En estos días vengo contemplando cómo aficionados y taurinos aportan sus particulares soluciones para acabar con todos los males de la fiesta. Una de ellas quizás es demasiado radical y para algunos es demasiado dolorosa, esa que dice que lo que no valga, fuera, que nos quedemos solo con lo que nos aporta un beneficio inmediato. Pues ni sí, ni no. Está claro que lo que no vale hay que quitárselo de en medio, pero antes hay que asegurarse de que no vale realmente.
Cada vez se escuchan y se leen más opiniones de las bondades de todo lo Domecq y lo nefasto de otros encastes que no están tan en boga, sin entrar en los motivos de esta situación. Es la misma cuestión de siempre, Domecq sí, no, ni sí ni no, quizás. A unos hay que darle todos los pláceme por todo lo que se supone que están “aportando” a la fiesta, por ser la base de las exigencias de las figuras y a las que hay que satisfacer sin rechistar, sin plantearse ninguna duda sobre ello, con fe ciega de que ellos son los que mejor nos guiarán en nuestra afición.
Pero yo me planteo una duda, y es si los gustos del público, a los que estamos sometidos y esclavizados, serán eternos e invariables, o si se puede dar el caso de que en unos años ese mismo público decida que ya está harto de tanto pase y de toros sumisos y dulzones. ¿Qué haremos entonces? ¿Qué haremos si hemos ajusticiado en el matadero la variedad del toro y con ella los diferentes encastes con sus particularidades en el comportamiento, en su evolución durante la lidia y en lámina? Echaremos la vista a un lado, al otro y solo veremos fotocopias de lo mismo que ya nos habrá cansado y a lo que no encontraremos aliciente para seguir yendo a las plazas.
Entonces poco se podrá hacer, echarnos las manos a la cabeza, clamar al cielo, echar la culpa al gobierno por no prever la conservación de algunos ejemplares, aunque solo fuera como testimonio de lo que fueron. Y que conste que no abogo por anunciar ganaderías que estén en un mal momento, por el único hecho de llevar sangre de veragua, saltillo, urcola, cabrera o gallardo. Todo tiene sus límites. No pretendo que me monten un san isidro con unos hierros infumables, pero esto tampoco quiere decir que tenga que tragarme por decreto “otros” hierros más infumables aún.
Al aficionado se le puede pedir paciencia con algunas ganaderías, pero con otras ya no. Por poner un ejemplo, en Madrid el año pasado durante la feria hubo tanto Domecq que se nos acabó subiendo a la cabeza. Si tuviéramos que aguantar a otros hierros lo mismo que llevamos soportando a los del monoencaste, Pablo Romero, Miura, Guardiola, Hernández Pla, Fraile, Buendía, Sánchez Fabrés o Conde de la Corte, Atanasio, Sepúlveda o Sánchez Cobaleda tendrían que multiplicar sus camadas por cuatro para poder equilibrar la balanza y no sentenciar a las primeras de cambio que no valen para nada, porque hay muchas que no valen ni para tirar de los carros como bueyes.
Cada vez se escuchan y se leen más opiniones de las bondades de todo lo Domecq y lo nefasto de otros encastes que no están tan en boga, sin entrar en los motivos de esta situación. Es la misma cuestión de siempre, Domecq sí, no, ni sí ni no, quizás. A unos hay que darle todos los pláceme por todo lo que se supone que están “aportando” a la fiesta, por ser la base de las exigencias de las figuras y a las que hay que satisfacer sin rechistar, sin plantearse ninguna duda sobre ello, con fe ciega de que ellos son los que mejor nos guiarán en nuestra afición.
