miércoles, 7 de febrero de 2018

A mí no me engañan, que yo sé elegir


A veces la elección es uno mismo

El abandono paulatino de la Fiesta es un mal que nos afecta a todos, que va despacio, pero con paso firme. De los que se van ausentando en unos casos escuchamos justificaciones que suenan a simples excusas y otras el testimonio doloroso de quién ya no puede más y opta por alejarse de algo muy querido y lleno de dolor. Que quizá el resultado sea el mismo, pero el análisis no puede ser igual. En este último caso es necesario pararse al menos un suspiro y medio e intentar entender qué es lo que les lleva a estos a cortarse definitivamente la coleta. Porque lo que ha sido casi una forma de vida, una forma de entender tanto, esas ganas de buscar, de saber de vivir, no se deja por un aire de Levante que vino de manera inoportuna e inesperada. Quizá lo mejor que podríamos hacer, si es que se prestan, es sentarnos con ellos y escucharles el por qué de esa amargura que les echó de los toros, porque a estos o les echaban o nada, y les echaron.

Pero en esta ocasión quería detenerme en los que afirman que no se acaban de ir, pero que con todo convencimiento afirman que a ellos ya no les engañan, que ellos ya eligen y no van a todo, por eso, porque no les engañan. Ya es aventurado en esto de los toros afirmar algo con tanta rotundidad, ya saben, que la verdad más absoluta, la única verdad verdadera en esto es que no hay ninguna verdad absoluta y mucho menos cuándo se trata de presumir de que a uno no le engañan. Porque es posible que en esa selección esté la madre del cordero. Piénselo, lo primero que nos pretenden hacer creer es que somos diferentes, que somos unos especimenes aparte de todo y nos llaman “toristas”. ¡Zasca! Con una palabra ya nos han sacado del partido. Está feo eso de que ya de primeras no te dejen jugar con los demás niños y con la misma pelota que ellos. No, a nosotros, cómo sabemos tanto, cómo somos tan exigentes, no0s dan una de trapo, que seguro que, cómo somos tan sabios, sabremos apañarnos. Y menos mal que hablan de “toristas”, que tampoco nos dejan en tan mal lugar, que también podrían habernos calificado de “monosabistas”, especialistas en monosabios, “puntilleristas”, especialistas en puntilleros, areneristas, especialistas en areneros y así, hasta llegar a “cerveceristas”, mientras alardeamos de saber quién abre mejor la lata de cerveza y mejor la sirve de toda la plaza. Y ya digo, que lo peor de lo peor es que los hay que se compran ellos mismos la medallita, con su dinero, para ponérsela en la solapa. ¿Se imaginan en el fútbol o en cualquier otro deporte que hubiera hinchas de los árbitros y que renunciaran al resto del espectáculo por quedarse solo con la actuación impecable de los trencillas? A mi humilde entendimiento el aficionado es aficionado a los toros y estos constan de tres tercios, en ellos intervienen varios actores, empezando por el fundamental que es el toro y prosiguiendo por el torero, que es el encargado de hacer el toreo. ¿De Perogrullo? Absolutamente.

Y ya asumido, y con sumo gusto, eso de ser “torista, los señores taurinos se montan sus ferias a su gusto con lo de siempre y de vez en cuándo, tampoco con demasiada frecuencia, te monta una corrida “torista” y a esa sí que hay que ir, que eso da mucho lustre a la chapita. Que si hay que viajar a Torrecilla de los Matacanes, se va, que el ser “torista” es lo que tiene. Y de un plumazo han conseguido, primero alejarnos de sus convites borregueros y como consecuencia, poder seguir con lo suyo sin nadie que les incordie. ¿Qué los niños se ponen pesaditos? Pues se les da la pelotita del “torismo” y a otra cosa. Que se quejaran, vociferarán y se rasgarán las vestiduras, pero lejos, en tertulias solo para “toristas”, en facebook, twitter, watshapp, instagram o en la peluquería del Cantares, que está a trasmano de cualquier círculo taurino. Eso sí, pero a estos que seleccionan, a estos no les engaña nadie.

Quizá es que no nos hemos parado a pensar que los taurinos, esos que se deleitan con el toreo moderno, los que repiten las consignas que les llegan por la tele o panfletos oficiales, no se molestan con los que no van a la plaza, se molestan, y a veces hasta perder las formas, con los que si acuden a los toros y manifiestan su descontento, los que allí mismo dicen que no a todo este montaje, justamente cuándo los otros, lo que pretenden es eso engañarles. Si es que el Mundo es una caja de sorpresas. Resulta que los no engañados, porque ellos eligen, no importunan a nadie, si acaso aburren a la parienta, al cuñado y los suegros, cansaítos de la misma cantinela. Los molestos, a los que hay que desterrar de las plazas, los irrespetuosos, los indeseables, son los que en el momento en que olisquean el timo se ponen de manos y con sus protestas deslucen los montajes triunfales del taurinismo vigente. Que no creo que a estos les engañen, ni mucho menos; lo intentan, eso está claro, pero no lo consiguen. Otra cosa puede que sea con esos que con toda la autoridad de su saber afirman sin reparos lo de “a mí no me engañan, que yo sé elegir”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La mortadela existe y puede ser muy buena, pero no es jamón.

Para gustos se hicieron los colores, pero lo medible y contable no es opinable.

No existe el torista. Las corridas son de TOROS, no de atoreadores

Enrique Martín dijo...

Anónimo:
Pues así es, en lo de la mortadela, incluso puede haber quién la prefiera al jamón, pero que no me quiera convencer de lo contrario.
Lo contable y lo medible, es verdad, no es opinable, pero es que hay veces que las cosas no se pueden ni medir, ni contar y quizá ahí es dónde algunos se pierden, por eso, porque ellos compran por kilos y por metros.
Y lo de las corridas de toros, no tiene vuelta de hoja. A todos nos gustan los buenos toreros, los artistas, los que se ponen bonitos, pero sin el TORO. Que al final no pedimos otra cosa que eso, corridas de toros, con todo lo que ello conlleva, que es mucho.
Un saludo