José Tomás, al que le quedan pocas tardes para llenar en Barcelona.
Señores aficionados a los toros de
Cataluña, dense por jo… Olvídense de ver corridas de toros en las proximidades del
Montseny, a la orilla del
Oñar, junto al arco de
Bará o en la “
Terra Ferma”. Las instituciones catalanas y los damnificados, o único gran damnificado según parece, por las prohibiciones de las corridas de toros en esta esquina de España, ya han encontrado la solución a todos sus problemas. Yo no pago un duro en concepto de indemnización, y te dejo que hagas el negocio de tu vida, que te forres hasta lo que no imaginabas, figuraarás como el último mártir de la tauromaquia catalana arroyado por la sinrazón animalista y los cuatro chalados que se llaman aficionados, que reclamen al maestro armero.
La cosa se puede interpretar de mil formas, podemos decir que es la mejor manera de liberar a la juventud del yugo de la violencia y crueldad de las corridas de toros, a las que nadie estaba obligado a acudir por otro lado, y que solo la decisión de unos atrevidos ciudadanos y la responsabilidad de los políticos consiguieron que triunfara la iniciativa abolicionista. Ese permanente querer protegerme de tantas cosas que otros consideran perjudiciales para mi salud física y mental, y que deciden cuales tienen que ser mis gustos y mis costumbres, sin permitirme salirme del carril marcado so pena de convertirme en un mal ciudadano.
Pero uno también tiene su propia opinión, quizás equivocada y absolutamente sesgada por
una manifiesta y reconocida afición a las corridas de toros, al toro y a toda manifestación artística que nazca de este fenómeno cultural. Pues bien, la sensación que un servidor tiene es que esos avispados sala almas vieron la oportunidad de meter la cuña de su desmedida humanidad animalista en una fiesta raquítica, con una débil y poco numerosa afición que ya no es que no fuera capaz de llenar las tres plazas que tuvo en su día Barcelona, es que no llegaba ni a llenar la
Monumental de Barcelona, a no ser que contara con la ayuda de
José Tomás y los fieles que le siguen allá donde vaya; y unos responsables muy irresponsables, entre los que destaca por méritos propios un empresario que un día heredó una plaza de toros, pero que lo mismo podría haber heredado una botica o un colmado; y unos políticos que vieron la ocasión de ganar unos votos que les garantizaran perpetuarse en sus cargos, lo que tampoco parece que les haya salido según lo previeron. A los de izquierdas les da cierto pudor que les relacionen con los toros y los derechas se llenan la boca y se dan golpes de pecho manifestando su taurinismo militante. Los resultados de la actividad de unos y otros suele ser muy parecida, la más absoluta inutilidad.
Ahora se nos descuelgan que en lugar de pagar la indemnización correspondiente, van a recalificar los terrenos ocupados por la plaza de toros y le van a dejar al señor
Balañá que haga de su capa un sayo. Pues no entiendo nada. Que nadie vea que intento apoyar a este señor, pero esto parece de locos. Un señor tiene un negocio, que le va bien, mal o regular, que le obligan a cerrarlo mediante una ley que lo convierte en ilegal, cuando a doscientos kilómetros y dentro del mismo estado, sigue siendo legal. La consecuencia más lógica sería que le indemnizaran por el cese forzoso de la actividad y después, si no expropian los terrenos, por lo que tendrían que volver a pagar, el propietario podría disponer libremente de ese espacio para hacer lo que le venga en gana ¿no? Seguro que estoy evidenciando un absoluto desconocimiento en temas legales, pero es lo que me dicta mi sentido común, que no tiene por qué ser el más correcto. Nos compramos un coche de alta gama, con GPS de serie, ordenador de a bordo, asistente para aparcar, llantas de aleación ligera, pintura repelente al polvo agua y demás agresiones atmosféricas, con climatizador bizona, guanteras por todo el coche, televisión, receptor de señal vía satélite y a
GASOIL. Pero de la noche a la mañana, cuando ni he acabado el rodaje al coche, me vienen con la ilegalizan de los vehículos que utilicen este tipo de carburante. Pero cuidado, a mí, por mi cara bonita, la administración me permite criar gallinas en su interior y no me suelta ni un duro. Eso sí, ya puedo meter diez que veinte gallinas, ellos me garantizan que harán la vista gorda. Si en los coches estacionados en la vía pública no se pueden criar gallinas, entramos en una doble ilegalidad, la cría y la permisividad. Pero si el coche está en mi casa, como si quiero montar un redil de ovejas.
Pues al señor
Balañá le dejan criar gallinas y nadie va a ir a molestarle a ver si la “instalación” es apta para que estos animalitos y si se cumplen las condiciones idóneas de santidad, salubridad y los controles para luego poder comer sus huevos y crías. Seguro que esto satisfará las perspectivas de los animalistas. Pasamos de un recinto donde se sacrificaban seis toros seis a montarles un habitat ad hoc para unos simpáticos animalitos. Seguro que tampoco les parecerá demasiado reducido, ni que restringe la natural convivencia entre las gallinas. Si en un piso de 60 metros caben tres perros, dos periquitos, seis hamsters, un acuario con quince peces, un hurón y tres gatos, qué no cabrá en el coche de alta gama con climatizador bizona. Pero con lo que no se contaba seguro que es que en el lugar de la de las
Cuatro Cúpulas, lo mismo se monta un estupendo centro comercial con tiendas de las mejores marcas, con las firmas más importantes de la moda, con restaurantes temáticos, los grandes almacenes del triagulito verde, setenta salas de cine, un acuario y no sé cuantas ofertas de ocio más para los probos ciudadanos. Pero también se puede montar un espléndido complejo residencial.
“Residencial la Monumental” o por qué no,
“Residencial Balaña” o
“Ciudad Mosterín”. Con piscina, padell, baño con jacuzzi, garage y amplias zonas ajardinadas con extensas praderas con riego por aspersión tanto para épocas de sequía, como para los días de lluvia.
Puede que este sea el primer paso hacia esa humanización de nuestra sociedad, la cual demanda más leyes que protejan a los animales, tal y como ocurrió en Alemania en la década de los treinta (Esto puede resultar demagógico, pero es real, y si no, echen un vistazo a
“El Escalafón del Aficionado” de Juan Medina). Quizás estemos más cerca de lo que pensamos de ver asfaltadas y urbanizadas esas extensas áreas de
Salamanca, Andalucía o Extremadura en las que ahora vive el toro bravo. Usted se lleva el ganado, se lo guarda en unos establos, sean del tamaño que sean, me recalifica los terrenos y yo ya veré si crío gallinas o si me monto
“Ciudad Residencial Campo Cerrado” a veinte minutos del centro de Salamanca, o
“Urbanización Zahariche” con sus magníficas vistas de la Giralda. Al final va a ser verdad,
la humanización era esto.