viernes, 6 de octubre de 2023

El que pueda, que se emocione y si lo logra… ¡Ojito!

Hay chavales que de niños gustan, agradan, hasta emocionan, pero es crecer y pierden toda la gracia y ya cuesta más eso de emocionarse


Ahora es muy habitual tirar de la subjetividad para explicar lo que a lo mejor no podemos explicar con demasiada facilidad. Ahora baste con decir que algo te emociona y ahí ya cabe todo; y lo que complica más es que no admite respuestas. Si algo te emociona, punto y final, se acabó. Y no te atrevas a decirle a nadie que se emociona con poquita cosa, incluso con la nada, pero tampoco nos pongamos exquisitos. Que hay motivos que no, que no admiten discusión. Si ustedes se encuentran a su vecinito, Miguelín de toda la vida, vestido de torero rondando la veintena, hecho un hombrecito, ¿no se emocionan? No me digan que no, porque si no es así, es que son unos sin alma. ¿qué más emocionante que ver a Miguelito vestido de luces? Con la de veces que le tuviste que limpiar los mocos de pequeño, con la de colacaos que le diste para merendar cuando se pasaba a tu casa a ver los toros. Si es que es para emocionarse. Y si no es este el motivo de la emoción, pues igual hay que pararse a reflexionar.

Que quien no parecía demasiado emocionado era el señor ganadero. ¡Hay que ver! Con la ilusión que seguro que ha puesto en la novillada. Que puestos a emocionarse, el señor Gallardo es el que más oportunidades de emocionarse ha tenido en Madrid desde hace dos años. Y no pregunten cuántas, porque uno ya se ha perdido. Entre novilladas y corridas de toros… Entre ferias y domingos de temporada… Pero esta vez no era el día. Novillos mansos, bastante mansos en el caballo, que querían quitarse el palo en ocasiones con desesperación, llegando a salir volados escapando del peto, del que estaba arriba del peto y del palo con un pincho que llevada el caballero. Mal picados, como ya parece costumbre, tapando la salida por sistema, pero sin ser capaces de ello cuando a un novillo huidizo había que picarlo fuera como fuera. Han escarbado constantemente, en banderillas medio se dolía alguno, pero, ¡viva la modernidad! En la muleta iban y venían más o menos, aguantando alguna que otra serie de trapazos, hasta que al final se desengañaban o más bien se aburrían de la vulgaridad de sus lidiadores. Y ni la presentación permitía al señor Gallardo una mínima alegría, aunque, ¿qué quieren? Después de no sé cuantas corridas y novilladas lidiadas, no sé cuántas en Madrid, todavía esperamos a que a la nonagésima vez presente un encierro medio aceptable. Pues no, de presencia tampoco pasarían el examen de emocionados.

Pero lo que son las cosas, los espadas, Jorge Molina, García Pulido y Cristiano Torres, seguro que han emocionado a alguien. Seguro que esos del ¡Bieeeejjjnnn! ante el magistral trapazo, han sentido como culebrillas en el estómago. Pero ya les digo; es muy probable que estos fueran los mismos que se los encontraban a la puerta de su casa cuando eran niños, jugando… a las canicas, porque al toro, o no tienen pinta o les aprovechó muy poquito. Jorge Molina es uno de tantos, uno de esos tantos que se afanan en perfeccionar el trapazo, que no cuidan la lidia, que recibe con mantazos de trámite y es escuchar el clarín y dejan al novillo a su aire, allá dónde pille. Que toman la muleta para abusar hasta la desesperación del pico citando desde fuera, permitiendo que se la enganche demasiado a menudo y culminando con un soberbio bajonazo. Y preguntarán que si eso fue en el primero o segundo novillo, pero, ¿qué más da? Si es que siempre es lo mismo, que podrá emocionar a los paisanos, que en esta ocasión no eran tantos, pero que no sorprenden. Si acaso porque su vulgaridad es progresiva a medida que suma trapazos.

De García Pulido se podría decir prácticamente lo mismo. Cómo cambian las cosas cuando los partidarios no acuden en masa a la plaza. Que lo del capote ni lo domina, ni parece que lo practique, lo de la lidia, pues da la sensación de ser un misterio para él. Que le sale un novillote que va y viene como una malva y si acaso da muletazos al paso del moribundo de Fuente Ymbro, al que nunca toreó, si acaso, medio acompañó, más aprovechando arrancadas que conduciendo embestidas, que al final es de lo que se trata el toreo. Cites de rodillas, más propio de… de otros lugares. Trallazo tras trallazo, acabando quedándose en la pala del pitón y casi dejándose pegar un revolcón, que eso emociona mucho, pero no, no había tantos corazones agradecidos, que se percataban más de los enganchones que de los alardes de plaza de talanqueras.Y por supuesto, como manda la modernidad, bajonazos para todos.

Cristiano Torres, novillero de fácil verbo retador, pero que se queda en alardes insustanciales que igual emocionan, que ya hemos dicho que eso es muy de cada uno. Que si de rodillas, arrucina incluida, que si me meto entre los cuernos aunque el toro le decía que mejor más lejos, que si un meneo, a ver si cae la oreja del revolcón, alcanzando una elevadas cotas en la conquista de la vulgaridad y la chabacanería esperpéntica. Venga carreras, venga más trapazos enganchados, que si empiezo a cambiarme el trapo de mano sin saber si eso tiene un fin, manejando la muleta como una bayeta después de fregar los suelos de un cuartel. Alargando las faenas hasta lo insensato y para acabar en el sexto con manoletinas y una estocada en el sitio. Que ya les digo que en lo subjetivo es complicado entrar, porque como decía el otro” ca uno es ca uno y ca seis, media docena”. Y así, el que pueda, que se emocione y si lo logra… ¡Ojito!

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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