lunes, 7 de enero de 2019

Por la unidad, sin complejos


Al final, siempre es el toro el que tiene que poner orden y si este no aparece...

Malos tiempos para el toreo, malos tiempos para declararse aficionado a los toros. Vivimos momentos en los que hay que estar dispuestos a apretar los dientes y quizá de manera especial, son los propios taurinos los que podrían dar un paso adelante para que los demás nos pongamos a su lado buscando el bien de la fiesta de los toros. Los ataques vienen de todas partes, unos de forma activa por parte de aquellos dispuestos a poner en práctica cualquier medida, con el único fin de acabar con este rito: los toros. Otros se limitan a navegar entre dos aguas, ni dicen que sí, ni dicen que no, pero, ¡ojo! No se confíen, que tienen tanto peligro o más que los otros, precisamente por eso, porque parecen almas cándidas, inofensivas, incapaces de nada, pero no los perdamos de vista. Que igual que dejan hacer para no crearse enemigos, pueden pasar a la acción creyendo que así ganan amigos.

Es el momento de que se imponga la unidad, pero no se confundan, no hablo de que un señor o varios decidan por los demás, enarbolen la bandera del taurinismo y todos detrás como perfectos papanatas. No, hombre no. Que eso del mesías salvador que se erige en líder supremo y que luego veja la fiesta de los toros en cuanto se pone el chispeante, eso ya no cuela. Que ya saben, una cosa es predicar y otra dar trigo. La unidad debe llegar por otras vías. Quizá el primer paso y el más importante de todos sea la que el aficionado lleva esperando desde hace tiempo, el que dejen de existir dos fiestas diferentes, la de las figuras con el medio o cuarto de toro y la de los gladiadores que se enfrentan a lo que los anteriores no quieren ni en pintura. Dos mundos generalmente admitidos por todo el mundo, porque, ¿cómo exigir a los que dicen artistas, ponerse con el toro? Y por otro lado, ¿cómo permitir que los que simplemente tragan con lo duro desperdicien al medio o cuarto de toro creado para expresar el arte sublime del trapazo vacío, superficial y tramposo, pero jaleado con entusiasmo?

Pero aunque parezca mentira, aunque ustedes no lo crean, para los suyos, para los de su mundo, según en el que cada aficionado se sienta más cómodo, apenas se percibe el más mínimo asomo de sentido crítico. En el mundo de la comercialización extrema todo vale, el maestro es omnipotente y hasta omnipresente, ya puede subirse a hacer cabriolas sobre el animalito, que se aplaude y si alguien protesta, te salen con lo de la tauromaquia de cada uno es cómo es. Se permiten los pimientos morrones como pitones, el destoreo como arte sublime, excelso y origen de éxtasis colectivos. Porque ya saben, al arte no se le pueden poner limitaciones. Pero, ¿es que esa cosa tiene algo de arte? Pues si tiene usted bemoles, vaya y se lo dice a la cara, que del susto igual a la dama o caballero en cuestión se le vuelca el paquetón de pipas o se les derrama el yintonis.

Y si nos vamos a la otra cara de la moneda, al otro mundo que compone esta fiesta actual, la crítica suele brillar por su ausencia. A un encierro nefasto, manso y complicado al exceso se le erige un monolito en dos minutos, porque como ellos dicen, no se han aburrido. Que yo no digo que no, pero lo malo es malo y lo bueno, en cuanto al toro, es trapío, casta y bravura y no hay que hacer concesiones, si lo que pretendemos es el bien de la fiesta de los toros. Que ya les digo, que no me falten estas corridas, pero para todos los días y como utopía, uno prefiere otras cosas. Pero no acaba aquí la cosa, ahora viene lo de los de luces;  esos matadores que se la juegan como jabatos delante del toro de verdad, claro que sí, pero a los que no debe dejar de exigírseles, faltaría más. ¿Y cuál es esa exigencia? Pues muy fácil, que pongan en práctica saber y recursos taurinos para poder a ese tipo de toro y si luego asoma el arte, miel sobre hojuelas, el nirvana, el balhala, la gloria bendita. Pero por estar a merced de un animal, por limitarse a sortear los empellones sin tan siquiera oponer un mínimo de torería, por eso no podemos subir a nadie a los altares. Que es de mérito el estar ahí, por supuesto, pero el toreo es mucho más, muchísimo más, por eso esto es tan complicado.

Pero esta condescendencia con los propios se traduce en desprecio por los del bando contrario. Y aquí es dónde creo que debería instaurarse esa unidad. Que esto no es nuevo, que es tan sencillo como que todos alternen con todos, que todos se anuncien con todos los hierros y que la ganadería y torero que no aguanten el tirón, a su casa. Así de fácil y quizá así de poco probable, tal y como están las cosas en la actualidad. Que no les da la gana, pero si esto volviera a unos cauces más sensatos, igual volvía el interés, la emoción y el toreo a las plazas y hasta podría ser que los que ahora atacan con tanta saña y facilidad a la fiesta de los toros o los que se mantienen en esa postura del ni blanco, ni negro, empezaran a ver los toros de otra manera y, ¿quién sabe? Hasta harían cola para sacarse un abono. Pues si así fueran las cosas, creo que muchos seríamos los que abogaríamos decididamente por la unidad, sin complejos.

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