Que la suerte de varas nos saque del pozo.
Es una frase multitud de veces repetida el que la suerte de varas es fundamental en la lidia del toro bravo, fundamental para apreciar el comportamiento del toro y ver lo que lleva dentro y para ahormar su embestida de cara al último tercio de la lidia. Es algo tan evidente como indiscutible, aunque la tendencia postmodernista parece querer empujarnos a un punto en el que este tercio es más una molestia que algo esencial, que lo es, aunque de momento solo estamos en eso del mal menor y del trámite previo a la faena de muleta.
Pero la suerte de varas ha dejado de ser algo fundamental en la corrida para convertirse en un aspecto vital de la fiesta. Desafortunadamente es así, y digo desafortunadamente porque si no se le dota del valor que nunca debió perder, la fiesta se nos puede desintegrar entre los dedos.
Nadie se escandaliza cuando sale un toro arrastrándose por el ruedo y al que no se le puede casi ni arañar con el palo, si no es a riesgo de que se desplome definitivamente bajo el peto, y que el resto de la lidia sea un ir y venir de los señores de las medias rosas ante un marmolillo incapaz de dar un paso y mucho menos de embestir contra todo lo que se mueva a su alrededor.
Yo solo voy a hablar de lo que veo en la plaza de Madrid, donde puede que sea el sitio donde por el momento mejor se simula la suerte de varas. Aparte de por ser la plaza que más frecuento, porque tampoco creo que aguante demasiado análisis esos esperpentos en los que el toro topa una vez el peto, el picador apoya el palo suavemente y lo levanta inmediatamente, mientras el matador ya lleva un buen rato pidiéndole que levante la puya y que le cambien el tercio. Y no quiero afirmar que en las Ventas se pique como Dios manda, fíjense que he dicho que es donde mejor se simula.
En los tendidos de la calle de Alcalá es frecuente escuchar durante o después de la simulación de varas eso de “a picar” o “hay que picar” y por las mismas también hay quien salta como un resorte y afirma “si le pica se cae”. Pues que se caiga. Con un gesto tan sencillo como hacer que el toro vaya tres veces al caballo, dos desde el reglamento infame del señor Corcuera, se adelantaría mucho para limpiar la fiesta. Yo no digo que a los toros se les masacre debajo del caballo, pero una cosa es eso y otra el que el castigo que reciben no llega ni a regañina.
Pero si tarde tras tarde se le dota al primer tercio de la seriedad que éste precisa, y la consecuencia es que los toros rueden y rueden, solo pueden pasar dos cosas: que la gente se ponga como un basilisco y que los taurinos se decidan a arreglar el tremendo desaguisado de ahora, o que ese mismo público se amotine y se proponga pegar fuego a las plazas de toros, con lo cual igualmente habría que hacer algo para sacar del pozo a las corridas de toros.
¿Y qué ganaríamos con eso? Pues poca cosa, que los toros no fueran unos cadáveres que se arrastraran por la arena, que los matadores tuvieran que aprender a lidiar contra un animal con poder y pujanza, no como el de ahora, y a lo mejor hasta veíamos lo que las figuras pueden dar de si, o como si se tratara de los tiempos de la eclosión del cine sonoro, de la desaparición de los ídolos postmodernistas y la ascensión de nuevos toreros más capaces y con mejor timbre de voz. Entonces sí que el toro sería el elemento decisivo que recompondría el escalafón y daría a la fiesta ese impulso que muchos tercamente buscan en las corridas sin sangre, en la saturación de triunfos vacíos o en los indultos de bobalicones sin malicia.
Por el momento parece sacar ventaja la tendencia “humanista”, que prefiere que al toro no se le lidie y sí que se le “cuide”, incluso a costa de arrinconar una parte vital de la corrida, con el casi único y exclusivo objetivo de fabricar triunfos de cartón piedra. Triunfos construidos sobre una base falsa en la que se simula un aspecto fundamental como es la suerte de varas, pero que hoy en día ya ha pasado a ser vital para curar a una fiesta enferma, aunque para muchos está en un estado de salud envidiable. Pues adelante con los faroles.
Pero la suerte de varas ha dejado de ser algo fundamental en la corrida para convertirse en un aspecto vital de la fiesta. Desafortunadamente es así, y digo desafortunadamente porque si no se le dota del valor que nunca debió perder, la fiesta se nos puede desintegrar entre los dedos.
Nadie se escandaliza cuando sale un toro arrastrándose por el ruedo y al que no se le puede casi ni arañar con el palo, si no es a riesgo de que se desplome definitivamente bajo el peto, y que el resto de la lidia sea un ir y venir de los señores de las medias rosas ante un marmolillo incapaz de dar un paso y mucho menos de embestir contra todo lo que se mueva a su alrededor.
