viernes, 10 de octubre de 2025

Que salgan los mozos del pueblo

Ser torero, una ilusión que ahora parece que ha mutado a quiero ser figura y si se toma a estos por modelos, pues...


Era una final de no sé qué o no sé qué al final. El caso es que salieron unos jovencitos vestidos de luces y un ganado que parecía el de una capea de pueblo o de una despedi9da de soltero. Que sí, que me dirán que era una sin caballos, de acuerdo. Pero en Madrid se han echado novilladas para sin caballos, con bastante más presencia y mucho más seria. Vamos, que digo Madrid y podría decir Añover de Tajo, sin finales, sin ser plaza de primer y sin ningún camino a las Ventas: Novilladita de Ángel Luis Peña, con sus cositas, más por la incapacidad de los de luces que no sabían por dónde se andaban. Que una cosa es que no estén nada curtidos, que es lo lógico, pero lo que sí se les puede pedir es que tengan hambre y que no te vengan a soltar el repertorio al uso de naturales y derechazos. Pero claro, si nos vamos a poner a pedir peras al olmo y el olmo son estos chavales, que sigan a pies puntillas lo que sus “ídolos” los figuras, que es su máxima aspiración, ser figuras. Lo de torero, matador de toros o similar, nada, figura. Los finalistas, Pedro Gómez, Samuel Castrejón e Ignacio Garibay, ya en el paseíllo empezaron a tener a más de uno con la mosca detrás de la oreja, con una amanerada parsimonia que resultaba... chocante. Pedro Gómez empezó un tanto alborotado, que ahora me sorprende una arrancada, que ahora me pisa la muleta, con las maneras propias de estos tiempos, pico y muy fuera. En su segundo salió a ganar, pero quizá con un guión que a lo mejor no era el más adecuado... o sí. Que si portagayola, que largas de rodillas, poniendo banderillas, cuando atinaba en lo negro, que si pases por la espalda, por delante, aceleradísimo, sin parar un momento y sin intención de hacerlo. Venga trapazos, sin llegar a poder ni un poquito con un becerro al que le costaba mantenerse en pie y para colmo, una estocada envainada, con un palmo del acero dentro y el resto al aire, que parecía que el novillo era un mosquetero presto a desenfundar.

Samuel Castrejón empezó con las mismas prisas de su compañero y hasta llegó a parecer que se sosegaba un tantito así, pero nada, pura ilusión. Aperreadillo con el novillote, pero hasta los enganchones se le jaleaban, quizá los partidarios pudieron haber llegaba a la plaza en autobuses de la Blasa y metro, sin necesidad de tener que fletar otros de larga distancia. Desarmes, carreras, venga enganchones y si no llega a ser por la espada, ya veía yo al personal clamando un despojo. El que se le regaló en su segundo por prácticamente un trasteo con un estilo calcado o quizá con más carreritas todavía. Pero bueno, a esa edad y con esos animalejos alejados del pienso, todo se les perdona y si de paso baten un récord de velocidad, bienvenido sea. Y cerraba Ignacio Garibay, de nombre ya visto por estos lares, aunque no es que dejara demasiada huella su predecesor. Pero como a quien a lo suyo se parece, honra merece, este Garibay tampoco será recordado. Eso sí, llamó la atención que en el soso recibo a la verónica no se enmendó ni en un solo lance. Que ya tiene mérito en estos tiempos. Pero con la muleta, trapazos que parecían dados con una bayeta, enganchones, carreras prisas, desarmes. Perfilero, muleta retrasada, un cuadro. En su segundo, una cabra de la sierra de Gredos, le recibió de larga de rodillas y faroles, algo poco visto hoy en día. Pero cuando ni con eso podía, se puso a dar chicuelinas y al final resultó cogido. El animal no podía ni con el aire que respiraba, se despanzurraba en la arena a nada que le hicieran moverse. Y el espada venga a querer soltar todos los trapazos que traía pensados de casa. Pero aún así, cuando se mantenía en pie, no podía con el de Peña. De rodillas y se le comía y venga trapazos, con la desesperación de los presentes. Bueno, ya va a por la espada y de repente la tira y más trapazos, que si con la muleta del revés, que si manoletinas y todo para acabar de bajonazo. Declararon vencedor a Castrejón, quizá por eso de la proximidad de los partidarios. Con un público muy entregado, aunque no les pregunten por qué, de los actuantes y otro habitual, silencioso en este caso, que tampoco era para ponerse allí a montar la marimorena, quizá porque era una becerrada, los chavales se tienen que hacer y la plaza impresiona, aunque también es verdad que alguien les tendría que guiar un poquito, porque lo mismo en otras plazas el personal se encorajina con ese ganado y se pone a gritar que salgan los mozos del pueblo.


Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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