lunes, 6 de agosto de 2012

De la Fiesta al show, o viceversa




Uno no acaba de dar crédito al rumbo que desde hace tiempo ha tomado este tinglado, que uno ya no sabe si denominar Fiesta, espectáculo, show o hasta show Business, para que vean que uno es moderno; pero lo que sí tengo claro, es que esto no es el rito que muchos concebíamos al hablar del toreo. Aquello de la Fiesta de los toros era algo serio, muy serio, en ocasiones una ceremonia monacal, preñada de la pasión, la tensión y la audacia que provocaba el peligro que nacía de la presencia del toro; y después de todo esto, el final podía ser el júbilo, la alegría desbordante y la admiración al ídolo triunfador, el torero.

Se llegaba a la plaza con el respeto a toro y torero, con la admiración al toro y el deseo de proyectarlo al torero al final del festejo. Ahora se nos exige ese respeto y esa admiración al torero, sin espacio a la crítica, que se vuelca sistemáticamente en el toro, pues aparte de ser un ser irracional, no tiene un ganadero con orgullo que se atreva a descubrir las carencias del coletudo. Solo se admite alabar al toro cuando se presta a la pantomima y a las carencias del torero. Y si se nos cuela un medio encastadito se le cuelga el cartel de inservible o imposible. Los otros los encastados, los más parecidos al toro de siempre, directamente se les marca con el sello de duro, imposible, sin “toreabilidad” y esas bobadas que se han inventado para desacreditar al toro.

Si uno se acerca a la plaza antes de una corrida de postín, podremos comprobar la locura que provocan los toreros de moda, una mezcla de delirio sensual, con la carrera por cobrar la pieza de hacerse una foto con el ídolo. Casi es como si antes del paseíllo ya se le empezara a sacar a hombros. Lo del ruedo ya importa bastante menos, ya habrá quien de argumentos para validar cualquier ejercicio atlético o de contorsionismo extremo. Y el toro, ¿el toro? eso importa un bledo, si parece un toro, como si parece el hombre mosca con cuernos. Resulta chocante escuchar a aquellos que echan a otros en cara eso de llevar un pañuelo verde, como signo irrefutable de su predisposición a la protesta, pero hombre, que se miren ellos antes un poquito, que da la impresión de que ya van preparados con una faja lumbar y un almohadón para el cuello, para que el maestro haga cómodo el trayecto triunfal hasta más allá de la Puerta Grande. ¿O es que el ir pertrechado de gallinas, gigantescos ramos de flores, puros descomunales o panes de dos metros, no es ir ya predispuesto al triunfo a poco que las cosas se den medianamente?

El show se aderezará con gestos irrelevantes, falsos y para que el público se percate de ello. Empiezan a hacer estiramientos como si el apoderado sentado en el banquillo le dijera aquello de “chico calienta”. Eso ya empieza a caldear el ambiente, luego vendrá o no, eso de sacudir el capote pata quitarle el polvo, y en el mejor de los casos, la culminación del show con unas chicuelitas. Que nadie se moleste en medir las distancias entre toro y torero, ni los metros que traza el coletudo apartándose del viaje del toro una y otra vez. Igual que en los musicales hay un número que da descanso a las vedettes, en esta representación ocurre lo mismo cuando sacan un caballo con faldas y los ojos tapados. Luego empieza el número final, seis por tarde, en el que cada quien interpreta su ejercicio mímico bufo, tantas veces repetido y en el que se estudia cuando volverse al tendido con cara de tenso enfado, con una sonrisa o impávido, como si no le quedaran fuerzas ni para mandar en los músculos de su rostro. Aquí acompañamos el movimiento que simula un pase con un largo y sonoro “Eeeeeeeeeh” o ese “Vámonos” que tanto anima, pero del que no se puede abusar, no vaya a ser que el respetable obedezca cuan dócil borreguito y se vayan de la plaza.

En este show caricaturesco hay que tener en cuenta un elemento que en otras plazas, aparte la de Madrid, es protagonista y objeto de discordia según su aplicación, la música. Uno la verdad es que no se maneja ni bien, ni mal en esto de cuando debe actuar la banda, no se maneja, pero oyendo las trifulcas de Sevilla y otros cosos, no debe ser cosa menor. Pero mientras, el ejercicio gimnástico del coletudo prosigue a los gritos de “biejnnnn”, que no del anticuado ¡olé! que ha quedado solo para algunos nostálgicos sin remedio. En los Juegos Olímpicos, los gimnastas cierran el ejercicio con un espectacular volatín, clavando los pies en la colchoneta y extendiendo los brazos. En la plaza clavan la espada allá donde les venga bien y el maestro extiende histéricamente los brazos mientras nos regala un encadenado de volatines.

