martes, 1 de diciembre de 2009

La tele me mata


La televisión, ¿aliada o enemiga? Pues como todo, depende de quien la perpetre. A nadie se le escapa que podría convertirse en una herramienta ideal para mostrar lo que es la fiesta de los toros y para desempeñar una importantísima función docente. ¿Y qué es lo que tenemos? Un artefacto al servicio casi exclusivo de intereses económicos, de los toreros, empresarios, cadenas, ayuntamientos, anunciantes o vaya usted a saber quien más.

Existe además una idea, equivocada según mi parecer, y es que todos los que hablan en televisión deben reprimir su sentido crítico. Según algunos, estos deben limitarse a contar lo que ven, pero dentro de mi ignorancia yo me pregunto: ¿dentro de ese “lo que se ve” no se incluye también lo malo? Pues está claro que no. Pero esto no es lo peor del caso, lo peor a mi juicio es la resonancia que tiene lo que se dice y se oye en este medio. Para comprobarlo no hay nada más que pararse a escuchar a esos “aficionadísimos” de fina piel que cuando hablan de toros parecen “talmente” la voz de su amo. Unos hablan del tranco del toro, otros de “poner en valor” y otros del terno “purísima y oro”. Seguro que más de uno le pone cara y canal a cada una de estas expresiones.

La televisión podría ser un medio estupendo para la buena difusión de la fiesta y para empezar a construir sobre los cimientos de la verdad del toreo y la integridad del toro. Quizás así se podrían empezar a crear verdaderos aficionados que distinguieran entre el toreo profundo y los pases largos, entre cargar la suerte y esconder la pierna. A lo mejor también se conseguiría discernir entre una babosa parada que el matador hace que embista y el poder de un toro que se quiere comer los engaños y al que hay que dominar. Quizás habría menos orejas, menos indultos y menos verbenas en las plazas de toros, pero no hay que desesperar porque si hay toro, eso sólo duraría un tiempo. Eso sí, lo que cambiaría serían las caras de los protagonistas. Igual veríamos como desaparecen del escenario taurino esos finos y elegantes estilistas del “pegapasismo” o dejaríamos de oír las sandeces de los “toros artistas”.

Pero tal y como está montado este tinglado, no creo que vayamos a ver una revolución desde las distintas televisiones. En primer lugar es difícil porque en la televisión pública los programas taurinos parecen emisiones clandestinas en horarios clandestinos y las retransmisiones taurinas son cosa de otro tiempo. En los canales autonómicos los programas taurinos suelen ser claramente tendenciosos, aunque algunos nos permiten ver otras facetas de la fiesta, pero que realizan retransmisiones de corridas con carteles de poco interés y que sea como sea deben acabar en triunfo. Algo parecido a lo que ocurre con el canal de pago que tiene en el triunfalismo su principal seña de identidad, bajo la apariencia de una falsa exigencia apoyada en la opinión de profundos conocedores de los secretos de la fiesta de los toros. Pero ese rigor y esa seriedad para algunos resulta ser una exposición de juguetes rotos que se convierten en títeres a las órdenes del maestro de ceremonias en que se convierte el comentarista de dicha retransmisión. ¿Qué podemos pensar los que aclamamos un día a Antoñete como maestro absoluto del toreo al oír sus “valoraciones” en radio y televisión? ¿Es que él toreaba con la vulgaridad que no se cansa de alabar? ¿Era esa la idea de toreo que realmente tenía dentro o la que nos mostró con capote y muleta en mano? ¿Y qué podemos decir de los Ruiz Miguel o Joaquín Bernadó? Dos toreros que cada uno en su estilo eran la honradez vestida de luces, el de la Isla sumando corridas de Victorino, una tras otra cuando esta ganadería era dura de verdad o el catalán que si tenía que torear en Madrid en los meses de verano lo hacía desplegando esa elegancia de verdad y no la de ahora de pitiminí.

La televisión se ha convertido en un nuevo Saturno que devora a sus hijos y que ya está preparando la mesa pensando en Joselito. Los más fieles pensarán que el torero del barrio de las Ventas no cederá a las presiones del medio. Él, que no dudó en enfrentarse a quien fuera por mantener su dignidad; él, que dio una de las más memorables lecciones de tauromaquia; él, que siempre ha sabido decir las cosas como se deben decir sin una palabra de más, ni de menos. Esperemos que siga siendo tan torero en la tele, como lo fue en la plaza.

2 comentarios:

Xavier González Fisher dijo...

Amigo mío:

Es que si la tele fuera aprovechada para dar debida cuenta de los valores de la fiesta, otra cosa sería, pero por desgracia, se le ha utilizado para ensalzar lo que no vale, para engalanar la vulgaridad y para hacer creer a las masas que los cuentos son realidades.

Esta fiesta puede servirse de la tele y la tele de la fiesta, pero en un justo equilibrio, no como ahora, que solamente hay espacio para ella cuando hay sangre o escándalo de por medio.

En esto también hay arte, cultura e historias que merecen ser contadas.

Saludos desde Aguascalientes, México.

Enrique Martín dijo...

Amigo Xavier, tus comentarios siempre me resultam muy agradables pero el de hoy no y no es por lo acertado de tu opinión, sino porque veo que el mal de la tele taurina de España coincide con el mal de la tele en México y seguro que en el resto del "Mundo de los toros" y que desafortunadamente sólo lo perciben y lo padecen los bien documentados, como es tu caso.

Un saludo desde Madrid.