Que la tauromaquia está viva no lo puede negar nadie. Es un ente que no para de moverse, no sabría decir si para avanzar o solamente bulle como el agua en una cacerola, que se mueve, se mueve, pero no se mueve más allá de los bordes. En este bullir, en este guiso que se está preparándose eternamente, ahora nos han echado a la cara el concepto “toreabilidad”. ¿Y qué es la toreabilidad? Pues no lo sé, y lo que es peor, prefiero no saberlo. ¿Qué delito ha cometido el toro bravo para que ahora le condenen a tener un óptimo nivel de toreabilidad?
Siempre había creído que la terminología taurina, a pesar de que muchos abusen inadecuadamente de ella, era rica y precisa, capaz de nominar los múltiples matices que ofrece a todo aquel que se acerca al mundo de los toros. Terminología nacida en el medio rural y que decididamente se incorporó al lenguaje urbano, llegando incluso a ser uno de los rasgos que caracterizan el habla castellana. Tanto ha penetrado en nuestra cultura que incluso son expresiones utilizadas por personas que desconocen por completo el toreo y por supuesto el origen de tales expresiones, pero al final, todos entran al trapo.
Pero como la fiesta históricamente es hija de su tiempo, no ha podido resistirse a la moda del eufemismo, que en ocasiones no deja de ser una trampa para enmascarar algo que se quiere esconder o disimular. Y hete aquí que recientemente el taurinismo se ha sacado de la chistera esto de la toreabilidad. A uno que está tan tranquilo pensando en sus cosas llega un joven ganadero y le espeta: “toreabilidad”. Una de dos o le suelta un bofetón por si acaso o le entrega la cartera, el reloj, la medallita del Niño del Remedio, el móvil y hasta la discografía completa de Jesulín de Ubrique.
Así, a bote pronto, parece que toreabilidad quiere decir que se puede torear. Bien, ¿es que hay algún toro descendiente del bos primigenius, hoy conocido como toro de lidia, que no se pueda torear? Si aceptamos este supuesto tenemos un problema y nos veremos en un callejón sin salida, al dar por hecho que de acuerdo a sus condiciones naturales, el toro no se puede torear, así que de momento, el término no resulta demasiado apropiado.
Otra opción es pensar que la toreabilidad se refiere únicamente al toro que permite hacer el toreo bonito, artístico y pinturero. Pues vaya, qué día, entonces de un plumazo nos cargamos gran parte de la historia del toreo y convertimos en no se sabe qué a Joselito, Frascuelo, Macahquito, Vicente Pastor, Guerrita, Domingo Ortega, Marcial Lalanda y hasta Luis Miguel Dominguín, toreros que entre sus cualidades más destacables estaba el poder a los toros, el dominio, no exento de arte, pero que no era lo de Rafael el Gallo, Antonio Fuentes, Pepe Luis o Cagancho. Pues vaya con la palabrita, que para inventar una nueva virtud del toro no paramos de darle coces al arte del toreo. Resulta que todo lo que no sea derechazo, derechazo, derechazo y más derechazos, más el de pecho y el de pecho y el de pecho otra vez, no es torear. Señor Urdiales, aquella faena a un Victorino en Madrid en la no dio ni un derechazo, ni un natural y que muchos nos creímos que era torear como los ángeles, pues ya no vale, bórrese ese triunfo. Pero no sé, no sé, a mí no acaba de convencerme esto de la toreabilidad. La palabrita hasta puede empezar a sonar bien, pero excluye demasiadas cosas de las que hasta hoy me emocionaban de verdad en una plaza de toros.
Si toreabilidad se refiere al toro que embiste con franqueza, bravo, que sigue la muleta con fijeza buscándola como si se la quisiera comer, sin importarle si esta va describiendo círculos que le hacen retorcerse hasta que le crujan los huesos, ¿por qué no se usa lo de boyantía, pastueño, codicia, bravura y no sé cuantas palabras más que heredamos de nuestros mayores? ¿Y cómo se mide la toreabilidad cuando el toro va al caballo? ¿Es toreabilidad ir tres veces al caballo con prontitud y alegría, meter los riñones y empujar con fijeza metiendo la cabeza debajo del peto?
Pues vaya con esa utopía que buscan los jóvenes ganaderos del momento. Con lo fácil que es decirlo y lo difícil que resulta encontrarle un significado preciso. Y ya me quedan pocas opciones, la verdad; a ver si eso de toreabilidad quiere decir que es cuando el toro va a la muleta al toque, ojo con no olvidar eso del toque, en línea recta, una y otra vez, sin molestar al matador lo más mínimo y aguantando faenas interminables que superan la centena de pases. Pases que no tienen por qué tener mando, ni ser completos, o sea que se rematen como Dios manda, si es que Dios manda torear de verdad.
