Que nadie piense que de repente he decidido dedicarme a la crítica literaria o a comentar la obra del mismo título de Benavente. Para eso ya hay blogs tan cualificados como “En ocasiones leo libros”: lo recomiendo. Pero es que este mismo título se puede aplicar al mundo de los toros. Para muestra sólo hace falta fijarse en el caso Urdiales y su exclusión de las ferias del inicio de temporada.
Esto de componer los carteles de las ferias a lo largo de la temporada es uno de los grandes misterios que le queda por resolver a la humanidad. Igual habría que convocar en un congreso a todos los sabios del mundo y plantearles una serie de preguntas: ¿Cómo es posible que año tras año se monte un espectáculo con contrastados defraudadores? ¿Cómo es posible que copen los carteles de muchas ferias auténticos fracasados? ¿Cómo se concibe que los más destacados de temporadas anteriores queden descartados y se desprecie su presencia? ¿Cómo es posible que los que confeccionan las ferias con tanto descaro y negligencia, encima pretendan hacer creer al público que es él el que está inmerso en el error y que le gusta lo que no le gusta y que no le gusta lo que le gusta? ¿Con que se come que la prensa, la que supuestamente debería denunciar estos excesos, sea el principal adalid de este dislate? ¿Por qué motivo se rasgan las vestiduras del mal estado de esto y aquello y cuando tienen delante a los responsables se deshacen en elogios hasta el ridículo?
No sé si con tanta pregunta bloquearíamos a los sabios o no, pero de lo más probable es que nos mandaran a todos los que habitamos en este mundo al cotolengo, porque esto no hay quien lo entienda. Un espectáculo que no tiene en cuenta a sus “clientes” y lo que es peor, los desprecia olímpicamente y si a alguien se le ocurre rechistar le mandan muy lejos, eso sí previo pago de la entrada.
Pues este caos, esta incomprensión absoluta es muy fácil de explicar, y aquí es donde entra el título de la obra de don Jacinto. Todo son intereses creados, yo empresario, tengo mi propia ganadería, mis toreros a los que apodero y si junto a estos acartelo los de un colega de gremio, además de sus dos hierros, sin casta y sin presencia, pero qué más da, él incluirá en sus dos plazas del norte, las tres de Andalucía y la otra de Levante a mi legión toreril, que si lo unimos a que el otro “compañero que tiene las de… y yo le compro dos corridas de aquellas y le doy dos corridas a fulanito en esta feria y una en aquella… Un verdadero lío, vergonzante, pero un lío.
Pero no todos los ganaderos y toreros están dentro de este entramado, los hay también que se ofrecen sumisamente a sus amos y se aseguran vender toda la camada, por mal que esté esa ganadería, o torear por delante de esa o aquella figura, con la única función de no molestar. De siempre se ha valorado mucho el “abreplazas que no estorba”, pero es que ahora se va a acabar convirtiendo o en profesión o en una categoría superior del escalafón. Igual hasta habría que inventar una ceremonia parecida a la de la alternativa, no sé quizás arrancarle los alamares del vestido de torear, o las hombreras para aliviarle el peso.
¿Y el público? Calladito, ni una palabra. Y mira que a veces hace verdaderos esfuerzos para intentar que se haga justicia. Con Diego Urdiales hasta ha habido alguna movilización que otra. Debería darle vergüenza a los olvidadizos empresarios que han dejado fuera a uno de los más destacados matadores del 2009 y uno de los que ahora mismo mejor entienden lo que es TOREAR, que no pegar pases. O lo que durante años ha venido ocurriendo con Frascuelo, quien sólo toreaba en Madrid, donde el público se rompía las manos nada más verle en el ruedo, queriendo recompensarle tantos sinsabores, tantas injusticias y agradecerle sus ganas de hacer el toreo clásico, el de siempre, el de verdad.
Lo mismo que ocurre con los matadores de toros se puede trasladar a las ganaderías. Si alguien tiene dinero suficiente para hacerse con una ganadería y acabar de los nervios o arruinado, que no la compre de Domecq, que evite este encaste. Y si ya quiere sentirse un marginado, que se incline por cualquiera de las ganaderías de procedencia Santa Coloma. Así hemos llegado al estado en que se encuentra lo de Atanasio o Coquilla. Pero es que eso de no tener nombre de brandy es un obstáculo difícil de superar. Pero es que en el mundo de los toros actual mandan… los intereses creados, que no son los de Benavente.
Esto de componer los carteles de las ferias a lo largo de la temporada es uno de los grandes misterios que le queda por resolver a la humanidad. Igual habría que convocar en un congreso a todos los sabios del mundo y plantearles una serie de preguntas: ¿Cómo es posible que año tras año se monte un espectáculo con contrastados defraudadores? ¿Cómo es posible que copen los carteles de muchas ferias auténticos fracasados? ¿Cómo se concibe que los más destacados de temporadas anteriores queden descartados y se desprecie su presencia? ¿Cómo es posible que los que confeccionan las ferias con tanto descaro y negligencia, encima pretendan hacer creer al público que es él el que está inmerso en el error y que le gusta lo que no le gusta y que no le gusta lo que le gusta? ¿Con que se come que la prensa, la que supuestamente debería denunciar estos excesos, sea el principal adalid de este dislate? ¿Por qué motivo se rasgan las vestiduras del mal estado de esto y aquello y cuando tienen delante a los responsables se deshacen en elogios hasta el ridículo?
