martes, 27 de septiembre de 2022

Si no hay toro, pero hay arte…


El arte no se puede desligar del toreo y se en algún momento se separan, entonces ya no estaremos hablando de toreo, sino de otra cosa de la que tampoco entiendo

Todo aquel que se considera mínimamente aficionado a los toros, si le preguntan sobre el toro, sin dudarlo, dirá que el toro es lo principal, que sin toro nada tiene importancia, que si no hay toro allí ya nada vale. Muy bien, pero ahora, pongámosle delante a un artista haciendo sus cosas y a ver cuánto tarda en desdecirse a si mismo y empezar a soltar una retahíla de pseudoargumentos, para justificar su partidismo. Que todo esto es muy lícito y que cada uno cuente lo que mejor crea, pero no quiera convencernos de su fe táurica, cuando esta cede y se resquebraja en cuantito que asoma su divinidad vestida de luces. De la misma forma que ocurre cuando de eso de los tres tercios, que si la lidia completa, que si el tercio de varas, pero lo mismo, lleva el fenómeno, da un muletazo o tres, se pone postinero y hala, otra sarta de excusas; se saca el bisturí taurino y de una colección de trapazos sacamos esos dos naturales o tres, a veces solo uno y ya tiramos para un tiempo. Pero esto no va solo del torero que nos llena el alma con su arte, que esto también se repite con las ganaderías, que alguien no me pregunten quién, dice que tal ganadería está en muy buen momento o que el ganadero es muy aficionado o simplemente que es un tío majo y de buen trato con los aficionados y ahí salta por los aires lo de la lidia, los tres tercios, la casta, el casto y todo lo que hace diez minutos exigíamos fervientemente. Que si un día nos cruzamos con don tal y nos estrechó la mano, ya puede salir un mostrenco tirando coces al peto, que si en la muleta va y viene con más benevolencia que el abuelo de Heidi, ya le pedimos vueltas al ruedo y placas de azulejo para toro y ganadero. Y no les digo nada si además hemos visitado el cortijo un “finde” de rutas ganaderas. Que esto de visitar el campo está más que bien y es muy recomendable, pero que no nos ciegue la visita.

Que lo mismo ustedes piensan que uno solo entiende acudir a una plaza como un juez a punto de mandar a un chaval al trullo para los próximos quince años, nada más lejos. Que eso de las pasiones por un torero, por una ganadería, hasta por una cuadrilla o una plaza, es algo que no debe desaparecer del sentir de los aficionados y los públicos. Eso da vida, vigor a la fiesta de los toros. Es la sal de este guiso, pero que tampoco nos hurte el sentido de la vista, que no merme nuestro sentido crítico y que valoremos las cosas en su justa medida. Que ustedes me dirán que no tengo corazón; claro que sí, pero si ese partidismo, en muchas ocasiones rayano en la locura, cruza la frontera del fanatismo, de no escuchar, ni atender a la lógica, al final nos conduce a subir a los altares a quien se pone bonito, muy bonito, delante de una caricatura de toro y que si se da un paso más, desembocaría en el carretón. Y aquí volvemos a lo de antes, tiramos de bisturí y encontramos un natural suelto. Que si la cuestión va de pegar pases, este es el punto exacto, ahora uno, me pego una carrerita, otro y así hasta que el animalito aguante. Eso sí, si hablamos de torear, lo primero, lo imprescindible es el toro. Que una tortilla de patatas, sin patatas, ¿cómo la llamarían? Hasta puede que se ofendieran por ello. ¿Entonces? ¿Cómo le podemos llamar a eso de torear sin toro? ¿Le podemos llamar a eso torear? ¿Se puede llamar torear a endilgar medios muletazos de uno en uno? Que ustedes estarán pensando en un nombre, en un señor que se viste de luces y al que aclamaron desde una televisión los charlatanes de feria que lo mismo te venden un pelapatatas y te regalan una alfombra para el dormitorio, que te sueltan un molinillo de café y un paquete de cápsulas para una cafetera de las modernas. Y claro, te venden un triunfo, un toreo para la historia, pero sin tan siquiera una aproximación al toro. ¿Puede el arte, por muy sublime que queramos que sea, suplir la ausencia del toro? Porque si hay un arte al que el toro no le sea necesario, imprescindible, ¿de qué estaríamos hablando? Igual nos hemos cargado de un plumazo la esencia de los Toros y todo el espectáculo, el rito y todo un mundo que según dicen, se sustenta en el toro.

Quizá es que se ha perdido la medida, eso siempre tan presente en los Toros, medir el castigo, una faena medida. Pero, ¿se puede construir una faena a base de muletazos sueltos, de uno en uno? ¿Se puede medir una faena en la que no hay toro al que medir y poder? ¿Se puede medir el castigo cuando no hay toro al que lidiar? Pues me surgen muchas respuestas y afirmativas creo que ninguna. Y en cuanto nos despistamos un segundo ya nos están bautizando de histórico cualquier cosa. Que la verdad, la verdad de todo, históricos van a acabar siéndolo los paseíllos, no por el arte, la gracia o el garbo torero, sino por el modelaje de los actuantes. Habrá a quiénes no los encontrarán jamás en este tinglado tan bien montado, incluso los hay que se han apartado ya, pero según parece, sí que encontraremos a esos que tan bien plantados ellos te soltarán absolutamente convencidos, que sí, que vale que si no hay toro, pero hay arte…

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html


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