Quien no haya oído nunca aquello de que el mejor aficionado es aquel al que le caben más toreros en la cabeza. Y que verdad más grande, dejando de lado el tamaño del sombrero del mejor aficionado del mundo. Pero eso era de fácil aplicación y comprensión hace años, quizás muchos años, y ahora algunos lo quieren aplicar al escalafón actual para intentar arrimar el ascua a la sardina de su torero de cámara.
Pero una frase llena de verdad puede verse manipulada y cubrirse de falsedad. Se sobreentiende que se habla de buenos toreros, artistas, dominadores, valientes, con facultades, pero buenos. Los vulgares no tienen cabeza donde meterse, ni previa trepanación taurina. Aunque la perversión modernista intenta hacerse su sitio y hasta mal interpreta esta sentencia queriendo meter en el saco de los buenos toreros a los Juli, Cayetano, Ponce, Castella, Perera y demás tropa de las huestes de los pegapases. El primero nos lo quieren presentar como dominador y técnico, justamente por poder con un tipo de toro que ya viene dominado de casa. Cayetano, pues no sé, ni sé si sabré en algún momento. Ponce es la elegancia distante, Castella la sublimación estética del aburrimiento versión gala y Perera idem de lienzo, versión ibérica. Pero todos responden a un mismo tipo de torero, el aburrido y monotemático, que se diferencia del otro por el grado de retorcimiento, pero que básicamente desarrollan el mismo toreo. Ausencia y abulia durante toda la lidia, desinterés por el tercio de varas y un toreo de muleta asentado sobre los cimientos de la cantidad de pases describiendo líneas rectas cuando deberían ser curvas y curvas cuando deberían ser rectas. Con la inequívoca e inevitable marca de la casa del toro sin describir curvas y el torero que no soporta la rectitud de su cuerpo.
Si nos cupiera el toreo moderno dentro de nuestra cabeza, con el único fin de que los modernistas nos pudieran considerar buenos aficionados, a estos los meteríamos en el cuarto trastero de nuestra afición, todos empaquetados dentro de una caja bien cerradita y muy al fondo del cacumen. Pero que nadie se rasgue las vestiduras que esta misma receta es aplicable al estado general de la fiesta en este momento.
A pesar de los apóstoles de la modernidad que nos quieren adoctrinar de lo que está bien y de lo que nunca estuvo bien, aún quedan algunos indocumentados e insensibles que prefieren quedarse con lo malo de antes, mejor que con lo maravilloso de ahora. Incluso sin remordimientos que valgan, pues les basta ver cualquier día en cualquier plaza algo que se parezca a aquello y la forma en que todo el mundo pierde la razón, para que piensen que no pueden estar tan equivocados. Porque a pesar de los vídeos y de los libros de que ahora se escriben, nada hay como lo vivido.
Es un error muy frecuente ese de querer trasladar usos actuales a épocas anteriores y querer pasar toda la historia por el rasero que se aplica a las “figuras del toreo”, lo cual es un gran sin sentido, pues son dos mundos que no admiten comparación. En primer lugar porque se parte de un fundamento falso y es que en la actualidad el toro es más grande y bravo que nunca, véase si no lo de Vistalegre y véase lo que va a salir por los toriles la temporada que empieza. Además si se considera una virtud esa uniformidad cansina y monótona, casi clónica de la torería imperante, entonces nada vale de lo vivido hasta ahora. Nada tiene que ver con la exigencia del toro de ahora, con la del de antes, entre los que también había juanpedros, que no Domecq, no sé si se entiende la diferencia. Esa variedad de toreros se debía primordialmente al toro, a los diferentes tipos de toro que salían al ruedo y a la capacidad que los matadores desarrollaban para poder con esa variedad.
