martes, 4 de abril de 2017

¿A quién beneficia ese divertido triunfalismo?




 
Todo lo que se hace con verdad y con el toro de verdad, no sé si será divertido, pero interesante y valorable, desde luego. Otra cosa es que haya muchos capaces de hacerlo


Parece algo inamovible eso de que el triunfalismo, moda tan extendida por nuestras plazas, es garantía de diversión y que además constituye un derecho irrenunciable de las mayorías. ¡Caramba! Mucha tela, ¿no? Parece como si hubiera un decreto por ahí que dice que no se puede perturbar, ni hurtar la diversión a las mayorías, ni mucho menos contradecir las decisiones que las masas toman como un ente uniforme. Es que a medida que avanzo, más miedo me da esta cuestión y menos llego a comprenderla, porque claro, estos razonamientos expuestos de forma tan categórica lo mismo por un periodista o un comentarista delante de un micrófono, eso de la soberanía del público, lo mismo en el calor de las emociones de una tarde de toros, que tranquila y sosegadamente durante la grabación de un programa, no tienen ni un pase.

Pongámonos en una situación que desafortunadamente puede darse en cualquier momento. De repente llega la mayoría que no le gusta esto de los toros, que piensa que es un resto de barbarie primitiva y que no es moral eso de “divertirse viendo cómo se maltrata a un animal” y de la noche a la mañana deciden de forma soberana, prohibir las corridas de toros y encarcelar a todos los que han practicado de una forma o de otra esta actividad. ¿Lo verían justo? Aparte de que les pareciera una aberración y se desgañitaran llamando ignorantes a los impulsores de tales medidas. Pues según sus razonamientos, está perfectamente motivado y además de forma irrefutable. Absurdo, ¿verdad? Entonces, ¿por qué se afanan en aplicar el mismo patrón a los que simplemente defienden una norma establecida y recogida en el reglamento taurino en cuanto a concesión de trofeos, indultos y demás? Mala cosa es cuándo alguien se siente fuerte por pertenecer a una supuesta y ruidosa mayoría y decide aplastar sin miramientos a los que consideran minoría y por ello más débiles. Líbrenos la providencia de las mayorías ciegas y de las minorías amordazadas.

Pero hay valores en nuestra sociedad que si se aíslan y se desvinculan de la razón, la justicia y la igualdad, pueden convertirse en pseudovalores con su esencia pervertida, dirigidos justamente a lo contrario que en un origen se esperaba. En eso no s encontramos con el argumento en cuestión, el de las mayorías. Estas pueden decidir sobre la elección de sus representantes o sobre la aprobación de leyes, por poner dos ejemplos, pero nunca pueden ser los que dictaminen si una ley o un reglamento, como es el caso taurino, debe ignorarse según su capricho y mucho menos por diversión y para conseguir un mayor divertimento. Pero como nos escudamos en lo de la mayoría… Un linchamiento a las normas en toda regla y lo que es peor, con un responsable en hacerlas cumplir que se convierte en cómplice necesario y decisivo. Pero, ¿quién sale beneficiado de todo esto? Suele ser frecuente que los que se amparan en esas mayorías, los que no quieren que la norma les ate, los que quieren imponer sus caprichos a la legalidad, aparte de unos expertos manipuladores, es muy posible que sea unos mediocres consumados.

Pongámonos en situación. Si por una de esas casualidades de la vida a los presidentes y demás autoridades les diera por hacer cumplir el reglamento y además explicaran motivadamente el por qué de sus decisiones, de no conceder orejas, de no regalar indultos, de permitir que se simule la suerte de varas y demás, ¿quién quedaría en entredicho? Pues los mediocres incapaces ante el toro, los que no saben más que trapacear en lugar de torear, los que acribillan vilmente por la espalda al toro al ejecutar la suerte suprema, los que crían animalejos para que esos mismos mediocres se los maten año tras año, los que tienen enganchados a toreros, ganaderos y medios de comunicación y algún colaborador más que les orbita a ver si cae algo. Si estos son los que tendrían que irse para su casa. El cambio se produciría por incomparecencia de los aludidos. Los mismos que nos quieren hacer creer que los despojos a mansalva y los indultos atraen más público a las plazas, sin importarle que esto sería pan para hoy y hambre para mañana. ¿Ustedes creen que si todo volviera a una mínima normalidad no habría también triunfos, orejas y entusiasmo? Por supuesto que sí, pero lo que cambiaría serían los nombres, sin lugar a dudas, pues estos que nos atormentan no podrían aguantar el tirón y quizá los que crían los semitoros verían como las ventas de sus “productos” caerían en picado; ¿cabe algo más feo que llamar “producto” a un toro de lidia? Los señores empresarios igual tendrían que contratar y pagar y bien pagados, a los que sí pudieran con el toro íntegro. Si hasta se le ha escapado a un agente fundamental de este sistema eso de que los figurines actuales no soportarían siete embestidas con fiereza de un toro con casta y trapío. Será que se ven tan crecidos, tan sobrados y tan dominadores de esto, que hasta se permiten estos deslices, aunque solo sea para agradar a su auditorio. Lo mismo este, que sus colegas de esta banda del taurinismo presente tendrían que adaptarse a lo que siempre ha sido esto. Bien es verdad que la maquinaria propagandística no deja de funcionar y no cesan de inventarse mentiras que a fuerza de repetirlas y repetirlas, siempre encuentra quién se las crea ¡Qué cosas! Justamente, esa mayoría, que si los triunfos atraen más público, que si la mayoría manda, que si lo que la gente quiere son faenas eternas llenas de trapazos o que el triunfalismo es aval de pasarlo en grande. Lo que sí está claro es que cada vez encontramos más respuestas a la pregunta de: ¿A quién beneficia ese divertido triunfalismo?


