sábado, 27 de febrero de 2010

Aficionados ¿de sangre o de libro?



Que nadie se asuste. No voy a empezar a exigir al aficionado que elija entre pagar con sangre su afición y en caso contrario con la lectura de libros sin ton ni son. Cuando establezco esta distinción me refiero a algo tan sencillo como lo es el origen de la afición de cada uno y del aprendizaje de los conceptos básicos del toreo, su verdadera esencia.

Unos, los que he dado en llamar aficionados de sangre, son aquellos que se iniciaron en esto de los toros de la mano de un aficionado de viejo cuño, un tío, el abuelo o el padre, quienes entre juego y juego le iban transfiriendo todo su saber sobre el toro, el torero, si llegaron a ver torear a este o aquel, aunque sólo fuera una tarde y en un festival. Lo mismo contaban una tarde triunfal de Domingo Ortega en las Ventas, que las veces que vio a Juan Belmonte en la tertulia de aquel café o cuando pudo contemplar a Carlos Arruza tentando en la finca de no sé qué. Todo era hacer afición, todo era ir acumulando más sensaciones que saber, que este vendría después, cuando los dos, maestro y discípulo, fueran juntos a la plaza. Entonces era cuando los comentarios hechos como el que no quiere la cosa, iban escribiendo el manual del aficionado cabal que el neófito no tendrá que consultar nunca, porque siempre lo tendrá presente. Un manual que se irá engrosando con las lecciones que el maestro seguirá impartiendo al acabar cada corrida, comentando lo que ha ocurrido en la plaza y cómo habría sido en sus tiempos, cómo se llevaba el toro al caballo, cómo se corría el toro a una mano, cómo se podía con los toros de antes y cómo había toreros que se negaban a salir por la puerta grande. Pero lo más importante era cómo el aspirante iba bebiendo de un sentimiento, de una forma de entender y querer una afición hasta tal punto que se convertía en una parte esencial de su vida. Una vez que el veneno te había entrado en las venas, ya no se entendía vivir sin toros. No sería posible. Y esto, que no es un secreto, es una de las principales armas que esgrimen actualmente los taurinos. Estos saben que pueden tensar y tensar la cuerda, que los aficionados de sangre nunca les van a fallar. Pero el problema es que una vez que estos falten, no habrá otros que les sustituyan en el tendido, ni para enseñar a las nuevas generaciones, ni mucho menos para mantener este espectáculo.

Pero los que demoran este declive del espectáculo son los otros, los aficionados de libro. Esas enciclopedias con patas capaces de relatar qué ocurrió la tarde del 25 de mayo de 1968 en la plaza de Madrid, los toros, los toreros, las orejas cortadas, esto que no falte, y si el cielo estaba encapotado, despejado o con amenaza de chubascos a causa del anticiclón de las Azores. Pero luego los sientas en el tendido y, aparte de olés y de repetir como un autómata tópico tras tópico, no diferencian un melón de una castaña. Son la voz de su amo. Se afilian al bando de un torero y no son capaces de ver el más mínimo defecto en su ídolo, mientras que niegan cualquier virtud en el oponente. Estos señores del libro conocen todas las ganaderías, fincas, mayorales y camadas, año por año, conociendo a los toros por su número, nombre y año de nacimiento. Aficionados que no dudan en soltar su salmodia ante el primer incauto que se les cruce por delante, sin que se pueda encontrar en ellos un mínimo de reflexión. Son estos mismos los que en la plaza no dudan en espetarle cualquier barbaridad al que se atreve a protestar algo, aunque sea que le estén echando aceite hirviendo por la espalda. Por favor, ¡cállate que el maestro se está jugando la vida! No tienen ninguna duda de su verdad, porque en el libro no hablan de dudar, en el libro sólo se afirma y, ya se sabe, lo que está escrito es lo que vale, que para monsergas ya está mi abuelo. ¡Ay, si hicieras más caso a tu abuelo!

