Natural de José Tomás
El valor es uno de los conceptos del toreo sobre los que más se ha podido escribir, tanto como ente abstracto que el torero proyecta sobre su arte, como de la aportación que éste recibe precisamente para expresar ese sentimiento artístico. Pero no seré yo el que pretenda establecer teorías sobre el tema; simplemente me limitaré a dar mi opinión y las sensaciones que me producen al ver a un torero en el ruedo.
Me resulta habitual ver cómo el público en general considera valientes a aquellos toreros que ejecutan las suertes con muchos alardes o que la suerte elegida basa su mérito en el cara o cruz. Y me voy a explicar: si un torero basa su actuación en muchas carreras, movimientos casi espasmódicos, frecuentemente dejando que el toro vea poco los engaños, y además se encara con el tendido con un gesto de “ahí queda eso”, pues inmediatamente se le considera un torero con valor. De la misma forma que se considera con valor a aquel que espera a portagayola, independientemente de si la larga de rodillas se la da al toro o al aire. O cuando un matador empieza las faenas de muleta con ese repertorio tan sobado por los toreros modernos, de plantarse en los medios y dejar pasar al toro por delante y por detrás, sin fijarse si para hacer un pase cambiado espera hasta el último momento o va marcando la salida del toro desde la puerta del hotel. Esos son los toreros que el público considera que tienen un valor a prueba de bombas. Es tal el estado de euforia creado que ya no quedan ojos para ver si el matador cita descaradamente con el pico de la muleta, si estira el brazo desaforadamente o si se dobla por la mitad haciendo un horroroso arco con su cuerpo, y todo para evitar el molesto y arriesgado trance de sentir el paso de los pitones rozando los alamares. Multitud de trapazos que sólo aburren al toro, para acabar metido entre los pitones, volviendo al inicio, a esos alardes estériles que no dan la verdadera talla del valor de un torero.
Por el contrario, siempre he oído esa cantinela de los toreros artistas, justitos de valor y más pendientes de coger el olivo que de adueñarse de la situación. Pero yo aquí tengo una opinión que difiere un tanto. Para torear con arte es necesaria una buena bolsa de valor. Tengamos en cuenta que en primer lugar el torero se planta a dos o tres metros del toro, citando cruzado, ofreciendo la muleta plana y embarcando la embestida mientras el toro pasa muy cerquita del fajín, para concluir el pase detrás de la cintura, bien rematado, quebrando al toro y preparándolo para el siguiente pase. El torero artista se fuerza más y de la misma forma, se entrega más, cerrándose cualquier posible escapatoria en el caso en el que el toro lance un derrote. Ahí el riesgo de cogida aumenta considerablemente. Entonces cabe suponer que para asumir ese riesgo tan cierto, hay que estar muy bien pertrechado de valor. Que no entro si este valor nace en la afición, el sentimiento, el ansia de dinero y fama o vaya usted a saber, pero lo que resulta indudable es que el valor está presente.
Pero el público en general, igual que pone etiquetas de toreros con valor a diestro y siniestro, o faltos de él a los artistas, ahora ha inventado una nueva clasificación para explicar un fenómeno que les resulta incomprensible: el torero suicida, el que busca morir en el ruedo; suponiendo a priori que algún torero tenga esta idea entre sus previsiones en el momento de salir a hacer el paseíllo. Y dicho esto, quien no escriba aquí el nombre de José Tomás, es que ha estado emigrado a la luna desde hace más de una década.
A José Tomás se le puede considerar suicida si se sube en un coche con los ojos vendados y lo pone a 180 en una carretera de montaña. Quizás también por ser hincha incondicional del Aleti, pero no por la forma de torear. Para mí eso no es ser un suicida; eso sí, el valor es más que evidente. El valor necesario para interpretar el toreo clásico, el toreo en el que el toro te puede coger por el muslo o el vientre. Ese empeño de conseguir que el toro cambie la trayectoria desde que se arranca, hasta que sale del pase. Primero cuando tiene que ir en busca de la muleta y despés cuando va en busca de esta. Ese riesgo que no se puede ser desterrado sin desterrar también la esencia del toreo. Un arte en el que todo adquiere una dimensión extraordinaria si todo esto se hace delante de un toro íntegro y encastado, que ya es mucho decir.
