martes, 1 de diciembre de 2020

Los ruedos de Madrid

 

Arte puro en esos sesenta metros del ruedo de Madrid, que ahora quieren achicar, igual que el supuesto arte que despliegan los presenten "jartistas". Arte escaso y menguante.


Esos expertos en cantinelas atronantes que son los taurinos, con grandes maestros como son el señor de la Puebla o el señor Perera, Ponce Juli, el apartado Castella, Rivera, Cayetano y otros más, junto con el señor Casas, don Simón, llevan tiempo salmodiando insufriblemente que el ruedo de Madrid es muy grande. Que en esa tremenda explanada no hay quién se exprese. Y quizá tengan razón, quizá sea que quién en su día proyectó la plaza de Madrid no cayó en que allí iban a tener que expresarse los mediocres y no siendo nada previsor, solo creyó que ese ruedo iba a servir simplemente para torear, para que los grandes obraran el milagro del toreo. En qué estaría pensando el buen hombre. Mira que no pensar que en cualquier momento podía enseñorearse la vulgaridad con calzas rosas. Que no crean ustedes que esto es cosa de dos días, ni tan siquiera fue una idea del gran Joselito que diseñó la plaza perfecta; perfecta para el toreo, no para otras cosas.

La historia del ruedo de Madrid se remonta allá en los años en que se decidió edificar una plaza de obra que albergara permanentemente las corridas de toros que se celebraran en la Villa y Corte. En aquel momento, aquella plaza que se ubicaba en Madrid extramuros, al otro lado de la cerca que discurría por la calle de Serrano y de la puerta de Alcalá, tan nuevecita y reluciente ella. Y qué cosas, ya por entonces se decidió que aquel ruedo , tan redondo como el sol, tuviera sesenta metros de diámetro, sesenta metros de areana para repartir glorias y recoger la sangre derramada por los toreros que buscaban tocar el cielo de Madrid. Allí cayeron Pepe Hillo y Pepete y allí también, triunfaron Pedro Romero, Costillares, Paquiro, Cúchares, entrando en la historia por la Puerta Grande. Todo en sesenta metros de norte a sur y de este a oeste en un anillo perfecto, si no geométricamente, si taurinamente, pues ahí en ese espacio se podía ver al toro mejor que en ninguna parte. Se podía ver si el toro quería pelear o si elegía la huida a lugares más despoblados. Se podía apreciar al torero que no era capaz de sujetar a un toro y tenía que andar como la Trotaconventos por la arena o el que lo fijaba y sujetaba encandilado en las telas que este le presentaba. Querencias, mando, terrenos, poder, todo en esos sesenta metros.

Quizá era una buena medida, las dimensiones ideales y por no apartarse de lo que funcionaba, decidieron hacer una plaza nueva, mayor, más cómoda, la más bonita del mundo según los cronicones de la época. Que no digo yo que no hubiera cierto apasionamiento, que ya se sabe, la plaza del pueblo de cada uno es la más hermosa del universo. Pero aún con todas las novedades imaginables, el ruedo seguía siendo de sesenta metros de diámetro. Los taurinos de la época se empecinaban en que para ver los toros hacía falta sitio, mucho sitio, tanto como esos sesenta metros. Que no fueron óbice para que vinieran una y otra vez a Madrid a competir a cara de perro Lagartijo el Grande y Salvador Sánchez “Frascuelo”. Que se podían quejar del público, de los toros, del tiempo, de una mosca que pasara por allí, pero no de la grandiosidad del ruedo, ni de jóvenes, ni de mayores, Que ni a Mazantini, ni al Guerra hacía mella la geometría, si acaso, la trigonometría y las cositas de los madriles, pero no el ruedo de su pueblo. Que hubo un momento en que hasta algunos decidieron no pasarse por la plaza de la Carretera de Aragón, y no porque fuera especialmente cansino el tener que atravesarla de lado a lado. En este ruedo la Plaza Vieja, como se llamó después, aguantaron el tirón el Bomba y Machaquito y el que iba después de “naide”, Antonio Fuentes; forjaron la Edad de oro del Toreo Joselito y Belmonte y se mantuvieron a gran altura Sánchez mejías, Vicente Pastor, el Papa Negro y pasearon su elegancia y genialidad El Gallo y Gaona. Todo en sesenta metros y sin una queja. Que para preocuparse ya tenían a lo que salía por la puerta de toriles.

 Siguiendo la calle de Alcalá llegaron los taurinos al despoblado de Ventas, allí dónde Cristo dio las tres voces y construyeron una plaza monumental. Que los Marcial, Domingo Ortega, Bienvenida y hasta el mismísimo Belmonte, quizá se tuvieran que adaptar al gentío que en más de veinte mil almas llenaban la nueva plaza de Madrid, pero no en lo que era el ruedo, que seguía siendo tan amplio y tan exigente como su padre, el de la Carretera de Aragón, y su abuelo, el de la Puerta de Alcalá. Adivinen. Sesenta metros. Sesenta metros que han sido escenario del toreo más excelso, el de Manolete, Pepe Luis, Bienvenida, Ordóñez, Dominguín, Pekín Martín Vázquez, Manolo Vázquez, Curro, Antoñete, el Viti, Camino, Puerta y tantos otros que no ponían una pega ni a las dimensiones, ni a los llenaban los tendidos. Cosas de otros días tan lejanos, como añorados. Y llegan ahora estos señores de los que los boletines oficiales y las voces de la oficialidad dicen que que son los que torean mejor que nunca y los sesenta metros se les hacen bola. Que no es la única pega, que si la chepa, que si el torilero vestido de luces, que las rayas así o "asao", que las voces, que si los pitos y esos sesenta metros que quieren reducir a toda costa. Uno para que le quepa más gente y vender más papel y otros… otros para ver si ya de una vez por todas deshacen la historia de esta plaza, que siempre ha sido diferente y quizá no solo por esa pega de sesenta metros de diámetro, los ruedos de Madrid.

 Enlace programa Tendido de Sol del 29 de noviembre de 2020:

https://www.ivoox.com/tendido-sol-29-noviembre-de-audios-mp3_rf_61086098_1.html

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que deben es pedir no el achicar el ruedo sino esos hierros a los que les huyen.Ahora resulta que al que se queja de la chepa no ha salido por la puerta grande en 22 años y sumado a los 60 metros y al colaborador "grande" ahí está su razón.El trilero de Simón tiene un argumento más a esgrimir para no organizar "arte" taurino hasta que no se reduzca el diámetro del ruedo.Es un "gracioso" como seudo productor.
Docurdó.

Enrique Martín dijo...

Docurdo:
Es insistir y profundizar en el mal. No ven el límite, que quizá no sea otro que el abismo.
Un abrazo