Pero yo me planteo una duda, y es si los gustos del público, a los que estamos sometidos y esclavizados, serán eternos e invariables, o si se puede dar el caso de que en unos años ese mismo público decida que ya está harto de tanto pase y de toros sumisos y dulzones. ¿Qué haremos entonces? ¿Qué haremos si hemos ajusticiado en el matadero la variedad del toro y con ella los diferentes encastes con sus particularidades en el comportamiento, en su evolución durante la lidia y en lámina? Echaremos la vista a un lado, al otro y solo veremos fotocopias de lo mismo que ya nos habrá cansado y a lo que no encontraremos aliciente para seguir yendo a las plazas.
Entonces poco se podrá hacer, echarnos las manos a la cabeza, clamar al cielo, echar la culpa al gobierno por no prever la conservación de algunos ejemplares, aunque solo fuera como testimonio de lo que fueron. Y que conste que no abogo por anunciar ganaderías que estén en un mal momento, por el único hecho de llevar sangre de veragua, saltillo, urcola, cabrera o gallardo. Todo tiene sus límites. No pretendo que me monten un san isidro con unos hierros infumables, pero esto tampoco quiere decir que tenga que tragarme por decreto “otros” hierros más infumables aún.
Al aficionado se le puede pedir paciencia con algunas ganaderías, pero con otras ya no. Por poner un ejemplo, en Madrid el año pasado durante la feria hubo tanto Domecq que se nos acabó subiendo a la cabeza. Si tuviéramos que aguantar a otros hierros lo mismo que llevamos soportando a los del monoencaste, Pablo Romero, Miura, Guardiola, Hernández Pla, Fraile, Buendía, Sánchez Fabrés o Conde de la Corte, Atanasio, Sepúlveda o Sánchez Cobaleda tendrían que multiplicar sus camadas por cuatro para poder equilibrar la balanza y no sentenciar a las primeras de cambio que no valen para nada, porque hay muchas que no valen ni para tirar de los carros como bueyes.
De momento parece que todo lo Domecq va “sirviendo”, pero ¿va a ser siempre así? ¿Se va a conseguir mantener los mismos niveles de robotización de la actualidad? ¿Se mantendrá la preferencia del público por las corridas de toros tal y como se suceden ahora, en que no sucede nada? Pues habrá que esperar y aunque algún incrédulo no lo vea posible, habría que estar preparado para ello y frenar la sangría que está ocasionando entre la cabaña brava. Porque se habla de los encastes perdidos o prácticamente perdidos, pero pensemos qué es lo que ha sido de los Juan Pedros, aquellos que imponían respeto solo con oír su nombre, hasta que alguien decidió convertirlos en artistas. Incluso llego a recordar un magnífico toro de Torrestrella, allá por los finales de los setenta o principios de los ochenta que creo que mató José Luis Galloso y que fue una delicia verle en el caballo y luego acudiendo a la muleta que le ofrecía el gaditano citando de frente, igualito que los que hoy acuden a las ferias de postín.
Habrá que aguantarse las ganas y pensarse el hacer caso a ese mal consejero del utilitarismo, no me vale, pues a la basura, como si todo pudiera tener soluciones inmediatas y se pudiera volver atrás al ver que una decisión no fue todo lo óptima que se pensaba. Tampoco quiere decir que traguemos con ganaderías con historia y sin presente, pero dejemos que vayan arreglando este presente; especialmente si demuestran que esa es su intención. Y tampoco nos dejemos llevar por la opinión de uno u otro ganadero como si se estuviera cuestionando la Biblia. El tiempo dará y quitará razones, aunque sí es verdad que algunos sacan demasiado pecho y no dudan en mostrar su orgullo de sentirse adalides de la la vulgaridad ganadera que cada día nos come más terreno.
No creo que haya que cerrarse puertas, ni pensar que el monoencaste sí o no, aunque yo piense que no, quedémonos con el toro y a ver quien aguanta el tirón, dando las mismas oportunidades a unos y a otros. Y que si se decide abandonar a su suerte a una ganadería, igual se pierde algo más que un nombre en los carteles, y pensemos que cada toro que la desidia mande al matadero puede ser un toro irrecuperable. ¿O no se siente orgulloso el aficionado de salvar los Pablo Romero, hoy Partido de Resina? Que esto no se trata de aplicar la caridad, simplemente es una forma de salvaguardar la fiesta y de no despreciar recursos que en un futuro pueden ser los que nos ayuden a mantenerla viva y con interés. Porque en la fiesta de los toros no hay nada que sea de usar y tirar; y el toro menos que nada.
