lunes, 31 de marzo de 2014

De maletillas, aprendiendo a vivir

Aquellos capas que le robaban muletazos a novillos que superaban los seis y siete años, verdaderas moles con arboladuras que daban pánico y que hacían que los espectadores pudieran albergar esperanzas de ver volar a alguno de los que se atrevían a meter mano al "novillo"


El maletilla, el capa, es uno de esos personajes poliédricos que han habitado el mundo del toro, que igual encarnaban al extremo el romanticismo de los que querían ser toreros, como se convertían en paradigma de la golfería, la picaresca y una forma de vivir en la que no se respetaba nada, aunque sus formas aparentaran lo contrario. Hoy pedían asilo en un pueblo, eran acogidos por una familia que compartía con ellos el puchero y al día siguiente desaparecían, de la misma forma que lo hacían dos o tres gallinas del corral de los samaritanos que les abrieron las puertas de su casa. Iban recorriendo las fiestas de los pueblos, capeando un ganado maleado, viejo y que en cada derrote buscaba el bulto con descaro. Un duro y arriesgado aprendizaje en el que las primeras letras de la gloria eran las de aprender a defenderse de los gañafones del morlaco, de los mozos del pueblo y en no menos ocasiones del cabo de la Guardia Civil.

No era extraño ver a los capas por las carreteras con el hatillo al hombro, esperando que alguien les acercara a una finca cercana. Esto era ir como un rey, sin tener que estar pendiente de los vigilantes de los trenes en los que viajaban de matute. En estos casos, si el buen samaritano era aficionado, hasta se permitía una charla de toros y hasta pensar si no habría llevado al nuevo Belmonte. Llegaban a las placitas de tientas como abejas a la miel, trepaban a las tapias y esperaban a que el ganadero o el maestro que estuviera tentando, con permiso del propietario, les hiciese una señal para bajar al ruedo y poder mostrar lo que llevaban dentro.

Pero ya no quedan maletillas, bueno sí, uno y con rango de capitán general, Conrado, el maletilla de Ciudad Rodrigo, que con unos pocos años, ha seguido matando su afición pegando algún que otro muletazo en los Carnavales del Toro. No sé si sigue o no, pero pasaba de los ochenta y aún seguía con ese querer ser torero. Muy menudito, con el pelo blanco y con cara de querer echar para adelante. Pero creo que aparte de Conrado, no debe quedar ya ninguno que haga los caminos al viejo estilo. Las cosas han cambiado mucho, lo que no quiere decir que no sea un trayecto lleno de baches y curvas cerradas con peligro de salirse de la carretera. El aprendizaje empieza en las escuelas que hace años empezaron a prodigarse por toda la península. Como en todo, estas tienen sus detractores y sus defensores. Personalmente pienso que es mucho mejor aprender en un sitio fijo y recibiendo las enseñanzas impartidas por profesores que vayan haciendo crecer al torero, que no a golpes y tropezones por esos mundos de Dios.

Habrá quién ya se haya mostrado en desacuerdo con mi último párrafo y lo entiendo; por eso paso a explicarme de inmediato. Las escuelas en si son beneficiosas, creo que no hay nada más productivo para el mundo del Toro que el que haya Escuelas de Tauromaquia. Otra cosa es lo que en estas se enseñe. Si lo que los chavales aprenden es lo que es el toro, la lidia, la historia, el por que de todo esto, el respeto al toro, el amor, en definitiva a este espectáculo y se les hace entender el objeto final de la Fiesta y el papel que ganaderos, empresarios, apoderados, toreros y público, interpretan en esta función, ya habremos ganado mucho. Pero claro, ¿cuántas escuelas hay en la actualidad que se ciñan a esta idea del Toreo? No lo piensen más, como decía aquel al que le preguntaban que cuántas veces había estado en Londres, una o ninguna.

