viernes, 18 de septiembre de 2009

Vamos a ganar dinero, tralará

Si no fuera por lo que la frasecita lleva detrás, podríamos hasta tararearla con los niños, para enseñarles que en la vida hay que ganarse el pan de cada día, todos agarraditos de la mano y dando vueltas alrededor de un cerdito hucha. Pero la cosa no es tan inocente, sobre todo si hablamos de esta pasión nuestra que es la fiesta de los toros. Cualquiera que esté un poco al tanto y tenga un mínimo de sentido crítico es consciente del estado en que nos encontramos. Un panorama en el que los empresarios nos dan gato por liebre tarde tras tarde, los toreros parece que corren en estampida para convertirse en una caricatura de lo que siempre ha sido un matador de toros, los medios de comunicación oficialistas se matan por entrar en el coro de aduladores de las figuras y el principal protagonista, el toro, es un marmolillo desfondado, sin raza y sin casta, con excepciones por supuesto. Pero como el negocio iba bien, pues no pasaba nada. Y que conste que la cosa iba bien, o va bien, sólo para unos pocos, porque lo que no se puede negar es que las plazas ya no se llenan, toree quien toree. Perdón si que se llenan, incluso con la reventa haciendo su agosto, pero sólo hay un torero que lo consigue tarde tras tarde: José Tomás. Pero como decía el Gallo, hay gente pa’to y hay quien le niega el pan y la sal, incluso llegando a ridiculizarle como el otro día en una corrida televisada hizo el doctor en periodismo, rama tauromaquia, don Miguel Ángel Moncholi. Eso sí, el doctor se volvía loco viendo pegar trapazos a los coletudos de turno.

Pues lo que parece que era una maravilla se puede convertir en cataclismo. Según “fuentes bien informadas”, esta temporada se van a quedar en el campo alrededor de dos mil cabezas de bravo. Que catástrofe, el negocio no va a poder ser tan redondo, lo demás no cuenta. Si el toro se derrumba, si se parece más a un burro que a un toro bravo, da igual, el problema es que no se va a ganar tanto como se tenía previsto. Ya lo vimos en el último San Isidro, José Tomás no podía venir a Madrid porque en dos tardes el negocio no lo era tanto. Tanto de taquilla, tanto para pagar toros y torero y las cuentas no salen, pero... ¿y lo de la tele? ¡Calla niño! Pero es que la tele paga… ¡Niño qué te calles!

Esto de los toros es un negocio muy bien montado, para que lo vamos a negar. El problema es que está estupendamente montado para unos cuantos y para poco tiempo, o lo que es lo mismo, pan pa’hoy, hambre pa’mañana. Pero en el hoy ya hay quien empieza a ver encenderse algunas luces rojas. Este año sobran dos mil toros, pero ¿y el qué viene? Con la excusa de la crisis muchos ayuntamientos han prescindido de los festejos taurinos y han decidido ahorrarse el dinerito que tenían que poner por decreto. Y tenían que poner dinero porque el dinero recaudado, en caso de cubrir el aforo, no daba ni para cubrir gastos. Pero es que tampoco parece muy lógico que todo pueblo, aldea, villa o caserío quieran ver en su casa a las figuras del momento o de la prensa rosa, que por una causa o por otra, cobran su dinero.

Está a punto de acabarse una temporada más. Pasará el Pilar y cada uno empezará a sacar sus conclusiones, unos que menudo temporadón de fulanito, con ciento veintisiete puertas grandes, de las que ciento veintiocho han sido en plazas de carros, otros que menganito ha indultado cuarenta y siete toros, a los que el ganadero no sabe si acogerlos de nuevo en su finca y presentárselo a las vacas o regalárselo al maestro para que le cuide los niños y otros se quejarán de no haber ganado todo lo que tenían previsto y se prepararán para el año siguiente para cantar eso de: Vamos a ganar dinero, tralará

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