lunes, 8 de julio de 2013

Doctor, soy una figura, ¿es grave?


La soledad de una figura

Gracias a la incursión privada en la Sanidad pública han salido a la luz varios casos de lo que parece una enfermedad psiquiátrica desconocida. A continuación transcribiré con toda fidelidad la conversación mantenida entre un paciente, profesional del toro, para más señas, y el doctor Matías Soregveignssen, descendiente del famoso profesor
Soregveignssen, quién se estableció en España allá por los años cuarenta, desarrollando aquí su exitosa carrera médica, escrutando los rincones no desvelados hasta entonces, del cerebro humano.

La consulta a la que nos referimos tuvo lugar en una clínica pública con gestión privada de salud mental, de la Comunidad de Madrid, ubicada en la calle de Alcalá de Madrid, allá por el mes de mayo.

-          Doctor, soy una figura, ¿es grave?
-          No sé, así sin estudiar su caso, me resulta difícil dar un diagnóstico acertado. ¿Cómo ha llegado a esta conclusión?
-          ¿Cómo? ¿Es que no se ha dado cuenta de que soy un artista? ¿No ha sentido cómo se le erizaban los vellos al estar cerca de mí?
-          ¿Eh? Sí, sí, claro, por supuesto, incluso antes de entrar aquí, pero dígame la forma en que esto le afecta a usted.
-          Pues que de repente, siento una necesidad irrefrenable de retorcerme así para un lado, teniendo que estirar mucho el brazo, como si quisiera coger el infinito.
-          Curioso, ¿y algo más?
-          Pues claro, ¿qué pasa, que no se da cuenta de lo difícil que resulta retorcerse y estirarse al mismo tiempo? Seguro que usted ni tan siquiera se ha puesto, pero claro, como está frustrado y no le hacen caso en casa, viene aquí a decirme como me tengo que estirar, ¿qué pasa? ¿Qué usted sabe más de retorcimientos que el que se retuerce todos los días?
-          No, no, líbreme Freud.
-          ¡Ah!
-          ¿Algo más?
-          Sí claro, que me tengo que retorcer muchas veces seguidas e incluso doblar así la cadera, sacando el culo para afuera y echando la pierna del brazo estirado, muy para atrás, todo lo que pueda.
-          ¡Ufff! ¿Y no se cae de morros?
-          ¡No! ¿No le he dicho que soy un artista?
-          Claro, claro, perdone.
-          También me pasa que cuando veo algún animal, siento una fuerza dentro de mí que me empuja a cambiar ese bicho por otro mucho más pequeño y me pongo a retorcerme delante de él.
-          ¿Para qué?
-          ¿Para qué? ¿Cómo que para qué? Porque estoy creando. Interpreto mi forma de sentir el arte. pero claro, cuando cambio esos animales por otros más artistas, por unos que colaboren, hay unos malages que se enfadan y me lo echan en cara. Unos que tampoco se han puesto. Me tratan como si yo comiera del dinero que ellos pagan para verme crear.
-          Ya, ya. ¿Y después de retorcerse?
-          ¡Huy! Después se producen unas situaciones de histeria generalizada en las que algunos, literalmente se vuelven locos. Durante los retorcimientos ya empiezan las señoras a gritarme ¡Guapo! ¡Cuerpo! ¡Te como! y más cosas.
-          ¿Y los caballeros?
-          Esos dicen muchas veces ¡Bieeeeejjjnnn!
-          ¿Bieeeeejjjnnn?
-          Sí, es bien, pero con más sentimiento, así como saliendo desde muy dentro, un bien muy hondo, ¿sabe usted?
-          Sí, claro.
-          ¿Cómo sí, claro? ¿me quiere robar una oreja? ¿Pretende convertirse en el protagonista sin serlo?
-          No, no, nada más lejos, no.
-          Aaah. Es que los hay que me tienen manía.
-          No es posible.
-          ¿verdad que no? Pues sí y me hacen sufrir mucho, pero yo les miro como con indiferencia y con cara de “Menfadao”. Eso les duele.
-          ¡Huy! Sí, ya lo creo, tiene que ser terrible.
-          Y cuando me estoy retorciendo, algunos sueltan un pitidito, pero yo hago como si nada.
-          ¿No le afecta?
-          Pues claro, ¿no ve que soy un artista? Pero yo me retuerzo todavía más, para que vean de lo que soy capaz. Y también me gritan no sé que de un pico, pero luego caen rendidos a mis contorsiones y dicen, así en voz alta y como entregados, ¡Qué emoción! Eso es que ya no aguantan más y se rinden a mi arte y a mis retorcimientos.
-          Ya entiendo, ya. ¿Usted nunca ha cultivado eso de la ironía?
-          No, doctor, yo no, mi madre puede que sí, pero lo que mejor le salen son las rosas y los geranios. Y es que tiene una mano para las plantas…
-          Muy bien, muy bien, estupendo. Y, ¿qué cree que podría hacer para que desaparecieran esas manifestaciones que tanto le molestan?
-          Meterme con animales enormes, grandes, muy grandes, como rascacielos, pero con eso no se puede crear arte.
-          No, ¿verdad?
-          Claro que no. y además quieren que me meta con otros animales feos y sin arte, unos de color así como gris, que te miran malamente mal.
-          Ya, me hago cargo.
-          ¿Tengo remedio, Doctor?
-          Pues está complicada la cosa, va a tener que poner mucho de su parte y estar dispuesto a ciertos sacrificios.
-          Lo que usted me diga.
-          Pues se va a tomar una dosis doble de Toriencastadol, que no tiene muy buen sabor, pero que le hará sentirse muy a gusto consigo mismo. Cuando crea que le va a dar un ataque de retorcimientos, se me va a relajar, si acaso al principio se puede meter por detrás el palo de una escoba.
-          ¿Por el culo?
-          No hombre, no, por la espalda, para así no poder retorcerse y en lugar de estirarse, mueva el brazo y luego gire sobre su cintura. Además, no tendrá que darse muchas vueltas, si me hace caso, bastará que repita esto 20 o 25 veces nada más. Y si el malage ese no se lo premia, no se preocupe, que no pasa nada, lo que cuenta es que usted se sienta bien con su alma torera.
-          ¿Alma torera? ¿será de figura del toreo?
-          No, no exactamente. Y no haga caso a todos los que van detrás de usted, es más, apártelos de usted, porque le harán creer una falsa sensación de orgullo, hasta puede que le estén engañando. Pruebe a meterse con esos animales grises y verá cómo va a experimentar sensaciones desconocidas para usted. Y ahora, si me lo permite, tengo prisa, es que me voy a los toros.
-          ¿Es usted aficionado?
-          Sí.
-          ¿Práctico?
-          Pues prácticamente, no. Yo voy a los toros y si no le importa, es que no me gusta llegar tarde.
-          Pues permítame que le regale dos entradas para mi próxima apoteosis.
-          No, no se moleste, yo ya tengo mi abono y voy siempre al mismo sitio.
-          ¿Sí? Al dos bajo, claro.
-          No, que va, al siete. hala. Vuelva dentro de un mes a ver cómo vamos, ¿vale? Y quítese tanta mandanga de la cabeza.
-          ¿Siete? ¿Mandanga?...


