domingo, 1 de octubre de 2017

¡Viva el vino y el melocotón en almíbar!


Si no fuera por algunos banderilleros, no sé a quién iban a entregar su pasión los aficionados

Que no nos falte la fiesta y la alegría, el holgar sin freno y el buen vino que alegra almas, cuerpos y hasta plazas de toros. ¿El melocotón en almíbar? ¿Que qué tiene que ver en todo esto? Pues quizá lo mismo que tiene que ver el toreo con lo que a Perera se le ha premiado con una salida a cuestas o lo mismo que tiene que ver una plaza de toros con rigor, con esto en lo que han convertido el edificio que hay en el metro de Ventas, que está justo enfrente de la boca del metro y que cada vez está más cerca de convertirse en un edificio multiusos para todo, menos para dar toros. Ya me imagino los luminosos de la puerta: Casas Productions presenta, el c… de la Bernarda. Y no se crean, que es fácil que no cambie demasiado el patrón de los espectadores que se deleitarían con este clásico, de los que ahora van a pasar una apacible tarde a la feria de Otoño, por ejemplo, y que se siente molestos e importunados por esos malajes que aún tienen la intención de ver una corrida de toros lidiada por matadores de toros. Mi duda es si estos shows serán retransmitidos en directo por televisión y si serán comentados por el poético Apaolaza o el dicharachero Casas, loando el colorido de las plumas de colores, de la dificultad para confeccionar los tocados de la vedettes o lo difícil que es bajar esa larga escalinata al ritmo de “la pulga”. Y si el señor caballero podrá aguantarse sus ímpetus o si se entregará a jalear las cachas de esas alegres señoritas de pierna larga y ropa corta, que ya puestos, cuánto más casposo, mejor, mucho mejor. Y no me perdería al señor Maxi contándonos la genealogía de las coristas, el proceso de confección de las mallas, medias de rejilla, zapatos de plataforma y las veces que al viejo verde de la tramoya le han cruzado la cara por aprovechado. Y quizá este cuadro me resulte menos penoso de lo que ha sido esta plaza, este público y esa presidencia que ostentaba don Justo Polo, asesorado por Faustino Inchausti “Tinín” y don Manuel Pizarro Díaz. Ya puestos, que se sepa quienes son cómplices necesarios en la violación de la un día respetada Plaza de Madrid. Pero ahora el respeto debido es para el que se viste de luces y a ritmo de trampas y amaneramientos se ciscan en la historia y buen nombre del toreo.

