lunes, 14 de enero de 2013

Ganaderos a contracorriente

Los cárdenos con picante


Hace como un año contaba aquí un día de campo vivido en una ganadería, aquella de la que contaba como se las gastaban unos buenos mozos con sangre Buendía. Seguro que algunos se acordarán de la historia de la laguna en la que unos novillos obligaron a otro a refugiarse, hasta que éste pereció ahogado. Pues aquella era la finca de don Adolfo Rodríguez Montesinos, un señor, al que no sé si llamar aficionado, ganadero, veterinario con unos profundos conocimientos de genética, y no lo sé, porque tampoco sé que es lo que más pesa en él. Si no fuera aficionado, probablemente no se habría metido en este berenjenal del ganado bravo, si no fuera ganadero, igual no veía colmadas sus inquietudes de aficionado y si no tuviera esos conocimientos de genética, lo mismo habría optado por un encaste más fácil de manejar, más comercial, pero que da menos satisfacciones al aficionado que lo cría. Quizás todos estos obstáculos y exigencias para superarse continuamente le vienen por esa vena atlética que en alguna ocasión ha confesado.

Pero mi vuelta atrás en aquella visita al campo no es para repetir otra vez lo que viví entonces; simplemente lo utilizo cómo recurso para poner un ejemplo de lo que es ser ganadero por afición. Está claro que este tipo de personas que optan por un encaste diferente al que ahora domina la cabaña brava, no son una ONG taurina, pero tampoco se mueven única y exclusivamente por el dinero, aunque si además venden sus productos, pues la cosa les sale redonda. Su situación es muy delicada y basta que un año haya un contratiempo en las previsiones para que todo se tambalee y empiece a aparecer la idea del “¿qué vamos a hacer si…?”. Y ahí se puede poner si no llueve lo suficiente, si suben los piensos desmesuradamente, si no se vende una o dos novilladas, si una enfermedad se cuela en la finca o si los señores de la Unión Europea se ponen a legislar en materia ganadera pensando en vacas y bueyes estabulados, que viven más allá de los pirineos y que se utilizan para dar leche, carne y piel para bolsos, zapatos y las carteras de los políticos que tanto se devanan los sesos en Bruselas.

La cosa no debe estar demasiado bien cuando estos ganaderos, que piensan en el toro qué quieren y les gustaría ver y no en lo que demandan los toreros, son unos bichos raros, con una potente vena de locura y a los que se les tilda poco menos de estúpidos, por criar un animal que “no vale” para esta Fiesta postmoderna. Y repito que me he fijado en Adolfo Rodríguez Montesinos, quizás recordando la visita a su finca, pero podemos poner muchos nombres que se identifican con esta forma de actuar. Lo único que les diferencia a unos de otros en ese grupo de ganaderos es el tiempo que pueden sobrevivir o lo que tardan en verse obligados en mandar las vacas al matadero. Tenemos lo de Atanasio, Barcial o los Coquillas de don Mariano Cifuentes. Se les llena a los taurinos la boca con eso de que la administración debería darles más ayudas, pero luego no mueven un dedo para ayudar a mantener la variedad de encastes que es el embrión de la variedad de la Fiesta. Como he dicho muchas veces, sólo quieren dinero para seguir manteniendo su mismo nivel de beneficios, lo mismo toreros, que empresarios, que ganaderos de la Tauromaquia 2.0, pero nada más. Luego son incapaces de mover un dedo por ayudar a los muchos Rodríguez Montesinos que hay por el campo. Que no hace falta que les den ni un duro, que la cosa no va por ahí, que eso es pan para hoy y hambre para mañana, eso es pegar el pelotazo y ya está.

Si todo esto es mucho más simple, bastaría con que los empresarios, todos, poderosos y modestos, compraran este tipo de ganado, no cediendo ante las presiones de los toreros. Que a muchos con vender dos novilladas al año ya se darían con un canto en los dientes. ¿Se imaginan que las nocturnas de Las Ventas, que las becerradas de la escuela y las fiestas de la Comunidad de Madrid se celebraran con otro ganado que no fuera Domecq? Es mucho imaginar. Pero claro, si los primeros que no cuidan esto son los ganaduros, que están como locos porque falle el vecino para arrancar el camión lleno de marmolillos, que cría por indicación de un tercero que es quién le vendió las vacas y dos sementales a precio de oro, asegurándoles que eso se vendía muy bien. Y si le cambian una noche los toros por avestruces, pero también las vende, le importaría un pito el bicho que fuera.