Creo que la palabreja en cuestión no acaba de convencerme del todo. También puede ser por mi ignorancia, ya que tal y como he confesado, no sé que es la toreabilidad dichosa. Y no sé lo que es, pero no me suena bien. ¿Para que hemos tenido que convertirnos en académicos de la lengua si para nombrar todo esto ya existen otros términos? Ignoro si soy realmente preciso o no, pero a mí lo de toreabilidad me suena más bien a borreguez, que no es muy taurino, pero es suficientemente ilustrativo., el toro carretón. Además será por aquello del conductivismo, que escucho la palabra borreguez e inmediatamente se me viene a la mente la palabra trapazo y pegapases, como si fuera una asociación indisoluble de esas que han unido los taurinos y que no separa el aficionado. Y tirando del hilo se me apelotonan un montón de nombres de toreros del momento, de estos principios del siglo XXI, y de una pila de ganaderías especializadas en la palabrita en cuestión, esa de toreabilidad. Pero hay otra que aglutina todo esto y que creo es bastante precisa, fácil de pronunciar, de rápida y nítida comprensión y que no deja lugar a dudas: vulgaridad. Y para explicar su significado no hay que extenderse mucho, simplemente vayan a una plaza de toros cualquier día que se anuncien toreros y toros de postín.
Siempre había creído que la terminología taurina, a pesar de que muchos abusen inadecuadamente de ella, era rica y precisa, capaz de nominar los múltiples matices que ofrece a todo aquel que se acerca al mundo de los toros. Terminología nacida en el medio rural y que decididamente se incorporó al lenguaje urbano, llegando incluso a ser uno de los rasgos que caracterizan el habla castellana. Tanto ha penetrado en nuestra cultura que incluso son expresiones utilizadas por personas que desconocen por completo el toreo y por supuesto el origen de tales expresiones, pero al final, todos entran al trapo.
Pero como la fiesta históricamente es hija de su tiempo, no ha podido resistirse a la moda del eufemismo, que en ocasiones no deja de ser una trampa para enmascarar algo que se quiere esconder o disimular. Y hete aquí que recientemente el taurinismo se ha sacado de la chistera esto de la toreabilidad. A uno que está tan tranquilo pensando en sus cosas llega un joven ganadero y le espeta: “toreabilidad”. Una de dos o le suelta un bofetón por si acaso o le entrega la cartera, el reloj, la medallita del Niño del Remedio, el móvil y hasta la discografía completa de Jesulín de Ubrique.
Así, a bote pronto, parece que toreabilidad quiere decir que se puede torear. Bien, ¿es que hay algún toro descendiente del bos primigenius, hoy conocido como toro de lidia, que no se pueda torear? Si aceptamos este supuesto tenemos un problema y nos veremos en un callejón sin salida, al dar por hecho que de acuerdo a sus condiciones naturales, el toro no se puede torear, así que de momento, el término no resulta demasiado apropiado.
Otra opción es pensar que la toreabilidad se refiere únicamente al toro que permite hacer el toreo bonito, artístico y pinturero. Pues vaya, qué día, entonces de un plumazo nos cargamos gran parte de la historia del toreo y convertimos en no se sabe qué a Joselito, Frascuelo, Macahquito, Vicente Pastor, Guerrita, Domingo Ortega, Marcial Lalanda y hasta Luis Miguel Dominguín, toreros que entre sus cualidades más destacables estaba el poder a los toros, el dominio, no exento de arte, pero que no era lo de Rafael el Gallo, Antonio Fuentes, Pepe Luis o Cagancho. Pues vaya con la palabrita, que para inventar una nueva virtud del toro no paramos de darle coces al arte del toreo. Resulta que todo lo que no sea derechazo, derechazo, derechazo y más derechazos, más el de pecho y el de pecho y el de pecho otra vez, no es torear. Señor Urdiales, aquella faena a un Victorino en Madrid en la no dio ni un derechazo, ni un natural y que muchos nos creímos que era torear como los ángeles, pues ya no vale, bórrese ese triunfo. Pero no sé, no sé, a mí no acaba de convencerme esto de la toreabilidad. La palabrita hasta puede empezar a sonar bien, pero excluye demasiadas cosas de las que hasta hoy me emocionaban de verdad en una plaza de toros.
Si toreabilidad se refiere al toro que embiste con franqueza, bravo, que sigue la muleta con fijeza buscándola como si se la quisiera comer, sin importarle si esta va describiendo círculos que le hacen retorcerse hasta que le crujan los huesos, ¿por qué no se usa lo de boyantía, pastueño, codicia, bravura y no sé cuantas palabras más que heredamos de nuestros mayores? ¿Y cómo se mide la toreabilidad cuando el toro va al caballo? ¿Es toreabilidad ir tres veces al caballo con prontitud y alegría, meter los riñones y empujar con fijeza metiendo la cabeza debajo del peto?
