martes, 25 de abril de 2017

La desregularización puede ser la puntilla


Tres, dos, una, sin caballo, fuera el primer tercio; la vida sin normas




Como ocurre tantas veces, hay ocasiones en las que se demandan y desean cosas que en si mismas, si se nos concediesen, podrían significar nuestra ruina. Como decía el filósofo, si quieres vencer a tu enemigo, accede a sus deseos (Anastatágoras el cauteloso, Esparta, 565 a. C. La Lomce 2016 d.C.) Y como todo hijo de vecino, los taurinos también tienen sus deseos, confesables, aunque si supieran de sus consecuencias, igual pasaban a ser inconfesables. Seguro que ustedes han oído alguna vez eso de que el reglamento tenía que ser mucho más flexible y permitir a los maestros “que se expresen”, que para eso son artistas, que no se pueden poner límites al arte y que si un matador decide que un toro reciba un solo puyazo, dos o ninguno, está en su derecho. ¡Qué barbaridad! Que ente otras cosas, lo que encierra es un férreo convencimiento de que toda la lidia es accesoria y debe estar sometida a la faena de muleta, como única fase imprescindible e interesante de lo que hasta el momento son los tres tercios.



¿Y qué más da? Pensarán algunos, pues es verdad que el matador es quién debe dirigir la lidia y medir al toro, pero… Y aquí viene el pero. El reglamento, estableciendo sus fases y sus formas de hacer, marcando un mínimo número de veces en las que el toro tiene que ir al caballo o las banderillas que deben estar prendidas para el cambio de tercio, lo único que hace, aparte de regular esta actividad, es establecer un límite de exigencia, ofreciendo al propio aficionado una cierta garantía de lo que va a ver y lo que no. Pero si nos detenemos un segundo, ¿Quiénes son los que abogan por esa supuesta libertad y por la eliminación de cualquier normativa que les limite sus… sus iniciativas? Pues quizá los que precisamente no sean capaces de llegar a esos mínimos. Y si se creen con poder para ello, demandan el que sean ellos los que decidan, no en fijar ese límite de exigencia, porque cualquier ocurrencia que tenga debe ser considerada como sublime, sino para hacer en cada caso lo que se les pase por ahí mismo. ¿Se imaginan a Antoñito diciéndoles a los profesores que le tienen que aprobar a partir del cuatro o del tres o del dos o el uno o el cero? Sin más argumento que el de su genialidad y que bastante tiene con firmar, que eso ya lo cubre todo. Que no sería esto lo malo, lo peor sería que los profesores y el mismo Ministerio de Educación le tomaran en serio y aceptaran semejantes… ideas.



Pero en esta ausencia de exigencia, este abandono reglamentista no solo reside el mal en admitir los caprichos de los poco capaces, sino que es abrir la puerta para una carrera frenética hacia una degradación que puede llegar a ser definitiva. Que esto no son conjeturas en el aire, que los más veteranos ya fuimos testigos de como un reglamento más laxo tuvo como consecuencia una “evolución” que si no fuera por lo que me cuentan los sabios modernistas, siempre habría pensado que es un paso atrás en toda regla. Antes de aquella modificación del reglamento del señor Corchera, al que Dios tenga en silencio, el toro debía acudir tres veces al caballo y como algunos pensaban que había animalitos que cumplían tal requisito arrastrándose, decidieron tomar una medida salomónica. Pues reduzcamos los puyazos de tres a dos y se acabó el problema. Pues nada, mientras los taurinos celebraban tal evolución, en lugar de criar toros de tres puyazos que medio admitían dos, se empezaron a criar animalitos para dos puyazos, que a duras penas aguantan uno. Pues nada, a grandes males, grandes remedios, que el reglamento deje de ser reglamento y que sean las mentes privilegiadas de los que visten de luces, los que decidan si son un o dos o tres puyazos o que ni tan siquiera permitan que asomen el belfo los pencos de picar, con sus jinetes botijomorfos a ellos aupados. ¡Qué bonita es la libertad! ¡Qué maravilla de eso del hago lo que me sale del entreacto!



Y en esto que van los… no partidarios del Gobierno de Navarra y deciden darle gusto a los taurinos liberales y montan la que montan, que aunque ese supuesto “boceto” lleno de incongruencias anda aún transitando por despachos y mesas de algunos políticos y funcionarios con ideas… digamos muy particulares, aunque la afición Navarra ha reaccionado y se ha movilizado para evitar tal atropello entre liberal y restrictivo, no debemos dormirnos, ni dar por supuesto que todo eso no va a llegar a nada, ni tan siquiera eso de dejar todo en manos de la “buena” voluntad de lidiadores, empresarios y ganaderos, porque si no nos espabilamos, la desregularización puede ser la puntilla.



Enlace programa Tendido de Sol del 23 de abril de 2017:

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