Quizás tampoco sería malo el que los políticos españoles defendieran la ganadería de lidia en el Parlamento Europeo, explicando las particularidades que tiene y los motivos por los que no se pueden equiparar a las fábricas de filetes, mantequilla y queso. Pero poco se puede esperar de nuestros representantes en los foros nacionales y mucho menos en los internacionales. Contentémonos con que se queden quietecitos, que ni ayuden, pero que tampoco molesten. No pinta fácil el futuro de estos rancios ganaderos que todavía viven el toro como una afición, una ilusión y no como una mera actividad económica. Que sienten el orgullo de criar el toro y la satisfacción de poderlo ver morir en la plaza derrochando casta y bravura; que se deshacen en atenciones cuando alguien les visita, te explican que ese ternero nació hace dos días, que su madre es la misma de un novillo que salió muy bueno en tal o cual plaza, que espera ver como salen los de aquel cercado que son de un semental nuevo, lo que pasó en una tienta el mes pasado y a pesar de las dificultades, hablan poco de las dificultades económicas. Será que les puede la afición o a lo mejor es que la casta les hace crecerse al castigo y por eso son ganaderos a contracorriente.

10 comentarios:

MARIN dijo...

Mejor quietecitos los politicos Enrique, ¡ay virgencita! que me quede como estoy. Que si queremos defender algo de los toros en Bruselas, llevate a D. Adolfo Rodríguez Montesinos o a José Escobar que no a gente que ni sabe... ni quiere saber.

A estos son a los que yo les hago la ola, a los que crian el toro para ellos y para el aficionado, y no para el torero de turno. A los que no se cortan cuando tienen que decir publicamente que sus toros no han dado la talla, a los que se mojan los dias de agua en el campo por echar de comer, a los que se les llenan los pantalones del sudor del caballo para curar a un toro o una vaca heridos. A esos son los que yo les hago reverencia. A ninguno mas.

Será muy aburrido que te ponga siempre el mismo ejemplo, pero es el que conozco. Fernando Cuadri dice que el por la mañana cria toros y por la tarde gana dinero (tiene un estudio de arquitectura). Es una casa donde hace tiempo que no va un veedor, porque los que han ido se han vuelto con sus imposiciones a casa. A la plaza van los toros que el ganadero quiere y como su madre los parió. Punto. Y como este los hay a montones en España, lo que hay que hacer es hacerles mas caso y mirar mas por la fiesta y el toro como eje principal de la misma.

Un saludo Enrique.

Enrique Martín dijo...

Marín:
Ahora lo lógico es lo anormal y lo fraudulento lo habitual. Y el que no cambie y no se convierta a esa nueva corriente, simplemente por el hecho de mantenerse en sus convicciones es considerado un reaccionario, un raro, o vaya usted a saber qué.
Y quizás nosotros les tengamos en un altar en exceso, pero que narices, encima que les dan por todas partes, no vamos a hacer nosotros lo mismo, aparte que aguantar esta postura con la que está cayendo, ya tiene mérito.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Simplemente eso amigo Enrique, ni más ni menos que "un concepto ganadero" llevado a cabo, contra viento y marea, con honradez, mucho esfuerzo, dignidad y ética...un abrazo
Pgmacias

El Secreto de la Bravura dijo...

Enrique: Pienso que la diferencia está en porqué cada ganadero cría su ganado. Hay ganaderos que crían sus toros para que se los toreen las figuras, para salir en la tele, para que su hierro esté en el cartel el día más importante de la feria, para presumir delante de su amigos de que el torero tal o cual le ha pedido sus toros para tal corrida o para quedar en la historia anudado a la salida en hombros de algún "figura" en una plaza importante. Y hacen para ello lo que sea. Si tienen que quitarle casta al toro se la quitan, si tienen que arreglar pues arreglan, si tienen que meter los toros que quieran las figuras pues los meten, si tienen que dejar vacas sin fuerzas pues las dejan... y así un sinfín de cosas para conseguir lo expresado anteriormente.

Pero luego están los otros, los ganaderos de verdad. Esos que crían sus toros porque les gusta el toro bravo. A los que les da igual quien los mate o donde se lidien pero que sí les importa que no salgan bravos. Esos ganaderos no tocan un pitón, crían un toro a su gusto y con su personalidad, se parten la cara por su ganadería y no se "bajan los pantalones" por nada ni por nadie. Esos son ganaderos que son aficionados de verdad al toro y al toreo. Esos ganaderos disfrutan con la bravura. Prefieren que les salgan bravos en un pueblo a que les salgan flojos, arreglados hasta los rizos y toreados por cualquier figura en una plaza importante.

A esos ganaderos de verdad es a los que debería defender el sistema. El problema está en quién manda aquí y como no manda el público (que sería lo lógico), pues el que manda (toreros y empresarios) hacen lo que les da la gana.

