miércoles, 3 de enero de 2018

Señores del Oriente



Cómo empiecen a llevarse lo malo, anda que no nos va a quedar espacio para casi todo.

Ya son muchos años en los que pido, pido y piso, siempre lo mismo y ustedes me traen lo que mejor les parece, aunque no venga en mi lista de regalos. Es más, hay veces en que más que regalos, parecen castigos. ¡Hombreeee! Que tampoco creo haberme portado tan, tan mal. Que al final entre lo de no traerme el Scalextric, no hacerme caso en aquello de la bicicleta, la moto, el coche, el crucero por el Mediterráneo y lo de hacerse el sordo con la petición de toros encastados y toreros arrojados, uno va a empezar a desconfiar. Que cómo hagan igual en todas las casas, sin hacer ni un mínimo alarde de celo profesional, va a haber que pensar en que están puestos por el ayuntamiento, en lugar de eso de la magia, la ilusión y esas cosas que se dicen de ustedes. Que al final me da que va a ser todo márquetin. Que ya andaba yo con la mosca detrás de la oreja cuándo mis amigos me hacían subirme a una escalera para hacer guardia y avisar en el momento en que sus majestades asomaran, pero que no, que no asomaron. Deben ser cosas de los reyes, que andan a sus cosas, ajenos a las peticiones de sus súbditos, así que tampoco hay que extrañarse, ¿no?

Bien, pues cambiemos de táctica. Uno, que es comprensivo, para que luego digan, este año no va a pedir que me traigan nada, no voy a colaborar con esa sobreexplotación de pajes y camellos, obligados a cargar regalos de todos los niños del mundo. Que tanta magia y ya podrían idear algún encantamiento que otorgara una fortaleza extraordinaria a sus colaboradores; y además, todo el curro reconcentrado en una noche y esquivando las indiscretas miradas de los regalados. Qué cansinos, todos los años queriendo sorprender a los Reyes. ¿No te traen regalos? Pues ya está, déjalos vivir. Ya veis cómo me sé poner en el lugar de los demás, así que este año, lo que quiero es que se lleven cosas, algo parecido a lo de la retirada de muebles del ayuntamiento, pero sin limitaciones, que aparte del butacón desvencijado y roído de la abuela, se lleven otros muchos trastos que no hacen más que incordiar y estar por medio. Que parece complicado, pero ya les digo yo que no.

Les pido que se lleven a todos los golfillos aprovechados que no buscan más que arañar el último céntimo a base de montar carteles penosos que ofenden al más básico sentido común y buen hacer taurino. No se me asusten, ya sé que son unos pocos, pero a veces no hace falta cargar con ellos, basta con que se les diga que al fondo del precipicio dan duros a peseta, que tanta es su ruindad, que van de cabeza y a toda prisa, no vaya a ser que otro se llevo los cuatro duros que puedan quedar allí. Que les sería más fácil invertir en un buen paracaídas o ni tan siquiera eso, con montar festejos del interés del aficionado, festejos que fomentaran la afición, con el toro de verdad y que engancharía de por vida a quién viviera esa sensación que nace del toro en el ruedo.

También me gustaría que se llevaran a tanto tramposo que quiere disfrazar la vulgaridad de arte. ¡Uff! Duro, ¿verdad? Pero que tampoco es para tanto, porque estos que se dicen artistas, maestros, genios y seres de más allá de Orión, desaparecen en el momento en que husmean que pueda hacerse presente la verdad del toro. Vamos, que ni tiempo dan para despedirse de ellos. Que se querrán excusar que si su arte no puede con esas barbaridades del toro, que si no pueden expresar, que la casta no es que no les entre en la muleta, como los pitones de algunas ganaderías, es que no les cabe a ellos en su cabeza. Y ya puestos, si nos fijamos bien en la dirección por la que salieron volados, igual hasta conseguimos que vayan detrás todos esos palmeros interesados. Que bueno sería que dejaran sitio al toro, al torero y al aficionado; pero tranquilos, que estos no me los tienen que traer, ni mucho menos llevárselos, que estos ya tienen sentido y decisión para elegir y seguro que se quedarían al calor de una fiesta íntegra.

Y ya puestos, a ver si va a poder ser, porque en esto igual se les complica eso de la logística, llévense todos esos borregos con una ligera apariencia de toro, cara como de toro, cuernos como de toro, orejas como de toro, rabo como de toro, pero sin ser toro. No tiene pérdida, aunque a priori lo vean complicado, es muy fácil de distinguir a unos y a otros; Estos especimenes que quieren hacer pasar por toro, se dejan tocar, acariciar, juegan a buscar la pelotita, a la gallinita ciega y hasta te dan la patita. El toro, no, así de simple. Bueno, pues espero haberles dejado claros mis deseos, al menos más claros que todos los años anteriores, en los que yo pedía blanco y me traían negro, pedía redondo y me venía cuadrado. Reciban todos mis respetos y agasajos, de parte de un súbdito insatisfecho de años, para ustedes, los Señores del Oriente.


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