El aficionado a los toros no es un aficionado que dude a las primeras de cambio, pero lo que no se le puede negar es que medita sobre su pasión. Yo me he encontrado muchos aficionados de sangre que, a pesar de tener un gran conocimiento del toro y de la lidia, escuchan atentamente lo que otro pueda comentar, e incluso reconocer que no habían reparado en ello. Tampoco quiero decir que este tipo de aficionado lo sea sólo por sus vivencias, qué va, todo lo contrario. A la experiencia propia también añaden lo aprendido en los libros, aunque en ocasiones sean cosas de las que ellos fueron espectadores in situ de aquel acontecimiento. Yo me atrevería a señalar varios lectores de este blog que entrarían claramente en este apartado, algunos incluso hasta son seguidores de Toros Grada Seis, ya sea oficialmente o en la sombra, unos comentan las entradas dejando constancia de ello y otros por correo en privado. Lo malo de este sector es que todos estamos de acuerdo en una cosa, y es que las cosas no discurren por donde deberían, y entonces es cuando echamos mano de ese manual que nuestros tíos, abuelos o nuestro padre, nos empezaron a escribir hace años, tarde tras tarde, mientras nos envenenaban la sangre con esto de los toros.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué bello post! … ¡y qué real!.
Cuando era joven conocí a algunos analfabetos, sí, analfabetos, que no sabían leer ni escribir, y otros que, aunque no lo eran, no habían leído un libro en su vida y, sin embargo, unos y otros, de toros, desde que salían al ruedo, lo sabían todo, pronosticaban su comportamiento, la manera de plantear la faena, cuando, donde y cómo debería el torero entrar a matar … ¡y acertaban!. Eran “aficionados de sangre” y, en ésta llevan la necesidad de perpetuar aquello que conocieron muchos años antes.
Hoy veo, conozco y hablo con muchos aficionados muy cultos, ilustrados, auténticos eruditos, algunos incluso autores de libros de temática taurina, pero … en cuanto a toros, como dice el autor, no distinguen un melón de una castaña. Son “aficionados de libro” y muchos de ellos cuando pase la actual moda de considerar una corrida como un acto social más, iniciarán la desbandada y se apuntarán a lo nuevo que venga impuesto por la sociedad.
¡Cuidado! no digo que todos los aficionados de libro sean así, ¡Dios me libre! pues entre ellos también conozco a muchos, entendidos como el que más y verdaderos defensores de la Tauromaquia eterna, que, estoy seguro, de que dejarán una buena descendencia de aficionados de sangre.
El problema está en que son los menos y entre los taurinos y taurineadores que manejan el actual cotarro fraudulento, les están echando de las plazas y con ello dando una estocada en todo lo alto a la, para mí, mal llamada Fiesta Nacional, y digo mal llamada, porque no es una fiesta, es una liturgia, un sentimiento … y, no es nacional, porque hace ya muchos años que traspasó nuestras fronteras.
Lupimon

Enrique Martín dijo...

Lupimon:
Estoy completamente de acuerdo contigo. y quiero aclarar que hay aficionados de estos de libro, que ya me gustaría a mi saber lo que ellos saben de toros, pero que desafortunadamente son los menos.
Un saludo y gracias por tus comentarios.

franmmartin dijo...

El grave problema de todo ésto es que ésta no es nuestra Fiesta (o Liturgia); que nos la han cambiado y el Aficionado "de sangre" se está alejando de ésta pantomima y como bien dice el amigo Anónimo,una mayoria de los que ocupan los tendidos son gente de aluvión y ante ésta situación pueden ocurrir al menos dos cosas:Que los del clavel se aburran y busquen espectáculos más exitantes, con lo que la estocada al espectáculo es mortal de necesidad,o que se conformen con ésta pantomima, que puede ser mejorada pidiendo consejo a Don Bull.
En ambos casos el Aficionado estará en su casa rememorando tardes gloriosas y matando la nostalgia con alguna copita de buen vino.

Enrique Martín dijo...

franmartin:
Lo malo de todo esto es que es verdad, yu comentario el anterior y a lo mejor mi entrada. Quizás somos demasiados los tarados que coincidimos en este fatal augurio y tantop tarado tampoco me cuadra. Alguno tiene que estar cuerdo ¿no? Ójala sea una taradura nuestra y que estemos profundamente equivocados. Un saludo y gracias.

franmmartin dijo...