Si alguien pretende eliminar de la fiesta el riesgo, la incertidumbre y hasta la amargura de algunos malos momentos, lo que está haciendo es renegar del espectáculo que llamamos toros, que de ser un divertimento o motivo de reunión social pasa a convertirse en un rito, ese rito que muchos buenos aficionados reclaman. Sin el riesgo que está siempre presente en este arte la fiesta de los toros se convierte en una representación teatral, en pura pantomima casi vacía de emociones, en algo diferente, no sé si mejor o peor, pero evidentemente diferente, al que los buenos aficionados no se afilian. Es un sin sentido incomprensible para ellos. Y si no sólo hay que recordar las reflexiones de Joaquín Vidal cuando decía que “Torear es muy difícil y además, muy peligroso”. Pues eso.
Me resulta habitual ver cómo el público en general considera valientes a aquellos toreros que ejecutan las suertes con muchos alardes o que la suerte elegida basa su mérito en el cara o cruz. Y me voy a explicar: si un torero basa su actuación en muchas carreras, movimientos casi espasmódicos, frecuentemente dejando que el toro vea poco los engaños, y además se encara con el tendido con un gesto de “ahí queda eso”, pues inmediatamente se le considera un torero con valor. De la misma forma que se considera con valor a aquel que espera a portagayola, independientemente de si la larga de rodillas se la da al toro o al aire. O cuando un matador empieza las faenas de muleta con ese repertorio tan sobado por los toreros modernos, de plantarse en los medios y dejar pasar al toro por delante y por detrás, sin fijarse si para hacer un pase cambiado espera hasta el último momento o va marcando la salida del toro desde la puerta del hotel. Esos son los toreros que el público considera que tienen un valor a prueba de bombas. Es tal el estado de euforia creado que ya no quedan ojos para ver si el matador cita descaradamente con el pico de la muleta, si estira el brazo desaforadamente o si se dobla por la mitad haciendo un horroroso arco con su cuerpo, y todo para evitar el molesto y arriesgado trance de sentir el paso de los pitones rozando los alamares. Multitud de trapazos que sólo aburren al toro, para acabar metido entre los pitones, volviendo al inicio, a esos alardes estériles que no dan la verdadera talla del valor de un torero.
Por el contrario, siempre he oído esa cantinela de los toreros artistas, justitos de valor y más pendientes de coger el olivo que de adueñarse de la situación. Pero yo aquí tengo una opinión que difiere un tanto. Para torear con arte es necesaria una buena bolsa de valor. Tengamos en cuenta que en primer lugar el torero se planta a dos o tres metros del toro, citando cruzado, ofreciendo la muleta plana y embarcando la embestida mientras el toro pasa muy cerquita del fajín, para concluir el pase detrás de la cintura, bien rematado, quebrando al toro y preparándolo para el siguiente pase. El torero artista se fuerza más y de la misma forma, se entrega más, cerrándose cualquier posible escapatoria en el caso en el que el toro lance un derrote. Ahí el riesgo de cogida aumenta considerablemente. Entonces cabe suponer que para asumir ese riesgo tan cierto, hay que estar muy bien pertrechado de valor. Que no entro si este valor nace en la afición, el sentimiento, el ansia de dinero y fama o vaya usted a saber, pero lo que resulta indudable es que el valor está presente.
