lunes, 19 de junio de 2023

Tratado de “Tauromaquia” del s. XXI: I El trapazo

Parecía mentira que el trapazo acabara imponiéndose al toreo y que este pareciera subsistir ficticiamente con un muletazo aislado, una tarde aislada, pero... cosas de la modernidad.


Rebuscando estos días por aquí y por allá, me he encontrado con un documento que me parece muy ilustrativo para los que no nos manejamos en esto del toreo moderno. Es un estudio firmado por don Arsenio Cienfuegos Aguado, Catedrático en Arte Abstracto en la Universidad de Chesterton, Virginia del Sur. Tiene varias partes y aquí va la primera:

El trapazo es una suerte taurina muy en boga en actualidad en las plazas de toros de Spain y del mundo de la tauromaquia en general. Una suerte que se caracteriza por el lanzamiento de telas al viento, intentando llegar muy lejos con ella. Algo parecido a cuando se quiere cazar una mosca con un trapo de cocina, cuando esta sobrevuela una sandía. Es de uso generalizado entre los toreadores, muy alabada y aplaudida por las masas del mundo mundial. No es que sea ni muy exigente, ni muy difícil de realizar. Tiene dos variantes, una con la mano derecha y otra con la mano izquierda. En cualquiera de los dos, el ejecutante intentará tomar el engaño, lo que viene siendo la muleta, no muy hacia la mitad de su extensión, pudiéndose tomar, en el caso de realizar la suerte con la mano izquierda, casi por el extremo.

Cabe hacer hincapié en que el ejecutante tendrá más facilidad para esta suerte si cuenta con una forma física y elasticidad envidiable, pues no debemos ocultar que los retorcimientos lumbares requeridos exigen una fortaleza de riñones más que estimable. Primero, doblando el espinazo y ubicándose en una zona lejana a la línea que va describir el toro, se estira el brazo todo lo que la anatomía de cada uno permita. Así se extiende el trapo y con la puntita de este, se le toca la testuz y cuando se arranca el animal, hay que procurar acompañar ese movimiento y trazando una línea lo más recta posible, el ejecutante estira todos sus miembros hasta casi la luxación corporal. Y al final, allí, a lo lejos, entonces se pega un brusco giro o incluso se puede pegar un tirón y quitarle la muleta de la cara al toro. En esta última fase puede resultar enganchada la tela en los cuernos del toro, lo que a priori no es preocupante, primero, porque la tela es un material flexible y maleable y se adapta a todo. Y en segundo lugar, porque una vez iniciado el trapazo, el personal ya se ha disparado entonado un bien rotundo y ya nadie pondrá ninguna pega. Una vez pegado el trapazo y dado que el toro ha salido disparado allá en las lejanías, el trapaceador podrá dar las zancadas que cera necesarias a la velocidad que mejor crea, para el siguiente trapazo. En estos casos, hasta se admite la pura carrera, que no desluce el trapazo; es más, en ocasiones, el público hasta se llega a emocionar con semejante ejercicio atlético.

Resulta importante que el trapazo, aparte de evitar que el toro abandone la rectitud en su movimiento, debe pasar lejos del ejecutante, dejando el suficiente espacio como para que entre ambos actores se pudiera instalar un carrito de perritos calientes de los que tanto gustan en la 5ª Avenue de New York. Hay otras variaciones del trapazo, como es el trapazo posadero, vulgarmente culero, que es cuando el ejecutante se limita a sacudir el trapo por la parte trasera de su torso, por ese lugar donde la espalda pierde su casto nombre, sin cuidar si el toro toma el camino de Lima o de Budapest. El trapazo se da y las consecuencias son cosa del toro, máximo responsable del éxito de la actuación, pues si no está a la altura de la colaboración exigida, no hay esfuerzos que valgan en el toreador. Lamentablemente, no todos los toros cuentan con esa cualidad colaboracionista. También hay trapazos de rodillas, con las mismas características que la ejecución de pie, pero con mayor repercusión entre el público. Se dice que incluso se han dado casos de que alguno que otro ha perdido el contenido de su vaso/pileta, sobre el dorso de un acompañante de localidad. Usualmente estos trapazos, cuando ya se han acumulado unos pocos, pueden ser confirmados con un banderazo, agitando las telas a las nubes. Es importante saber que la velocidad también es un factor a tener en cuenta y de esta forma, a mayor velocidad, mayor posibilidad de amontonar trapazos y en consecuencia, mayor éxito y mayor entusiasmo.

Pues esto es lo que me encontré rebuscando y rebuscando. Esta es la primera entrega. Seguiré investigando y les seguiré compartiendo los conocimientos de la “tauromaquia” del s. XXI del profesor Cienfuegos.

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