El que la fiesta de los toros es genuinamente española es algo tan evidente como que la Tierra es redonda y gira alrededor del Sol. Sólo hay que darse cuenta de la facilidad del español a enredarse en lo accesorio y obviar lo fundamental, sobre todo en los últimos años, quizás décadas. El país va como va y estamos en un sin vivir con la separación de fulanita o menganita o si un hijo invita a su mamá al bautizo del nieto ¡Cómo para no pegar ojo!
Pues en los toros andamos en las mismas. Ahora es el momento de empezar a saber si tal o cual torero cambian de apoderado y todos estamos alerta, como si de ello dependiese el futuro de la humanidad. Aún recuerdo la controversia de hace casi un año, cuando Morante I, el de la Puebla, decidió que pelillos a la mar y que se iba a refugiar bajo el manto de Curro Vázquez y su elegante, por detrás y por delante, Cayetano. Ni ha habido tiros, ni peleas, ni tan siquiera escenas de cariño. Todo ha quedado en que un torero al que muchos, yo incluido, considerábamos capaz de dar un paso adelante y de anular a la vulgaridad con su arte, se ha repuchado y ha ido de plaza en plaza con más comodidad de la deseable. Incluso ha sido el centro de atención en alguno que otro escándalo sonado.
Ahora ha surgido lo de las fundas de Victorino, que sin dejar de tener su trascendencia hace olvidar que este hierro no ha respondido ni de lejos a lo que de él se espera. No tenía toros para Madrid aunque puede que le haya salido algún toro de esos que ahora gustan tanto, no tiene nada que ver con aquellos Albaserrada que le encumbraron al Olimpo ganadero, atrás quedaron las alimañas y los toros que arrastraban el hocico por el suelo y que además daba gusto verles en el caballo.
Otro asunto trascendente es el rifi rafe, que no llega a ser de momento ni conflicto, entre toreros y empresarios. Que no es que unos exijan que los matadores maten todo tipo de ganaderías, que les obliguen a ir a plazas como Madrid, además de otras más propicias para su toreo, y que junto con los Cuvillos, Cebadas y Zalduendos, también toreen Palhas, Dolores Aguirre o simplemente Santa Colomas. No, la reunión es para que unos paguen lo que los otros piden o para que unos rebajen sus pretensiones económicas, que estamos en crisis; sin pararse a pensar que gran parte de esa crisis ha venido provocada por ellos mismos, que han creado un espectáculo aburrido, caro y en el que el fraude y el abuso han tomado el mando de la situación.
También nos tiene en un sin vivir lo de Cultura, Interior, Sanidad o Ciencia y Tecnología. Que no es un asunto baladí, pero tal y como se ha planteado se ha quedado en un coger el rábano por las hojas. Se busca el reconocimiento hacia los artistas, que cuando vayan por la calle les digan: “ahí va un artista”. Porque si no, no habrá nadie que se lo diga. Será que no les enorgullece esa otra frase de: “Ahí va un torero”. Son formas de ver las cosas. Se les invita a pasar una semana en Venecia con todos los gastos pagados, hotel de lujo, restaurantes de lujo, góndolas de lujo y sólo quieren que un motorista les lleve una pizza cuatro quesos a casa. No ven más allá de sus narices.
Incluso parece que se les adivina cierto complejo de inferioridad. Aquí todos se creen unos superclases, unos redentores del toreo y lo que les preocupa es que no les roben una oreja, que les abran la puerta grande, que todo el mundo, afición de Madrid incluida, les ría las gracias o que se indulte un toro en una plaza de carros sin que casi le hubieran enseñado el caballo.
Los presidentes se quieren colegiar, los empresarios van abandonando plazas que no les son suficientemente rentables, los matadores van confeccionando sus cuadrillas como si fueran a arrasar en la temporada siguiente en lugar de ir con los coros y danzas por las plazas de carros.
