Hasta el momento, los encastes que hemos visto se correspondían con una única ganadería, Miura y Partido de Resina, pero hoy nos encontramos con un fenómeno habitual en la cría de ganado bravo, y es que sean varias las ganaderías que procedan de un determinado encaste; es más, es frecuente ver cómo una misma ganadería tiene varias procedencias dentro de un único hierro. Luego cada ganadero ya decide cómo organizar su casa, si separa cada encaste por fincas, cercados o como Dios le dé a entender.
Hoy nos hemos citado con los herederos directos de la que fue Vacada Real, a partir de que Fernando VII decidiera hacerse con la ganadería que Vicente José Vázquez formó en 1780, y que en 1835 pasó a manos de los Duques de Veragua, que son de los que toma nombre esta línea del encaste vazqueño. Estos que después fueron propiedad de don Juan Pedro Domecq en 1930 y que, siguiendo una tradición de décadas, tuvieron el honor de inaugurar la actual plaza de Madrid, como también lo hicieron en la de la Carretera de Aragón y en la de la Puerta de Alcalá, y que hoy se anuncian con el hierro de Prieto de la Cal.
Los veraguas que cuentan con su propia leyenda negra, la de Pocapena, que acabó con la vida del valenciano Manuel Granero en la plaza de Madrid, de forma especialmente trágica, al meterle el pitón por la cuenca del ojo. Ese Pocapena al que según se decía, el mismo Domigo Ortega lo vio embarcar para que viajara hacia su destino fatal, por el que entró en la historia de la tauromaquia, junto a los Bailaor, Islero, Perdigón o Granadino.
Este toro de cabeza ancha, grande y alargada, con un cuello ancho y un morrillo prominente, con rizos en la cara y en el cuello y con una arboladura bien desarrollada. Aparte de presentar variedad de colores, como los astisucios, astinegros, astiblancos o astiacaramelados, suele ser un toro veleto, cornidelantero y abrochado. Los veraguas se caracterizan por ser hondos, anchos de pecho, badanudos y voluminosos de vientre, con patas cortas y fuertes. Algo ensillados, terminan el dorso con una grupa grande y redondeada, con una cola larga y con un poblado borlón y a pesar de poder presentar cualquier color de capa que se nos ocurra y los que no se nos ocurran también, hoy son especialmente reconocidos los jaboneros, los jaboneros de Prieto de la Cal.
Hoy nos hemos citado con los herederos directos de la que fue Vacada Real, a partir de que Fernando VII decidiera hacerse con la ganadería que Vicente José Vázquez formó en 1780, y que en 1835 pasó a manos de los Duques de Veragua, que son de los que toma nombre esta línea del encaste vazqueño. Estos que después fueron propiedad de don Juan Pedro Domecq en 1930 y que, siguiendo una tradición de décadas, tuvieron el honor de inaugurar la actual plaza de Madrid, como también lo hicieron en la de la Carretera de Aragón y en la de la Puerta de Alcalá, y que hoy se anuncian con el hierro de Prieto de la Cal.
Los veraguas que cuentan con su propia leyenda negra, la de Pocapena, que acabó con la vida del valenciano Manuel Granero en la plaza de Madrid, de forma especialmente trágica, al meterle el pitón por la cuenca del ojo. Ese Pocapena al que según se decía, el mismo Domigo Ortega lo vio embarcar para que viajara hacia su destino fatal, por el que entró en la historia de la tauromaquia, junto a los Bailaor, Islero, Perdigón o Granadino.
Este toro de cabeza ancha, grande y alargada, con un cuello ancho y un morrillo prominente, con rizos en la cara y en el cuello y con una arboladura bien desarrollada. Aparte de presentar variedad de colores, como los astisucios, astinegros, astiblancos o astiacaramelados, suele ser un toro veleto, cornidelantero y abrochado. Los veraguas se caracterizan por ser hondos, anchos de pecho, badanudos y voluminosos de vientre, con patas cortas y fuertes. Algo ensillados, terminan el dorso con una grupa grande y redondeada, con una cola larga y con un poblado borlón y a pesar de poder presentar cualquier color de capa que se nos ocurra y los que no se nos ocurran también, hoy son especialmente reconocidos los jaboneros, los jaboneros de Prieto de la Cal.
Si vemos fotos antiguas de los siglos XIX y primer tercio del XX, se puede apreciar que la variedad de pelaje era frecuente, al contrario de lo que ocurre en nuestros días, en los que cuando no sale un toro negro se oye un ¡oooooh!, e incluso se suele acompañar de algunas palmas; es otra de las cosas de nuestra tauromaquia moderna. Parece ser que éste y otros encastes no se ajustaban del todo al toreo moderno más dirigido a la faena de muleta, aunque si cumplieran y sobradamente en los dos primeros tercios de la lidia. La conclusión es que actualmente los veraguas son casi sinónimo de Prieto de la Cal.
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