Una corrida del Puerto de San Lorenzo, que en principio no se sabía si seguiría la senda del toro para las figuras o si volvería a lo que salió el año anterior en mayo y otoño. Pues al final se ha quedado entre dos aguas, lo que no quiere decir que no se hubiera podido torear a gusto, en lugar de enjaretarles una retahíla de trapazos mal trazados y aplicarles el repertorio de la excelsa vulgaridad, de la que en esta tarde se han hecho presentes tres de sus más aventajados apóstoles, Miguel Ángel Perera, Juan del Álamo y López Simón. Le salió el primero al señor Perera, muy parado, frío como un témpano. Suelto durante toda la lidia, sin que nadie se decidiera a hacerse con él. Recibió un castigo más que justito, mientras echaba la cara arriba y tiraba derrotes al peto sin descanso. No metían la cara, pero si se le ofrecía el engaño con cierto cuidado y se le hacía seguirlo, hasta parecía obedecer; con lo que algunos se impacientaron de salida, que si por ellos hubiera sido, habrían pedido que se le echara para atrás… por manso. Como se lo digo. Javier Ambel empezó a indicarle el camino y la forma de embestir y el del Puerto, pues se quedó con la copla. Primeros muletazos por el derecho. El animal pedía temple y Perera se lió a dar muletazos de todos los colores, sin abusar del pico tanto como en otros días, pero echándoselo para afuera. La muleta se fue torciendo poco a poco y más cuándo el matador empalmaba, que no ligaba, los trapazos. Por el izquierdo ya demasiado fuera, tanto, que en condiciones normales lo vería cualquier hijo de vecino, pero en la plaza lo que debía haber eran transeúntes, no hijos de vecinos. Tanda recolocándose a cada pase, mejor en la siguiente, toreando, en el mejor de los casos, al hilo, que podría ser admisible si el trazo fuera hacia dentro y hacia atrás, no echándolo allá, para la Guindalera, escondiendo cobardemente la pierna de salida. ¿Y el toro? Ni un mal derrote soltaba. Circulares, invertidos y la muchachada enloquecida, que eso es lo que gusta, siguiendo con un intenso repertorio… de otras latitudes taurinas. Entera caída y perpendicular, tras la cuál el doblón del Puerto escapó a toriles, para allí entregarse a la eternidad. Sonó un aviso previo a dos descabellos y saltó la primera oreja. ¡Qué bueno es Madrid! Perdón, que quedamos en que no había hijos de vecinos, así que, que buenos son los transeúntes.  Siguiendo las reglas del toreo moderno del barón Pierre de Molestién y sus locos seguidores, al cuarto no le echaron cuentas y le dejaron a su aire, sin que nadie le echara un capote al menos para asentarlo un poquito. Ni en suerte le pusieron al caballo, aunque eso tampoco es que sea demasiado importante, porque si al menos hubieran pensado en picarlo, pues aún, pero para lo que le dieron, eso y nada es parejo. Inicio de faena por delante y por detrás, tris, tras, ni toreas, ni torearás. Perera decidió darle distancia al burel, lo que siempre es de agradecer, pero hombre, al menos, no se cebe con el pico de la muleta, entre tanta engañifa, dé uno a modo, aunque solo sea para callarnos la boca. Y entre vivas y más vivas, el personal se iba soltando en su euforia y el beneficiado fue el que allí se andaba, Perera, con una babosita que entraba todo con una boyantía de ponerle una calle con bulevard, plátanos y bancos. Por el izquierdo más pico y largando tela al final de cada muletazo, que lo de rematar atrás es cosa añeja y caduca. El toro ya se quería ir; lo mismo no aguantaba tanta vulgaridad, ni él mismo. Pinchazo caído y entera traserísima y desprendida, soltando el trapo a las pezuñas. ¡Qué! ¿Es que pensaban a estas alturas un mínimo de vergüenza torera? Pero miren que somos ilusos. Otro despojo y al menos le llevaban a la furgoneta a cuestas hasta la calle de Alcalá. Que allá se lo llevarían, sin mirar atrás, sin reparar en las ruinas de lo que queda de la Plaza de Madrid, esa que fue bella, más que una vedette, con donaire, galana, mandona y que ahora por unas monedas puede ser violentada por el primer zampachanclas que se contrate con el señor Casas, don Simón, que valora su gestión no por sus logros, sino por los despojos y Puertas Grandes de otros. Eso sí que es…

Pero los que han acudido a la plaza en esta tarde para el no recuerdo, han vivido un hito histórico: Juan del Álamo no ha cortado una orejita. ¿Es que ya no valen los autobuses? ¿Qué ha hecho este hombre para que los que otrora le aclamaran, le hayan abandonado? O igual les ha despistado que no lucía de blanco y plata. Vayan a saber. Lo que sí que es cierto es que este Juan del Álamo, a pesar de sus maneras, en poco se parecía en disposición al de otros momentos. Salió muy suelto su primero, que empezó tirando tornillazos en las primeras embestidas. Mucho capotazo de recibo y pasito atrás. Poco cuidado en dejar el toro al caballo, que más que ponerlo en suerte, parece que lo están aparcando. Ya en el peto, ni el toro se empleó, ni el de arriba le pegó ni un sello. Comienzo de faena con un trapaceo desparramado por abajo y dando la sensación de que las dudas eran demasiadas en del Álamo, que si por aquí no, por allí tampoco. Latigazos, enganchones y el del Puerto empezaba a hacerse el amo, ¡qué cosas! El animalito se arrastraba desde el primer tercio y al final es quién manda allí. Su segundo, un grandullón, se frenaba y al segundo capotazo, media vuelta y para toriles. Peleó en el caballo por el pitón izquierdo, aunque sin recibir apenas castigo. En el segundo encuentro desmontó al pica y en el tercero, cuándo le quisieron pegar, sin pudor, se fue a escape lejos de todo lo que oliera a peto y palo. Comenzó Juan del Álamo la faena dando distancia al manote grandullón, pero a poco se vio que el toro se le venía arriba y que el matador empezaba a tener dificultades. Se acopló cuánto menos para poder aliviarse con el pico de la muleta y aunque el animal ya acudía a todo lo que se le ofreciera, el espada solo llegaba a trapacear. Por el izquierdo llegaron los enganchones y las carreritas, siempre jaleadas por el efusivo y amable público. Un achuchón, que le avisaba de que a pesar de la nobleza del toro, la cosa se podía poner fea, pero afortunadamente, la cosa no fue a mayores. No hubo despojos, pero no hay que preocuparse, que tal y como va esto, si antes no convierten esto en un club de variedades, habrá despojos para todos.