Las Escuelas de Tauromaquia, donde podemos incluir los Centros de Alto Rendimiento, ese eufemismo creado para poder conseguir mayores réditos económicos, enseñan a pegar pases y a evitar que el toro coja a los chavales. Pero claro, hay dos formas de conseguir esto, o a través del conocimiento del toro y sus comportamientos durante la lidia y los instrumentos que esta pone a su alcance o por medio de la trampa, el engaño y la soberbia del ignorante que se cree superior a cualquiera que no se haya puesto. Enseguida tiran de eso del respeto. La cosa es saber pegar muchos pases y que a uno le canten aquello del “Bieeeeejjjnnn torero”. Si a esto unimos que las vacas de que puedan disponer para aprender nunca son suficientes y a veces no llegan para todos, pues el resultado es el que es. Porque claro, no nos engañemos, tal y como andan las cosas, si el padre del mozo pone el parné sobre la mesa o si en su lugar lo hace un “ponedor”, entonces ya tenemos garantizada una carrera prolongada, plena de éxitos y teniendo el dinero por castigo. Luego, cuando ya se ha desplumado al pardillo, se le echa la culpa al chaval, que no vale, que no ha aprovechado todo lo que se le puesto en bandeja de plata o que no se ha puesto toda la pasta que hacía falta y claro, así no se puede. Unos a buscar otros lilas y los otros a pensar en como tapar el boquete del niño, que un día dijo que quería ser torero.


Aunque ya se sabe que en el mundo del toro no todo es matemática pura. También están los que no se resignan a no pelear y si hace falta se van a Salamanca a torear en el campo, en ganaderías de las complicadas y si hace falta duermen en el coche, porque la ilusión u las ganas de ser hacen que las incomodidades lo sean menos. Ni el frío, ni la escasez, ni los batacazos de las machorras, ni los desaires de alcaldes de su pueblo, o del de su familia, ni de los aficionados/ empresarios que te dejan fuera de los carteles de tu pueblo, por no poner dinero, por no comprar entradas o porque quieran “hacer un favor” a alguien con más posibles. Así de fácil está la cosa. Ahora mismo tengo a dos personas en la cabeza a un chaval al que una vez cuando le preguntaron que de qué color era su vestido favorito, respondió que solo tenía uno de ya usado, pero que lo que le preocupaba era ser torero, no los colores de los trajes. Y mi otro pensamiento es para un torero, que en vías de querer serlo, llegado un día en que le pidieron poner, como el no tenía nada que poner, le dijeron que tirara de su padre. Este, ni corto, ni perezoso, le contestó que su padre no quería ser torero, que el que quería torear era él, no su padre. Duro, ¿verdad? Pues sí, aunque lo peor es que esta es la realidad de la Fiesta solo para querer dar los primeros pasos. Quizá el denominador común de la escuela de los caminos y la de ahora sea la frase que iniciaba todo esto: De maletillas, aprendiendo a vivir.

8 comentarios:

MARIN dijo...

Preciosa la entrada Enrique. Te las he leído bonitas, pero esta es muy emotiva. Se me han vuelto a poner los pelos de punta y ahora me estoy secando las mollejas, que no sé que tienes que me haces perder a veces la reputación que tengo.

Esto es así de claro, tal y como lo cuentas. Me tenias engañado pensando que nunca habías estado en una escuela. ¿Son necesarias? SI, sin duda alguna. Pero como dices, hay que saber lo que se enseña en ellas. Ahí es donde está la madre del cordero.

