¡Qué lástima que en la fiesta de los toros haya aficionados! Si escuchamos a profesionales y taurinos en general, nos damos cuenta de que quieren una fiesta en la que no haya nadie que se interese por ella más de la cuenta, no vaya a ser que descubran lo que no hay que descubrir. Estoy siguiendo con mucha atención el folletín/ entrevista del maestro Esplá en Tendido Cero, el único programa de toros en la televisión pública, del que yo particularmente podría prescindir, porque, para enfadarme, ya encuentro motivos yo solito.
Pues bien, si se escucha con atención, a parte de apreciar su conocimiento de esto de los toros, también podemos ver cómo arrima descaradamente el ascua a su sardina, siempre con la estimable colaboración de su peón de brega, el señor entrevistador, que le hace las preguntas para dejárselo a huevo, como diría cualquiera. En esta entrevista resulta que el toro ha cambiado no por culpa de las exigencias y abusos de los matadores de hoy en día, sino porque el público sólo quiere ver kilos, lo que se convierte en la principal causa del aborregamiento del toro, que, por otro lado, hoy en día es bravíiiiiiiisimo. Eso sí, si por bravísimo, según interpretación propia del que escribe, hay que entender que va y viene y entra en la muleta como un cordero, olvidándonos si ha cumplido en el caballo o no. Por eso no dudó el maestro Esplá en pedir la vuelta al ruedo al toro de su triunfo la última tarde de Madrid, aunque en el caballo no diera muestras de merecer tal honor.
Eso del peso es una mentira, y muy gorda. El aficionado, ese eterno ignorante, no quiere kilos, quiere trapío y eso que él decía, cara de mala leche, cara de hombre. Vale que el señor sea bajito, calvo y sin muchos kilos, romana como dicen los que saben, pero que tenga cara de decir: “Ven aquí si tienes… valor”. Algo parecido a lo que ocurre con los santacolomas, como muy bien apuntaba el maestro Esplá, pero si a Madrid se trae ganado de esta ganadería con carita de niño, pues estamos en las mismas y si el trapío no acompaña, pues apaga y vámonos. Pero es que hay otro detalle que no conviene olvidar y es que para ver el trapío del toro hay que verle los ojos. Pues antes de la corrida se hace una rueda de reconocimiento y ya está. Algo parecido a lo de ir a ver las corridas al Batán, pero con un cristal de por medio y con la seguridad de que el toro no nos va a esperar a la salida. Según esto, igual lo de exponer las corridas antes de ser lidiadas no era mala cosa, pero puede que esto, como esa absurda costumbre del aficionado madrileño de ir al apartado, sea dar demasiadas pistas al que casi sólo tiene el derecho de pasar por taquilla y dejarse sus buenos euros.
También se tocó el tema de los años del toro, y resulta que se debería volver a la lidia de utreros, como los sabios e ignorantes aficionados de antes denunciaron en innumerables ocasiones. Pero la tecnología punta que hace que el toro se haga mayor antes de tiempo es lo que nos condena a no poder disfrutar del toreo clásico. Tan buena es la crianza que hoy en día desarrolla una arboladura demasiado grande para poder ser toreado y lidiado con arte, lo que obliga a las pobres y resignadas figuras del toreo a vaciar las embestidas allá a lo lejos, a hacer un toreo de tiralíneas y en consecuencia a torear a distancia, con el pico de la muleta y descargando la suerte. Pero ¿qué me cuenta maestro Esplá? Eso sí en lo que probablemente tiene razón es en eso de que las cornadas de ahora son más fuertes que las de antes. Lógico, si el toro es un marmolillo parado, cuando tira el derrote lo hace con más certeza que si lo hace a la carrera. A esto también hay que sumar el desconocimiento de la lidia de los “toreadores” actuales y la apatía de la peonada y compañeros de escalafón que durante la lidia están más pendientes de sus cosas que de lo que pasa en el ruedo.