Luego las orejas, que se piden agitando un pañuelo blanco y gritando, gritando mucho, lo que tampoco me parece muy bien, porque parece que juegan sobre seguro, piden la oreja y la protestan al mismo tiempo. Igual por eso hay presidentes que no la conceden, porque a poco pesimistas que vayan a la plaza, puede más en ellos la protesta que la aclamación. Aunque en esto de las peticiones, como podrán comprobar, tampoco estoy muy ducho. Igual que lo de las salidas en hombros o a cuestas, en las que es imprescindible para todo buen aficionado que se precie, irle arrancando el traje de luces al triunfador. Que no tiene importancia si la gloria es en Madrid o Sevilla, pero ¿se imaginan lo que supone que a un maestro le destrocen el vestido de torear en Brazuelos de Yeltes?

Pero que nadie le venga a estos señores amantes el show deportivo taurino con esas tonterías de que la petición de trofeos será de exclusiva competencia del Presidente, que tendrá en cuenta la petición del público, las condiciones de la res, la buena dirección de la lidia en todos los tercios, la faena realizada tanto con el capote como con la muleta y, fundamentalmente, la estocada; que en los indultos el toro merece tal premio por su trapío y excelente comportamiento en todas las fases de la lidia, sin excepción? y además, una vez concedido el indulto, se simulará la suerte con una banderilla y no con una colleja de coleguita enrollado en el morrillo; que los indultos son un mérito del toro y no del espada; que los pinchazos y desarmes no se aplauden; que el primer tercio no es el momento de levantarse y gritar: “¡Eeeeh, jefe! Dos cervezas y una Coca; que al aficionado le importan un pito las declaraciones y reivindicaciones de ANOET, ASM, SMS, ABC, UHF, VHF, FM, FIAT, OPEL o EXIT; y por último, ¿cuándo aprenderemos que eso de no poder entrar o salir durante la lidia de cada toro, es para todo el mundo, incluido tú y tu novia o tú y tu colega, o tu colega y tu novia? Quizás sean unos finos matices los que diferencian la Fiesta del show, pero sería bueno que alguien nos lo aclarara, para que al menos tuviéramos la certeza de no acudir a un show y si a emocionarnos con eso que se viene llamado la Fiesta Brava.

14 comentarios:

franmmartin dijo...

Lo más grave de todo ésto, es que nos pasa con los Toros lo que dice esa letra por soleá:

Querer que yo a tí te olvide
es predicar,prima mía, en el desierto
machacar el hierro frío
o querer hablar con los muertos.

Y como es natural,en el pecado llevamos la penitencia.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Así estamos,la mayoría de público va a ver al torero y no al toro por su bravura y lidia,lo consideran algo secundario.
Tarde de toros ha significado toda la vida que se lidian toros en un coso y pueden ser bravos o mansos,el resultado de su lidia bueno o malo,pero como se trataba de toros enteros y verdaderos,jamás faltaba la emoción.
E.P.U.

Enrique Martín dijo...

franmartin:
La coplilla es para reírse por lo clara que es, pero no deja de ser más verdad que un templo. Y ahí seguimos penando.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

E.P.U:
Pues sí y no hay más cera que la que arde. Se han tergiversado tanto los términos, que ahora el fraude es sinónimo de diversión y el que no se divierte es que es un tonto. Y así seguimos y seguimos.
Un saludo

MARIN dijo...

Pues si Enrique, hay algunos que van como van a los toros. Aunque te digo que igual de malo es ir a los toros con el pañuelo verde en el bolsillo que con el gran ramo de flores y la gallina acompañando.

Lo de la música es otro asunto curioso. Por ejemplo, aquí en en Huelva hemos pasado de pedir musica al principio de cada faena de muleta, cuando el de turno todavia estaba brindando el toro, a mandar a callar a la banda por unanimidad en una faena de Fandiño con un toro mansisimo y rajadisimo de Ivan Fandiño. Y eso te lo juro que lo he visto yo. Algo es algo ¿no?.

Un abrazo.

Enrique Martín dijo...

Marín:
Es verdad que algunos van a los toros como al sorteo de la Lotería de Navidad, pero bueno cada uno es cada uno. De lo de la música yo no lo veo ni bueno, ni malo, solo que yo no estoy acostumbrado, pero lo que me cuentas es una muestra evidente de que el público sufre, lo pasa mal cuando hay verdadero peligro y que ahí ni música ni nada, ahí el drama es suficientemente potente en el ruedo, como para atender otras cosas. Ese es también el poder del toro y la capacidad del torero.
Un abrazo

Gloria. Murcia dijo...

Sres. Pasen y vean!:
El maravilloso circo de los horrores,como cada año, en esta su localidad...Dispóngase a disfrutar de nuestros equilibristas sin red, de los lanzallamas y traga-puñales, de mujeres barbudas y payasos que hacen llorar...
Pero...Y dónde el Toro?, yo busco algo más emocionante y pasional!...
Ah!...si es así, estimada sufridora, dispóngase a estar dispuesta a cruzar la frontera o a hacerse temporalmente hija de la France...o de lo contrario, siga Ud. penando!.