Pero el público en general, igual que pone etiquetas de toreros con valor a diestro y siniestro, o faltos de él a los artistas, ahora ha inventado una nueva clasificación para explicar un fenómeno que les resulta incomprensible: el torero suicida, el que busca morir en el ruedo; suponiendo a priori que algún torero tenga esta idea entre sus previsiones en el momento de salir a hacer el paseíllo. Y dicho esto, quien no escriba aquí el nombre de José Tomás, es que ha estado emigrado a la luna desde hace más de una década.
A José Tomás se le puede considerar suicida si se sube en un coche con los ojos vendados y lo pone a 180 en una carretera de montaña. Quizás también por ser hincha incondicional del Aleti, pero no por la forma de torear. Para mí eso no es ser un suicida; eso sí, el valor es más que evidente. El valor necesario para interpretar el toreo clásico, el toreo en el que el toro te puede coger por el muslo o el vientre. Ese empeño de conseguir que el toro cambie la trayectoria desde que se arranca, hasta que sale del pase. Primero cuando tiene que ir en busca de la muleta y despés cuando va en busca de esta. Ese riesgo que no se puede ser desterrado sin desterrar también la esencia del toreo. Un arte en el que todo adquiere una dimensión extraordinaria si todo esto se hace delante de un toro íntegro y encastado, que ya es mucho decir.
Si alguien pretende eliminar de la fiesta el riesgo, la incertidumbre y hasta la amargura de algunos malos momentos, lo que está haciendo es renegar del espectáculo que llamamos toros, que de ser un divertimento o motivo de reunión social pasa a convertirse en un rito, ese rito que muchos buenos aficionados reclaman. Sin el riesgo que está siempre presente en este arte la fiesta de los toros se convierte en una representación teatral, en pura pantomima casi vacía de emociones, en algo diferente, no sé si mejor o peor, pero evidentemente diferente, al que los buenos aficionados no se afilian. Es un sin sentido incomprensible para ellos. Y si no sólo hay que recordar las reflexiones de Joaquín Vidal cuando decía que “Torear es muy difícil y además, muy peligroso”. Pues eso.
14 comentarios:
Enrique:
Esa entrega del torero artista, ese vaciamiento del que se entrega plenamente en la plaza, lo ilustró muy bien Manuel Durán (con una comparativa entre fotos de Belmonte y José Tomás) en el blog Larga Cambiada:
http://largacambiada.blogspot.com/2009/11/jose-tomas-y-el-alma-de-la-tauromquia.html
Igual ya lo viste en su momento, pero ahora me lo ha recordado tu acertado texto sobre el valor verdadero y la imprescindible emoción para que el toreo (no el ballet con taleguilla) perviva.
Un saludo.
Juan:
Creo que sin esa entrega no es posible el buen toreo, incluso con los toros malos; la diferencia es que con los toros malos no se puede uno poner bonito. Y por si alguien piensa que nos gusta la sangre y la tragedia, nada más lejos de la realidad. Precisamente una de las grandezas de esa entrega es que el torero salga como si no hubiera hecho nada, eso es ser torero.
Un saludo
Enrique:
Tienes toda la razón. El torero artista es el que más valor tiene, pues en el momento de ejecutar una suerte lo hace con toda la pureza, lo cual implica desentenderse del riesgo y ejecutarla con la inspiración que en ese instante invade la mente del torero, sin dejar que éste se preocupe del peligro que conlleva.
Valor también tenemos los aficionados cuando tenemos que soportar (frecuentemente) a los toreros de los aspavientos, capotazos y muletazos de defensa. El toreo como arte de belleza incomparable que es, debe ser esteticamente perfecto. por lo tanto, como tú bien dices, no pueden existir ni arte ni belleza en los toreros que se parten por la mitad de lo que se doblan para... ¿torear?
Un saludo!
David:
¿Sabes lo que no deja de sorprenderme? Pues que haya tanta gente que encuentra la belleza en esos que se parten de tanto doblarse. Aunque también están los de las lejanías, que es otra idea de elegancia, de falsa elegancia, que tambie´n les crea la ilusión de la belleza.