16 comentarios:
Pues es lo que vengo defendiendo hace mucho tiempo Enrique. Y ya lo decia en la entrada que publique el otro dia de "los otros" en que no podemos echar solamente la culpa al monoencaste. Que a mi lo que me da miedo es precisamente eso, que la mayoria de la gente que va a las plazas prefiera por un tiempo indefinido el monoencaste.
Quiero que mis hijos puedan el dia de mañana ir a Doñana y que puedan ver linces. Pero tambien quiero que salgan al campo y puedan ver Miuras, Cuadris, Veraguas, etc. etc.
Un saludo Enrique.
Enrique comparto totalmente tu entrada, aunque este llena de interrogantes que dejas sobre la mesa para animar el debate, siempre bien venido por que del conjunto de todas las opiniones, suelen salir las soluciones, desde mí punto de vista todos los encastes que hay merecen su conservación, como bien dices sin lis-monas ni regalos, pero todos son necesarios y la "calidad" de cada uno de ellos se debe ver en la PLAZA DE TOROS y que allí cada cual demuestre lo que lleva dentro, pero no es menos cierto que si siguen desapareciendo, hasta que quede uno solo, sea el que sea, se abra perdido toda la diversidad que aun queda, y esa perdida que hoy no valoramos lo suficiente, sera la ruina de la FIESTA, la razón de ser del campo BRAVO puede claramente ir desapareciendo poco a poco, por axfisia, por aburrimiento o por múltiples razones. No obstante me gustaría dejar constancia de que soy un aficionado de tendido y no pretendo sentar cátedra,si no dar mí humilde opinión por que amo a los toros sean del encaste que sean y me gustaría que ese maravilloso patrimonio de toda España no desaparezca nunca.
Marín:
Coincido contigo; lo que me asusta son los que niegan al ebncaste que ahora no les vale a ellos a su forma de entender la corrida, porque no se plantean la fiesta en conjunto.
Un saludo
Juanito:
La PLAZA DE TOROS, como tú dices, es la que debe decidir y en ella los aficionados de tendido, como tú, como yo y como todo hijo de vecino, que son al final los que pagan y los que mantienen esto, porque si no hay aficionado que cree y mantenga a los ídolos, pues simplemente éstos dejan de existir.
Un saludo
"...quedémonos con el toro y a ver quien aguanta el tirón, dando las mismas oportunidades a unos y a otros..."
Eso es el "quid" de este asunto. "Eliminar" a los Domecq sería tan perverso como hacerlo con cualquier otro encaste. La manera de comparar, es que en condiciones iguales (plazas, ferias, toreros, etc.), todos puedan ser vistos y de allí determinar cuales son aptos y cuales no.
Porque dejar los "minoritarios" para las "duras" o "toristas" o como las quieras llamar, tampoco es "participación igualitaria", entonces, tendríamos que ver a todos, con todas.
Soñar no cuesta...
Saludos.
Enrique:
Envidiable tu ecuanimidad sin tibieza, tu franqueza sin parcialidades. Se entienden meridianamente tus argumentos, que comparto, cómo no, y que contribuirían a recuperar la emoción bajo mínimos que padecemos. También a asegurar el futuro del toreo que indudablemnte pasa por mantener la diversidad genética que atesoran los diferentes encastes.
Enhorabuena y un saludo.
En lo de Iván y suscitado por Isabel-19 y la Condesa de Estraza, que por cierto no le temen a nada ni a nadie, se ha suscitado un debate dada su creencia y convicción, en ambas, de que el cruce es bueno por encima de todo.
