lunes, 5 de diciembre de 2016

Los amargos quejíos de Finito de Córdoba

Quizá haya quién no quiera tener un cuadro de toros en su casa, pero para los que sí, aquí me permito darles algunas ideas


Pocas injusticias tan grandes habrá en el Mundo Mundial como las que ha sufrido don Juan Serrano, Finito de Córdoba, en los últimos tiempos. Tanto ha sido la cosa que ha expresado su pena con las siguientes palabras: “desgraciadamente, los que quieren hacer daño están dentro y las personas que son aficionados al toro no se enteran de cómo está esto montado y en manos de quien estamos”. Dirán ustedes que cuánto saber y cuánta verdad se encierran en este párrafo; coincide plenamente con lo que muchos buenos aficionados dicen, eso de que los antis los tenemos dentro. Pero no se me embalen, que ya me embalé yo bastante cuándo lo leí.

Si profundizamos y leemos el resto de las manifestaciones y los orígenes de esta reflexión, lo mismo hasta puede que lleguemos a ofendernos y a comprobar que don Juan Serrano, Finito de Córdoba, continúa en sus posturas ya conocidas y que le importa muy poquito esa fiesta de la que habla, ni como está montado todo esto. Lo que realmente le interesa a este señor es que a él no le ponen. Ni tan siquiera se para a reflexionar en el motivo del cada vez menos interés que despierta entre empresarios y aficionados, ni mucho menos en porque se le ha hecho hueco en las últimas campañas.

Bien es verdad que Finito de Córdoba consiguió lo que está al alcance de muy pocos, triunfar en Madrid... hace más de veinte años, allá por 1993. Esto le valió adquirir cierto cartel, que se diluyó pronto en la capital al no ver renovado aquel triunfo. Pasaron años en los que ya no se justificaba su presencia en los carteles, pero bueno, como tantos, hasta que aquello ya no se sujetaba por ninguna parte. Dejó de acudir a la feria de Madrid, al menos de matador de toros y lo volvió hacer años después como comentarista en las retransmisiones de televisión. ¿Y qué ocurrió? Pues la sensación que muchos aficionados tenían era que había que recompensarle por los servicios prestados ante el micrófono y volvió a aparecer de luces una tarde. Ahí no parece que pidiera explicaciones, es más, sin aparente merecimiento y con bastantes malos modos, sin ese respeto al aficionado que no para de exigir para si mismo, se asomó por las Ventas, cobró y se marchó. Incluso se le repitió en años sucesivos y aprovechando esa marea orejera que invade Madrid de un tiempo para acá, hasta pudo pasear algún despojo. Pero él seguía sin cuestionarse nada, en su miope egocentrismo no era capaz de ver lo que realmente era y lo que ofrecía Finito de Córdoba en el ruedo.

No se sintió herido ni atacado en esos momentos en los que se le contrataba a pesar de que nadie entendiera que aún hubiera alguien dispuesto a ofrecerle un contrato. Resulta excesivo estirar tanto un triunfo que se produjo en el año 93, ¿no? Cuanto menos, extremadamente optimista. Y ahora que alza la voz para denunciar que los malos, los que dañan a la fiesta están dentro y que pone en el disparadero al aficionado diciéndole que no tiene ni idea de cómo se mueve esto y cómo funcionan las cosas, no es por otra causa que porque no le contratan 15 o 20 tardes en los pueblos de la provincia de Córdoba para poder conmemorar sus bodas de plata como matador de toros. Que le prometieron el oro y el moro, pero. ¿qué obligación hay para contratarle? ¿Resulta de obligado cumplimiento el profesar la fe de la “finitología”? Realmente, si don Juan Serrano llega a estas conclusiones y con ese convencimiento, ¿cómo funciona esto y en manos de quién estamos?

Que no se crean que a Finito de Córdoba le preocupa el que el toro carezca de la integridad mínima deseable, ni de que los figurones se ciñan a pasaportar las camadas enteras de un puñado de hierros, ni que hayan convertido esto en una pantomima, ni tan siquiera de la exclusión social que sufren los toros, ni tan siquiera de la situación de los novilleros, que cada día son menos y los que son presentan un nivel ínfimo, aguantándose ahí a base de poner, poner y poner. No, nada de esto le preocupa, cuándo se ofende, se exalta e intenta enardecer a las masas es cuando a él no le contratan para pasearse por las plazas de la provincia de Córdoba y de paso por la de Madrid. Que para colmo dice que Taurodelta le llamó en mayo para liquidar lo del mayo del anterior, como si eso fuera algo a lo que él se vio sometido de forma extraordinaria. ¿Ahora también le ofende eso? ¿Y hasta el momento? Hasta entonces no, cuando es vox populi que esas eran las maneras habituales de los anteriores empresarios de Madrid.


Que  ejemplo más gráfico y del que tanto se puede aprender el que nos da don Juan Serrano, Finito de Córdoba. A él, como a sus camaradas, a los ganaderos del sistema, a los periodistas y demás taurinos, lo único que les preocupa es la pasta, su negocio y lo de la Fiesta, el toro y demás cantinelas les da lo mismo, que al que grita, si interesa callarle le dan una tarde dónde sea y andando. Eso sí, si los capos no cumplen, entonces no nos quedará otra que escuchar los amargos quejíos de Finito de Córdoba.

Enlace programa Tendido de Sol del 4 de diciembre de 2016:

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mucha paciencia para poner lo del Fino e inmerecido el "quejío"así es cuando van a su bola.
Esto lo tenía que haber dicho hace años y en el ruedo.Acertado su artículo.
T.G.B.

Enrique Martín dijo...

T.G.B.:
Ya ve, solo salta cuándo le pisas el callo, lo demás le importa poquito.
Un saludo