Yo solo voy a hablar de lo que veo en la plaza de Madrid, donde puede que sea el sitio donde por el momento mejor se simula la suerte de varas. Aparte de por ser la plaza que más frecuento, porque tampoco creo que aguante demasiado análisis esos esperpentos en los que el toro topa una vez el peto, el picador apoya el palo suavemente y lo levanta inmediatamente, mientras el matador ya lleva un buen rato pidiéndole que levante la puya y que le cambien el tercio. Y no quiero afirmar que en las Ventas se pique como Dios manda, fíjense que he dicho que es donde mejor se simula.
En los tendidos de la calle de Alcalá es frecuente escuchar durante o después de la simulación de varas eso de “a picar” o “hay que picar” y por las mismas también hay quien salta como un resorte y afirma “si le pica se cae”. Pues que se caiga. Con un gesto tan sencillo como hacer que el toro vaya tres veces al caballo, dos desde el reglamento infame del señor Corcuera, se adelantaría mucho para limpiar la fiesta. Yo no digo que a los toros se les masacre debajo del caballo, pero una cosa es eso y otra el que el castigo que reciben no llega ni a regañina.
Pero si tarde tras tarde se le dota al primer tercio de la seriedad que éste precisa, y la consecuencia es que los toros rueden y rueden, solo pueden pasar dos cosas: que la gente se ponga como un basilisco y que los taurinos se decidan a arreglar el tremendo desaguisado de ahora, o que ese mismo público se amotine y se proponga pegar fuego a las plazas de toros, con lo cual igualmente habría que hacer algo para sacar del pozo a las corridas de toros.
¿Y qué ganaríamos con eso? Pues poca cosa, que los toros no fueran unos cadáveres que se arrastraran por la arena, que los matadores tuvieran que aprender a lidiar contra un animal con poder y pujanza, no como el de ahora, y a lo mejor hasta veíamos lo que las figuras pueden dar de si, o como si se tratara de los tiempos de la eclosión del cine sonoro, de la desaparición de los ídolos postmodernistas y la ascensión de nuevos toreros más capaces y con mejor timbre de voz. Entonces sí que el toro sería el elemento decisivo que recompondría el escalafón y daría a la fiesta ese impulso que muchos tercamente buscan en las corridas sin sangre, en la saturación de triunfos vacíos o en los indultos de bobalicones sin malicia.
Por el momento parece sacar ventaja la tendencia “humanista”, que prefiere que al toro no se le lidie y sí que se le “cuide”, incluso a costa de arrinconar una parte vital de la corrida, con el casi único y exclusivo objetivo de fabricar triunfos de cartón piedra. Triunfos construidos sobre una base falsa en la que se simula un aspecto fundamental como es la suerte de varas, pero que hoy en día ya ha pasado a ser vital para curar a una fiesta enferma, aunque para muchos está en un estado de salud envidiable. Pues adelante con los faroles.
PD: Mi recuerdo para José Manuel Sánchez, aquel que cuando estaba en el palco llamábamos "el de la pajarita". QDEP.
16 comentarios:
Enrique: No digas eso en México, porque si lo haces... ¡te linchan!
Resulta que aquí, según "los entendidos", el toro se cría para que "rinda en la faena de muleta" y la suerte de varas "es un trámite que ha pasado a segundo término". (Creo que eso se ha podido comprobar con el irrisorio "indulto" del tal "Guadalupano" por Sebastián Castella).
Así que, avisado estás, si vienes a degustar el "agua de las verdes matas...", piénsalo, pero no lo expreses...
Xavier:
Gracias por el aviso. Lo malo es que creo que esas ganas de linchamiento llegan más acá de lo que nos pensamos. Lo que tiene mejor pinta de todo es eso de las "aguas de las verdes matas..." Suena a una frescura y a una tranquilidad que ahora echo de menos.
Un saludo
"Agua de las verdes matas
tu me tumbas, tu me matas,
tu me haces andar a gatas..."
Xavier:
Gracias por la aclaración. Me sigue sugeriendo más frescura y mayor tranquilidad.
Un abrazo
Una vez más muestro mi conformidad con tu artículo. Los principales culpables del fraude de la suerte de varas somos nosotros, los aficionados. Muy poquitos aficionados son los que piden que se realice la suerte de varas como Dios manda. Coincido plenamente en que se debe picar y, si el toro se cae, que se caiga. A ver si así se les cae la cara de vergüenza a empresarios y ganaderos y mejoran, unos la selección y otros la calidad del ganado que compran. De igual modo, culpo a los matadores de ser los principales responsables de lo que ocurre en el ruedo. Desde los tendidos se insulta y recrimina al picador por su actuación, pero no olvidemos que quien manda es el matador. El es quien da las órdenes sobre cómo, cuánto y dónde se le debe picar al toro. El archiconocido “vale, vale” cuando realmente quieren decir “dale,dale”, que tantas veces denunciaba el malogrado Salva.
