viernes, 14 de junio de 2019

Siempre hay que verlos


Aunque no se enteraran de lo que tenían delante, se agradecería un Cuadri más fiero y geniudo

Tarde de los Cuadri, tarde de expectación, expectación porque se esperaba y se suponía la presencia del toro. Y siempre con un denominador común, a estos toros hay que verlos, por esa presencia impresionante, con un trapío que rebosa las más de las veces; hay que verlos porque es un comportamiento diferente al toro comercial; hay que verlos, porque son demasiadas las ocasiones en que los lidiadores no quieren mostrarlos y hacen verdaderos esfuerzos por hacer que parezcan lo que no es y a continuación despacharse en los micrófonos de la tele con que tal o cuál toro es una m…; hay que verlos porque si no los ves, si no los descifras, puede que no te enteres por dónde iba el de negro y en lugar de triunfar, hacer el ridículo y dejarte a ti mismo en evidencia como matador de toros; hay que verlos por muchas razones, aunque no siempre sea fácil, cosas del toro de lidia, y por muchas más, que no siempre se aprecian, nos quedamos en la superficie, nos precipitamos en emitir juicios y al final alguien puede pensar que hay que verlos, pero que no los han visto.

Que no sé si no los han visto o no los querido ver los tres matadores, que para no verlos han aplicado casi a la perfección esa máxima de hacerles todo al revés, a ver si así parecían malos y descastados, con esas cosas del momento en que confundimos genio con casta o esta con la pujanza y la fiereza, que es lo que a algunos de los seis lidiados les ha podido faltar, pero no casta, porque si esta no hubiera estado presente, no se habrían ido complicando a medida que avanzaba la lidia, acusando las mil y una perrerías que han perpetrado con ellos las cuadrillas, incluidos matadores, montados y toreros de plata.

Rafaelillo parece que no salió demasiado feliz con los Cuadri, aunque tampoco creo que los ganaderos puedan estar felices con él. Porque es fácil despotricar contra un toro que ya no se puede defender, pero claro, si esperamos que un toro no acuse el que se le reciba a base de mantazos, si bien es verdad que intentando sacar los brazos para alargar las embestidas, que a la primera de cambio se dé la vuelta para perderle terreno o que se quede como si nada después de hacerle culebrillas con el capote en la cara, igual es que no acabamos de ver esto del toro. A su primero le dieron bien en el caballo, dónde el toro echaba la cara arriba tras recibir un puyazo trasero. Con la muleta, el murciano inició con trallazos por alto a una mano. Cambió a la zurda y con el primer susto en que se vio complicado, se volvió la pañosa a la diestra. Muletazos sin plantar los pies y echándose él solito el animal encima. Medios muletazos citando muy fuera y apartándose a cada embestida. Quizá entiendan que a estas alturas el toro estaba más que aperreado y hasta se empezara a parar, lo cual no impedía que a cada cite y a cada arrancada el murciano pegara un respingo de padre y muy señor mío. En el cuarto ya ni intento sacar los brazos, capotazos trapaceros echándose al toro encima, enseñándole a volverse antes de tiempo. Mucho mantazo y de nuevo eso que tanto malea a los toros de hacerle regates por la cara con la tela, que si por el derecho, no, por el izquie… el derc… el izqui… el… Con la cara a media altura, el Cuadri mostró fijeza, mientras le tapaban la salida. Inició el trasteo por abajo, sin mando, acortando los mantazos de mala manera. Se empeñó Rafaelillo en mantenerlo próximo a las tablas, aunque daba la sensación de que el animal pedía amplitud de espacio y de algo más distancia que no fuera la cuarta y media. Muletazos largando tela, con enganchones incluidos, cada vez acortando más las distancias, dando la sensación de que se buscaba lo contrario de lo que se podría suponer, que se parara y así hacer ver que el toro no valía, lo cual confirmó con el micrófono en la boca. Previo al arrimón, Rafaelillo le merodeaba, daba vueltas en su derredor, y tras unos pocos respingos más se dio por satisfecho, ha colado, he hecho creer que era un mulo malo y descastado. Eso sí, después de esa retahíla de despropósitos, ¿la culpa es del toro? Y que además es algo que se viene repitiendo desde hace ya bastantes años con este torero. Bueno, habrá que verlo.

López Chaves se encontró con uno que de salida se le venía muy levantado, obligándole a darse la vuelta de espaldas a los medios, por no poder hacerse de momento con él. Fue con la cara alta al caballo, de nuevo picándole trasero o en la paletilla y con el picador yendo detrás del toro para seguir castigándole con el palo a larga distancia. Tardó poquito en pararse en la muleta, l costaba arrancarse, mientras el matador se ponía demasiado encimista. Muletazos de uno en uno y siempre al amparo de las tablas, cuando había quién pensaba que le vendría mejor el abrirlo un poquito más. La evidencia era que para dentro le costaba embestir más que para los medios, sin atosigarle tanto, pero eso había que verlo. Salió el quinto pujante y obligando al matador a instrumentar capotazos arrebatados. Peleó en el caballo echando la cara arriba, para después pretender que el animal fuera de cerca al caballo, para acabar arrancándose desde más de lo que pretendían los de luces, para casi sentir el palo en la penca del rabo, tras resbalar por todo el lomo. Tomó la muleta López Chaves, con un planteamiento muy claro desde le principio, acortar las distancias sin cuartel. Aún así, el animal embestía. Trapazos, banderazos, enganchones, parecía que hasta iba por el izquierdo, pero el espada seguía en sus trece, derechazos como un giraldillo, sin mando y sin torear. Una tanda por el izquierdo y el toro entraba cada vez mejor, siguiendo con suavidad el engaño, cuando daba la sensación de que se le estaba yendo sin que lo viera. Solo al final pareció percatarse de lo que había tenido delante y quizá después de dos bajonazos, uno frustrado pinchando y el otro entero, con el toro buscando abrigo en toriles, se debió dar cuenta el matador de que era un toro que había que verlo, debió verlo mucho antes.

