Ya se nos han adelantado otra vez, pero no del todo, que en eso de Bien de Interés Cultural ya hubo quien tomó la delantera a todo el orbe taurino: doña Esperanza, la señora presidenta de la Comunidad de Madrid; menuda es ella, ¡gabachos a mí! Pero cuidado, que no piensen nuestros vecinos de allende los Pirineos que deben tomar a la presidenta como modelo a la hora de aplicar fórmulas de protección de la tauromaquia como fenómeno cultural. Es más, casi es mejor que si alguien les pasa el programa de actuaciones del BIC, lo cojan, lo enrollen y le peguen fuego, vamos, que hagan una buena lumbre con él. Pero también dudo de que se cumpla la primera condición, que tal programa exista.
Bien es cierto que hay veces que alguien ve tan cotidiano un fenómeno cultural y tan arraigado en su vida y en el acerbo de su país, que no cree que sea necesaria ninguna medida que proteja lo propio. Pero hombre, con la que está cayendo, con lo de Cataluña, con los ataques sanitario- políticos de la Unión Europea, con la creciente exclusión social de la fiesta y con la degradación que ésta sufre desde hace tiempo, ya era para pararse a pensar en hacer algo.
Desconozco el contenido de esta declaración por parte de Francia, pero sí que espero que se le dote de un cuerpo bien sustanciado, y que no se quede en un boceto de buenas intenciones. No parece fácil que la cuestión discurra por esos caminos, sobre todo si echamos mano del funcionamiento de muchas plazas y ferias galas, que se cimientan sobre los pilares clásicos de la tauromaquia, el toro y la suerte de varas. A partir de esto, a mí sencillamente me sobra cualquier declaración, lo que no quiere decir que desprecie esta iniciativa. Ya se sabe que la vida a veces necesita gestos y detalles como este para llegar a todo el mundo.
No creo que Francia se ponga a crear reservas del toro bravo, de encastes en peligro o ni siquiera que a orillas del Ródano funde una ganadería estatal. No es necesario, ni les hace falta porque eso ya lo tienen unos kilómetros más al sur en los campos de Andalucía, Extremadura o Salamanca. Desde hace tiempo los franceses mantienen una actitud que se puede equiparar a todo eso y no es más que contratar esas ganaderías que unos llaman toristas, otros intoreables o imposibles y que suelen corresponder con esos encastes casi desaparecidos en las plazas españolas y que en otro tiempo mantuvieron la grandeza de la fiesta de los toros. Si se le preguntara a José Escolar, Cuadri, Prieto de la Cal y tantos y otros ganaderos qué prefieren, si que les digan cómo criar a sus toros o que les compren sus toros, seguramente que elegirían la segunda opción. La que además garantiza esa variedad que reclama el aficionado, alejándose de esa dañina uniformidad pretendida por el taurinismo y sus figuras.
Parece mentira que en algo tan genuinamente español o ibérico, se nos adelanten nuestros vecinos. Una vez más tenemos que copiarles y tomarles como modelo, pero no porque se hayan inventado nada más allá de lo de la feria dedicada al tercio de varas, de las sucesivas rayas en el ruedo para colocar el toro al caballo y de pocas cosas más, que solo hacen que destacar y subrayar elementos fundamentales y que siempre han presidio la tauromaquia. Y como digo, han inventado muy poco, han hecho algo mucho más importante y trascendental, se han ido a beber a las fuentes, han vuelto a retomar el camino en el punto de la verdad y la integridad; lo que para mi tiene más mérito que cualquier invento carnavalesco. En caso de duda, integridad.
En Francia no han dudado en reconocer su ignorancia, muy al contrario que lo que vemos en España, donde el ignorante es el de enfrente. ¿Que el público protesta? Eso es porque no sabe lo difícil que es estar delante de un toro ¿Que no se conceden las orejas? Eso es porque no han sabido ver la profesionalidad y la importancia de un torero ¿Que el aficionado no quiere ni ver ciertos hierros en la plaza y que reclamo otros casi exiliados de éstas? Es que no saben ver la toreabilidad de unos y la imposibilidad de otros. Y como decía, los franceses se declaran ignorantes; ignorantes de los gustos del aficionado, al que piden su opinión para tenerla en cuenta al elaborar los carteles, de los motivos que hacen que un toro encastado empuje en el caballo y cree arte de verdad y para descubrir este misterio repiten esas ganaderías año tras año. Pero cuidado, que en Francia también hay empresarios que sufrimos aquí abajo, que allí tampoco atan los perros con longaniza, pero de momento parece que ya han puesto las bases para que la fiesta de los toros no sea una farsa y una pantomima. Otra vez se nos han vuelto a adelantar ¡Malditos gabachos!
2 comentarios:
... y maldito Fernando VII! ¡Que vuelva Pepe Botella!
Enrique, ayer mismo se lidió una de Ibán en un pueblo francés de 900 habitantes. En España, en toda la temporada pasada, sólo una, en Madrid. Y en plazas de 2ª, ¡un toro!
Un saludo.
Juan:
A veces nos mata ese complejo de superioridad en ciertos asuntos, que en otros se convierte en otro de inferioridad, injustificado. "Semos ansí".
Un saludo
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