Un saludo
Enrique: Efectivamente, recuerdo una entrevista hecha a don Rodolfo Gaona, que decía que cuando El Gallo estaba bien, era el torero más valiente que había visto, porque para "ponerse allí", se necesitaba "mas valor que el que más...".
Pero creo hay otro "valor" que merece ser analizado, el de "valer" y en esto, hay toreros que se dan a valer haciendo respetar su dignidad y "adquieren valor" y otros que lo pierden a fuerza de vilipendiar ese ministerio y que es consustancial al otro, sinónimo de valentía, pues cuando esta es escasa, el otro generalmente se escapa como agua entre las manos.
Saludos desde Aguascalientes, México.
Bueno Enrique, yo creo que mejor no se puede explicar.
Yo creo que valor tiene todo aquel que se pone delante de un toro. Incluso, delante de una vaca fijate. Lo que pasa es que alguos les sobra y otros tienene el suficiente, y los primeros echan mano de este valor para tapar las deficiencias artisticas. Pero que se tiene que tener valor para ponerse ahi, no lo dudes. Que no me digan a mi, si con los sesenta de Curro cuando se retiro, no hace falta tener valor para ponerse delante. Cuesta ya con veinte, contra mas con sesenta... amos no jodas.
Despues estan los gustos de cada uno. Para mi estan demas las portagayolas, con todo mi respeto para el que las haga. De que te sirve pasar ese mal rato (por que se pasa malamente), si despues no eres capaz de ligar una tanda de naturales... ¿De que te ha servido el valor? pues solo para que un toro te sople en la oreja, con lo que jode eso. ¿Alguien se acuerda si Juan Mora pego alguna larga cambiada a principios de octubre en Madrid?... pues eso Enrique.
José Tomás para mi no es ningun suicida. Es Dios. Y es Dios porque es verdad. Y no hay ningun torero que tenga menos miedo ni mas valor que el, pero si que no hay ninguno con la misma verdad que el. Esa es la diferencia entre ser en numero uno y estar en el peloton de cola. En demostrar al que paga (o sea al aficionado) que cuando se torea de verdad, como esta mandao, los toros cogen y dan cornadas. Y cornadas de las gordas.
Y por ultimo, por no aburrir mas, con ese valor Enrique, se nace. Lo que pasa es que depende de la afición que tengas y de la practica que adquieras, lo dominas mas o menos. Fijate en cualquier torero que mate dos o tres corridas de toros al año, como se nota la diferencia con el que lleva cincuenta. Y si no tienes afición, es que directamente, ni te pones... y puede que seas el tio con mas valor del mundo.
Un saludo y espero que me perdones por la extensión.
Xavier:
Lo de El Gallo es un ejemplo claro de valor y a lo mejor cuando protagonizaba sus "espantás", no era falta de valor, era clarividencia.
respecto al otro valor apuntas muy bien lo que es. Al empezar a escribir quise diferenciarlos, por eso lo de "El valor en los toreros" y no "de los toreros". Eso quizás merece otras entradas y como en esta sólo me podría limitar a dar mi opinión. Las sentencias "ex catedra" se lo dejamos para los que saben de verdad ¿no?.
Un abrazo
Marín:
Si nunca molestan tus opiniones y siempre se disfrutan, como tus trabajos en el Retoñal, en este caso y dadas las circunstancias, es un placer comprobar que te queda tiempo y sobre todo ganas, para escribir en tu blog del maestro Morente, y aquí de ese valor para ser torero y para sentirse torero, que si por algo se caracteriza es por la frialdad que hay que tener para vestirse de luces, ir a la plaza y enfrentarse al toro, sin contar el traguito que tiene que ser desde que se ven en los carteles hasta el día de la corrida. Espero y deseo que todo vaya pa'lante y como tú y los tuyos queréis.
Un abrazo
PD: Si puedes escucha los tangos de la plaza de Enrique Morente. Es un canto a la torería.
