miércoles, 24 de marzo de 2010

Es que no nos gusta ‘na


Ya tenemos aquí San Isidro y, como era de prever, y casi costumbre, ya se han oído voces reclamando esta o aquella presencia o preguntándose el porque de otras que si veremos en Madrid. Yo tampoco pretendo hacer un análisis demasiado exhaustivo de los carteles, pero lo que sí es cierto es de que la gran mayoría de estos los ponen en un domingo cualquiera fuera de feria y no va ni el Tato, y los que irían precisamente seríamos los que más nos quejamos y que nos mostramos más críticos con la empresa de Madrid, y con quien le otorga la concesión de la plaza. Son esos inexplicables contrasentidos de la fiesta.

Esta es una historia que se repite desde hace ya muchos años. La empresa de Madrid tiene cautiva a una afición que saca su abono religiosamente para no perderlo y esperando que vengan tiempos mejores que los presentes. Conclusión, que el señor empresario no tiene por qué romperse la cabeza, porque de salida ya tiene vendidas el 85% de las entradas de la feria. Y si a esto añadimos que la elaboración de los carteles se hace a gusto del canal de televisión oficial de la feria, que deja sus buenos dineritos, pues para qué nos vamos a complicar la vida. Y así seguirá pasando mientras el bobo aficionado, donde también me incluyo, siga acudiendo a los toros, protestando, pero pagando, que al final es lo que importa.

Resulta aberrante pensar en cualquier tipo de afición, al cine, a la música o al fútbol, en que el aficionado reniegue y eche pestes cuando llegan los óscar, la temporada del Real o los mundiales de fútbol. Pues en los toros pasa una vez y otra vez y otra vez y… no acabaríamos nunca. Se supone que se va a poder ver a lo más granado de la tauromaquia y al final todo se ciñe a que vienen las figuritas que como una troupe se van moviendo por las ferias del mundo, seguidos por un puñado de toreros en los que se depositan las esperanzas del aficionado (Fandiño, Aparicio, El Cid, Morante, Javier Cortés por eso de la novedad, el recuperado Juan Mora y para ya de contar). Luego vienen los que nadan entre dos aguas, unos porque parece que en algún momento darán el paso adelante, otros porque tras años de carrera se han ganado el respeto y otros porque un día parecía que sí pero. Luego están los que nadie entiende porque hay que sufrirlos año tras año, cuando ya han dejado muy claro que han exprimido el limón hasta dejarlo seco como la mojama, y a los que en domingo no les iría a ver ni la familia (Javier Conde, Capea, Eugenio de Mora, Abellán, Iván García, Encabo, Juan Bautista o César Jiménez y por supuesto, el señor Padilla, siempre tan querido en esta plaza, especialmente después de sus pretéritos desplantes). Luego, esos que tanto empeño tienen algunos en convertir en figuras y que nos quieren hacer tragar a toda costa (Tendero, Luque y Pinar) y que cuando les venga bien los tirarán a la papelera. Y además, José Tomás y Diego Urdiales.

Pero si de los toros hablamos, tres cuartos de lo mismo: los que se espera confirmen actuaciones pasadas, los que parece que vienen remontando y los que parece que renacen de sus cenizas (Palha, Adolfo Martín, Ibán o Victoriano del Río) y el resto, los que tienen nombre pero llevan años echando un género de cuidado, como Dolores Aguirre, los que entre mucho mulo echan un gran toro, como Cuadri y todo lo de Domecq, o lo que es lo mismo, el 90% de los que se lidia hoy en día. Lo de otros tiempos, eso de poder contemplar prácticamente a todos los encastes, ya es agua pasada. Antes aún existía un mínimo de consideración para el aficionado, no mucho tampoco; que nadie olvide los escándalos ganaderos de los Lozano, o aquella protesta contra Chopera que cubrió la plaza de Madrid con plumas de gallina. Pero es que lo de estos señores clama al cielo. No se digiere ni con bicarbonato. Pero, tranquilos, porque seguro que la presidenta de la Comunidad de Madrid, con todas sus buenas intenciones para con la fiesta, seguro que además de declararla bien de interés cultural, nos sorprenderá con alguna medida a favor del aficionado. Seguro que a partir de ahora se pedirá el voto del aficionado para saber qué torero no debe volver en años o a cuál habría que incluir por petición popular. O incluso cabe la posibilidad de que se penalice al ganadero que no sea capaz de juntar al menos cinco toros de Madrid, o de premiar al que ha triunfado en esta misma plaza fuera de la feria, o incluso en otras plazas de la Comunidad de Madrid. Y ya estirando mucho la goma, no me extrañaría que la plaza estuviera cubierta para la temporada que viene, y que los accesos se mejoraran con escaleras mecánicas, o que se abrieran todas las taquillas en lugar de una o dos, o que nos facilitara la renovación de los abonos, o que no nos cobrara lo mismo por ver a José Tomás que a Juan José Padilla. Y ya en el colmo de esta borrachera de ojalás, que nos permitiera despedirnos como se merece de un torero madrileño y de Madrid, ¿verdad don Carlos? Pero me da que a Frascuelo sólo le podremos despedir por los pasillos de la plaza, tal y como hemos hecho tantas veces, aunque aquí tengo que reconocer mi conflicto interior de querer volverlo a ver de luces o no. Eso será cuestión de facultades.