Pues vaya con esa utopía que buscan los jóvenes ganaderos del momento. Con lo fácil que es decirlo y lo difícil que resulta encontrarle un significado preciso. Y ya me quedan pocas opciones, la verdad; a ver si eso de toreabilidad quiere decir que es cuando el toro va a la muleta al toque, ojo con no olvidar eso del toque, en línea recta, una y otra vez, sin molestar al matador lo más mínimo y aguantando faenas interminables que superan la centena de pases. Pases que no tienen por qué tener mando, ni ser completos, o sea que se rematen como Dios manda, si es que Dios manda torear de verdad.
Creo que la palabreja en cuestión no acaba de convencerme del todo. También puede ser por mi ignorancia, ya que tal y como he confesado, no sé que es la toreabilidad dichosa. Y no sé lo que es, pero no me suena bien. ¿Para que hemos tenido que convertirnos en académicos de la lengua si para nombrar todo esto ya existen otros términos? Ignoro si soy realmente preciso o no, pero a mí lo de toreabilidad me suena más bien a borreguez, que no es muy taurino, pero es suficientemente ilustrativo., el toro carretón. Además será por aquello del conductivismo, que escucho la palabra borreguez e inmediatamente se me viene a la mente la palabra trapazo y pegapases, como si fuera una asociación indisoluble de esas que han unido los taurinos y que no separa el aficionado. Y tirando del hilo se me apelotonan un montón de nombres de toreros del momento, de estos principios del siglo XXI, y de una pila de ganaderías especializadas en la palabrita en cuestión, esa de toreabilidad. Pero hay otra que aglutina todo esto y que creo es bastante precisa, fácil de pronunciar, de rápida y nítida comprensión y que no deja lugar a dudas: vulgaridad. Y para explicar su significado no hay que extenderse mucho, simplemente vayan a una plaza de toros cualquier día que se anuncien toreros y toros de postín.
10 comentarios:
Enrique: Bajo la premisa de que "todos los toros tienen su lidia", todos son "toreables", el "quid" del asunto está en cómo se les torea.
Lo que pasa, es que no a todos se les pueden enjaretar carretadas de derechazos, naturales y pases de pecho fuera de cacho, sino que el toreo que se ha de practicar frente a cada uno, es precisamente el que sus condiciones demanden.
Esa degradación del idioma y la búsqueda de significados inadecuados a términos que son claros, no representan más que el interés de unos cuantos, de ocultar sus propias miserias.
Un abrazo.
Xavier:
Es que si según nos cuentan ahora no todos los toros son toreables, ¿qué llevamos haciendo desde hace siglos con este animalito? ¿Qué hacían los matadores de toros de los que hablo? ¿A qué iban y venían de América a Europa unos señores para no poder torear a toros intoreables? Los inventos están muy bien y son muy loables, pero si no aguantan el primer golpe, mala cosa.
Un abrazo
Fíjate Enrique que esto del lenguaje es caprichoso. Yo estudié durante algunos años (más de los debidos en la teoría) lo relativo a la conservación de la naturaleza. Resulta que desde hace un tiempo el concepto desapareció y se convirtió por arte de algún pensante en la “gestión de la biodiversidad”, que siendo lo mismo es mucho más elegante y moderno…
También me pasa con “implementar”, palabra que en cuarenta y muchos años no había oído y llevo un par de ellos que no paro de ver por todos lados.
Con la toreabilidad pasa algo parecido, supongo. Yo definiría el palabro como la condición que hace al toro comportarse de manera tal que permita el lucimiento del torero. Después vienen las ovaciones, orejas, etc. y (casi) todos tan contentos.
Pepe illo y Paquiro lo llamaban boyantía, como bien dices. Si recuerdas una entrada en mi blog sobre los distintos tipos de toros según Paquiro, el maestro definía este tipo de toros como aquellos que “rematan con tanta sencillez y perfección y tan sin peligro del diestro, que parecen, mas que una fiera, un animal doméstico enseñado por él”.
Vamos, que esto ya estaba inventado. Toros “casi tontos”, que desgraciadamente es lo que parecen buscar algunos ganaderos. Apañados vamos.
Y yo me voy a preparar el turrón.
Saludos
Juselín:
Pues lo del turrón debe ser lo primero. Sobre la palabrita en cuestión creo que son ganas de nombrar algo ya conocido, como bien dices, pero que no se le puede llamar como siempre se ha llamado, porque produce vergüenza, sonrojo y hasta cabreo. Pero estos no solo quieren ocultar todo eso, sino que además quieren darle un lustre que no tiene. Pero si todavía hay alguien que no se lo cree, es que no está todos perdido.