Un Abrazo!. Gloria. Murcia

Enrique Martín dijo...

Gloria de Murcia:
Perdone, no querría resultar grosero, pero si quiere emociones y pasión, quizás sea mejor que se haga socia del Aleti. Ya sé que no es lo mismo, pero al menos durante el invierno no le va a faltar esa sensación de que se le sale el corazón por la boca. Se lo digo por experiencia.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Tienes razón Enrique y, como uno ya empieza a estar harto de que le tomen el pelo con festejos de poca monta, ya llevo el record de dos Domingos seguidos sin pisar Las Ventas y el próximo tampoco iré.

Tengo el firme propósito de desprenderme de mi dinero a cambio de algo. Para ver toros descastados, que se caen a las primeras de cambio sin que tenga intención alguna de cambiarlos el presidente y para ver a matadores que no tienen un mínimo de preparación, para eso me guardo mi dinero en el bolsillo y que les den a Taurodelta y adláteres.

He visto pasar a muchos grandes y viejos aficionados que una vez hicieron lo mismo y ya nunca más volvieron. Cada día les entiendo más...

Saludos
J.Carlos

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Si es que la cuestión es que todos somos engañados, pero depende que sigamos o no solo del tiempo que tardemos en darnos cuenta de ello, de lo que tardemos en ver que no hay solución y de decidamos que esto no es aquello a lo que un día nos aficionamos. Luego está lo de ver a unos y a otros, charlar y unas risas, pero para eso también está el Retiro ¿no?
Un abrazo

Xavier González Fisher dijo...

Enrique: Mejor habrá que proponer que se haga lo que Sidney Franklin, un torero de Nueva York hacía en Estados Unidos hace unos 80 años, recluír un "sucedáneo" de la fiesta en los teatros de su tierra.

Así lo contó un señor Coll, en una carta al diario "La Vanguardia" de Barcelona en 1931, en una carta a la dirección, publicada en la página 29 de la edición del 17 de mayo de ese año, titulado "Cartas de Nueva York. Tauromaquia Americana" y visible aquí:

http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1931/05/17/pagina-29/33167151/pdf.html

Así, el "toreo" quedaría reducido a lo que se hace "de salón", en locales cerrados y al gusto de todo el mundo... y así, como dice la peli aquella en la que salían Marilyn Monroe y Ethel Merman: "There's No Business Like Show Business..."

Pero por otro lado... ¿ya ves lo que sucede por dejar las pildoritas?

Enrique Martín dijo...

Xavier:
Acabo de darme cuenta del filón que podríamos encontrar con las actuaciones de los más grandes en funciones reducidas y poder anunciar así a El Juli Unplugged, José Mari íntimo, Ponce en corto. Aunque veo un fallo, ¿cómo lo hacemos con El Fandi? Bueno, se podría anunciar en Silverstone o en el Yankee Stadium. Arreglado
Un saludo (Patrocinado por pildoritas "El Espejismo")

CÁRDENO dijo...

Enrique,tu si que eres un crack,je je, es que no te equivocas en nada,cada vez somos más los que pensamos así,pero son menos los que llenan los tendidos,es difícil llenar una plaza de buenos aficionados,pero siempre ha habido folclóricos del pañuelo blanco ocupando el resto de localidades,claro,el problema ahora es inversamente proporcional y reducido,ni se llenan los tendidos,ni de folclóricos ni de entendidos, joder que año en Las Ventas,carteles infumables y ferias del Arte ridículas.No llenó ni Victorino. Pero estos "figuras" cuidadín con ellos.Han rebasado los límites del trapicheo,hasta los sobreros elegidos a dedo, clones de los seis reseñados,joooder,pero ni a puerta cerrada en la finca te dan a elegir,y ahora el "mesías" se va para Francia a seguir con la recaudo-temporada del carajo que se está cascando el pavo, tiene bemoles,y lo peor son los medios de comunicación,que siguiendo los guiones ya escritos antes de la corrida,como tu dices en el ejemplo del ramo de flores,vanaglorian al redentor del toreo,pues a ver si viene María Madalena y le beatificamos, amen.BRAVO ENRIQUE

Enrique Martín dijo...

Cárdeno:
Ya ves, luego nos echan en cara esa supuesta predisposición contra las figuritas, contra los claveleros, contra los borregos y contra no sé qué, pero nuestro único pecado es decir lo que nos gusta o no, faltaría más y que esta opinión no es a favor de corriente, ni aceptada por la mayoría, pero tranquilo, que por eso no vamos a ir al infierno. Un abrazo