Érase una vez un emperador que contrató a unos pícaros que se hacían pasar por los mejores sastres del reino y que… Imagino que todos sabemos cómo sigue este conocido cuento. Unos desaprensivos convierten en verdad una ilusión creada por ellos mismos. Una mentira evidente y al descubierto, pero que nadie se atreve a denunciar. Una mentira que a fuerza de ser repetida por todo el mundo parece que puede llegar a ser una “verdad acordada” para beneficio de unos embaucadores.
¿Y qué tiene esto que ver con el mundo del toro? Pues creo que está muy claro, y si no, sólo tenemos que prestar oídos a esos personajes que se mueven por los medios de comunicación. Podemos empezar por esos periodistas de cámara que ahora se empeñan en decir que ahora se torea mejor que nunca, y que basan sus argumentos en los números y no en el arte, en la capacidad lidiadora y mucho menos en el tipo de toro con el que se tienen que enfrentar. Puede que toreen bien de espejo, que tampoco. Está instaurado el pase largo, que no hondo, la faena larga, que no buena lidia y mesura, y el vaciado de las embestidas al viento, que no el remate dominando y llevando toreado al toro.
Pero este absurdo nos lleva a ver cómo profesionales de la comunicación taurina basan su vida en demostrar la mentira que era el toreo en el pasado, pretendiendo reescribir la historia, que según ellos está mitificada, con el único objetivo de encumbrar más a los mediocres actuales. No son capaces de diferenciar un trapazo de un lance, ni el torear del pegapasismo imperante. Eso sí, son capaces de recitar carteles de hace cuarenta años, contando con pelos y señales las orejas cortadas, asistencia de público y el color del terno de cada uno de los actuantes, aunque ellos ni tan siquiera hubieran nacido.
Estos sastrecillos de pacotilla llevan años mostrándonos sus espléndidos tejidos de los que alardean cínicamente. Esos paños monoencaste con pinta de borreguitos, que no soportan ni el viento que les azota las grupas para mantenerse en pie. Los paños del torerillo tan arrogante como ignorante que nunca ha visto un toro de verdad y que, por la cuenta que le tiene, es el primero en creer en su propia divinidad y en la despiadada fiereza de sus oponentes.
Con este material es con el que se montan espectáculos bochornosos por todo este reino del absurdo y, a diferencia del cuento, nadie hace caso al que dice que el emperador se pasea desnudo por las arenas del mundo. Es más, como los que se dan cuenta del engaño persisten en su denuncia y se lo gritan a todo el que creen que les escucha, y lo comentan entre ellos y lo corean al unísono en los tendidos de las plazas, ya son tomados por locos. Tal es el encantamiento de este falso gremio de los sastres, que hacen todo lo posible porque esta tropa se calle y abandone el espectáculo. Aunque con lo que ellos no contaban es con que esta panda de amotinados se alimenta de algo más poderoso que el dinero o la fama: su afición a los trajes. Y para mayor dificultad, se saben de memoria cómo era la confección de antaño y cómo se elaboraban aquellos espléndidos trajes del rey y de toda su corte imperial. Lo que nadie tiene ahora muy claro es si aquellos tiempos volverán, o definitivamente habrá que conformarse con estos trajes de mercadillo, de seis camisetas a un euro.
Con esta historia o cuento chino, lo que prefieran, he querido cumplir mi entrada número cien en Toros Grada Seis. Un dato que sólo vale para mi estadística personal, pero que no afectará ni para bien, ni para mal al transcurrir de la fiesta. Si acaso para intentar llegar a las doscientas sin antes haber dimitido por aburrimiento.
¿Y qué tiene esto que ver con el mundo del toro? Pues creo que está muy claro, y si no, sólo tenemos que prestar oídos a esos personajes que se mueven por los medios de comunicación. Podemos empezar por esos periodistas de cámara que ahora se empeñan en decir que ahora se torea mejor que nunca, y que basan sus argumentos en los números y no en el arte, en la capacidad lidiadora y mucho menos en el tipo de toro con el que se tienen que enfrentar. Puede que toreen bien de espejo, que tampoco. Está instaurado el pase largo, que no hondo, la faena larga, que no buena lidia y mesura, y el vaciado de las embestidas al viento, que no el remate dominando y llevando toreado al toro.