Seguimos dándole vueltas a la perdiz, o como decía la fábula, discutiendo si los perros que venían a comernos eran galgos o podencos. Nadie con responsabilidad en esto se ha parado a pensar, o al menos no ha dicho que lo hiciera, sobre el motivo por el que las plazas ya no se llenan, exceptuando si se anuncia José Tomás, o cuando existe un abono cautivo, como es el de Madrid; nadie habla del estrepitoso fracaso ganadero, que salvo en contadísimas excepciones echa un toro que aguanta muchos muletazos, pero que no soporta casi ni el choque contra el peto. Tampoco sorprende la alarmante falta de conocimientos de la lidia de los matadores, la vulgaridad que afecta a la generalidad, las exigencias de niño caprichoso, la falta de afición y el escaso orgullo de sentirse torero de quienes sólo quieren llenar la bolsa y nada más.
Y cuando pienso en abandonar o en meter ese blog en la nevera, no es por otro motivo que por pensar que siempre decimos lo mismo, siempre estamos en el mismo barro y salvo felices excepciones como el día de Juan Mora en Madrid, siempre estamos golpeando el mismo clavo, pum, pum , pum; y siempre se molestarán los mismos y estarán de acuerdo los mismos, aunque si después de dar tanto martillazo la cosa no cambia y sí empeora, será porque es necesario seguir dando golpes.
Tenemos por delante los meses de invierno en los que unos leerán de toros, otros hablarán de toros y otros nos prepararán con "todo el cariño del mundo" la temporada próxima, todo ello salteado con los triunfos conseguidos en América. De octubre a febrero o marzo estaremos con que si son galgos o podencos y allá por primavera nos veremos colgando de la boca de un lebrel baboso camino del morral de un avaricioso cazador.
Pues en los toros andamos en las mismas. Ahora es el momento de empezar a saber si tal o cual torero cambian de apoderado y todos estamos alerta, como si de ello dependiese el futuro de la humanidad. Aún recuerdo la controversia de hace casi un año, cuando Morante I, el de la Puebla, decidió que pelillos a la mar y que se iba a refugiar bajo el manto de Curro Vázquez y su elegante, por detrás y por delante, Cayetano. Ni ha habido tiros, ni peleas, ni tan siquiera escenas de cariño. Todo ha quedado en que un torero al que muchos, yo incluido, considerábamos capaz de dar un paso adelante y de anular a la vulgaridad con su arte, se ha repuchado y ha ido de plaza en plaza con más comodidad de la deseable. Incluso ha sido el centro de atención en alguno que otro escándalo sonado.
Ahora ha surgido lo de las fundas de Victorino, que sin dejar de tener su trascendencia hace olvidar que este hierro no ha respondido ni de lejos a lo que de él se espera. No tenía toros para Madrid aunque puede que le haya salido algún toro de esos que ahora gustan tanto, no tiene nada que ver con aquellos Albaserrada que le encumbraron al Olimpo ganadero, atrás quedaron las alimañas y los toros que arrastraban el hocico por el suelo y que además daba gusto verles en el caballo.
Otro asunto trascendente es el rifi rafe, que no llega a ser de momento ni conflicto, entre toreros y empresarios. Que no es que unos exijan que los matadores maten todo tipo de ganaderías, que les obliguen a ir a plazas como Madrid, además de otras más propicias para su toreo, y que junto con los Cuvillos, Cebadas y Zalduendos, también toreen Palhas, Dolores Aguirre o simplemente Santa Colomas. No, la reunión es para que unos paguen lo que los otros piden o para que unos rebajen sus pretensiones económicas, que estamos en crisis; sin pararse a pensar que gran parte de esa crisis ha venido provocada por ellos mismos, que han creado un espectáculo aburrido, caro y en el que el fraude y el abuso han tomado el mando de la situación.
También nos tiene en un sin vivir lo de Cultura, Interior, Sanidad o Ciencia y Tecnología. Que no es un asunto baladí, pero tal y como se ha planteado se ha quedado en un coger el rábano por las hojas. Se busca el reconocimiento hacia los artistas, que cuando vayan por la calle les digan: “ahí va un artista”. Porque si no, no habrá nadie que se lo diga. Será que no les enorgullece esa otra frase de: “Ahí va un torero”. Son formas de ver las cosas. Se les invita a pasar una semana en Venecia con todos los gastos pagados, hotel de lujo, restaurantes de lujo, góndolas de lujo y sólo quieren que un motorista les lleve una pizza cuatro quesos a casa. No ven más allá de sus narices.
