lunes, 29 de junio de 2015

Mayorías, minorías, prohibiciones y la ética del señor De Córdoba, alias don Finito


 
Que los toros no sean un simple recuerdo de una minoría nostálgica
Ya sabía yo que siempre habría un taurino o algunos adeptos al taurinismo, que me sacarían de mi letargo voluntario. Y es que uno no tiene voluntad y no se puede aguantar las ganas. Con sorpresa e incredulidad veo cómo manejan las gentes eso de las mayorías y el poder que a estas le otorgan, sin pararse a pensar un segundo en las minorías y lo que es peor, que cualquiera puede convertirse en minoría sin haberlo pretendido. ¡Zasca! Queda usted nombrado minoría en el grado de “ahí te las apañes tú solito”, con distintivo rojo. Porque claro, si eres minoría, lo mismo te imponen, que te prohíben, que te ignoran, que te dan pa’l pelo.

Pocas cosas me parecen más injustas, poco democráticas y sin sentido, que eso del rodillo mayoritario y son muchos los ejemplos que nos encontramos de eminencias que reclaman este derecho de aplastar a los menos bajo la bandera de los más. Uno de los filósofos y pensadores taurinos más eminentes de los últimos tiempos, el señor de Córdoba, don Finito, no hace tanto pedía que se le hiciera caso a la mayoría y que se desterrara de las plazas de toros a esa minoría que según él, no tienen otro fin en la vida que fastidiar al resto de espectadores y a él mismo, aunque esto no le afecte, pues las voces del vulgo no pueden afectar lo sublime y excelso del arte taurino; de lo que no estoy yo tan seguro es de que esa mayoría esté tan de acuerdo con su toreo. Debe haber un ente etéreo que flota en el ambiente y que hace que la percepción sea muy diferente desde el ruedo o desde los tendidos. Pero eso ahora no es lo de menos, a lo que iba es a eso de que los que opinen diferente a la mayoría, si son educados y bien criados, lo primero que deben hacer es callar y a continuación ausentarse. ¿No te gusta? Pues te vas. Que es otro de los discursos que no llego a comprender, si no te gusta, te vas. No cabe lugar para intentar mejora alguna a través de la crítica, o blanco o negro, no hay lugar a matices. ¿Y qué se pretende con esto? El perpetuar el engaño, el que el fraude se haga ley o que la vulgaridad se adueñe de todo esto, beneficiando a esa legión de mediocres y simplones que no incomodan al poder y a los que se compra de por vida por cuatro perras gordas. Y si alguien se pone pesado, vestimos el mal gusto de genialidad y encima se consigue la aclamación populachera. Que mal acomodo tienen los críticos y la crítica en todo este tinglado, ¿verdad?

Pues venga, admitimos que hay que acatar lo que la mayoría imponga, que no quiero decir que no haya que aceptar que lo que esta decida, pero claro, también existe el derecho del pataleo, la protesta y sobre todo el de poder defender el punto de vista propio. Ampliemos el espectro, abramos los ojos y la mirada y pongamos el debate en un foro más amplio. ¿Qué creen que pasaría si ponemos en manos de la mayoría el futuro de los Toros? Que igual tendríamos que estar pensando en ir cerrando el chiringuito, ¿no creen? Pero nada, no se aflijan, si así lo quiere la mayoría, acatamos sus deseos y primero paz y después gloria. “Pero es que eso es otra cosa”. ¿Otra cosa? Otra cosa, porque de repente nos convierten en minoría. “Es que lo pide un partido al que ha votado la mayoría”. ¿Y? ¿Esa mayoría puede llevarse por delante mis derechos? Eso no tiene demasiado que ver con un estado democrático. Luego vendrá otra mayoría y puede decidir hacer callar y acabar con otra minoría diferente y así podríamos llegar a un escenario más propio de la Francia Revolucionaria, de los años del Terror, con mayorías que decidían nada más y nada menos que la guillotina. Evidentemente el ejemplo es demasiado exagerado, está claro y reconozco la trampa, pero a veces hay que llegar al extremo o al absurdo para darse cuenta de lo descalabrado de ciertas posiciones.


