jueves, 13 de febrero de 2014

Jesulín tampoco se entera

Sigue rodando lo de Sevilla y yo mientras me marcharé a Logroño, a la Peña el Quite, para hablar de toros y disfrutar de muy buena compañía


Me lo dicen hace unos años y me caigo de espaldas. Resulta que Jesulín se pone a opinar de esto del Motín de Sevilla y coincide con lo que muchos ya han dicho, que no lo ve claro y que las cosas se hacen de otra forma. Que a estos caballeros del G 5 y antecedentes, no hay quien les coja el aire. Nunca me pareció ningún tonto el señor Janeiro, a pesar de no coincidir con su forma de ver el toreo, incluso por muchos gestos y actitudes, hasta me agrada como persona, que por otra parte, aquí es algo que a nadie importa, si me cae bien o mal.

Será porque ya espera poco o nada de ciertos estamentos del toro, que va a tele toros y se explaya a gusto con el Motín por el botín de Sevilla. Siempre ha sido un torero que se ha manejado como pez en el agua en el populismo, quizá sabedor de sus limitaciones, incluso hasta puede que nunca se sintiera artista, ni menospreciado por la incomprensión de quienes no comulgábamos con sus maneras, pero él estaba ahí para ganar dinero y si con sus cosas le contrataban, ¿para qué enredarse en milongas ascéticas de artista de estar por casa? Así afirma: Nunca he pertenecido a ningún grupo de toreros. Mi único pacto ha sido con el público y con el toro. Los billetes están ahí para que el que sea capaz de ganárselos. Y él se los ganaba, para él y para toda esa cohorte de zánganos que revoloteaban alrededor de la abeja reina, aunque el único que exponía los muslos y el resto del pellejo era él. Es verdad que nunca perteneció a grupo alguno, pero dejemos de lado aquellas situaciones en las que muchos compañeros le vieron como un traidor a la causa, que por otro lado trajo muchos quebraderos de cabeza a otros coletudos, hasta casi llegar a apartarles del Toreo.

No voy ahora a ponerme a analizar aquello que ya pasó y que no fue bien entendido, se le censuró y quizá fue otra de esas oportunidades perdidas que tanto abundan en este mundo, para haber conseguido ordenar un poco este mundo de mandantes y pícaros que juegan al “Maric… el último” y el que no esté vivo, que se aguante. Quizá esa sea la única filosofía que conozca el torero de Ubrique y por eso entiende que los acuerdos, los pactos o lo que sea, se toman de forma individualizada y no en camarilla como han obrado los Geses en lo de la Maestranza. Yo soy de esta misma opinión, entre otras cosas porque así cada uno saca lo que consigue para si, sin nadie que se aproveche del viaje de otros. Pero claro, las negociaciones desgastan y depende de los límites a los que se llegue, pueden provocar heridas profundas con muchos puntos de sutura. Hay que tener cuidado de no morder la mano que te da de comer, pero tampoco puedes dejar que te coman la merienda. Y si te pones muy farruco, igual no solo no arreglas la feria de ese año, sino que te enredas las posteriores. Eso sí, si se va en camarilla el desgaste no es igual y ya puestos a echarle cara, hasta puedes cargarle el mochuelo a otro y tú ir de buenacito, eso tan socorrido de “Si yo firmaría ahora mismo, si yo claro que quiero, pero es que los otros no me dejan”. Lo que no suponen muchos de estos traidores a Roma es que puede darse el caso de que todos vayan con las mismas excusas, evidenciando falta de personalidad, de inteligencia y de hombría. Entonces es cuando los señores empresarios empiezan a maniobrar para hacer lo que les dé la gana.

Si es que hasta para hacer manejos hay que tener cabeza. Jesulín se plantaba frente al aficionado, porque sabía que ese no era su campo de acción, pero en cambio colegueaba con las señoras, con las jóvenes, con el pueblo llano y con cualquiera que viera en él un chaval simpático, con sus ideas muy claras, aunque fueran las que eran y que lo mismo se encerraba con una plaza llena de mujeres, que se subía al caballo enfaldado, que ceñía un terno amarillo, provocaba y eso gustaba. Llegaba a Madrid, escuchaba cuatro voces y hasta el año siguiente. Era un torero sin complejos en la plaza, sin complejos en los despachos y sin complejos en la vida. Sabía lo que era, a lo que podía llegar y no pretendía abarcar más. No necesitaba ese reconocimiento de artista sublime, ni tan siquiera eso del respeto parecía importarle demasiado, ni si le trataban como un jornalero de la Fiesta, porque al final le llegaba el talón y santas pascuas. Quién nos lo iba a decir, un señor de Ubrique, un pueblo del interior de la provincia de Cádiz, que se tropezaba al hablar, que si se cabreaba no dudaba en bajarse los pantalones y enseñar los sietes de sus piernas, que se ponía el mundo por montera y que hasta alardeaba de su saberes del mundo, va y les da lecciones a los máximos y más sublimes artistas que la Tauromaquia ha dado al mundo. Cuatro sentencias y los deja en paños menores, pero no para enseñar cicatrices, no, les deja con las vergüenzas al aire demostrando que no se saben ni vestir. Ahora habrá que esperar algún comunicado como respuesta a don Jesús, aunque yo que ellos, me estaría quieto como una estatua de sal, porque ojo que igual no es verdad del todo eso de que “Jesulín tampoco se entera”.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas tardes señor Martin, permitame hacer mi comunicado aqui. En dos palabras: IMPRE-ZIONANTE.
Jujuju. Todo cristo opina como los aficionados, y esos que se visten o sean vestido de toreros, tienen que serlo aunque solo sea un poquito. Y todos, piden TOROS.
Un saludo
Kaparra

Enrique Martín dijo...

Kaparra:
Te veo muy "ajezulinizado", jejejeje. Tu teoría es más que lógica, pero muchas veces dudo que esto sea así. Ese debería ser el germen de cualquier torero, la afición, que además creo que es lo único que puede mantener el ánimo en un mundo tan complicado. Pero al final igual la afición la tienen sólo por los billetes y una vez conseguidos, ya poco más tienen que mejorar, se creen que han llegado a la cima y entonces es cuando inician ese descenso hacia la vulgaridad.
Un saludo

Anónimo dijo...

Un saludo señor Martin. Su teoria me parece coherente, pero yo creo, que un atisbo de aficion, han de tener, si no, que mal negocio.

Enrique Martín dijo...

Anónimo:
Pues yo querría creer eso, incluso pienso que la llegaron a tener, de la manera que fuera, pero la tendrían, pero parece como si el negocio, el dinero, la fama o vaya usted a saber qué, han escondido esa afición. Ellos quieren convertirse en algo, pero por unos caminos que igual no son los más lógicos, aunque esta es mi visión, que también puede estar muy alejada de lo real.
Un saludo