Yo amigo Enrique y como dice la copla,daría un deíto de mi mano/el que mas falta me hiciera,por estar equivocado.A los que nos gusta ésto nos duele que la Fiesta no vaya bien.
Pero la realidad es tozuda y me temo que si no desaparece, quedará convertida en algo aún peor de lo que es en la actualidad.
Hoy dia ,amigo,se suele considerar tarado o fuera de la realidad a todo el que piense por su cuenta y no se someta a los eslóganes dominantes.
Un cordial saludo.

Enrique Martín dijo...

franmartin:
Lo malo es que al final los "tarados" vamos a tener razón. Y que poco nos va a gustar no habernos equivocado. Que razón tienes, pero creo adivinar que también te queda la esperanza de que esto cambie. Si es lo que yo digo, somos una panda de... Bueno, no lo voy a repetir más.
Un saludo

Antonio Díaz dijo...

De tarados nada, simple realismo. Yo mantengo la esperanza de que esto algún día cambie antes de que sea irremediable. No es que confie mucho en los taurinos, pero estoy (casi) seguro de que cuando los empresarios y profesionales que viven de ésto vean que se les muere la gallina de los huevos de oro harán lo que sea por solucionarlo. Y no lo harán por la tauromaquia, sino por la afición al parné, que es de lo que más entienden ellos. El problema va a ser que cuando se quieran dar cuenta será demasiado tarde...


Saludos

Enrique Martín dijo...

Antonio:
¡Dios te oiga! Pero si lees las palabras de Ponce en El toro de la Jota, no sabes indignarte, echarte a llorar o... no sé. Según este señor, estamos en el mejor momento de todo, de toros, toreros y sólo le falta decir de prensa. Los que no viajamos en su mundo de felicidad debemos ser una cosa extraña que no llega a entender. Eso sí, si llega ese día que tú dices en el que todo vuelva a ser lo que debe, este hombre se va a volver loco, este sí que se volverá un tarado de verdad. Es que no entiende nada.
Muchas gracias por tu comentario y por tu soplo de esperanza y de realismo. Un saludo

eltorodelajota dijo...

Magnífico post Enrique. Siempre me ha interesado el cómo se forman y qué tipo de aficionados hay en la Fiesta de los Toros. En lo primero he profundizado algo en mi blog, respecto a lo segundo me creo más al aficionado de sangre, quizás porque yo nací de esa parte. Eso no quita para que el mismo aficionado de sangre devore libros taurinos por interés o para su formación (nunca se deja de aprender), pero creo que este paso de leer los clásicos debe hacerse cuando ya se tiene una cultura taurina formada y asentada en las venas. ¿alguien se imagina a algún aficionado neófito leerse el "ANTES Y DESPUES DE LA GUERRA (MEDIO SIGLO DE TOREO)" de F. BLEU recién llegado a esto? yo creo que sale espantado. Eso no quita que libros como ese sean de mucho interés para el aficionado mas o menos curtido en el tendido de la plaza.

En relación con este tema, yo tengo un temor acuciante, ¿de dónde sacaremos nuevos aficionados para la supervivencia de la Fiesta?

Un afectuoso saludo

PD: lo de Ponce, para mear y no echar ni gota.

Enrique Martín dijo...

Muchas gracias por tu comentario. Si piensas que siempre queda algo que aprender, demuestras tu inteligencia y sabiduría. Los del libro después del libro catorce se creen que ya lo saben todo. Puede que estos también diferencie a unos y a otros. Ya lo decían los antiguos, que nadie sabía de toros y el que más sabía se fue en los cuernos de Bailaor. Bastante decían con esto.

Con lo de Ponce, pues que más podemos decir, si ya lo dice él todo. Él solito se retrata. Tu entrada en este caso fue muy edificante, corta pero con mucha sustancia, pero que mucha. Un saludo. Nos seguimos encontrando en "El Toro de la Jota"