Incluso parece que se les adivina cierto complejo de inferioridad. Aquí todos se creen unos superclases, unos redentores del toreo y lo que les preocupa es que no les roben una oreja, que les abran la puerta grande, que todo el mundo, afición de Madrid incluida, les ría las gracias o que se indulte un toro en una plaza de carros sin que casi le hubieran enseñado el caballo.
Los presidentes se quieren colegiar, los empresarios van abandonando plazas que no les son suficientemente rentables, los matadores van confeccionando sus cuadrillas como si fueran a arrasar en la temporada siguiente en lugar de ir con los coros y danzas por las plazas de carros.
Seguimos dándole vueltas a la perdiz, o como decía la fábula, discutiendo si los perros que venían a comernos eran galgos o podencos. Nadie con responsabilidad en esto se ha parado a pensar, o al menos no ha dicho que lo hiciera, sobre el motivo por el que las plazas ya no se llenan, exceptuando si se anuncia José Tomás, o cuando existe un abono cautivo, como es el de Madrid; nadie habla del estrepitoso fracaso ganadero, que salvo en contadísimas excepciones echa un toro que aguanta muchos muletazos, pero que no soporta casi ni el choque contra el peto. Tampoco sorprende la alarmante falta de conocimientos de la lidia de los matadores, la vulgaridad que afecta a la generalidad, las exigencias de niño caprichoso, la falta de afición y el escaso orgullo de sentirse torero de quienes sólo quieren llenar la bolsa y nada más.
Y cuando pienso en abandonar o en meter ese blog en la nevera, no es por otro motivo que por pensar que siempre decimos lo mismo, siempre estamos en el mismo barro y salvo felices excepciones como el día de Juan Mora en Madrid, siempre estamos golpeando el mismo clavo, pum, pum , pum; y siempre se molestarán los mismos y estarán de acuerdo los mismos, aunque si después de dar tanto martillazo la cosa no cambia y sí empeora, será porque es necesario seguir dando golpes.
Tenemos por delante los meses de invierno en los que unos leerán de toros, otros hablarán de toros y otros nos prepararán con "todo el cariño del mundo" la temporada próxima, todo ello salteado con los triunfos conseguidos en América. De octubre a febrero o marzo estaremos con que si son galgos o podencos y allá por primavera nos veremos colgando de la boca de un lebrel baboso camino del morral de un avaricioso cazador.
9 comentarios:
Bueno Enrique, yo sigo con mi particular pum, pum, pum como bien dices tu. Yo casi nunca se que apoderado lleva a quien (salvo con toreros con toreros de mi proximidad que no tengo mas remedio que enterarme). Y no lo se mas que nada porque no me interesa.
Dice Mourinho que el entrenador no marca goles, ni los apoderados pegan naturales. Como aficionado me limito a ir a los carteles que me atraen y luego juzgo lo que veo en el ruedo en funcion de lo que hay. Lo de los apoderados me las trae al pairo.
A lo mejor estoy equivocado con mi forma de ver esto Enrique, que puede ser, pero creo que el que verdaderamente tiene la moneda en la mano (nunca mejor dicho) para reivindicar lo que gusta y no en la fiesta, es el aficionado con su presencia o no en las plazas. En el momento en que las plazas no vaya ni Dios, ya vereis como unos y otros se ponen las pilas.
Un saludo Enrique.
Marin:
Coincido contigo, ¿qué más da quién lleve a uno o a otro? Salvo en casos muy llamativos. Pero a veces nos ciega ese querer estar tan a la última que nos enganchamos hasta en qué sastre viste a uno o a otro. Nos andamos por las ramas y no vamos al centro del problema.
Un saludo
Por circunstancias personales que no vienen al caso, hace tiempo que no entro en los blogs -ni en éste ni en ninguno- y, por tanto, no he puesto comentarios. Espero, en adelante, poder comentar aunque no con la asiduidad que antes lo hacía.