Pero este absurdo nos lleva a ver cómo profesionales de la comunicación taurina basan su vida en demostrar la mentira que era el toreo en el pasado, pretendiendo reescribir la historia, que según ellos está mitificada, con el único objetivo de encumbrar más a los mediocres actuales. No son capaces de diferenciar un trapazo de un lance, ni el torear del pegapasismo imperante. Eso sí, son capaces de recitar carteles de hace cuarenta años, contando con pelos y señales las orejas cortadas, asistencia de público y el color del terno de cada uno de los actuantes, aunque ellos ni tan siquiera hubieran nacido.
Estos sastrecillos de pacotilla llevan años mostrándonos sus espléndidos tejidos de los que alardean cínicamente. Esos paños monoencaste con pinta de borreguitos, que no soportan ni el viento que les azota las grupas para mantenerse en pie. Los paños del torerillo tan arrogante como ignorante que nunca ha visto un toro de verdad y que, por la cuenta que le tiene, es el primero en creer en su propia divinidad y en la despiadada fiereza de sus oponentes.
Con este material es con el que se montan espectáculos bochornosos por todo este reino del absurdo y, a diferencia del cuento, nadie hace caso al que dice que el emperador se pasea desnudo por las arenas del mundo. Es más, como los que se dan cuenta del engaño persisten en su denuncia y se lo gritan a todo el que creen que les escucha, y lo comentan entre ellos y lo corean al unísono en los tendidos de las plazas, ya son tomados por locos. Tal es el encantamiento de este falso gremio de los sastres, que hacen todo lo posible porque esta tropa se calle y abandone el espectáculo. Aunque con lo que ellos no contaban es con que esta panda de amotinados se alimenta de algo más poderoso que el dinero o la fama: su afición a los trajes. Y para mayor dificultad, se saben de memoria cómo era la confección de antaño y cómo se elaboraban aquellos espléndidos trajes del rey y de toda su corte imperial. Lo que nadie tiene ahora muy claro es si aquellos tiempos volverán, o definitivamente habrá que conformarse con estos trajes de mercadillo, de seis camisetas a un euro.
Con esta historia o cuento chino, lo que prefieran, he querido cumplir mi entrada número cien en Toros Grada Seis. Un dato que sólo vale para mi estadística personal, pero que no afectará ni para bien, ni para mal al transcurrir de la fiesta. Si acaso para intentar llegar a las doscientas sin antes haber dimitido por aburrimiento.
13 comentarios:
Enrique, primero de todo, felicidades por tu centenario de publicaciones, los que te seguimos habitualmente queremos celebrar prontico el bicentenario de TorosGradaSeis.
Respecto a "El traje nuevo del Emperador", has dado en el clavo. Es un análisis perfecto de la situación actual de la Fiesta de los Toros. Un ejemplo más es lo que he comentado en mi blog (www.eltorodelajota.com) respecto a Jose Mari Manzanares.
Por cierto, espectacular el dibujo del picador, me encanta. Creo que dibujas incluso mejor que escribes, jejeje
Amigo Enrique,mientras que el verdadero contrapeso y garante de la autenticidad y calidad del "traje",la ¿autoridad?,esté en connivencia con los avaros mercaderes a los que no les importa que la Fiesta se exhiba en peltotas porque para hacer el indio en la Plaza es mejor ir en taparrabos,no tenemos futuro.
El aficionado cada vez es menos necesario y tenemos dos opciones:O la revolución,o el abandono.
Lastimosamente han conseguido que con el diseño actual , la Fiesta soporte perfectamente el abandono del aficionado, con la incorporación de toda la pléyade de espectadores que dejan el mismo dinero y no exigen sino que se corten muchas orejas,síntoma indudable de que lo han pasado de escándalo, viendo como tu dices, torear mejor que nunca,como sostienen los plumillas "lametraserillos" que decía uno,y que por supuesto, han asistido a todos los espectáculos desde la lidia de"Asterión" el Minotauro, que todavía no era del encaste Domecq.
Sé que éste comentario,como tu precioso artículo, no son más que un desahogo de enamorados ante la pérdida del objeto de su amor.