También los aficionados tenemos gran culpa de lo que pasa. Primero porque sólo a una nutrida parte del 7 y algunos aficionados sueltos de otros tendidos les importa realmente la suerte de varas. Segundo porque el público (y digo “público”) sólo valora lo que sucede en el último tercio sin tener en cuenta la condición del toro: se caiga o no, esté justo de fuerzas o no, se le haya masacrado en varas o no, etc.
Tengo por norma no valorar a la hora de premiar una faena en la que el toro ha sido picado en exceso, lo cual indica que el matador quiere que el picador “toree” con la puya lo que él debe hacer con la muleta, indicando así que está por debajo del toro. En Las Ventas nadie se niega que un toro sea puesto en suerte tres, cuatro veces o las que hagan falta siempre y cuando el toro lo necesite. Entonces, en vez de masacrar a los toros en la primera vara, permítannos ustedes ver una suerte de varas como Dios manda, poniendo al toro en suerte progresivamente a mayor distancia. Algo que todo el mundo sabe es aplaudido en Madrid. Y desde aquí rompo una lanza por José Carlos Venegas, quien en la novillada de Moreno Silva del 2009 puso al último novillo cuatro veces en el caballo, complaciendo así a quienes se lo pedimos primero y aplaudimos después. También quiero recordar que el festejo de los últimos años (corridas concurso aparte) donde hemos visto un mayor número de varas fue la novillada de Moreno Silva del 2008, donde tomaron 18 ó 19 varas. ¡Tiene huevos que esta mierda de empresa no quiera ponerlos en San Isidro y no podamos verlos en la plaza este año!
Por último, siempre intento ser agradecido con aquellos matadores que enseñan las cualidades del toro aún a sabiendas de que el público después va a ser muy crítico con ellos porque, al ver las bondades y las posibilidades del astado, normalmente siempre va a enjuiciar que la labor del torero ha estado por debajo de la de su oponente. Por eso mismo, hay muchos toros a los cuales no vemos sus verdaderas posibilidades porque los matadores siempre intentarán tapar sus cualidades para que no se le critique si están por debajo del toro.
Saludos y perdón por el tostón.
J.Carlos
J. Carlos:
Este tostón, como tu llamas a tu comentario, da gusto leerlo por todo lo que dice. Quizás lo deberían leer muchos de los que nos ponen a los aficionados de Madrid como marcianos. Has aplicado una lógica aplastante que si alguien no lo quiere entender no lo entenderá, pero está muy clarito.
Lo de Moreno Silva clama al cielo y es la evidencia que deja claro quien manda, aunque sean unos niñatos incapaces a los que se les va vivo el novillo.
Y respecto a lo dejar ver al toro, ¡cuántos toros nos han robado para que no se les viera! Veo que eres asiduo de Madrid, así que tú mejor que nadie sabrás cuántos toros se van sin torear ¿verdad? Y la excusa es el viento, que miraba por encima de la muleta, que tenía una mirada fea, que si me insultaba por lo bajini, y todos tan contentos, el mayo siguiente vuelve y san se acabó.
Muchas gracias por tus tostones que yo valoro y disfruto leyendo, aunque ten por seguro que a más de uno le saben a cuerno quemado, pues allá ellos.
Un saludo
No estas al día. Ahora lo que se lleva es la "durabilidad". Si, como en las pilas
Javier:
Es verdad, no estaba yo al tanto de la palabreja. Entre durabilidad, toreabilidad y no sé que más cosas, vamos a tener que matricularnos en el curso de neotauromaquia de CCC.
Un saludo
La recuperación de la Integridad de la Fiesta pasa por la restauración del Toro, en todos los encastes, capaz de aguantar un tercio de varas como "dios manda"; con caballos, incluidos picador y atalajes -no más de medio peto- que no pesen mas que el toro; las rayas que se las devuelvan a Domingo Ortega; lo mismo que un banderillero tras una pasada en falso, debe perder su turno, cuando a un picador se le aprecia intencionalidad, la segunda vara debería ejecutarla el otro de tanda; la cuerdas son para medir el castigo, no para necesariamente meterlas en todos los puyazos, etc, etc.
