martes, 9 de enero de 2018

Los Toros y la Tauromaquia


La Tauromaquia siempre con el toro, pero, ¿toda la tauromaquia es admisible?

Se ha extendido denominar a los Toros como Tauromaquia, convirtiéndose para muchos este último en el único término utilizable. Desconozco los motivos, no sé si será por influencia de la Francia taurina, dónde siempre se habla de tauromaquia, tauromachie, lo cual me parece muy respetable y no solo no tengo argumentos en contra, sino que no soy nadie para tan siquiera cuestionar tal hecho. A ver si ahora, sin saber una palabra en francés, me voy a poner a cuestionar lo que ignoro. O quizá algunos, ya de los Pirineos para abajo, se sientan investidos de una pátina culta al hablar con  grandilocuencia de tauromaquia para referirse a aquello que sucede dentro de una plaza de toros, con una lidia regulada según un reglamento, constando de tres tercios, el de varas, banderillas y muerte. Resulta innegable que las corridas de toros integran la tauromaquia, eso no creo que nadie se atreva a negarlo, sería como negar el día y la noche. Pero permítanme que me resista a utilizar sistemáticamente esta palabra.

Puede que sea porque no estoy de acuerdo, ni me siento partícipe de todas las manifestaciones que forman la tauromaquia. Es más, abomino de algunas de ellas. Otras simplemente no me parece que su desarrollo sea de acuerdo a la norma, la suya, lo cuál hace que tales celebraciones sean difíciles de asimilar. Lo que podría ser un ejercicio de valor y gallardía, dependiendo de cómo se lleve este a cabo, pueden decir bastante poco de la tauromaquia y lo que es peor, hacer que tales prácticas poco admisibles sean asimiladas a las corridas de toros. Todo son tradiciones, como las mismas corridas, pero eso no quiere decir que haya que admitirlas sin rechistar y sin que el aficionado pueda manifestar su rechazo. ¿Y cuál es el límite? Pues para mí, este está en el punto en el que el toro no mantiene su integridad, cuando a este se le manipula de cualquier modo que no le presente tal y cómo vive en las dehesas y cuándo en esos festejos pelea en clara inferioridad, ya sea por tener que soportar cualquier artefacto sobre su anatomía o porque el número de adversarios sea exageradamente alto.

Quizá algunos ya atisben por dónde van mis preferencias personales, y recalco esto, preferencias personales. No me resulta agradable ver un toro con dos bolas de fuego sobre sus pitones, nada tengo en contra de su suelta por las calles, con mesura, por supuesto; incluso admito los toros ensogados, por supuesto los encierros, las capeas populares, que todo es parte de la tauromaquia, quizá en sus formas más ancestrales, pero eso no le quita valor. De la misma forma que tampoco rechazo los recortes, independientemente del gusto personal. Un hombre ante un animal que se le viene encima y que aquel libra con un quiebro o con una acrobacia las embestidas. Valor tiene, aunque tampoco voy a caer en la tentación de establecer una escala de lo que resulta más difícil y de mayor mérito, si realizar esos recortes o si llevar el peso de la lidia de un toro hasta el momento final, aunque a nadie engañaría si no dijera que uno tiene su opinión, por supuesto. Y otra cosa quiero aclarar, en todos los casos estoy hablando de festejos en los que interviene el toro íntegro, pretendiendo hacer una reflexión sobre máximos, dejando de lado los tramposos de la fiesta y el fraude que tanto y con tanta fuerza rechaza el aficionado.

Caso aparte creo que merece el famoso Toro de la Vega. Bien, pues sé que mi opinión puede producir rechazo, desde luego, ya sea en uno o en otro sentido. Si me tengo que ceñir a las imágenes que se ven en televisión, que es lo único que conozco de este tipo de festejos, me manifiesto en contra, pues lo único que veo es una multitud de gente rodeando y acosando a un toro en mitad de un campo. Pero claro, si me tengo que atener a las normas que lo deberían regir, mi opinión cambia al extremo opuesto, pues volvemos al origen, el hombre cara a cara con el toro y cada uno peleando por su vida. Pero es el desarrollo de todo esto lo que convierte algo que, guste o no, sería una lucha justa y hasta con cierto equilibrio, lo que la convierte en algo que sobrepasa los límites que debe mantener cualquier manifestación de la tauromaquia. Porque si tauromaquia significa pelea con el toro, no permitamos que nada se aleje de esta idea fundamental.

Siguiendo este hilo conductor, poco me parece que tenga de tauromaquia ese espectáculo de “encierros” por el campo con unos “valientes” señores acosando a los animales embistiéndoles ellos con coches, tractores y aprovechando para apalearlos desde la capota de toda clase de vehículos. Perdonen, pero no, no creo que esto tenga que ver, ni de lejos, con las corridas de toros. Que insisto que las corridas de toros son parte de la tauromaquia, quizá la máxima expresión de esta, la forma más elaborada, sofisticada y en la que se exige mayores conocimientos, ya sea de los toreros para enfrentarse al toro y salir con bien de tal compromiso, que lo que precisan los propios espectadores para saber y poder descifrar el misterio del que están siendo testigos, que todo ese saber y experiencia de los criadores, que desde antes de meterse a llevar una ganadería ya tienen que saber adónde quieren llegar, para después conocer el camino y los métodos para alcanzar su objetivo. La corrida portuguesa, la corrida landesa, son muchos los caminos que emprendió la tauromaquia y las corridas de toros uno de ellos, aunque puede que también pese más en mí aquello de ir a los toros, de ser aficionado a los toros, de leer la sección de toros, libros de toros, revistas de toros, ver los programas de toros, las retransmisiones de toros o hablar de toros y quizá por eso yo, como opción personal, prefiero no convertir en sinónimos los Toros y la Tauromaquia.


Enlace programa Tendido de Sol del 7 de enero de 2018:

2 comentarios:

fabad dijo...

Como "casi siempre"... de acuerdo.

Enrique Martín dijo...

¿crees que seremos muchos?
Un abrazo