Para ser más exactos la sentencia de que “el mejor aficionado es aquel al que más toreros le caben en la cabeza”, quizás habría que darle algunos retoques y decir que el mejor aficionado es aquel al que le caben más nombres en la cabeza, entronizando de una vez el conocimiento enciclopédico del aficionado moderno, capaz de retener fechas, nombres y número de orejas cortadas, con toda la naturalidad del mundo. Luego pretenderemos que tengan sitio para el toreo clásico, ese que es tan grande que no cabe en cualquier lado.
Pero una frase llena de verdad puede verse manipulada y cubrirse de falsedad. Se sobreentiende que se habla de buenos toreros, artistas, dominadores, valientes, con facultades, pero buenos. Los vulgares no tienen cabeza donde meterse, ni previa trepanación taurina. Aunque la perversión modernista intenta hacerse su sitio y hasta mal interpreta esta sentencia queriendo meter en el saco de los buenos toreros a los Juli, Cayetano, Ponce, Castella, Perera y demás tropa de las huestes de los pegapases. El primero nos lo quieren presentar como dominador y técnico, justamente por poder con un tipo de toro que ya viene dominado de casa. Cayetano, pues no sé, ni sé si sabré en algún momento. Ponce es la elegancia distante, Castella la sublimación estética del aburrimiento versión gala y Perera idem de lienzo, versión ibérica. Pero todos responden a un mismo tipo de torero, el aburrido y monotemático, que se diferencia del otro por el grado de retorcimiento, pero que básicamente desarrollan el mismo toreo. Ausencia y abulia durante toda la lidia, desinterés por el tercio de varas y un toreo de muleta asentado sobre los cimientos de la cantidad de pases describiendo líneas rectas cuando deberían ser curvas y curvas cuando deberían ser rectas. Con la inequívoca e inevitable marca de la casa del toro sin describir curvas y el torero que no soporta la rectitud de su cuerpo.
Si nos cupiera el toreo moderno dentro de nuestra cabeza, con el único fin de que los modernistas nos pudieran considerar buenos aficionados, a estos los meteríamos en el cuarto trastero de nuestra afición, todos empaquetados dentro de una caja bien cerradita y muy al fondo del cacumen. Pero que nadie se rasgue las vestiduras que esta misma receta es aplicable al estado general de la fiesta en este momento.
A pesar de los apóstoles de la modernidad que nos quieren adoctrinar de lo que está bien y de lo que nunca estuvo bien, aún quedan algunos indocumentados e insensibles que prefieren quedarse con lo malo de antes, mejor que con lo maravilloso de ahora. Incluso sin remordimientos que valgan, pues les basta ver cualquier día en cualquier plaza algo que se parezca a aquello y la forma en que todo el mundo pierde la razón, para que piensen que no pueden estar tan equivocados. Porque a pesar de los vídeos y de los libros de que ahora se escriben, nada hay como lo vivido.
Es un error muy frecuente ese de querer trasladar usos actuales a épocas anteriores y querer pasar toda la historia por el rasero que se aplica a las “figuras del toreo”, lo cual es un gran sin sentido, pues son dos mundos que no admiten comparación. En primer lugar porque se parte de un fundamento falso y es que en la actualidad el toro es más grande y bravo que nunca, véase si no lo de Vistalegre y véase lo que va a salir por los toriles la temporada que empieza. Además si se considera una virtud esa uniformidad cansina y monótona, casi clónica de la torería imperante, entonces nada vale de lo vivido hasta ahora. Nada tiene que ver con la exigencia del toro de ahora, con la del de antes, entre los que también había juanpedros, que no Domecq, no sé si se entiende la diferencia. Esa variedad de toreros se debía primordialmente al toro, a los diferentes tipos de toro que salían al ruedo y a la capacidad que los matadores desarrollaban para poder con esa variedad.
Para ser más exactos la sentencia de que “el mejor aficionado es aquel al que más toreros le caben en la cabeza”, quizás habría que darle algunos retoques y decir que el mejor aficionado es aquel al que le caben más nombres en la cabeza, entronizando de una vez el conocimiento enciclopédico del aficionado moderno, capaz de retener fechas, nombres y número de orejas cortadas, con toda la naturalidad del mundo. Luego pretenderemos que tengan sitio para el toreo clásico, ese que es tan grande que no cabe en cualquier lado.