Quiero agradecerle al doctor Soregveignssen su colaboración y la promesa que me hizo de avisarme para posteriores visitas de este paciente, esperando que se recupere y que supere ese cuadro de “figura del toreo”.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡¡Oleeeeeé!!!...sencillamente genial...humor en estado puro...gracias por poder "disfrutar" de esa triste realidad, de manera inteligente a través del sentido del humor que al menos nos saca a pasear esa cosa tan sana como es la risa
Un abrazo
Pgmacias

Oscar dijo...

Bieeeeejjjnnn

Mira, hoy tengo un día malo. El día sigue igual de malo, pero me he podido echar una sonrisa.

Gracias

Xavier González Fisher dijo...

¿Esa "figura" asiste a nuestro cotolengo? Yo le diría que deje las pildoritas, se compre una granja avícola y use para autoconsumo las "posturas" de sus gallinas, verás cómo se alivia de sus males antes de que cante el gallo de su "finca"...

Enrique Martín dijo...

Pgmacias:
¿Y si no? ¿Qué nos queda? Pues haber si con la risa nos hacen caso.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Óscar:
No sabes lo que supone para mí el poder cambiarte el mal día por unos momentos. A ver si te cambia y se enderezan los días.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Xavier:
¿Dónde te crees que me han contado esto? Aprovechando que estábamos compartiendo la maquinita de cosquilleos en la médula, entre descarga y descarga me lo contó.
Un abrazo

MARIN dijo...

Eres todo un crack. Tu si que eres un artista sin pasar por la consulta de Soregveignssen. Me lo he pasado como hacía tiempo que no me lo pasaba leyendo cosa de toros. Dios, que bueno !!!. La de helados de chocolate que me iba a tomar yo escuchándote a un metro (se acepta el cambio del helado por la cerveza fría o el tinto con limón).

Yo no sé de que va esto de los remedios para las figuras, mas que nada porque esto es cosa para los toreros. Pero yo creo que si alguno tan solo probasen un tentadero en casa Miura, Cebada Gago, Flor de jara o Prieto de la Cal, a lo mejor se darían cuenta de lo que pesan unas orejas y otras. Pero vuelvo a repetir que esto son cosas de toreros y no de aspirantes a aficionados como yo.

Que bueno!!!. Un abrazo.

P.D.: tengo una lista de campings y de actividades en mi tierra... impresionantes.

fabad dijo...

Enrique, tengo una duda. ¿De verdad que tu personaje entrevistado es torero?. Hay mucho cmuflado de torero...

Anónimo dijo...

Enrique, ya veo que en vez de dedicarte a observar la interesante novillada del Puerto de San Lorenzo, te dedicaste a escribir chistes... jajaja.

¿Sabes qué? Hiciste bien porque los demás nos aburrimos como ostras.

Un saludo
J.Carlos

Enrique Martín dijo...

Marín:
Esos remedios de que me hablas creo que son ideales, aunque quizá un poco brusco para estos señores. Eso sí, no creo que les quede tiempo para retorcimientos.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Fabad:
Pues ahora que lo dices... De lo que sí estoy seguro es que no es un "matador de toros.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Y eso que en el primer novillo parecía que la cosa iba a ser diferente, pero fue cambiarlo y todo se volvió del revés. Que buena forma de cargarse un novillo para que no molestara al matador.
Un saludo