Pues señores maestros y taurinos, ya que son ustedes los que realmente saben de esto, no sigan pasando penalidades, ni hagan caso al ignorante aficionado que no sabe lo que quiere, ni lo que pide, y sigan sus instintos artísticos, exigiendo un toro encastado, que se mueve por el ruedo yéndose detrás de todo lo que se mueve, que empuje en el caballo, al que entre como mínimo tres veces y que pida cuenta a todo el que no sepa los secretos de la lidia del toro bravo, de los terrenos y del comportamiento propio de cada encaste, tal cual lo hicieron otros que, aunque no toreaban tan bien, ni eran tan grandes como los maestros de hoy; aquellos pobres ignorantes como Camino, el Viti, Puerta, Rafael Ortega, Domingo Ortega, Manolo González, Pepe Luís. ¡Cuánto ignorante vestido de luces!
Y para completar el disparate no quiero olvidar la referencia a El Fandi, al que, según los bien documentados presentadores de Tendido Cero, hay que valorar como el maestro que es. Pero resulta que el aficionado siempre ignorante no es capaz de apreciar lo que lleva dentro. Pues si lo bueno está en el interior, ¡pélalo! Como decía el chiste. Yo de momento no llego ni a ser ese aficionado ignorante que no se entera de nada, pero ya me gustaría alcanzar esa categoría, ya me gustaría.
Pues bien, si se escucha con atención, a parte de apreciar su conocimiento de esto de los toros, también podemos ver cómo arrima descaradamente el ascua a su sardina, siempre con la estimable colaboración de su peón de brega, el señor entrevistador, que le hace las preguntas para dejárselo a huevo, como diría cualquiera. En esta entrevista resulta que el toro ha cambiado no por culpa de las exigencias y abusos de los matadores de hoy en día, sino porque el público sólo quiere ver kilos, lo que se convierte en la principal causa del aborregamiento del toro, que, por otro lado, hoy en día es bravíiiiiiiisimo. Eso sí, si por bravísimo, según interpretación propia del que escribe, hay que entender que va y viene y entra en la muleta como un cordero, olvidándonos si ha cumplido en el caballo o no. Por eso no dudó el maestro Esplá en pedir la vuelta al ruedo al toro de su triunfo la última tarde de Madrid, aunque en el caballo no diera muestras de merecer tal honor.
Eso del peso es una mentira, y muy gorda. El aficionado, ese eterno ignorante, no quiere kilos, quiere trapío y eso que él decía, cara de mala leche, cara de hombre. Vale que el señor sea bajito, calvo y sin muchos kilos, romana como dicen los que saben, pero que tenga cara de decir: “Ven aquí si tienes… valor”. Algo parecido a lo que ocurre con los santacolomas, como muy bien apuntaba el maestro Esplá, pero si a Madrid se trae ganado de esta ganadería con carita de niño, pues estamos en las mismas y si el trapío no acompaña, pues apaga y vámonos. Pero es que hay otro detalle que no conviene olvidar y es que para ver el trapío del toro hay que verle los ojos. Pues antes de la corrida se hace una rueda de reconocimiento y ya está. Algo parecido a lo de ir a ver las corridas al Batán, pero con un cristal de por medio y con la seguridad de que el toro no nos va a esperar a la salida. Según esto, igual lo de exponer las corridas antes de ser lidiadas no era mala cosa, pero puede que esto, como esa absurda costumbre del aficionado madrileño de ir al apartado, sea dar demasiadas pistas al que casi sólo tiene el derecho de pasar por taquilla y dejarse sus buenos euros.