Personalmente pienso que se le está rindiendo un culto excesivo a los encastes, cuando cualquiera de ellos no ha pasado de ser una familia dentro de una raza (encaste) pues la degeneración de la bravura en el amplio sentido de la palabra, y como bien dices Enrique, se está yendo por los desagues en cuanto han pasado unas cuantas generaciones seleccionando en las tientas por caracteres externos, y sin enriquecer (fortalecer) las sangres con cruces; unos más afines que otros.
El Toro Bravo aún no lo tenían en sus manos los ganaderos de principios del XX y ya todos, pero todos -se está desaguando hasta lo de Miura- pensaron que tenian una raza distinta totalmente de las demás y se equivocaron, de ahí la situación actual, unido a la poda intencionada de la fiereza y la casta fiel a su procedencia sin degenerar.
Otra firma femenina Carmen L. también lo expone con crudeza. Estas buenísimas aficionadas son más calculadoras, frías y analiticas; y no seré yo quién les lleve la contraria. Me dá en la "piquera", que llevan toda la razón.
En el de "la jota" hay un gran debate, unido a la mayor parte de los blog de mejor criterio, en este sentido. No paramos de darle vueltas al tema, cuando la solución creo que está, en algo que se ha apuntado por ahí y creo que, sí fuiste tú Enrique, de volver a comenzar, pues al menos se acabarían todas estas...Alguna palabra usaste que no recuerdo.
Gil de O.
Xavier:
Pues sí, soñar no cuesta nada y ¿por qué no podrá llegar el día de que todo esto cambie? Todo es cíclico y a lo mejor llegará un tiempo en el que nos vayamos al extremo opuesto, aunque seguro que en el equilibrio está la virtud.
Un saludo
Juan:
Como tú sabes y creo que practicas, la única forma de quedarse con la conciencia tranquila es decir lo que se piensa. Luego te equivocarás o no, pero al menos el error será tuyo. Y esa variedad es la que hay quie procurar conservar en eso estoy contigo.
Un saludo
Gil de O.:
Probablemente se está valorando demasiado lo delos encastes, seguro, pero quizás también sea motivado porque al encastillarse unos en una postura extrema, automáticamente los otros hacen lo propio, yéndose al rincón opuesto. De lo que sí estoy convencido es de que la variedad no hace daño a nadie y que quien quiera acabar con ella por no considerarla útil, puede que sea el mismo que luego la eche en falta. Y hay decisiones que hay que meditar mucho y no actuar irreflexivamente para agradar a quien sea. Pero perdona, te estoy contando esto a ti, que sabes mejor que nadie lo que supone liquidar por derribo o conservar pese a quien pese. A veces uno se viene arriba y pasa lo que pasa.
Un saludo
PD: Me encanta lo bien catalogados que tienes a muchos de los que nos atrevemos a escribir de toros en los blogs.
Muchas gracias por su amable mención, Gil de O.
La condesa de Estraza
La condesa de Estraza:
Muchas gracias por su visita a este blog.
Un saludo
Buen articulo
por otro lado, una novedad inedita
http://torosgay.blogspot.com/
Anónimo:
Le visitaremos.
Un saludo
En la variedad esta el gusto, el problema de la Fiesta es que hay poca variedad, casi todos los días vemos lo mismo. Una de las claves para recuperar la emoción sería la variedad de encastes. Un saludo Enrique.
Un gran artículo Enrique. Saludos
En Barrera:
Que buena torera serías, siempre al quite. Como bien dices, en la variedad es´tá el gusto, y tal y como van las cosas parece que quieren acabar con ella. Y parece que no se dan cuenta de que esa variedad es parte sustancial del toreo. Lo malo es que lo sufriremos quien no tenemos culpa en ello. Igual deberíamos levantarnos en nuestra particular y taurina plaza de Tahrir y luchar por la libertad de la verdad en el toreo. Y vaya mitin que me ha salido.
Un saludo
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