No sé si con tanta pregunta bloquearíamos a los sabios o no, pero de lo más probable es que nos mandaran a todos los que habitamos en este mundo al cotolengo, porque esto no hay quien lo entienda. Un espectáculo que no tiene en cuenta a sus “clientes” y lo que es peor, los desprecia olímpicamente y si a alguien se le ocurre rechistar le mandan muy lejos, eso sí previo pago de la entrada.
Pues este caos, esta incomprensión absoluta es muy fácil de explicar, y aquí es donde entra el título de la obra de don Jacinto. Todo son intereses creados, yo empresario, tengo mi propia ganadería, mis toreros a los que apodero y si junto a estos acartelo los de un colega de gremio, además de sus dos hierros, sin casta y sin presencia, pero qué más da, él incluirá en sus dos plazas del norte, las tres de Andalucía y la otra de Levante a mi legión toreril, que si lo unimos a que el otro “compañero que tiene las de… y yo le compro dos corridas de aquellas y le doy dos corridas a fulanito en esta feria y una en aquella… Un verdadero lío, vergonzante, pero un lío.
Pero no todos los ganaderos y toreros están dentro de este entramado, los hay también que se ofrecen sumisamente a sus amos y se aseguran vender toda la camada, por mal que esté esa ganadería, o torear por delante de esa o aquella figura, con la única función de no molestar. De siempre se ha valorado mucho el “abreplazas que no estorba”, pero es que ahora se va a acabar convirtiendo o en profesión o en una categoría superior del escalafón. Igual hasta habría que inventar una ceremonia parecida a la de la alternativa, no sé quizás arrancarle los alamares del vestido de torear, o las hombreras para aliviarle el peso.
¿Y el público? Calladito, ni una palabra. Y mira que a veces hace verdaderos esfuerzos para intentar que se haga justicia. Con Diego Urdiales hasta ha habido alguna movilización que otra. Debería darle vergüenza a los olvidadizos empresarios que han dejado fuera a uno de los más destacados matadores del 2009 y uno de los que ahora mismo mejor entienden lo que es TOREAR, que no pegar pases. O lo que durante años ha venido ocurriendo con Frascuelo, quien sólo toreaba en Madrid, donde el público se rompía las manos nada más verle en el ruedo, queriendo recompensarle tantos sinsabores, tantas injusticias y agradecerle sus ganas de hacer el toreo clásico, el de siempre, el de verdad.
Lo mismo que ocurre con los matadores de toros se puede trasladar a las ganaderías. Si alguien tiene dinero suficiente para hacerse con una ganadería y acabar de los nervios o arruinado, que no la compre de Domecq, que evite este encaste. Y si ya quiere sentirse un marginado, que se incline por cualquiera de las ganaderías de procedencia Santa Coloma. Así hemos llegado al estado en que se encuentra lo de Atanasio o Coquilla. Pero es que eso de no tener nombre de brandy es un obstáculo difícil de superar. Pero es que en el mundo de los toros actual mandan… los intereses creados, que no son los de Benavente.
4 comentarios:
Lindísimo dibujo. Tú sí que tienes repertorio...
Muchas gracias por los ánimos. Se hace lo que se puede.
Enrique:
Es que esa es una forma de "hacer dinero". La fórmula de "toreros de la casa + toros de la casa + telonero barato" resulta en una "derrama" de dinero sen-sa-cio-nal para los organizadores, con pocos sobresaltos.
Además, no adquieren "compromisos" con la "competencia" y no se meten "piedras al zapato" que después les pueden exigir prestaciones ganadas legítimamente ante el toro, porque todo está ya presupuestado y puesto en una nómina desde antes del primer día, así que ay de aquél que ose pedir algo extra a título de méritos extraordinarios.
Y los de los círculos exteriores que por algún "rarísimo acaso", como dijera Alameda, penetraran esas "fortalezas", como llegaron se van, independientemente de sus resultados, que para esa "casta" empresarial miope, no existen, salvo cuando se trata de cubrir un hueco causado por algún imponderable, que ellos siempre tendrán necesidad urgente de torear, aunque sus méritos no les sean valorados.
Ustedes tienen más tiempo que nosotros viviendo eso allá, pero aquí también lo padecemos.
Saludos desde Aguascalientes, México.
Xavier:
Que clarito lo explicaas. Lo dices tan claro que parece que es un mal universal que se padece en cualquier lugar donde se organizan corridas de toros. Yo sólo me pregunto si esto tiene solución o no. No se si habrá que tocar fondo, llegar muy abajo, o si esto seguirá degradándose más y más, hasta llegar a la extinción.
Un saludo desde España
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