Creo que todos los aficionados estamos de acuerdo en que el pilar fundamental de la TAUROMAQUIA eterna siempre ha sido el TORO -de ahí su nombre- pero actualmente parece que lo es el torero y cada día más: hemos entrado en lo que tan acertadamente ha definido el gran aficionado José Luis Acuña como la TORERIMAQUIA, en la que el primer plano lo ocupa el torero (con minúsculas) y lo demás no cuenta.
Este comentario se refiere a este post y al anterior y en ambos -y en sus comentarios- se habla como si los toreros hubiesen sido los que nos han llevado a la situación actual y yo lamento discrepar. También disiento, en parte, del final del post anterior según el cual “los que podrían cambiar el rumbo no tienen ninguna intención de hacerlo y nos llevan directos al abismo”. Digo “en parte”, Enrique, porque supongo que te estás refiriendo a los toreros, ganaderos, empresarios, etc. pero yo creo que si bien éstos podrían hacerlo, como bien dices no tienen ninguna intención de ello.
Y vuelvo a cómo se ha llegado a la situación actual.
Coincido con Juan Medina en que “la masificación de cualquier disciplina termina abocándola a la banalización” y esto, sin duda, ha influido en la Tauromaquia, pero también hay otros hechos, junto a nombres y apellidos, que no pueden quedar en la impunidad.
Parece que Gil de O achaca a la entrada de los petos el inicio de todos los males y si bien estoy totalmente de acuerdo en que ello fue la primera estocada seria a la corrida -por otra parte inevitable debido a la sensibilidad de la sociedad de entonces- y es bien cierto que antes había habido otras entradas a matar por algunos espadas, no es menos cierto que no habían pasado de pinchazos más o menos hondos, pero sin ninguna muerte.
En mi opinión, la segunda estocada en todo lo alto, tal vez fue consecuencia de la tan nefasta guerra incivil: la necesidad de pasar página, las ganaderías diezmadas y el triunfalismo del régimen establecido promocionando junto a festejos indecorosos a una figura como antídoto de los males pasados y como hipnótico, junto al fútbol, de las pobres ilusiones de un pueblo roto. Y esta figura, sin entrar, por respeto, en juicios de lo que aportó como arte a la Tauromaquia -de lo cual habría mucho que hablar- sí introdujo en escena un personaje, hasta entonces secundario. Me estoy refiriendo a su apoderado: José Flores González “Camará”. Hasta entonces el apoderado se limitaba a las labores meramente administrativas, pero Camará, con la complicidad profesional de Manolete, manejó a su antojo los hilos del taurinismo: emolumentos, plazas, compañeros de terna -lo que acarreaba orden de lidia- etc. pero, sobre todo, exigió ganaderías y entró por primera vez en éstas …. lo que desembocó en que los ganaderos abdicasen de su obligación de criar toros bravos y pasasen a estar al servicio de los toreros.
Más tarde apareció en escena otro apoderado que vino a reforzar esta figura aprovechando las lecciones de Camará y aplicando nuevas técnicas de mercado. Me refiero a Rafael Sánchez Ortiz “El Pipo” (por cierto amigo y compañero de Manolete en su colegio salesiano) que se inventó un torero, “El Cordobés”, que había fracasado en su anterior etapa apodado “El Renco”. El descalabro producido por el paso por los ruedos del, como dice Juan Medina, "maestro Benítez", es de sobra conocido y aceptado por todos los aficionados aunque algunos trincones se empeñen en resaltar sus “virtudes”, pero yo quiero insistir en que sin “El Pipo”, habría seguido siendo El Renco sin ninguna trascendencia en la decadencia de la Tauromaquia.
Y así hemos llegada hasta ahora, hasta Salvador Boix y los actuales apoderados/empresarios/ganaderos, los choperas, choperitas, lozanos etc. etc., de los que vale más no hablar, pero todos, todos, son más culpables que los toreros .… éstos, la mayoría, han sido la herramienta utilizada por aquellos, y con esto no pretendo eximirles de culpa.