16 comentarios:
Si nos entendemos inmersos en el movimiento de las llamadas "sociedades de información", en las que "las tecnologías facilitan la creación, distribución y manipulación de la información", tu planteamiento es perfectamente comprensible.
Hoy día, al menos en mi ejercicio docente, veo como a los muchachos les enseñan a ejercitar la memoria más que el raciocinio, entonces, "los toreros que caben en la cabeza" hogaño, serán precisamente, como dices, los que se puedan memorizar en cifras, datos, anécdotas y otras "minucias".
Antes, los toreros que "cabían en la cabeza" eran los que se entendían en su proceder ante los toros, independientemente de que se supiera cuantas tardes habían actuado en la temporada del "chorrocientos treinta y dos" o de qué color era el terno que vistió el día que le cortó la oreja al toro "Becerrete" del ganadero don Fulano de Tal.
Así de subvertidos están los valores de esto hoy en día.
Saludos.
Xavier:
En este mundo estadístico y de números y más números, también queremos medir los toros por el exclusivo baremo de los números y que conste que no censuro a Juan Medina porque él hace otra cosa. Son las estdísticas de os deportistas. El Niño del Volapié, 30 corridas, con una media de 22 puntos, 30 derechazos, 12 rebotes, 100% de primeros servicios y una mejor marca de 2 minutos, treinta y cinco por vuelta con neumáticos de lluvia. Un alocura. Pero también es una forma fácil de "entender" de toros. Así solo hay que empollar cifras y ya está, nos quitamos de encima la variedad del toro...¡ay! Lo pillé. Acabo de darme cuenta. Es eso, es que ya no hay variedad del toro.
Pues entonces ya no hay más que hablar ¿no?
A mi cada vez me caben menos toreros en la cabeza, incluso algunos que estaban dentro ahora están fuera, sigo abierta a nuevos valores pero estoy cansada de pega pases. Si el mejor aficionado es al que más toreros le caben, prefiero no tener el título de buen aficionada a seguir tragando esas calamidades que andan por el escalafón.
En Barrera:
Yo ahora tengo la sensación de que hay tres o cuatro tipos de toreros y la diferencia entre algunos es tan fina, que en ocasiones se pueden confundir.
Un saludo
Enrique:
Me encanta este dibujo, creo que el que mas me gusta de los que has publicado..
Os falta por distinguir un tipo de torero, el que no torea, solo hace el paseillo muy mono vestido, sabeis quienes son los hermanitos...
Meter en el mismo saco a Castella o Perera (que son 99% identicos) y a Cayetano es faltar al respeto al gabacho, y al extremeño...son malos pero al menos el toro les pasa a menos de 3 metros.
Lo cierto es que quitando a los artistas(morante,curro diaz,aparicio...), los pegapases(juli, castella y perera...) y los pobres(urdiales,rafaelillo,aguilar...estos son los unicos que ponen emocion) no existen mas grupos, es triste pero es asi.
Y respecto al ganado que??
solo dos grupos, las mierdas domecq y los que no venden ni una becerrada...
Un saludo y gracias por ese dibujazo..
Enrique:
Estoy contigo.
Yo lo siento mucho pero tengo la montera muy pequeña, aún así, me sobra sitio para todo torero que asuma su profesión como un arte, nunca como un espectáculo.
Un saludo!
Efectivamente es una frase muy común dentro de la jerga taurina, hay otra frase que abarca a todos los mortales, y es "creerse en posesión de la verdad".
Sr Martín cuando habla de Juli, Cayetano, Ponce, Castella y Perera, apostillando un mínimo comentario de cada uno ¿es su verdad o la verdad absoluta?, de afirmar con tanta rotundidad una creencia suya, bastante respetable, estamos rozando un poco la soberbia, cosa que estoy totalmente seguro que ni por asomo se puede dudar de que la tenga.