Enlace programa Tendido de Sol del 2 de abril de 2017:

6 comentarios:

MARIN dijo...

Enrique:
Buenísima la entrada. Oye, que me he "acojonao" yo y todo cuando has dicho que en caso de prohibirse esto vendrán a por los que en algún momento lo practicaron... Aquí los espero Enrique, con la cabeza bien alta.

Es de traca lo del Señor Victoriano del Rio el otro día en una conferencia eh. Que primero critica a los señores que le matan la camada de quinientos mil animales al año y después vuelve a criar chotos para esos mismos. Clin, clin...caja!!!. Y así andan, bailándole el agua a cuatro de clavel en la solapa por un lado y a los capos por otro. Y en medio de todo esto el toro...y el aficionado cabal.

El otro día me decía uno, que el nuevo revolucionario del toreo es Roca Rey. Y te lo tienes que tragar mientras lo miras con cara de tonto. El nuevo "revolucionario" del toreo que antes de coger la alternativa ya estaba matando lo que matan las figuras. Y sin salirse del guión. Pero es que detrás del peruano vienen los "otros", los llamados "toreros emergentes" de aquí, que no es mas que sota caballo y rey. Solo tienes que mirar los carteles de lo que la gente considera "toristas", y ver cuanto torero emergente hay. Dios mio!!!, llévame pronto!!!!.

Ea, ya te solté otro chapón de premio Goya. Un abrazo.

Enrique Martín dijo...

Marín:
Pues no sé, pero viendo el cariz absolutista que está tomando esto, uno ya espera cualquier cosa. Lo de esta gente, los taurinos, no tiene nombre. Eso sí, hay que reconocerles que lo tienen muy bien montado. ¿Conoces tú otro sitio dónde los tramposos no solo convencen a los primos a los que timan, sino que encima consiguen que les aplaudan y les defiendan a capa y espada? Es que tiene su miga. Lo de Roca Rey, pues uno más, que además de esas cosas que hace despeinándose con el capote, como además es jovencito y guapito, pues nada, para adelante, aparte de lo bien conducido que está. Toreros emergentes, dices, y nos quieren hacer creer que son la novedad. Si acaso, la novedad son los nombres y les dejan, porque hacen lo mismo que los otros, que si a alguno se le ocurriera hacerlo de verdad, que Dios le pillara confesado, que iban a ir a degüello con él. En fin, ¿qué te voy a contar yo a ti? Y ya ves, chapón, por chapón, jejejejeje

Un abrazo

Anibal Corral dijo...

No entiendo el talibanismo taurino. Son ustedes unos respetables señores con vitola de aficionados puros que yo respeto.No obstante además de parecerles a ustedes que todo esto de la tauromaquia es un desastre, no he leído ni un solo argumento coherente y contrastado por el que se demuestra que su forma de entender esto de la fiesta nacional es la entendida, la razonable, la autentica...
Demuestran sin embargo una clara intención de epatar desde un profundísimo desconocimiento de lo que hablan, de una escasa memoria y documentación y una casi nula cultura artística. Aunque bien es cierto que no se atisba por parte de ustedes ningún interés en que esto del toreo tenga que ver con el arte ni siquiera con la cultura.

Enrique Martín dijo...

Aníbal Corral:
Queda anotada su opinión.
Gracias por su comentario

MARIN dijo...

Señor Anibal Corral, dígame usted en que párrafo afirmamos que nuestra forma de ver esto es la correcta. Sinceramente, y solo por su comentario, ya me hace indicar de que si, de que algo de lo que pensamos es lo correcto. Si lanzas una acusación al cielo y alguien se molesta, es que ha caído en sitio correcto.
Ya le digo yo, y me reafirmo, en que la tauromaquia actual ES UN AUTÉNTICO DESASTRE, y lleva usted toda la razón del mundo, INTERÉS NINGUNO. NULO. Y si a usted le gusta, que con pan se la coma. Pero déjenos también opinar a los que no nos gusta este sistema actual y no le bailamos el agua a nadie. ¿Desconocimiento?, todo el del mundo. Eso si, como también respeto su opinión, le agradecería que nos enseñase todo eso que desconocemos del toreo, y sobre todo de la cultura.

Un saludo

Enrique Martín dijo...

Marín:
Ahora estoy hecho un lío, porque si hago caso al señor Corral, no te lo debería hacer a ti, pero si miro la consistencia de lo expresado, entonces sí. Un lío, ya te digo. Y en eso de que tú no sabes, habría mucho que hablar.

Un abrazo