Mejor explicado, imposible.
Arte el tuyo y valor el nuestro por contestarte jaja.
Una vez más, una entrada que va para la fotocopiadora.
Un abrazo!
Iván:
Ya sabes que mis respuestas siempre son pastueñas y sin pegar tornillazos, a no ser que me busquen los costados.
Un saludo
Enrique veo y repaso la entrada.Creo que entre todo lo dicho y expuesto todo ha quedado claro. No obstante me vas a permitir, que alga una objección:
No le llamo suicida a José Tomás, no! Lo que si le digo es que cuando el Toro al adelantarle la muleta, al tocarlo -si hay toque- por muy cargada que esté la suerte, no lo has enganchado, por mucha intención de quedarse, y por muchos "guevos" que se tengan, hay que quitarse. Quedarse, cundo no se debe, a mí no me sustrae.
Un olé me vale, más que cuarenta ayes! Y no me vayan a venir con lo de siempre, que yo soy más de José Tomás que todos juntos, o por lo menos lo mismo.
Gil de O.
No, no y no...!
Gil de O.:
Pues claro, y quien te discuta eso, pues allá él, porque el toreo no es estar loco. Yo tampoco quiero locos, quiero toreos que sepan el peligro que hay, que lo afronten, lo venzan, pero que también tengan eso que en muchos toreros era una virtud cuando se decía que tenían mucha vista. Es que ese equilibrio que pides, el de arriesgar, pero no dejarse coger, es el equilibrio del buen aficionado y si un torero tiene que recurrir a dejarse matar, es que le ha fallado todo lo demás.
Un saludo
Aquí hay demasiado nivel para mí.
Sr. Enrique me he permitido entrar, porque he apreciado en Amparo Gomar que le citan en un tema del que me permito calificar de gran trascendencia.
Así que por alusiones, entre y diga lo que tenga que decir.
A no ser que los de provincias acabemos de ratificarnos en la idea de que si se arreglaran las cosas en Madrid, los del 7 y otros menos guaperas, dejarian de exhibir un protagonismo que dónde deben manifestar es en sus tertulias, en sus medios, en su enterno, pero no en la plaza, que para están los matadores.
El chacho
Chacho:
El nivel que hay aquí y en todos los blogs creo que es accesible para todo aficionado que quiera expresar su opinión. Me daría mucha pena que alguien no entrara a opinar aquí por considerar que "hay mucho nivel"; es más, seguro que si se da una vuelta por ahí, seguro que habrá quien piense que el nivel es ínfimo, así que dejemos la regla de medir a un lado, que no nos lleva a ningún lado. Sobre la alusión de que me habla, Gil de O. es un estupendo comentarista y todavía mejor aficionado, que deja las cosas claras como el agua y no le voy yo a desdecir, este sí que tiene nivel. Él habla de la fuerza de Madrid y yo estoy de acuerdo, pero no porque en Madrid sean más listos que nadie, no por favor, pero si se crea una tendencia en Madrid, por el número de festejos, repercusión y la afición más o menos fija, podría provocar un efecto rana en todas las plazas (el efecto rana es que una hace croac y lo empiezan a repetir las demás). Y no creo yo que el siete tenga un afán especial de protagonismo, por supuesto que lo tienen que tener antes el toro y luego los toreros, pero estos se lo tienen que ganar y demostrar que pueden llevar esta carga, si no, lo que no pueden pretender es que se les otorgue y reconozca ese protagonismo solo con salir a la plaza, aunque sea para mantear borregos. Creo que todos, el siete, el seis y todo el mundo, estaríamos felices si no tuviéramos que protestar nada, si tuviéramos que estar en otras cosas y no en procurar evitar que nos engañen y que nos tomen por el pito del sereno.
Un saludo
PD: A propósito, si lee a Amparo, ya demuestra bastante nivel y mucha sensibilidad de esa que ella nos regala entrada tras entrada.
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