No soy nadie para aconsejar, pero si esos mismos comentarios se termina con "al menos así los veo yo" dice exactamente igual pero con la humildad que siempre engrandece a las personas.
Un cordial saludo
Leopoldo Luna
Scotty:
No pretendo meter en el mismo saco a Cayetano y familia con casi ningún torero. Y mira que cada uno de los hermanos en su momento parecía que podían ser algo, pero eso se diluyó tan rápido como el rayo. Gracias por lo del dibujo y por ser siempre tan sincero y decir lo que no le cuadra en este blog y que siempre valoro especialmente.
Un saludo
David:
Pues debemos comprar los gorros de la misma talla. Y cada vez son más pequeños.
Un saludo
Don Leopoldo:
Bienvenido a los comentarios de este blog. Quizás tenga razón en eso de la apostilla, pero lo he puesto tantas veces y tantas veces he repetido que lo escrito aquí son opiniones personales, muy personales, que a lo mejor en esta ocasión se me ha olvidado. Y ¿cómo voy a tener yo la verdad absoluta sobre nada y menos sobre toros? Ni yo, ni nadie, pero tampoco nadie me puede cambiar MIS gustos, de los que salen MIS opiniones, que unos cuantos locos comparten y otros igual de locos leen, y que son, junto con mi afición, los que me empujan a seguir.
Dese cuenta de lo lejos que estoy de creer que mi opinión no es que sea la verdad, sino tan siquiera MI verdad, que cada tarde que voya a la plaza a ver el cartel que sea y siendo MIS gustos los que sean, espero que todos los toreros hagan el toreo puro y que todos los toros salgan encastados. Eso sí, ya se puede hacer idea del tamaño de mio desilusión; eso sí, cuando se da cualquiera de estas circunstancias disfruto como el que más.
Muchas gracias por sus consejos y por esa obligación de reflexionar sobre mis opiniones y por tener la paciencia de visitar este blog y participar en él para hacerlo mejor.
Un saludo
Voy a modificar un matiz en tu primera reflexión: ¿por qué no decir eso de que “el mejor aficionado es al que le caben más toros en la cabeza”?
Básicamente, los que cada año asistimos a un buen número de corridas, podemos observar que el prototipo de faena que se realiza en cualquier plaza de nuestra geografía taurina tiene, matices aparte, el mismo patrón. Se busca: tanto por los toreros como por la mayoría de ganaderos, un prototipo único de toro que permita realizar series interminables de muletazos (en el mejor de los casos, cuando son realizados con cierto grado de pureza) o, como muchas veces sucede, de trapazos inconexos.
La mayoría de los profesionales traen la faena hecha del hotel y, cuando el toro no se presta a ello, la faena transcurre de modo anárquico y se hacen las cosas sin un porqué.
Saben que al toro hay que recibirlo a la verónica, pero no saben cómo, por qué o para qué hacerlo. Saben que el toro tiene que entrar dos veces al caballo, que se le debe picar duro y trasero si el toro sale con alegría (y si no también) y saben que deben cumplir el trámite banderilleril. El resto es más de lo mismo: derechazos al canto y que el toro dé el mayor número de vueltas posible a su alrededor sin tocar el engaño, una o dos tandas de naturales (dependiendo de lo que el toro se deje) y estocada entera (aunque caiga un poco baja) porque, los que piden las orejas, de eso no entienden.
Sólo cuando el comportamiento del toro es un tanto diferente al resto -véase casta, fiereza, emoción y cierta dosis de peligro-, es cuando el buen torero, a base de técnica y pericia, es capaz de llevar la emoción a los tendidos, de poner en conjunción al público y de que no haya una sola alma en los tendidos que piense que sería capaz de ponerse en la situación del matador que está jugándose la vida abajo.