Yo también conozco a un chaval que le pasó lo mismo que a uno de los que cuentas. Este perdía horas con su familia, con sus amigos, se hacia kilómetros y kilómetros para subirse a esas tapias de Dios por tal de dar dos tandas después de que el matador de turno dejara una vaca super currada. Y después a casa. Una voltereta, otra, cejas abiertas, piernas llenas de varetazos pero su ilusión era el toro y solo el toro. El mu desgraciao no toreo mucho, porque se negaba a poner, pero el día que en su propio pueblo le pidieron dinero por torear, se dio cuenta de que todo el sufrimiento y el tiempo que le había quitado a su gente querida. Me cuenta este tío que fue duro, muy duro, pero quitarse de en medio e irse al tendido fue lo mejor que hizo. Y también me dice, cuando me lo encuentro de vez en cuando, que si volviese a nacer mil veces, mil veces que volvería a ser torero aunque mil veces acabase en el tendido. Te lo presenté en Linares creo recordar.

ENHORABUENA POR LA ENTRADA Enrique. Un abrazo.

Enrique Martín dijo...

Marín:
Pues así es, que igual que en esto dek toro, como en la vida en general, hay mucho caradura, mucho mangante, pero también hay personas íntegras y con la cabeza despejada, sabiendo ver las cosas con claridad. Toreros, porque así los considero, que no se van, los echan y no por no poder enfrentarse al toro, sino por no tener estómago para aguantar gentuza y que te levanten la cartera en tu cara. Esos son los que destrozan muchas ilusiones y muchos sufrimientos, esos lo devoran todo. Los mismos que se arrastran porque les pasen tan solo la mano por el hombro, pero al que todo el mundo desprecia. Los otros, los que se mantuvieron en su sitio sin ceder un gramo de su dignidad, son a los que se les saluda con respeto, con afecto y con admiración. A mí me pasa eso, que siento que son alguien de quien se puede aprender cosas buenas, porque las malas se aprenden de cualquiera.
Ya ves para lo que da esto del toro, que empiezas hablando de una cosa y acabas haciéndolo de la condición humana, de la pasta de que están hechas las personas. Y es que esto es el Toreo, es la vida. Para triunfar se exigen muchos sufrimientos, pero también suerte, suerte de encontrar las personas adecuadas, gente honrada y honesta, en fin, como en la vida.
Un abrazo y gracias por la visita, torero

I. J. del Pino dijo...

Pues es lo que hay Enrique, así de diáfano. Creo que todos los que nos movemos en el mundo de los que empiezan lo vemos. Es más, lo vemos incluso en el mundo de los que ya hace años que han empezado. Estoy pensando en un torero al que le estoy cogiendo mucho cariño, un tío que torea una o dos al año, pero que vive para torear, para mejorar y sigue entrenando día a día como si el año siguiente fuese a ser "su año". Gente admirable y gente con la que te puedes pasar horas hablando de toros. Éste en concreto siempre me dice una frase que me encanta: "Yo, con darle uno bueno, pero bueno bueno, tengo suficiente".
Supongo que es la otra cara del mundo del toro, esa que nadie quiere mirar, pero que no debemos olvidar porque es uno de los mayores indicadores de su grandeza: darlo todo a cambio de nada.
Saludos.

El Secreto de la Bravura dijo...

Enrique:

¡Genial entrada! Estaba pensando en hacer una de los maletillas también pero después de leer la tuya no me atrevo. Y lo estaba pensando porque el otro día me ilusioné muchísimo. Iba como un día cualquiera para "Los Alburejos" y me encontré con un maletilla andando por la carretera. Llevaba un pañuelo de cuadros al hombro y la muleta dentro, solo sobraba el color de aquella imagen. Le iba a hacer una foto pero cuando me fui a dar cuenta ya lo había montado y nos fuimos hablando de toros. Aquel momento me quitó 10 años de encima. Me acuerdo de cuando era pequeño de "Cantito" que con más de 70 años iba andando de "Los Alburejos" a "La Zorrera" y de allí a "La Quinta". Una vez hasta se quedó a dormir en el pajar para estar el primero en el tentadero del día siguiente. Recuerdo que él fue el que me enseñó a tirar las becerras cuando apenas tenía 13 años ¡Que recuerdos!