8 comentarios:

Lola MU dijo...

Hola Enrique! Vengo a decirte que te sigo con asiduidad aunque no te escriba mucho. Me entusiasman tus pinturas y tus dibujos y ¡me ha encantado la entrada del día del padre!
Desde luego, ¡tu sí que eres un artista!

Enrique Martín dijo...

Lola:
Muchas gracias por tu seguimiento y tus palabras de apoyo. Ya ves que a los taurinos nos suele venir la afición por un señor como este del abrigo largo, que era mi padre. El es el culpable de esta bendita afición.

Anónimo dijo...

De acuerdo en todo el post, Enrique, y, respecto a tu comentario anterior, lo has dicho muy bien, tu padre, en tu caso, y el mío, en el mío, son los "culpables" de esta ¿bendita, pero si ya no nos da más que disgustos? afición.
Lupimon

Enrique Martín dijo...

Pero a pesar de todo, Lupimon, no me negarás que no es bendita. Ayer mismo un lector habitual me regañaba y me echaba en cara el exceso de pesimismo. Hoy me he levantado más optimista y para comprobar lo bendita que es, te propongo un ejercico. Recuerda un quite, una faena o lo que quieras, de una tarde de esas en que saliste de la plaza sin poder hablar y con los ojos que se te salían de las órbitas. Y abusando más, te propongo la reaparición de Manolo Vázquez en Madrid.
Un saludo lleno de optimismo, que para pesimismos vamos a tener tiempo de sobra.

Anónimo dijo...

Era, Enrique, era, hoy para mí ya no lo es, prácticamente no me da más que disgustos y si sigo en la brecha es por los recuerdos y la esperanza, pero todo tiene un límite ...
Lupimon

Enrique Martín dijo...

Lupimon:
A pesar de todo, permíteme que te mande muchos ánimos y si en algún momento salta la liebre, cógela.
Un saludo

David dijo...

Enrique:
Regañarte, nunca, si acaso reconvenirte. El suicidio no está precisamente entre mis preferencias, y como te comenté, algunos de vuestros comentarios incitaban al mismo. Siendo consciente de la situación actual del toreo, no puedo por menos que deciros que intentemos ver las cosas con algo, aunque sea poco, de optimismo.
Como te comentaba, también el otro día, será normal que cualquier viandante no iniciado que se asome a este blog y lea algunos comentarios, piense, y con razón, que somos un poco masocas. Nos expolian, nos dan una insatisfacion tras otra, nos vilipendian, nos estafan..., y aun asi sigues-seguimos hablando de toros, sigues-seguimos yendo a ver toros, sigues-seguimos renovando el abono venteño, sigues-seguimos defendiendo este arte, en fin, un largo etcetera, qué, como digo, haran pensar a cualquier neofito que no andamos bien de la azotea.
Para sustentar mi razonamiento, te ponia como ejemplo la tarde de Morante en el pasado San Isidro: Dentro de la mas absoluta mediocridad que dominó la feria pasada, esa tarde fue como un chute, perdonadme la expresión, que me hizo, nos hizo a todos (tu mismo, Enrique, creo que hiciste un articulo) reafirmarnos en nuestras convicciones taurinas y clamar a los cuatro vientos que por eso nos apasiona este arte sin igual.
Esto sucedio el año pasado, no hace diez o veinte o treinta años, y aunque sea en pequeñas dosis, nos deben servir para intentar ver las cosas con un poquito, minúsculo, microscópico, ínfimo, grado de optimismo.
Mientras que exista un rayo de luz, no estaremos en la oscuridad absoluta.
Será que el optimismo se pierde con la edad y yo soy algo mas joven que tú, y bastante mas que alguno de los queridos compañeros que escriben en este blog.
A ti y a todos ellos, un efusivo y muy taurino saludo.

Enrique Martín dijo...

David:
Pues ya ves que desde el jueves yo intento ser más optimista, pero es que a veces nos lo ponen tan difícil. Y si no, mira la tarde- noche de ayer, que empezamos a las seis de l atarde y acabamos a las once. hay cosas que no tienen arreglo, entre ellas nuestras aficiones.