El problema de esta cuestión es que hasta los ganaderos de verdad tienen un límite. Cuando ves que tus toros salen bravos y no los lidias, cuando ves que tu ganadería sale buena y sin embargo es una ruina y que encima nadie te ayuda pues te aburres y lo tiras todo por la borda como está pasando. Y eso no lo debería permitir el aficionado pero claro como quedan 3 y medio no tienen fuerza ninguna.

Perdón por la parrafada Enrique pero este tema me saca de mis casillas. Un abrazo, enhorabuena por la entrada y gracias por defender a los ganaderos de verdad.

Enrique Martín dijo...

Pgmacías:
Al menos nos queda la esperanza de que todavía hay nombres que unir a la palabra ganadero, tal y cómo la entendemos. Rodríguez Montesinos es un ejemplo que nos mantiene la afición.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Alberto:
Parrafada muy oportuna y razonada. Se han cambiado los papeles y se ha quitado el poder a los que pagan, a estos no solo no se les defiende, sino que se les obliga a entrar por el aro, bajo pena de exclusión, insulto o ser increpados en los tendidos. Y así, de una tacada dejan fuera a los verdaderos ganaderos, a los toreros que quieren ponerse y a todo el que piensa que esto que nos muestran ahora es una vergüenza.
Un abrazo

Oscar dijo...

En lo que dice Marin acerca de Cuadri, tiene razón, pero no deja de ser triste ¿no creeis?.

Un ganadero es a la postre un empresario y lo lógico es que pudiese ganar dinero y vivir de su negocio, que es criar toros bravos.

Que hay criadores que tienen la ganadería como una suerte de "hobby", que son profesionales en otros sectores y ahí es donde obtienen los ingresos para vivir o crían otro tipo de ganado (porcino, bobino para carne o lo que sea) que es el que da ingresos... pues fantástico, pero no es razonable que eso tenga que ser así.

Cualquier empresario en este o aquel sector no puede vivir de su negocio porque no vende, cambia de producto a otro que pueda vender mejor o manda al cuerno su negocio y se dedica a otra cosa. Y hablo de vivir del negocio, no de hacerse millonario y también hablo de no ganar dinero a cualquier precio sino de vivir honradamente.

Yo creo que no podemos exigir a los ganaderos que pierdan dinero. Yo creo que hay dos responsabilidades:

1. Por una lado, las plazas están cada vez más llenas de espectadores y vacías de aficionados. Y los aficionados deberían tener la "obligación moral" de formar a esos espectadores para que se conviertan en aficionados. Y los aficionados deben exigir al empresario calidad en el ganado, igual que cualquier cliente exige calidad a sus proveedores.

2. Las figuras han perdido el norte o la vergüenza o ambas cosas. No puedes ganarte la vida a cualquier precio. Igual que un deportista no debe ganar y ganar a cualquier precio (dopándose por ejemplo) los toreros no deben ganar y ganar a cualquier precio.

Enrique Martín dijo...

Óscar:
Tienes toda la razón y no es que yo defienda o pretenda defender esta situación en que un ganadero aguanta hasta que se lo permite el bolsillo, pero sí que los valoro y los admiro. Esto es posible que ocurra por ese motivo ilógico, irracional y hasta antieconómico que es la afición. Pero esto tampoco es algo nuevo, muchos han sido los casos en los que el ganadero ganaba dinero por otra vía, como podía ser el ganado de carne, y lo de bravo era quién se comía parte del beneficio. También ganaban en nombre, prestigio y el orgullo de ver a sus toros poniendo en aprietos a los de luces. Hoy la realidad es otra, en algunos casos muy notorios, y es que hay señores que ven en el toro un negocio y lo llevan al extremo y no solo no les importa este destrozo de la cabaña brava, sino que además encuentran una justificación que les hace sentirse felices, importantes y sabios.
Quizá los aficionados tendrían que intentar educar al público, pero ya habrás visto tú también, como lo he visto yo, cómo a veces se quieren comer vivo al que discrepa de las doctrinas modernistas.
Un saludo

Oscar dijo...

Se me ha olvidado un tercer responsable: la administración. No tanto de que los ganaderos tengan que cerrar (como muchas otras empresas, por desgracia) como de no proteger un patrimonio zoológico único en el mundo que es el toro bravo en toda su diversidad. ¿O no es un Vega Villar un animal tan bello, único y necesitado de protección como un lince ibérico.

Enrique Martín dijo...

Óscar:
Absolutamente de acuerdo, estas son las ayudas que debería prestar la administración, pero ya sabes que los taurinos solo quieren dinero y así mantener la situación tal y como está y ellos su situación económica, sin hacer nada de nada.
Un saludo