domingo, 9 de julio de 2017

Los toros hacen pupa  


O andas listo o te afeitan el mostacho

Aquí, metidos en pleno San Fermín, aunque confieso mi pereza matinal que me impide madrugar para ver los encierros en directo, pero no pasa nada, basta con coger el móvil o conectarte a Internet y en dos patadas ya te han destripado el encierro de pe a pa, cosas de tener amistades madrugadoras. ¡Ay! Si mi padre me viera, me daría un cachete, él que se preocupaba de levantarme a las siete de la mañana, cuándo soltaban los toros a esa hora, para verlos correr por las calles; luego me volvía a la cama, eso que no lo dude nadie. A quién se le diga, que te aficionas apasionadamente a algo por lo que te han hecho madrugar, sentarte en una piedra al sol, tragar polvo en el campo, decepcionarte tarde tras tarde, aguantar colas para sacar las entradas, penar por un abono de estudiante, pero, que hermosa afición. Pero aparte de todas estas cosas, mi padre no dejaba de repetirme que los toros hacen pupa, que no era algo a tomarse a la ligera y si no le conoces, si no sabes cómo puede reaccionar en cada situación, a verlo desde la barrera o la talanquera. 

Lo que parece evidente es que los papás de otros niños no les contaron eso de que los toros hacen pupa, mucha pupa y años después, gracias a esa falta de adiestramiento taurino, sus retoños nos regalan imágenes que más parecen trucajes de una revista de humor, que instantáneas reales. Que lo mismo ves a los toros trepar Cuesta de Santo Domingo arriba, cuándo un fulano con cámara al cuello se cruza parsimonioso como si paseara su estulticia por la Plaza del castillo; a todo lo más, un ligero encogimiento de glúteos, cómo si por dicha plaza esquivara la vomitona de un compatriota de Güisconsin. Que nadie se ofenda, pero no me digan que no era para darle un empellón y apartarle lejos de las talanqueras, vallado en Navarra. Pero cuidado, que este al menos metió para adentro el culete, quizá emulando a sus ídolos taurómacos cuándo se pasan el toro por semejante parte. Ya me le veo poniendo una conferencia a casa, a su dady, contándole cómo él y Stone King son hermanos de culo, perdón, de posaderas, perdón… bueno, ustedes me entienden, ¿no?

Pero lo que ya puede parecer el colmo de la estupidez se queda chico en comparación con esas fotografías de una señorita oriental pegada a la pared del callejón que conduce al ruedo, sin otra defensa que taparse los ojos. Pero, ¡por favor! Que eso de cerrar los ojos y gritar ¡Casa! O ¡No se vale! Eso era para jugar al “Tú la llevas”, en el recreo del colegio… en primaria, que en la ESO ya no colaba y además te jugabas las collejas de los compañeros. Pero, ¿qué me dicen de esa otra joven que camina como disimulando por el mismo callejón, por la otra banda, así cómo con cara de “yo no fui”? Se debía pensar que en esto de los toros aún cuela lo del “pío, pío, que yo no he sido”. Que esto es muy serio y muy peligroso, por favor, señores en paz con el universo, no vayan difundiendo por ahí esa idea de la docilidad y amigabilidad del toro de lidia, porque el toro mata, en la plaza, en el campo, en la luna, en Marte y por supuesto, también en los encierros de Pamplona. Que anda por ahí un señor, aunque el cuerpo me pide llamarle canalla, que anda divulgando un vídeo de él mismo retozando con un ternero de carne, haciendo creer que es un toro de lidia, salvado de la muerte en la plaza de Barcelona, cuándo el animalito contaba unos pocos meses de edad. Que habrá quién se lo crea, pero con meses no solo no se sabe la plaza de destino, sino que ni tan siquiera se puede asegurar que vaya a una plaza. Un vídeo que aún siendo falso de cabo a rabo, podría parecer inofensivo y bien intencionado, pero la realidad evidencia todo lo contrario, más bien el hacer extenderse la creencia de un carácter bonachón y apacible de todo animal con cuernos, más parecido a un perro de aguas que a la fiera que es el toro, que ataca hasta en sueños, afortunadamente, porque eso le hace único, especial y sobre todo, el convertirse en el principal protagonista y tótem de una cultura.

Así que eso de las lecturas épicas desde el punto de vista de la fiesta de don Ernesto, el naturalismo y la idea del toro cómo ser libre en las dehesas celestiales en las que vive el toro Ferdinando, esa sensación de rito de iniciación de la tribu, ese querer vivir el desenfreno del jolgorio sin límites, todo eso, todo está muy bien, pero párense a reflexionar por unos segundos, señores ciudadanos de otras latitudes, que desde hace siglos, los mozos de por aquí llevan corriendo toros, intentando conocer al toro, sus reacciones, su forma de comportarse, la diversidad de encastes, cada uno con su aquel, que se rompen la cabeza escogiendo el tramo que mejor les viene, que se preparan para que el físico, la cabeza y las piernas, les respondan, que vestidos de blanco y rojo no han ni tan siquiera olido el alcohol y que aún tomándose esto muy, muy en serio, hay veces que se ven sorprendidos por una inoportuna cornada, ¿dónde van ustedes con chanclas, con cámara al cuello, con el móvil desparramando selfies y deambulando como zombies por el encierro? Hagan el favor, háganse a un lado, porque aunque su papá no se lo dijeran en su día, los toros hacen pupa.


No hay comentarios: