jueves, 10 de diciembre de 2020

Victorino Martín y su compadre Atila el huno

 

Los quieren así o igual más pequeños, por aquello de poder expresarse


Hay muchas formas de pasar a la historia, unos porque conquistaron la Galia y escribieron un libro para los futuros estudiantes de latín, otros por dar un gran salto para la humanidad, otros por marcar un gol a Holanda, otros por quemar la biblioteca de Alejandría, o por montar un caballo que arrasaba allá por dónde pisaba, por dejar caer Constantinopla o incluso por arruinar una de las ganaderías con mayor prestigio de la historia y ahora por empeñarse en darle la puntilla a la fiesta de los toros. Y hablo de la fiesta de los toros y no del negocio, de su negocio, de la tauromaquia. No sorprende ya a nadie que hablo de Victorino Martín. Lo que le costó a don Victorino Martín Andrés hacerse con un hierro legendario en absoluta decadencia, salvarlo del matadero, reflotarlo y convertirlo en emblema del campo bravo y santo y seña del aficionado de Madrid y de todas las plazas del mundo taurino. Pero aunque su nombre si pueda llegar a ser eterno, don Victorino Martín no lo era y parece que su obra tiene notables detractores que no han dudado un segundo en echarla por tierra. Que no ha sido necesario que vinieran de fuera, que el puntillero lo tenía en casa. Su hijo, también Victorino Martín, ha convertido este hierro legendario en una suerte de hierro comercial que, aunque manteniendo ciertas distancias, va camino de ser uno de tantos de esos que prefieren las figuras por encima de todo. Pero claro, parece que este señor considera que la leyenda está reñida con el negocio y si había que elegir, él no tenía duda y así lo ha evidenciado, primero el negocio y lo otro…

 No es nuevo esto de la decadencia de la ganadería de Victorino Martín, es un proceso que viene de tiempo atrás. Se va limando la casta, se alimenta hasta cebarla la nobleza y se construye un animalito que linda próximo a la bobería y cuándo uno de estos sale a la plaza, ni por estampa, ni por comportamiento recuerdan a aquellos que entusiasmaron al aficionado. Pero si esta es una labor notable y que hasta puede considerarse digna de pasar a la historia, no es suficiente para el señor Martín hijo. Él está preparado para empresas de mucha más enjundia. Aniquilado lo de Albaserrada en su casa, vayamos a hundir definitivamente la fiesta de los toros. Y para ello, con la excusa de mantener viva la llama de tauromaquia, montaron eso que dieron en llamar la gira de la Reconstrucción, un perfecto banco de pruebas para lo que podía venir después. De todo el mundo es conocido el mecanismo. Un matador, una figura, que elige un compañero que él mismo asignara y un ganado escogido con pulcritud por el propio matador. Dos toros para cada uno, total, cuatro por tarde, a precio de seis. Más que un 3x2, como en los supermercados, un 2x3. Pague tres y llévese dos.

 Todo en plazas de tercera, a excepción de Logroño, que es de segunda. Una presentación impresentable del ganado, en que curiosamente lo que mejor pintaba era lo de Victorino Martín. No sabe na el chico de Victorino. El resultado de todas las tardes era el esperado, para los taurinos y sus palmeros todo jolgorio y alegrías y para el aficionado una enorme decepción y vergüenza. Que lo que interesaba no era dar una imagen seria y con rigor de la fiesta de los toros. Lo que se buscaba era mantener en la medida en que se pudiera, el negocio. Todo medido, todo perfecto. Toreros y toros a la medida de los taurinos y como guinda, la presencia de las cámaras del canal oficial, que por otro lado se justificaban con sus abonados, y con la inestimable colaboración de doña Cristina Sánchez, que es tan poco fiable frente al micrófono, cómo lo era vestida de luces. Sierre ensalzando lo insufrible, enalteciendo las vergüenzas y justificando lo impresentable, intentando que el espectador tragara con unas grandes, gordas y suculentas ruedas de molino. Que aquí “toe r mundo e güeno”.

Pero no acaba aquí la historia de esta infamia, que en la última retransmisión corrió doña Cristina Sánchez para cantar las maravillas de la fórmula y pedir que esta se extendiera para futuras tardes. Ella encantada de la pantomima, no dudo en decir a sus jefes que allí estaba ella para seguir arrastrándose por cuatro reales, que para lo que mandaran, ella ponía su piquito de oro al servicio del poder. Que todo esto puede parecer espontáneo, pero claro, ahora nos sale el señor martí, don Victorino jijo y nos suelta que pretende prolongar este timo del tocomocho para la temporada futura. Que lo de los cuatro toros es el no va más, que lo de la confección de los carteles es la reoca y que si además se embolsan unos eurillo, mejor que mejor. Que el está más que dispuesto a pasar a la historia, aunque sea a la de la infamia y que no le importaría que se le recordara junto con un prócer de las conquistas, ahí una collera de triunfo y desolación,  Victorino Martín y su compadre Atila el huno.

 Enlace programa Tendido de Sol de 6 de noviembre de 2020:

https://www.ivoox.com/tendido-sol-6-diciembre-de-audios-mp3_rf_61446980_1.html

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Niquelado, que dicen por ahí. Perfectamente explicado. Cuando he intentado explicar que esto era infumable, aficionados me han respondido que por lo menos algo se había movido y se habían visto cosas. Qué cosas? Me aparté pensando que cada cual puede ver lo que quiera, faltaría más. Rigores.

Anónimo dijo...

Parece que lo del vil metal es más importante que el pasado y no tiene ningún reparo en cometer este atentado con él toro y la fiesta.Es de vergüenza ajena el maltrato con una actitud oportunista carente de sensatez,sentido de la responsabilidad y ese impulso de hacer daño.Una falta de respeto.
Docurdó.

Enrique Martín dijo...

Rigores:
Yo digo lo mismo que tú, ¿Cosas? ¿Qué cosas? Pero en fin, ellos sabrán.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Docurdó:
Y lo orgulloso que esta el señorito del destrozo.
Un abrazo