martes, 21 de agosto de 2018

Se eliminó todo lo anterior


Puestos a eliminar, no se sabe, ni sabemos dónde está el límite

Es ya demasiado habitual el leer en los programas de mano, en el historial de las ganaderías o en las reseñas de la UCTL esa frase tan simple y tan dañina de “se eliminó todo lo anterior”, para a partir de ahí contarnos cómo y en qué momento el mercantilismo se adueñó de esa vacada. Que uno asociaba nombres como Albaserrada, Aleas, Atanasio, Gamero Cívico, Conde de la Corte y un largo etcétera, a glorias pasadas, a la casta y bravura del toro de lidia y, por supuesto, a toreros de una pieza que sin volver la cara, acababan erigiéndose en triunfadores y conquistadores de la fama ante el toro. Ese se eliminó todo lo anterior es tirar por el camino de la simplificación y a ver si con un poquito de suerte la ganadería la convertimos en una pequeña o gran factoría de productos, sin aspirar a más que a ser meros colaboradores del “importante”, el torero; y ya, si es que el coletudo de turno lo tiene a bien, soñar con el indulto. Y digo si el coletudo lo tiene a bien, porque a los toros ya no se les indulta por sus méritos en el caballo, en la lidia durante los tres tercios; ahora todo depende de que el señor de turno se haya levantado inspirado y tenga a bien jugar al pasimisí, pasimisá con el animalito que tiene la obligación de seguir el trapito rojo con educación, buen gusto, decencia y formalidad, mucha formalidad. ¡aaah! Y ritmo, que no se nos olvide lo del ritmo.

Pero siendo grave esta simplificación, este se elimina todo lo anterior no se detiene solo en la cabaña brava, este fenómeno se ha extendido a toda la fiesta de los toros. Empecemos por los que organizan los festejos, los empresarios, que sin olvidar la máxima de la rentabilidad, también eliminaron todo lo anterior, especialmente ese mínimo de afición que debe mover a cualquiera que se meta en eso de montar corridas de toros y novillos. La falta de afición les impide estar al tanto de cómo marchan vacadas, matadores, novilleros y de lo que el aficionado de cada plaza demanda. En la actualidad, y desde hace ya tiempo, se limitan a un corta y pega de lo que se anunció otros años y en otras plazas, permitiendo que se abran carteles solo si el que quiere hacer el paseíllo “subvenciona” su presencia, si se acomoda a lo que se le vaya a pagar o si viene de la mano de una casa con mando y más si eso permite entrar en el mercadeo de intercambio de favores; yo pongo al tuyo, tú pones al mío y aquel pone a los de los dos. Así funciona esto. Que ya te anuncian con semanas y meses de antelación a fulanito y menganito, que no faltan ni en los cumpleaños del Burger King. Y lo que es peor, el aficionado ha entrado en esa dinámica y ya quiere saber quien irá a Madrid en Septiembre, cuándo apenas acabó mayo, sin importarle si ese que apuntó algo pudiera repetir al domingo siguiente. Ya está asumido eso de mirar a lo lejos y no a lo que tenemos delante.

Pero si hay un aspecto en el que se elimina todo lo anterior resulta más ofensivo, este es el de la torería, con el irrenunciable apoyo de la prensa y voceros del movimiento. Que no solo pretenden eliminar lo anterior, que ya está más que eliminado, sino que pretenden que los que un día vimos aquello, que lo olvidemos, quieren una lobotomía taurina que haga que se nos borre cualquier posible recuerdo que permita comparar a unos con otros. Y a continuación, cuando ya no haya nada con que comparar, presentar ese argumento de categoría, ese concepto sobre el que todo coletudo del momento justifica el estar ahí, el “baja tú”. Lo último, al espectador se le exige que haga lo mismo o mejor, que el actuante que cobra por ello. En este se elimina todo lo anterior se ha eliminado el concepto de lidia, el manejar el capote, el saber ver a los toros, el poder con ellos, el limar los defectos, el llevarle por dónde no quiere, el mando, en definitiva, el torear. Y ya me dirán, si en el toreo eliminamos el toreo, ¿qué nos queda? Pues eso, lo que tenemos ahora. Y desde el tendido las plumas y micrófonos que se arrastran como procesionarias buscando coartadas a ese esperpento que ahora, todos muy finos, llaman tauromaquia. Hasta en eso se ha eliminado todo lo anterior, que lo que antes era toreo, los toros, ahora solo es tauromaquia ¡Ay señor!

Que al final va a resultar que nos pensábamos que el mal solo había llegado a las ganaderías que dejaron de serlo para convertirse en un negocio rentable y también ha llegado a esos coletudos que dejaron de ser matadores para convertirse en artistas que se ponen a expresar a base de componer y que aspiran a ser figuras. O los señores empresarios, que además de ser propietarios de factorías, gestores de trayectorias de toreros e ingenieros de economías rácanas y miserables, ya son productores artísticos, sin necesidad de afición a nada que no sea el billete grande y abundante. Y es que si nos paramos un momento, los aficionados al final caemos en la cuenta que igual que leemos en los programas de mano en la reseña de las ganaderías, también en el toreo, en los toros, se eliminó todo lo anterior.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Que verdade tao triste..
Bato-me contra isso ha mais de 35 anos...chamam-me doido ����

Unknown dijo...

Depois d 35 anos repetindo isto é a chamarem -me louco.. e com desagrado que vou confirmando o fim da festa..Deus nos ajude

Enrique Martín dijo...

Luis:
Así es, que Él nos ayude, a ver si esto frena en algún momento y a partir de ahí que repunte, pero...
Un abrazo