También se tocó el tema de los años del toro, y resulta que se debería volver a la lidia de utreros, como los sabios e ignorantes aficionados de antes denunciaron en innumerables ocasiones. Pero la tecnología punta que hace que el toro se haga mayor antes de tiempo es lo que nos condena a no poder disfrutar del toreo clásico. Tan buena es la crianza que hoy en día desarrolla una arboladura demasiado grande para poder ser toreado y lidiado con arte, lo que obliga a las pobres y resignadas figuras del toreo a vaciar las embestidas allá a lo lejos, a hacer un toreo de tiralíneas y en consecuencia a torear a distancia, con el pico de la muleta y descargando la suerte. Pero ¿qué me cuenta maestro Esplá? Eso sí en lo que probablemente tiene razón es en eso de que las cornadas de ahora son más fuertes que las de antes. Lógico, si el toro es un marmolillo parado, cuando tira el derrote lo hace con más certeza que si lo hace a la carrera. A esto también hay que sumar el desconocimiento de la lidia de los “toreadores” actuales y la apatía de la peonada y compañeros de escalafón que durante la lidia están más pendientes de sus cosas que de lo que pasa en el ruedo.
Pues señores maestros y taurinos, ya que son ustedes los que realmente saben de esto, no sigan pasando penalidades, ni hagan caso al ignorante aficionado que no sabe lo que quiere, ni lo que pide, y sigan sus instintos artísticos, exigiendo un toro encastado, que se mueve por el ruedo yéndose detrás de todo lo que se mueve, que empuje en el caballo, al que entre como mínimo tres veces y que pida cuenta a todo el que no sepa los secretos de la lidia del toro bravo, de los terrenos y del comportamiento propio de cada encaste, tal cual lo hicieron otros que, aunque no toreaban tan bien, ni eran tan grandes como los maestros de hoy; aquellos pobres ignorantes como Camino, el Viti, Puerta, Rafael Ortega, Domingo Ortega, Manolo González, Pepe Luís. ¡Cuánto ignorante vestido de luces!
Y para completar el disparate no quiero olvidar la referencia a El Fandi, al que, según los bien documentados presentadores de Tendido Cero, hay que valorar como el maestro que es. Pero resulta que el aficionado siempre ignorante no es capaz de apreciar lo que lleva dentro. Pues si lo bueno está en el interior, ¡pélalo! Como decía el chiste. Yo de momento no llego ni a ser ese aficionado ignorante que no se entera de nada, pero ya me gustaría alcanzar esa categoría, ya me gustaría.
4 comentarios:
En efecto Enrique, para los "taurinos", todos los que no percibimos un ingreso de la fiesta, somos unos reverendos ignorantes.
Sólo ellos "saben" y sólo ellos tienen la capacidad y el derecho de opinar y de decidir en lo que a esos asuntos se refiere y lo que digamos nosotros "por fuera", no dejan de ser "ladridos a la luna".
Pero se olvidan de una cosa: es con nuestros cuartos que los tendidos de las plazas se ocupan. Al menos en mi caso personal, pues no soy de los que van de callejón en callejón echando tipo y disfrutando "de gorra", como decimos aquí.
Entonces, como cualquier "consumidor", al menos, tendríamos derecho a decir lo que pensamos del "producto" que pagamos y por otra parte, ¿quién les otorgó la verdad absoluta de todo esto?
Saludos desde Aguascalientes, México.
Post - scriptum: Espero no "revolverte los entresijos" con este comentario, como con el de "la tele".
Esa misma sensación tuve yo oyendo al Maestro Esplá. No salía de mi asombro. Has bordado el comentario y yo te lo agradezco.
Xavier. Nunca me revuelves nada, todo lo contrario, siempre agradezco muchísimo tu visión y aunque muy a menudo veo que coincidimos, tu apunte me empuja un pasito más adelante y me hace acercarme a "aficionado" a ese grado de "ignorancia" que supone ser un buen aficionado a los toros. A propósito, me encanta la expresión "ladridos a la luna".
Muchas gracias y un saludo desde Madrid, España
Fabad, no desesperes que aún queda más "telenovela Esplá". Que pena que un torero al que yo personalmente he respetado mucho, nos salga ahora con estas. Un saludo
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