Gracias Enrique. Gracias a esta entrada he recordado muchos momentos vividos con estas grandes personas que luchan por ser toreros y que sin darse cuenta, en esos ratos andando de finca en finca, son más toreros que muchos que se visten todos los días de luces.

Un abrazo y enhorabuena. Tus entradas son todas muy buenas pero lo que he sentido con esta no lo había sentido con ninguna. De nuevo, gracias.

Enrique Martín dijo...

I.J del Pino:
Quizá esa sea una de las cosas con mayor verdad en el toreo, esos que tienen una afición desmedida y que se resisten a bajarse de ella. Aunque esa aspiración que parece muy simple, poco ambiciosa, esa de darle uno bueno, bueno, puede que sea buscar un imposible, pero sin imposibles no hay progreso. Seguro que ansiará dinero, porque este es necesario, pero hay otros que quieren ser figuras, ganar dinero, mandar en el toreo, pero nada hablan de sus ambiciones como torero, de sus deseos al torear. Hasta en esto hay dos caras, dos mundos.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Alberto:
Esos señores del hatillo al hombro, qué historias no tendrán que contar. Cuántas ilusiones, cuántos sacrificios.
Ya ves, para que luego pueda haber alguien que piense que esto no nos gusta, que todo nos parece mal, sin darse cuenta que precisamente por ese amor a todo lo que es y representa, por eso, es por lo que sufrimos y nos damos cabezazos contra la pared.
Un abrazo y gracias por seguir ahí.

Anónimo dijo...

Sr Martín, no soy muy dado a esto de escribir por Internet, pero me as tocado mi lado mas sensible y me as echo volver a mi niñez.Soy de un pueblo de Huelva llamado Trigueros, en este bendito pueblo hay y siempre a habido muchas ganaderías, mi padre siempre fue muy aficionado al toro y gracias a el herede entre otras cosa mi aficion a este mundo. Llegando Prima vera no había tentadero en 30 Kmtros a la redonda que faltasen algo difícil pues antes solo acudían a ellos muy poquitas persona pero el siempre era un fijo en lo de Ortega, en lo de Cuadri, en lo de Diego Garrido, en lo de Prieto de la Cal en todas las ganaderías del pueblo allí que estaba el arreglado como si del dia del patron se tratase.Muchas tardes le acompañaba y muchas tarde tuve que ceder mi sillón delantero a muchachos que en mitad del camino nos encontrábamos, eran maletillas y recuerdo que mi padre los trataba como si figuras del toreo fuesen, se les caia la baba con ellos. Recuerdo que a veces a los que eran de Huelva los llevaba de vuelta, eran locos del toro algunos niños venían desde Badajoz, impresionante eran mis pequeños héroes. Es cierto que tenían fama de golfos por eso de que no le gustaban trabajar, pero eso era una fama mal ganada por algunos que otro. Hubo uno que se desplazo desde Badajoz asta mi casa para regalarle a mi padre un par de entradas para el dia de su debut en su pueblo en agradecimiento a como mi padre con el se porto. En fin Sr.Martín miles de anécdotas que mi padre y muchos mallores cintaban sobre estos pequeños héroes son lo que al leer tu comentario han rondado mi cabeza y a echo que mi corazón se encoja de Emoción y es por lo que me e decidido a escribirte para darte las gracias por como escribes.Mil gracias de un viejo Triguereño.
Sebastián.

Enrique Martín dijo...

Sebastián:
Un pueblo llamado Trigueros. Ay, si estoy a ver si me aceptan como hijo adoptivo del pueblo. Tengo allí un amigo, pero de verdad, de esos de una vez, que este verano me llevó a Cuadri y de los que da gusto estar a su lado. Que buena tierra Huelva y en especial Trigueros. Muchas gracias por decidirse a escribir. Solo le pediría que lo hiciera todas las veces que se lo pida su afición. Estas opiniones son las que hacen mejor este huequecito en internet. Un saludo cordial.