viernes, 8 de junio de 2012

Esa corrienteeeeee



Lo que se agradece ver torear bien de capote

 Tanto abrir las puertas de la plaza, que al final no hay quien pare con tanta corriente. Y ya lo decían los clásicos, que el viento es el peor enemigo del toreo. Vista la experiencia de los últimos días, no podía estar más de acuerdo; estos vientos racheados se han llevado todo lo que se les ponía por delante: los sombreros de paja que daban a la entrada, la hoja del programa donde vienen los pesos de las cuadrillas y el color de los vestidos de los toros, la llama que no deja encender el puro, la servilleta que dan con los canapés, los billetes para pagar los cubatas, la afición de los que ya no entienden nada de lo que está pasando, la educación de los que insultan a los que no aplauden con tanto frenesí como ellos y por supuesto, la dignidad de una plaza que antes era seria y ahora quiere aparentar que lo es. Así están las cosas, ahora da igual ser o no ser, lo importante siempre es aparentar que… Aparentar que uno sabe tanto de toros que don José María de Cossío le pedía consejo antes de empezar cada tomo de su obra. Que es más amigo que nadie del torero, al que llama desde el tendido por su nombre familiar. Si es José María, él puede llamarle Jose María, si es José Antonio, Jose o si es Alejandro, Alex, que para algo tienen que valer los contactos. Y también hay que aparentar que uno conoce todos los secretos del toreo. Como dijo el otro día un vecino de localidad: los papelillos del ruedo son para saber donde hay que picar al toro. Y juro que ni quito, ni pongo nada de lo dicho.

Tan mosqueada iba la gente con los vendavales, que temía ver algo tan vulgar y corriente como lo de los días precedentes, incluso pensaban que el aire podría echar a volar los Toros de El Puerto de San Lorenzo, pero no fue así. Salieron con bastante más presencia que la novillada del día anterior, los Cuviñajos. Salió el primero de la familia Fraile Martín para que Thomas Dufau confirmara el doctorado como matador de toros. El animal parecía carecer de fuerzas y entraba con bastantes precauciones a los engaños. No parecía tener muy en cuenta el día que era para el galo, pero tampoco hay que echárselo en cara, pues el propio interesado tampoco parecía estar muy presionado. Tocó poner el toro al caballo y allí lo tiró. Le taparon la salida al animal, que cabeceaba el peto, luego solo señalaron el puyazo ante la evidente flojedad que mostraba. Se dolió en banderillas, pero después se arrancó con ganas a la muleta que Dufau le ofrecía por detrás. Aparte del viento que molestaba bastante en algunos momentos, se mostró perfilero, con muchas carreras y enganchado al pico. Se le vieron intenciones de dar los pases completos, pero la falta de gusto y espíritu modernista no le permitieron lucir más las buenas intenciones. Arrimón animoso e innecesario al final, abuso del martinete versión eléctrizante, manoletinas con el toro casi parado y aquello parecía no terminar nunca. Tuvo que ser una estocada entera rinconera y muy trasera la que acabara con aquello.

El Cid recibió a su flojo primero sacudiendo el capote en su cara, por si tuviera polillas sería; ausente de la lidia, mal colocado, dejó ir al toro al peto al relance; casi no le picaron. Faena de sosos con la muleta, soso el toro y soso el torero, pero este además estaba muy desconfiado y sin acabar por donde meterle mano al del Puerto. Desarmes, carreritas, mucho pase vulgar y aburrido. Pero bueno, a todo el mundo le puede ocurrir que no se acople con un toro. En el segundo iba a ser, pero ni el toro, que salió muy frío, más de lo que estos toros suelen salir incluso, pero El Cid no modificó la estrategia, dejar al toro con un ahí te quedas y delegar en el peonaje la lidia. El toro quería empujar, pero sin fuerzas se hace complicado. Suelto y rebrincado salió de la primera vara, en la segunda empujó, pero solo le señalaron el puyazo. Se dolió en banderillas, donde complicó a los rehileteros echando la cara arriba. El Cid tomo la muleta y se volvió a mostrar inseguro, sin convencimiento, muy incómodo, resolviendo con un trapaceo por la cara y tomando la espada. Quizás debería pensar un poco en lo que fue en esta plaza y en lo que es ahora. El aficionado ya ni tan siquiera piensa que pueda ser recuperable, lo da por perdido. Están lejos aquellos días en que él solo era suficiente reclamo para ir a la plaza y ahora muchos se lo toman como día libre. Ya sabemos que el aficionado es idiota, lerdo, torpe, bobo, extremista, talibán, intransigente y además paga, pero sabe lo que quiere y lo que no. Y a El Cid ahora no lo quiere.

Llegaba de nuevo a Madrid Daniel Luque, el que fue novillero conflictivo, el arrogante matador que se iba a encaramar al Olimpo taurino en dos muletazos, el que mató corridas de seis toros y que no dijo nada al aficionado, el que desaprovechó mil oportunidades. Pero lo que son las cosas, yendo casi de relleno en esta feria, aunque sin estar bien, ni merecerse cortar esa orejita, ha sido la vez en que más serio y más centrado le he visto. Recogió a su primero con unas verónicas muy lentas, pero no por mérito suyo, sino porque el de los Fraile no tenía resuello para ir más rápido. No empujó en el caballo, no podía. Aunque en un primer quite el matador volvió a torear más que aceptablemente a la verónica. Llevó bien al toro al segundo encuentro y a la salida volvió a repetir quite, pero en esta ocasión mejorando lo anterior. Verónicas con los pies fijos y sin perder terreno, sin echar el pasito atrás, metiendo al toro en el capote, toreando de verdad, con la tela horizontal, para que eso no fuera un simple abaniqueo, llevándolo empapado en el engaño. Sobre todo dos y la media, enroscándose el toro como si quisiera emular al propio Belmonte; algo que no es muy viable, pero si digno de alabar. Con la muleta no fue todo en este tono, demasiado despatarrado y escondiendo la pierna de salida, demasiado acelerado, lo que le hace embarullarse. Demasiado perfilero y retorcido al natural, estirando mucho el brazo, fuera de cacho y vulgarote, dejando que su oponente se le marchara sin torear; sin fuerzas, pero sin dejar de embestir. Estocada trasera y una orejita que a algunos ya les hacía pensar que otra vez se iban a levantar las corrientes de aire. En su segundo, muy suelto, sin que nadie consiguiera fijarle, manso y siempre queriendo irse a las tablas, no fue posible lucirse. Tuvo que irse a toriles para ver si así cabía alguna posibilidad, pero lo uno posible era fajarse con él por bajo y a matar. No mereció la oreja, estuvo mal y moderno con la muleta, pero con la seriedad que le he visto con el capote ha conseguido que por primera vez pueda confiar en que es un torero que puede ser recuperable.

Acababa el que empezó, Thomas Dufau, más perdido que en el otro, que ya es perderse, dando muchísimos capotazos inútiles, dejando el toro a su aire en el caballo, lo mismo de dentro a fuera, que donde pille. Al final quiso recuperar en la muleta el terreno perdido, pero solo dejó claro que es un torero vulgar, que desconoce lo que es la lidia, que no está acostumbrado a un toro que no sea una borrica y que si no es porque le apodera la parte francesa del triunvirato, lo mismo se había quedado en una aldea gala de la Camarga. Eso sí, al menos tenemos asegurado el ventarrón de siempre en las Ventas y nos evitaremos que además haya más corrientes con tanta puerta abierta.

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