Si nos paráramos a analizar todos los lances posibles con el capote, podríamos estar aquí días, y si además diferenciamos las distintas formas en que los maestros los interpretaron, muchos más.
En esta nueva edición de los quites con el capote, se puede decir que aparecen los menos frecuentes, aunque se incluya la tafallera, que hoy en día tiene sus leales ejecutores, y que conste que no hablo de ejecutores porque toreen tan mal que parezca que sacrifican el pase. O el galleo con el capote para llevar el toro al caballo y que en ocasiones requiere recolocar al toro tirando de él a una mano. Y también el farol, lance que era más frecuente en otras épocas y que incluso contó con un “Rey del farol”, que era Juanito Belmonte, el hijo del Pasmo de Triana.
Hoy en día hay lances que si se quieren ver, hay que echar mano de los libros y ver fotos antiguas. Es más, si a algún osado se le ocurre recuperar alguno de esos lances, se establece una sesión de preguntas entre los aficionados más habituales: ¿Eso qué es? Una serpentina, ¿no? ¿Una orticina? ¿Una criolina? Y así hasta que queramos. Eso sí, los que vean la corrida por la tele seguro que son informados al instante del tipo de lance, del creador, de sus más notables valedores y de quien le cosía los capotes al mismísimo Mazzantini. Algo bueno tenían que tener las corridas televisadas, no todo iba a ser…
Muchos de estos lances están ya casi en desuso, como el toreo al alimón, que casi podríamos llamar el quite de los hermanos, porque en las fotos casi siempre se ejecuta entre hermanos, los Gallo (Rafael y Loselito), Bienvenida (Manolo, Pepote, Antonio, Juanito o Ángel Luis) los Esplá, o el quite de la foto, porque es el único sitio donde se puede ver en la actualidad, si excluimos las capeas de turistas.
Además quiero hacer referencia al toreo mexicano y más concretamente a Pepe Ortiz, incansable creador de quites de capote, como el que aquí he intentado plasmar, la orticina. Más adelante también tendrá su sitio el quite de oro, y alguno más del que, según he leído, era el barroquismo vestido de luces, sin que esta expresión tenga lo más mínimo de censura. Tengo que reconocer mi ignorancia en lo que se refiere al toreo en México, que se ciñe a lo escrito por Pepe Alameda en los heterodoxos del toreo, y a las tardes en que vi a Manolo Arruza, Jorge Gutiérrez, Alejandro Silveti, Eloy Cavazos o Manolo Martínez y al resto de toreros aztecas que nos han visitado en los últimos treinta años. Para solventar esta carencia pido ayuda a los aficionados mexicanos. Seguro que ellos tendrán mucho e interesante que decir. Yo les agradezco su posible aportación desde ahora mismo y espero que en un futuro ésta dé su fruto en forma de nuevas ilustraciones.
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