Enrique tu articulo tiene mucha enjundia y el comentario de J. Carlos es tan claro, tan intenso y con una visión tan real que no tiene desperdicio. Con los apuntes de ambos textos, se podría construir una conferencia sobre la Suerte de Varas, bastante completa y con mordiente.
Ya estoy harto de conferencias de invierno de testimonialistas y demagógos, que además de cobrarlas, no se comprometen con la realidad que con toda urgencia necesita la Fiesta.
Saludos de
Gil de O.
Bueno Enrique, que te voy a contar de la suerte de varas si ya he dicho por activa y por pasiva aqui y en mi blog, que para mi es fundamental, y que cuando se ejecuta como es debido es un verdadero ESPECTACULO.
Sabes de mas que coincido contigo en que esto se esta perdiendo, o mejor dicho, hace mucho tiempo que se perdio. En las plazas de primera tenemos la suerte, o el suplicio, de ver entrar al toro dos veces al caballo (por obligación reglamentaria), pero en las de segunda bien le podian dar la tarde libre a los del castoreño.
En octubre del 2000, en una de las primeras veces que fui a las ventas tuve la suerte de ver a un picador mexicano picar un toro de Victorino como nunca lo habia visto. Efren Acosta se llama el señor y venia con Zotoluco. Aquello fue un verdadero espectaculo de los que ya muchos echamos de menos. Ahora al bueno de Efren le cortaron el brazo izquierdo y nos privaron una vez mas de volverlo a ver.
El año pasado, en la de Cuadri pudimos volver a disfrutar con la suerte de varas. Sobre todo con el castaño, que si no estan allí las tablas se trae a el caballo y al picador otra vez de vuelta a Trigueros.
Pero esto es lo que hay Enrique. Tendremos que esperar a que salgan mas ganaderos como mis paisanos o a que vuelva a nacer otro Efren Acosta. Soñar es gratis.
Un saludo.
P.D.: ¿Se me nota mucho la pasión por lo de Cuadri?... Pues no es porque sean paisanos mios, que conste.
Gil de O.:
A la fiesta se la ha desnudado de tal forma que lo fundamental pasa a ser una molestia y nos olvidamos el por qué de esto. Creo que lo primero de todo habría que preguntarse ¿de qué se trata en una corrida de toros? y a partir de ahí empezar a pensar para dónde tirar. Y si se acuerda que el motivo de tod esto es un toro al que hay que poder y vencer y aguantar su empuje sin salir por los aires y al que se le somete a una serie de pruebas para ver su comportamiento y al mismo tiempo prepararlo para el último momento, entonces creo que vamos en dirección opuesta y por una carretera secundaria. Y cuando os leo vuestros comentarios, veo las cosas mucho más claras y me convenzo mucho más aún.
Un saludo
Marín:
Recuerdo aquella tarde de que me hablas y mira lo que son las cosas, no lo encajaba yo con el Zotoluco, era como si hubiera venido por libre, como en los inicios de todo esto.
La suerte de varas además de imprescindible es, como muy bien dices, un verdadero espectáculo. Y si no solo hay que recordar la emoción de ver a un picador dando la vuelta al ruedo, como Anderson Murillo con Esplá, o hace más años a José Luis Barrero, creo que en una corrida concurso y depués de poner tres puyazos en todo lo alto y un cuarto dando la vuelta al regatón. Lo dicho, un espectáculo. Y cómo no vas a sacar pecho con tus paisanos de Cuadri. Lo que no tendría perdón es que lo sacases con los Zalduendo o similares.
Un saludo
Enrique:
La suerte de varas no sólo es fundamental e imprescindible sino que...
¿Cual es la ÚNICA suerte donde realmente se mide y se ve la VERDADERA BRAVURA de un toro?
¡Un saludo!
David:
Exacteamente es como tú dices, porque el comportamiento en la muleta puede llevar a engaño y hacer pasar por bravo a un bravucón, al que si se hubiera medido en el caballo, a lo mejor hasta habría cantado la gallina.
Un saludo
Como bien dices en el título de este post, la suerte de varas ha pasado a ser vital, porque sino deja de ser un simulacro dentro de unos años no habrá sangre encastada, no se podrán refrescar las vacadas porque el pozo de la casta estará vacío.
El mejor recuerdo que tengo de la temporada pasada, fue de un novillo cárdeno, la pena fue que no se pudo ver en el caballo porque todo el mundo quería el cambio de tercio, allí solo habíamos cuatro que queríamos verlo ir al caballo de nuevo.
Un saludo Enrique.
En Barrera:
No pides tú nada, que vuelvan a poner el toro al caballo. Protestaríais y seguro que muchos os mirarían co mala cara, como si les estuviérais fastidiando la fiesta.
Un saludo
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