No me veo yo admitiendo el que la mayoría europea decida acabar con los toros, sin tener en cuenta ni por un segundo a la minoría que todavía siente esta afición. ¿Tendríamos que claudicar? ¿No tenemos derecho a ser escuchados, a ser respetados y a que se respete todo esto? La respuesta creo que aparte de clara, es rotunda y llena de razones, quizá razones que no comparte la mayoría, pero razones legítimas y respetables. ¿Quién me dice a mí que las corridas de toros no son un ejemplo y una forma de hacer respetar a los animales, al medio ambiente y, aunque esas mayorías no lo entiendan así, al toro. Si esa mayoría social se parara a escuchar a la minoría de los aficionados a los toros, igual llegarían a entender lo que se perdería con la desaparición del toreo por decreto. Minoría, pero con mucho que decir a esa mayoría. Y ya puestos, ¿no podría darse el mismo caso con la minoría crítica y defensora de la integridad de la Fiesta? De minoría a minoría, quizá estaría bien un poco de reflexión antes de enredarnos en lo de las mayorías, minorías, prohibiciones y la ética del señor De Córdoba, alias don Finito.

4 comentarios:

fabad dijo...

Enrique, magnífico pensamiento. Pero me temo que acabaremos en las catacumbas...
Un abrazo.
Paco

MARIN dijo...

Enrique, que llego tarde!!! pero es que ya sabes lo que me cuesta ultimamente hablar u opinar de toda esta m... bendita afición. Es curioso que, los que te hemos leido miles de veces, no nos demos cuenta de lo bien que se puede llegar a escribir. Quizás eso fue lo que un día me confirmara en que tenias que ser uno de mis maestros para aprender de toros. Y ya ves donde nos encontramos años después Enrique, inmersos en una minoría que mas que satisfacción lo que sentimos es pena por el toro.
A mi lo que me queda es el campo Enrique, nada mas. Si algún día deciden quitarmelo también creo que sería darme la puntilla definitiva. De lo otro ya me aleje hace tiempo. Quizás los falsos mesias del taurineo actual tengan mucha culpa de ello, pero bueno, allá ellos con sus riegos, intentos de califato y su p... m...
Yo me bajo Enrique. Estoy muy cansado, de verdad.

Un abrazo y perdoname por la tardanza.

Enrique Martín dijo...

Fabad:
Muchas gracias. No sé si acabaremos allí, pero por el momento hay unos señores que no paran de empujarnos a un túnel oscuro, sin poder hablar y exigiéndonos que caminemos sin mirar atrás. Pero no, catacumbas no, seguro que es una atracción de Terra Mítica.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Marín:
¿Tarde? Jamás, ¿Perdón? Ninguno. Una de las cosas buenas de esta grada es que siempre se llega a tiempo y los buenos, con mayor razón. No se me había ocurrido echar la vista atrás y mirar lo guapos y lozanos que estábamos, que no quiere decir que ahora no lo estemos, pero es que los años han ido devorando nuestras últimas esperanzas. Ilusión, escasa y muchos esfuerzos para no abandonar, para querer seguir en esto; es más leo lo que escribiste sobre las colombinas y se me cae el alma a los pies. Tu plaza, tu tierra y casi que te da igual, solo te mantiene un torero al que sigues con ilusión, pero con el temor de que un mal aire tuerza su camino. Te propongo una cosa: antes de apearnos definitivamente, cuando a uno de los dos le dé el arrebato, antes, hablemos con el otro, a ver si así nos reconducimos o si nos vamos juntos al hoyo. A las catacumbas, cómo dice Fabad.
Un abrazo y gracias por asomar siempre en el momento justo, ni antes, ni después de cuando decides hacerlo.