El gran misterio es Octavio Chacón, que según van pasando las tardes, más nos va confirmando que fue flor de un día… y medio. Se le esperaba en esta feria y al final se le ha visto desbordado, con ese empeño de hacer lo que podría hacer un peón, explotando eso de lidiar, que está muy bien y se agradece, pero lo que le tocaba como matador no lo ha trabajo mucho que digamos. Su primero salió atosigándolo, obligándole a darse la vuelta y perdiendo el capote en los primeros envites. Al menos lo llevó al caballo, para dejarlo muy cerca y, no se sabe por qué, decidió cambiar la lidia al seis, cuando aparentemente el toro no había hecho ningún feo que obligara a ello. Dejó que se fuera suelto por el ruedo, yéndose al que hacía la puerta. Mucho capotazo para devolverle a su sitio, con un evidente desbarajuste en la lidia, para que el Cuadri se limitara a dejarse y no presentar pelea. En la muleta no solo no metía la cara, sino que punteaba la tela, con la cara alta y el matador poniéndose muy al hilo, pegando tirones para afuera, empezando muy prontito a darlos de uno en uno, sin que el animal ayudara ni un poquito, insulso el uno, insulso el otro. El arrimón correspondiente y a largar tela, para que el Cuadri se marchara buscando las tablas. El sexto era un torazo enorme, un cinqueño ya pasado, que se le quedaba a mitad de viaje en los primeros capotazos, revolviéndose y que a poco de que Chacón se diera la vuelta para ceder hacia los medios, ya tenía montado el cisco padre en el ruedo, sin que nadie le sujetara ni un poquito. Le dejaron las dos veces muy de cerca en el caballo, picando trasero y tapando la salida y dándole estopa. En el segundo encuentro, dos palmos más lejos, hasta mostró alegría en la arrancada. Comenzó la faena con trapazos sin quedarse quieto, por la izquierda la dejaba sin amago de correr la mano, enganchones pico, dejándole el engaño y haciéndole derrotar. Mostraba el espada demasiadas precauciones, siempre muy en corto, merodeándole como buscando a ver por dónde se le ocurría meterle mano a aquella mole, para acabar la tarde y su feria con un tremendo bajonazo, que en si mismo puede ser el resumen de la presencia de Octavio Chacón en esta feria. Y los Cuadri, pues no es para estar felices, ni para celebrarlos a bombo y platillo, ni mucho menos, pero lo que desde luego no ayuda es que se les haga todo al revés, porque una cosa que tienen estos toros es que siempre hay que verlos.

4 comentarios:

Paco dijo...

Lo de "hay que verlos" no le vale al ganadero. Ayer estuvo honrado y muy crítico con sus toros, advirtiendo a sus sucesores que tenían trabajo.
No discuto que la terna pegue en varas en demasía o que muestren al toro los defectos pero algún palo se merecen también.
El año pasado asistí a la mansada de Partido de Resina y recibieron pocos palos toristas.
Soy de los que asiste a carteles en función de la ganadería pero si sale mala hay que decirlo, como hizo el ganadero.

Anónimo dijo...

Enrique, no me sorprendieron los cuadris porque no esperaba gran cosa de ellos. Es difícil embestir con esas hechuras. Cierto es que, como en tantas y tantas corridas, los animales parecieron peor de lo que eran porque pasa lo de siempre, que intentan debilitar y tapar al toro.

Es bien sabido que Rafaelillo es un gladiador y empeora casi siempre la condición del toro, ayer parece que intentó hacer mejor las cosas y tocar menos al toro. Pero ya sabemos que su tauromaquia es muy corta y no da más de sí. Sí me gustó en las funciones de director de lidia.

López Chaves, que venía de torear la concurso de Vic, parece que se quiso vengar del toro y mandó masacrar a sus oponentes. En la muleta, ventajista a más no poder. No sé qué vio el paisanaje en el quinto que se pusieron a jalear trapazos a una distancia descomunal del toro. Tan harto estaba que me puse a dar palmas de tango y alguno recriminó mi falta de tolerancia. Demasiada tolerancia tengo de soportar durante toda la feria, sin recriminar nunca a nadie su actitud, los aplausos de los indocumentados que abarrotan la plaza cada tarde.

Chacón está perdido, perdidísimo. Incapaz de llevar la lidia del tercero, tuvo que dejarla a manos del peón de brega. Incluso Rafaelillo tuvo que intervenir. En la muleta está bloqueado, no sabe qué hacer con los toros. Una pena!

Un abrazo
J.Carlos

Enrique Martín dijo...

Paco:
El ganadero nunca está contento. Y claro que se les da palos si es necesario, pero también hay cosas que se ven y que se vienen repitiendo durante años y es que los de luces hacen la gesta por estar ahí sin ofrecer absolutamente nada y los palos se los llevan los toros.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Me gustaría ver este ganado en otras manos, manos comprometidas y que este cartel dejara de ser el cajón de sastre dónde caben los desechos que no tienen cabida en otros carteles. Que aparte de las limitaciones del ganado, de esa sosería desesperante, si además se les hace todo a contramano, poco puede sacarse.
Un abrazo