Partiendo de la base de que el toreo es una conjunción entre toro y torero, podremos convenir que si uno de los factores, el toro, ofrece más variaciones en su comportamiento (como sucedía hace 3 ó 4 décadas, por no remontarnos más allá) ello permitiría que los tendidos estuvieran vacíos de aburrimiento y no de público, como sucediera ayer en Las Ventas. La prueba está en que en las novilladas de Moreno Silva no se aburrió nadie –ni en la plaza, ni por televisión- o en las faenas de Rafaelillo a los de Dolores Aguirre o en alguna faena de Diego Urdiales a toros de Samuel Flores o de Victorino Martín.
Con ello no quiero decir que no deba existir ese otro toro colaborador y rebosante de nobleza porque, cuando un toro acude presto al cite y mete bien la cara, es bello ver como algunos son capaces de hacer fluir de sus muñecas el toro puro y estético.
Gracias a Dios, como dijo un amigo mío en la novillada de ayer, tuvimos la fortuna de ver cargar la suerte en una ocasión: con la montera al brindar al público, jeje.
Saludos,
J.Carlos
No voy a disentir de lo que he leído, pero sí a matizar.
Me considero un aficionado atípico por mis costumbres: soy capaz de ir a talanqueras, a plazas de tercera, de segunda y de primera. Consumo de todo y ello, en mayor o menor medida, me da mayor o menor conocimiento según mi capacidad.
Así que digamos que no es que me quepan muchos toreros en la cabeza, pero sí que veo a mucha gente toreando, intentándolo, o pasando por ahí sin más.
Un cordial saludo Sr. Martín.
J. Carlos:
Dices que traen la faena del hotel, pero yo creo que la ensayan de noviembre a febrero y luego tiran para toda la temporada. Matizas muy bien eso de los toros que meten la cabeza, que a todos nos gusta, pero ya han llegado a un punto de borreguez que no hay quien lo trague. Y hablas de Rafaelillo, del que ya sabes mi opinión artística, pero el respeto que se merece es infinito y yo le vería muchas veces y unas cuantas más, porque al menos va a haber toro, que ya es mucho.
De los chuquitos de ayer, pues ya lo viste tú mismo. Pensaba haber escrito una entrada, pero ¿para qué? Mpara decir que el de Linars parecía que iba a torear a la verónica y que al final fue como todos? Y caragn la suerte al brindar, pero si la gorrita cae pa'rriba, pierden el culo para darle la vuelta. Eso sí que lo qprenden bien.
Un saludo y paciencia que nos queda mucha quina que tragar.
I.J. del Pino:
Dices que ves toreros por ahí que lo intentan, pero como no deben ser simpáticos o guapos o contar chistes estupendos, pues nada, a tragar. Y a lo mejor también puede tener que ver que en ciertos pueblos no se elije tanto el toro. Mira si seremos conformistas, que con que lo intenten ya nos vale.
Un saludo y a seguir buscando al que lo haga, o con que lo intente.
Enrique, esto roza la ruina.
Si no tenía bastante con la tinta que gastaba con tus entradas ultimamente voy a tener que ampliar presupuesto para recopilar comentarios.
Que gustazo leeros y ante todo, aprender.
Te diré que entre tus "comentaristas" tienes a alguien que para mi fue y es un gran MAESTRO, un tal J.Carlos.
Dicho esto, en forma de agradecimiento sincero, te diré como bien dice Isa, que a mi también me caben cada día menos toreros, cosa que no me desagrada del todo, que conste.
Tú imagínate en mi cerebro, la de tardes de gloria que se montan los Fandiño, Urdiales,Morenito,Aguilar,Rafaelillo... si de cuando en cuando se juntan a tentar con Pauloba, Frascuelo, Pepín Jiménez, Esplá...eso ya es pa morirse.
Saludos.
Iván:
No me gusta echar flores así en público, pero además de lo que J.Carlos sabe de toros, hay que añadirle la afición que demuestra y la sinceridad al expresar lo que piensa, esté o no de acuerdo con los demás, y eso vale mucho.
Un saludo
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