo saques a pasear al campo, le tiras una piedra y te devuelve una cornada, le rascas el hocico y te suelta un viaje que te levanta seis palmos del suelo, lo subes en el coche y te hace jirones la tapicería color “ámbar de la marisma” y el metalizado de la chapa te lo redecora con rayones y abolladuras distribuidas de forma irregular por toda la carrocería del buga; y por si esto fuera poco, cuando esperas que se te tienda a los pies de la cama para velar tu sueño, decide ponerte patas arriba la alcoba y te deja sin güifi para una semana.

Pero señor Ribó, que no es por chafarle su plan de ser amigo de todo el mundo, pero si le contáramos lo que le ocurre al toro una vez abandona el ruedo en estas corridas que no son de muerte, igual los antis, animalistas, veganos y demás progresías del mundo, le borraban de amigo del facebook, le bloquearían el twitter y dejaban de seguirle en instagram. Es más, que en ese arrebato de ira más propio de las gentes bárbaras que somos los aficionados a los toros, hasta le negarían el voto. Ni me quiero imaginar tanta tensión y energía negativa reconcentrada en esas almas limpias y puras. Que no es que yo le quiera calificar como ignorante, ni mucho menos, no tengo ni tiempo, ni ganas, ni energía, pero me lo pone como se las ponían a Fernando VII, a huevo. Que será cosa de que usted vio a miles de personas en la calle y dónde el común de los mortales veía gente, usted veía dos concejales más. Que no tiene por qué contentar de cualquier manera a los aficionados a los toros, no lo necesitamos. Mire si se lo ponemos fácil a usted y a todos los alcaldes que de repente se vieron afectados por la fiebre anti, no nos hagan favores, no los necesitamos, nos basta con que no nos pongan trabas para disfrutar algo que actualmente es legal. No nos den subvenciones, porque está demostrado que el toro no las necesita; basta ver como esto sigue adelante a pesar de no recibirlas, más bien todo lo contrario, y a pesar de los propios taurinos. No se ponga a defender al toro, porque eso se nos da mejor a los aficionados a los toros, aunque solo sea por una mayor experiencia. Los mismos que piden que el toro muera en la plaza al final de la lidia, después de haber defendido su vida y no días después de haber sido lidiados, quizá con las heridas purulentas y sufriendo una lenta y tormentosa agonía durante los traslados en camión al matadero más cercano, que igual no es tan cercano. Puede que ni tan siquiera se le dé de comer, ni de beber, total, si se le va a matar igual. Eso sí, en privado. Si estas cosas no se ven, parece que su moral no se ve afectada y todo queda dentro de lo permisible. ¡Prohibido jalear una estocada! Pero permitamos ese proceso agónico hasta que una puntilla, una pistola o vaya usted a saber, acabe con la vida de las res. Yo de verdad prefiero la estocada y la puntilla inmediatamente después. No solo me parece más rápido, más humano y con menos sufrimiento para el toro, sino que además creo fervientemente que es la forma más honrosa y honorable para el toro de lidia. Que no digo yo que no se haya informado, a lo mejor hasta le han llegado noticias de las opiniones que en su día dio el maestro César Rincón, que abogaba por esta misma solución, al igual que Miguel Rodríguez, otro matador de toros; puede que hasta le conmovieran las palabras de lástima de Sebastián Castella o las sentencias de un presidente de la plaza de Málaga que veía en esta melonada una posible vía de escape para la Fiesta de los Toros. Pero no se engañe, estos solo pensaban en salvar su negocio o una situación de privilegio. Que no pretendo iluminarle, ni ilustrarle, ni darle lecciones de nada, pero si insiste en transitar por estos caminos de la demagogia barata e interesada, vamos a vernos obligados a crear una nueva pareja del show bussiness, la formada por el señor Ribó y la ignorancia.



Enlace programa Tendido de Sol del 17 de marzo de 2016:

6 comentarios:

Eugenio Vidal dijo...

Enrique,los que iban delante de la pancarta el 13 m,pidiendo respeto,hoy han toreado seis borregos variopintos,inválidos de Ñunez del Cuvillo.Y yo he estado allí ,y me ha costado 35€ la entrada.Ahora pido yo respeto.Estoy indignado.

Enrique Martín dijo...

Eugenio:
No es para menos. Tú cumples con tu función, con esa obligación que nos imponen a los aficionados, ir a la plaza, pagar religiosamente la entrada y soportar el chaparrón en silencio, no vaya a ser que los señoritos se nos enfaden. Hasta la palabra respeto pierde su significado cuando estos andan por medio.
Un saludo y siento esa decepción, aunque la entiendo, claro que la entiendo.

Anónimo dijo...

Buenas.

He encontrado un libro anti-taurino que dice, entre otras cosas, que el torero va vestido de mujer.

Yo lo he encontrado aquí: bubok.es/libros/245857/Torturadero


Mierda de gente.

Viva la Fiesta Nacional.

Antonio Fernández Box dijo...

Así es Enrique, la ignorancia es el deporte nacional de nuestros políticos.
No quiero aguarte el abono, pero como Taurodelta haga la misma limpieza de corrales que ha hecho Simón Casas en Valencia,
la llevamos clara...

Enrique Martín dijo...

Anónimo:
Esas teorías son ya muy antiguas y hasta resulta interesante el razonamiento que explica esa transformación del torero y del toro a lo largo de la lidia. A los aficionados nos fascina el traje de luces, por supuesto, pero no me dirá que no es chocante para quién no esté demasiado familiarizado con esto, que yo prefiero llamar Fiesta Brava, Fiesta de los Toros o de cualquiera de las formas que no hacen referencia a eso de Fiesta Nacional. Es una terminología que se queda muy cortita. Esto es tan grande, que ya lo han hecho suyo en otros paises, igual que lo es para los nativos de la Península Ibérica. No seamos cicateros en llamar a los Toros coómo se merecen y no nos pongamos limitaciones a nosotros mismos. ¡Viva los Toros!
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Antonio:
¿Y por qué vamos a dudar de Taurodelta y vamos a pensar que van a hacer algo diferente de lo que acostumbra el señor Casas? Lo largo que se nos puede llegar a hacer.
Un abrazo, Antonio