Un saludo
Ya se escucha desde mi terraza alguna que otra algarabía por las calles de mi pueblo -soy de pueblo y vivo en un pueblo- de críos cántandole al Niño Dios. Son todavía las siete de la tarde, y sin apartar la ternura que la noche de hoy me sugiere, he vuelto al ordenador, al observar que una comentarista de la que he apreciado alguna entrada en la casa del Sr. Enrique, anoche en lo de Sanchez-Lopez (el reaparecido) a las 11:2o entró en corto y por derecho contra todo bicho viviente, y con razón, centrándose en la palabreja, palabro, dispendio gramatical o atentado al diccionario -cada cual llame, como mejor le dicten sus entendederas-coincidiendo con Enrique Martín en criterios, ideas y hora, sólo que ésta como mujer de armas tomar, que debe ser, le canta las cuarenta en "tós" los palos a Alvaro Nuñez Benjumea; hasta le dijo que era con la mentira -vamos embustero- con lo que trataba de razonar los argumentos en la entrevista que mantuvo con Molés.
Así como el articulo de Enrique Martín no tiene desperdicio, el de Isabel-19, lo tiene aún menos. Diríase que se lo han matado, el uno al otro. No, no señor, de eso nada. Han venido a reforzar el criterio, a complementarse y a establecer la razón en el lugar dónde debe estar.
Que no se trata de cuestion de semántica, que no. Se trata de que esa sin razon que tratan de convertir en razón -algo parecido leí en el Quijote- ha tomado carta de presencia en Tauromaquia y tienen que vomitarla, sus instauradores.
Toreabilidad...! Que puñetas, quiere decir eso? Y lo que es peor, la cantidad de verguenzas que tratan de esconder con ella!
Gil de O.
pd.- me estoy cabreando, y no!
Es Nochebuena.FELICIDADES!
Gil de O:
No te cabrees, que es Nochebuena. No he leído el comentario en cuestión, pero en cuanto acabe de responderte me tiro de cabeza. Y me encanta que empiece a responder la afición a los que nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino. A ver si ven que somos unos pocos y definitivamente borran el palabro del diccionario infame de la tauromaquia.
Un saludo
Se ha puesto de moda que los políticos, los taurinos, los del deporte y cualquier otro colectivo que se precie,se afanen en quitar lustre y esplendor al idioma común llenandolo de adiposidades y costras. No lo hacen por amor y compromiso con el mismo,sino para entretener al personal en debates hueros, al tiempo que ir enmascarando carencias y sinvergonzonadas, poniendo así de relieve su atrevida e interesada ignorancia.
Lo hacen, eso sí,con rebuscados y pretenciosos nombres.
Referido a la Tauromaquia que es lo que nos ocupa,han puesto en circulación conceptos tan elevados como que el toro "tiene motor",no nos explican si de gasoil o gasolina y si es de dos o cuatro tiempos,o que un toro "transmite" convirtiendo el "motor" en una antena parabólica para sintonizar satélites,o bien que el toro "sirve",sin explicarnos si se refieren al servicio militar o para magros solomillos,o que un toro "se emplea",cosa que en tiempos de intolerable paro es muy de agradecer.
De ahí a la toreabilidad no hay más que un paso.
Todo ésto no son más que mantras ,que repetidos hasta la saciedad, hacen que el que los expele se crea un ilustrado y que los conceptos claros y eternos que definen la Tauromaquia, se vayan diluyendo en el interesado olvido que propician quienes de lo que de verdad saben es de llevarselo calentito, aunque para ello tengan que remedar y rectificar a los Académicos de la Lengua, que éstos no se paran por cualquier minucia.
Saludos cordiales
Franmartin:
Coincido contigo en pensar que nos sueltan estas palabritas para entretenernos y quizás se las inventan por no conocer el término que describe lo que ellos quieren renombrar, o quizás porque si emplean esa palabra ya existente, lo mismo saldría a la luz el truco.
Un abrazo
La toreabilidad es un término que han inventado los taurinos, para mi la toreabilidad es igual a un toro "carretón" que va y viene. Lo malo de esto es que la mayoría de los ganaderos buscan toreabilidad en vez de casta. Cuando se den cuenta de que se ha extendido por toda la cabaña brava, ¿Con que sangre van a refrescar sus vacadas?
En Barrera:
Pues tienes razón, vamos desvirtuando poco a poco, o a toda velocidad, la fiesta, que puede que lleguemos al punto de no tener a que agarrarnos, como dice mi madre, cuando te quieras agarrar una oreja, no te vas a llegar a la otra.
Un saludo
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