Toro de la Jota:
Muchas gracias por tu felicitación, pero ten en cuenta que también esperamos tus 200 entradas en un blog que ha entrado con muchas ganas y cargando la suerte, como Dios manda. Y en los escritos y en los dibujos, se hace lo que se puede. Simplemente saco lo que me echa el corazón. Un saludo
franmartin:
A propósito, que buen apellido; como tú dices, esto es un simple desahogo ante la pérdida de un amor, aunque espero que esta enamorada se dé cuenta algún día de que "el otro" sólo la quiere porque es joven y con dinero, porque yo creo que estos aficionados a las orejas, que no a los toros, en cualquier momento se marcaharán y se irán o con la fórmula 1, o con la Champions League, o cualquier otra cosa que les deslumbre de repente. Y me apuesto contigo un café que al final siempre estaremos los que más renegamos y nos quejamos porque, ya se sabe, los amores reñidos son los más queridos.
Primero: Enhorabuena por llegar al cien. Generalmente "ni se siente", porque al menos en el caso de menda, disfruto mucho el hacerlo y procuro no llevar cuenta.
Segundo: En efecto, hoy estamos rodeados de reyes desnudos que vagan por las calles, pensando que visten lujosamente.
Ese es el gobierno oligofrénico que tenemos sobre esta fiesta. El problema es que los que lo ejercitan piensan que somos como ellos y como tales nos tratan y por lo mismo no toleran ni reconocen opiniones diversas a lo que su limitada visión alcanza.
Pero esa manera de conducir las cosas no es infinita, al rey desnudo le fue quitada la venda de los ojos y mandó decapitar a los que lo engañaron. Quizás en esto suceda lo mismo.
¿Alcanzaremos a ver ese "happy ending"?
Saludos desde Aguascalientes, México.
Xavier:
Me encanta esa visión cinematográfica que tienes, y que has demostrado repetidamente tus conocimientos e inclinaciones por este arte, y esa esperanza de ver "decapitados" a esos golfos apandeadores. Y de las cien entradas, de las que ha estado más pendiente mi hijo mayor, una de las mayores satisfacciones es el poder conocer a gente con tantos conocimeientos que siempre te aportan un punto de vista extra, que te regalan generosamente sus conocimientos y que comparten sus tesoros contigo. Y más de uno os tenéis que dar por aludidos en todo esto.
Un saludo desde Madrid.
Enrique: Lo que me aperrea, es que no hay peor ciego, que el que no quiere ver y de esos, entre los "reyes desnudos" hay demasiados...
Saludos y enhorabuena otra vez
Xavier:
Pues no nos queda otra que seguir repitiendo una y otra vez la lección, a ver si así aprenden primero a abrir los ojos y cuando vean que no duele, a diferenciar la verdad de la mentira. Aunque como bien dices, no hay peor ciego que el que no quiere ver, pero como en el colegio, a fuerza de coscorrones, igual les entra la ciencia en sus cabezotas. Y tenemos que contar que hay algunos que las tienen muy duras.
Un cordial saludo
Leyendo tu entrada, Enrique, me he acordado de una crónica que le leí al maestro Joaquín Vidal sobre el orejismo imperante. La he buscado y termina diciendo: "La oreja es la aspiración suprema de los isidros. Ver una oreja y que les vean a ellos es para los isidros el nirvana. Pues muy bien: a disfrutarlo con salud."
En cuanto al aniversario bloguero, éstas sí que son 100 entradas de "primera", de ésas que puntúan fuerte en el escalafón de blogs taurinos. Felicidades y un abrazo.
Juan:
El que una entrada mía te recuerde a Joaquín Vidal es algo que nunca hubiera podido imaginar. Pero seguro que es por los buenos ojos con que lees mi blog. Muchas gracias por tu apoyo y un saludo.
Felicidades por el centenario de post. Espero que no te aburras y llegues al 200 porque te estaremos esperando.
He conocido tu blog hace poco, me parece muy interesante.
Un saludo.
En Barrera:
Muchas gracias por tu comentario y aunque yo tampoco conocía tu blog, creo que a partir de ahora voy a ser uno de los habituales. Y me agrada la calidad de la mayoría de blogs taurinos, entre los que incluyo a "En Barrera". Será porque están hechos con mucho cariño y afición.
Un saludo y bienvenida
Muchas gracias por tus palabras Enrique.
En Barrera está hecho con afición y para la afición, lo actualizo dependiendo del tiempo que tengo, no me he marcado ninguna meta, solo para disfrutar con el blog.
Nos vemos por la blogosfera. Un saludo.
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