López Simón completaba el cartel del arte por el arte. Tuvo que despachar un sobrero de Santiago Domecq, por invalidez manifiesta del titular. Capotazos sin sentido, antes de que acudiera al caballo para no picarle, que el animal tampoco quería jaleos, se apoyó en el peto y a esperar. Bien Jesús Arruga con los palos. En los comienzos del trasteo, López Simón quiso iniciar por abajo, pero inmediatamente se entregó al vulgar y soso trapaceo. Colada por el derecho, le quitaba la tela de golpe en cada muletazo. La faena discurrió en un ir y venir de un mulo mientras un señor muy monótono sacudía una tela. El sexto salió corretón, dándose vuelta tras vuelta al ruedo venteño, sin que nadie probara a  evitarlo, Suelto al picador que salía a hacer la puerta, picotazo y adelante con el tour. Picotacito escaso ya en el de tanda y en un nada y menos se montaron la capea, con el toro a su aire, alegre y corretón. Ahora en toriles, ahora me voy, aquí dónde los matadores, hasta que López Simón se entregó al muleteo de pico y pierna atrasada; le dio distancia y más pico y enganchones, aperreado por el pitón izquierdo, tirones, desajuste y de nuevo a la diestra, excesivamente fuera, empalmando pases apelotonados, muy vulgar y aburriendo hasta al aire. Espadazo trasero haciendo guardia, pinchazo y entera traserísima, un defecto que ahora se está generalizando demasiado, quizá por aquello de que hasta el rabo… Pero en este ambiente de euforia y enaltecimiento del mundo, cabía todo, vivas hasta al pueblo de Barajas, tuviera esto que ver con el toreo o con la industria conservera de la huerta, así que no creo que desentone si a mi me sale de ahí el gritar desde mis adentro más hondos ¡Viva el vino y el melocotón en almíbar!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Enrique, otro peñazo de tarde. Los del Puerto me aburrieron soberanamente, incapaces de poner la más mínima emoción por su embestida bobalicona y lenta.

Del Álamo, como bien dices, totalmente desdibujado. No es que me gusten sus formas ajulianadas, que nunca me gustaron, sino que en esta ocasión estuvo apático y sin saber por dónde meter mano al segundo de la tarde.

López Simón también desdibujado en su primero pero se vino arriba en su segundo. Si no hubiera sido por el mal uso de los aceros, hubiera cortado la oreja al sexto. No es que yo la hubiese pedido pero, a tenor del nivel que puso la plaza al conceder la primera oreja a Perera, López Simón toreó mejor, menos despegado y teniendo el mérito de meter en la muleta al abanto sexto de la tarde. Alargó en exceso la faena y eso dificultó la suerte suprema, el toro pidió la muerte al menos veinte muletazos antes.

Lo de la plaza al conceder oreja en el primero de la tarde es de traca, pero es el nivel de exigencia que ha puesto la plaza ya desde hace tiempo. En mi opinión no debe haber petición de oreja cuando enfrente tienes a un cordero que va y viene a paso lento sin hacer un mal gesto. Si además unimos que Perera toreó despegado y escondiendo las femorales, el premio me parece del todo exagerado. Tampoco creo que mereciera premio en el quinto pero, ya que esto de la tauromaquia es una especie de “puesta en escena” ante el público, al menos tuvo la “vista” de poner al toro de largo y sacó del toro lo que no llevaba dentro. Por decirlo así, digamos que él hizo al toro. Ese toro toreado en las cercanías que estamos hartos de ver por el 90 o 95% del escalafón hubiera parecido una mona pero Perera le citó de muy largo y la inercia de la primera embestida le bastó para completar la serie completa de muletazos. Claramente se veía que al toro le costaba embestir a partir del segundo muletazo, con las distancias ya muy acortadas.

Y eso me recuerda lo del triunfador del serial de desafíos ganaderos, Javier Cortés, un matador inoperante que basa su estilo en el arrimón a base de tapar al toro, acortando la distancia que sus toros tenían y que demostraron incluso en el caballo. Y es que el mejor arma para un mal torero es el toreo de cercanías. En fin…

Destacar la gran brega de Javier Ambel en el primero de la tarde y los pares de Curro Javier. Sin duda, gran cuadrilla la de Perera. Y otra cosa, para aquellos que critican al toro grande de Madrid, ayer el más flojito era el de 493 kilos, el que fue devuelto y los que dieron buen juego fueron los dos más pesados. Ayer recordaba un gran toro del Puerto de San Lorenzo con 690 kilos, al que cortó una oreja a ley Miguel Abellán, que embestía como un tren. Claro está que Abellán, como ayer Perera, le citaba desde 10 o 15 metros.

Un abrazo Enrique
J.Carlos

Jesús canto dijo...

Totalmente de acuerdo