Estoy de acuerdo con Antonio Díaz, en el Toreo está casi todo inventado, pero actualmente sí que hay que evolucionar, o más bien hay que reinventar: en el Toro, la casta, y en el Torero la honradez, la profesionalidad y todos esos valores que Enrique engloba en un solo concepto: la torería.
Habría también que hablar de los medios, pero eso, para hoy, ya es demasiado y ¡cómo no! de los aficionados, pero ya me he pasado de coñazo y quiero terminar refiriéndome a la opinión de Marín: “creo que el que verdaderamente tiene la moneda en la mano es el aficionado (…) con su presencia o no en las plazas. En el momento en que las plazas no vaya ni Dios, ya vereis como unos y otros se ponen las pilas”. En otros tiempos le hubiese dado la razón, pero hoy en día ¿dónde están los aficionados?, unos se han muerto, a otros les han echado de la plaza, a algunos que quedaban les han tapado la boca, los nuevos no llegan …. y los cuatro románticos que quedan, como Enrique …. ¿cuánto van a aguantar?
Siento este pesimismo, pero si algo grandioso quedaba con el paso a Cultura acabarán por cargárselo. La Tauromaquia está muriendo, la han matado, lo lamento, pero lo que más me indigna y subleva es que lo haga desprovista de la grandeza y dignidad que siempre tuvo y que sean, precisamente los que viven de ella, sus asesinos.
Lupimon
He recibido este comentario de Lupimon, que por la estensión del mismo el sistema no lo aceptaba. Lo he publicado dividido en dos partes porque además de querer cumplir con el deseo de su autor, me parece muy interesante. A todo lo dicho Lupimon, no tengo nada que añadir, lo único es que aunque sí que es verdad, además una verdad muy grande, de que si dejáramos de ir a los toros y se vaciaran las plazas, quizás algunos despertarían, pero sinceramente, si un día me dijeran que no volviera, creo que me moriría. Como dice mi mujer, el día en que yo deje de ir a la plaza, aunque vaya renegando, sería otra persona deistinta a la que ella conoció. Y cada vez voy mucho menos que antes, pero dejar de ir de raíz me costaría un mundo.
Aunque igual nos retiran por obligación. Un saludo y muchas gracias por elegir este blog para hacer tus comentario y para que podamos seguir aprendiendo de quien sabe algo de esto. Aunque como te pille un jovenzuelo de nuevo cuño, dirá que o estás loco o no tienes ni idea. Allá ellos.
Un saludo
Por alusiones:
Quizas deba darte la razón Lupimon de que los aficionados se hayan muerto muchos, y a los que queden los hayan echado. Ya hace tiempo que Jesulín dijo que "los aficionados a los toros cabian en un autobus". Lo que quiero decir es que yo no iria a una corrida de toros simplemente por que sí. Ya me pueden poner a Fulanito y a Menganito con toros de Perenganito, que si no me convence no voy.
Y a las pruebas me remito. Bioque a tenido que suspender en Calahorra por no vender el papel. Sin embargo aqui en Huelva, en Valverde del camino, con la de Cuadri todos los años SE LLENA la plaza aun viniendo... quien venga. Sin contar que normalmente se esta en pleno Agosto a 40 grados a la sombra y con entradas de 20 € la mas barata.
A eso precisamente es a lo que me refiero, que a los pocos aficionados que queden y que esten dispuestos a pagar por ver TOROS que se les ponga en los carteles lo que realmente quieren ver. Ahora bien, si estamos dispuestos a pagar por ver a los famosisimos Fulanito y Menganito con "sus" toros famosos... mejor olvidad todo lo que os he comentado.
De todos modos, muchas gracias Lupimon por la apreciación, y que por supuesto que nadie piense que quiero hacer de esto un debate ni mucho menos.
Un cordial saludo Enrique.
Marín:
Pues aclarado queda, según parece. Yo me aparto de este duelo de quites y aplaudo cualquier intercambio de opiniones como este. Un saludo y gracias.
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