En estos días me estoy planteando muy seriamente el dejar de ir a la plaza y seguir la feria de San Isidro, Aniversario y todas las ferias del mundo, por la tele. Y, ¿por qué esta decisión? Porque he descubierto la luz con las retransmisiones de la Feria de Abril. Me quedo boquiabierto y estupefacto de todo lo que se puede aprender mirando, y sobre todo escuchando, lo que sale de esa bandeja con cristal puesta de pie. La tecnología que ha convertido la caja tonta en este nuevo artilugio extraplano ha llegado a la fiesta de los toros.Con los toros por la tele puedes apreciar con todo detalle cuántas gotas de sudor le caen al matador por la punta de la nariz, las veces que pestañea el toro y conocer a todo aquel que es alguien entre los taurinos. Pero eso son baratijas comparándolo con lo que se puede sacar de los comentarios del maestro Molés y del maestro Caballero. Se abre la puerta de toriles y ya te dicen si “eso” es toro o borrego, si es guapo o feo, si está bien acabado y si ha acabado el curso de esteticista a distancia, que no es maquillar con el pincel enganchado a una pértiga.
Si hay una cosa que caracterice al mundo de los toros es su particular y precisa jerga. Ya tengo claro lo que es la toreabilidad, ese maldito término que a muchos nos tiene a maltraer, pero ¿qué me dicen de la durabilidad? No creo que haya una expresión que describa mejor el comportamiento del toro durante la lidia. Primero ha de tener durabilidad y después toreabilidad y lo siguiente es tocar el cielo. Pero ojo, que esto no acaba aquí, porque estamos hablando de algo vivo, en continuo proceso evolutivo y con la capacidad de incorporar nuevos términos para nuevos fenómenos. Pero esto no se puede hacer a tontas y a locas, hay que respetar unas normas y la fundamental es añadir el sufijo “-bilidad”.
Siguiendo esta metodología testada en las más importantes ferias del mundo y gracias a la difusión que un medio como la televisión permite, no será difícil tener una idea exacta de una corrida, siempre gracias al relato de verdaderos maestros. Así será fácil conocer el comportamiento del toro en el primer tercio, ese que últimamente estaba un poco abandonado, pero no era otro el motivo, que no se había creado un término apropiado. Así podemos hablar de picabilidad, la capacidad del animal para ser picado o no. Que no tiene picabilidad, pues ya sabemos que no se le pica, porque si se abusa del palo, igual merma la pasabilidad de éste y hace que aumente la invalidezbilidad, resaltando feamente la borreguibilidad. Si el toro se para en banderillas y no acude a la reunión con la suficiente alegría, estamos faltos de banderillibilidad, carencia alarmante en casos de corridas de matadores banderilleros, verdaderos expertos en la carrerabilidad, saltabilidad y toropasadobilidad.
Pero esto tampoco tiene demasiada importancia, lo “güeno” viene con la muleta, donde el astado, con gran pitonibilidad si presenta una gran arboladura, debe dar todo lo que lleva dentro. Ahí tiene que demostrar cuánta toreabilidad lleva dentro. Pero en este mundo de matices, esto no iba a ser menos. Que el toro entra y sale como si estuviera en una puerta giratoria, pues eso es boboneriabilidad, descastabilidad, y según a quien se le pregunte, aburrimientobilidad, que se puede incrementar, o no, con la estirabilidad y retorcibilidad del matador.
Es necesario seguir correctamente estas normas de uso y así cuando un vecino nos pregunte, ¿qué tal la corrida?, cuando nos vea llegar de los toros, podremos decirle que fueron de estimar las altas dosis de coñazobilidad, conjuntada con la mantabilidad de los maestros y la nula orejabilidad durante toda la tarde. Para que el vecino no se piense que te sobra primobilidad, calidad de ser más o menos primo, por eso de ir todas las tardes para nada, le puedes dar en el hocico con la meriendabilidad, la bocadillibilidad y guisquibilidad del tercer toro, como en los pueblos, de la charlabilidad con los fieles del tendido o grada, muy útiles a veces para aguantar el nivel de aguantabilidad de los huesos propios del final inferior de la espalda, y que se fastidie que en una tarde con plena aforabilidad, cuando se llena la plaza, y de máxima reventabilidad de entradas y clavelibilidad, él se ha quedado en casa y tú no. Pero claro si te sale con que él ha disfrutado como un enano con la televisibilidad y tú no, hay estás perdido, tendrás que agachar las orejas y marcharte a casa a ver si esa noche hay cenabilidad o dietabilidad.







