El día del Ángel de la Guarda de plata, Domingo Navarro, en Opinión y Toros
Ya hace casi un mes que hizo pública su decisión de
apartarse de los ruedos, de colgar el vestido de torear y de no volver a
subirse en su coche vestido de torero para ir a torear a la plaza. Yo me enteré
unos días antes y compartí con un amigo el choque que esto le produjo; le dio
vueltas y más vueltas a la cabeza, me llamaba, me comentaba lo mismo una y otra
vez. Por un lado le atrapaba la pena del torero que se va y por otro la
satisfacción del amigo que ya no tendrá que pasar más tragos delante del toro.
Y sobrevolando toda la escena, la figura del gran maestro del que tanto
aprendió el torero, el hombre y todos los que alguna vez le han oído hablar.
Pero Domingo Navarro se me hizo presente hace tiempo, mucho
antes de que nadie pensara que se pudieran suceder todos estos acontecimientos.
Empezó a llamar la atención de la afición de Madrid con esa pertinaz obsesión
por estar siempre bien colocado durante la lidia; y digo durante la lidia y no
en el ruedo, porque fuera en los toros que le tocaba o en otros, siempre estaba
atento a lo que pasaba en el ruedo. Como comentábamos mi amigo Pepe y yo, si
querías saber donde estaba Domingo en el toro de un compañero, solo tenías que
ver donde estaba el toro y mirar en el lugar más próximo en el callejón. Ahí
estaba atento con su capote y la montera calada; raro era el día en que no
libraba a un compañero de un compromiso ante el toro. Algunos son tan necios y
envidiosos que decían que esa era una forma de ganar aplausos. Pues si es para
evitar una cornada, bienvenido sea, aunque si afirman que el objetivo final
eran los aplausos, que poco le conocían.
Llegó la tarde del 1 de junio de 2011, tarde difícil con los
toros de Palha, en que parecía pesar en la cabeza de los toreros las láminas
que otras tardes lucieron los pupilos del señor Folque, con unas espabiladeras
de meter miedo. Un quite a la salida de un par de banderillas, otro a un
compañero apurado, así una larga retahíla de quites, capotazos y cortes medidos
al milímetro, uno desplegando el capote como un abanico, con una torería
sencilla y sincera, pero siempre con el capote de vueltas azules en la mano.
Fue un día para no olvidarlo. Una de esas tardes que consagran a los más
grandes. Como todos los días en feria estaba yo en mi localidad oteando cuáles
iban a ser mis modelos a dibujar para publicar en Opinión y Toros. Empecé
señalando un quite, luego dos, tres, cuatro, hasta que perdí la cuenta. Poco
homenaje suponía ilustrar esos momentos. Así que me decidí liarme la manta a la
cabeza y me metí a hacer un retrato del torero, que fuera lo que Dios quisiera,
si salía con barba san Antón y si no, la Purísima Concepción. Hice el dibujo,
escribí mi comentario y se lo envié a toda prisa, como todas las noches, a Antolín
Castro. Por un lado me quedó el buen recuerdo de esa tarde y por otra la
tranquilidad de haber entregado el trabajo.
La cosa quedó ahí, ya solo había que pensar en las
siguientes tardes. Al día siguiente, como muchos días, me encontré con Antolín
Castro, el director de Opinión y Toros, en el metro y me dijo algo así como que
había liado una buena; no puedo precisar las palabras. Me extrañé y empecé a
pensar que igual había mandado el dibujo a alguna asociación antitaurina o algo
parecido, cuando enseguida me aclaró todo. Ni corto ni perezoso le mandó el
enlace al torero y según me contó, le gustó. Para que vean que cuando uno se
entrega, se entrega de verdad. Pasaron las semanas y en la reunión anual de
colaboradores de Opinión y Toros se presentó Domingo Navarro, para conocer al
del dibujo. Tomó un AVE desde Valencia, comió con nosotros y se volvió a
Valencia en el mismo día. No me dirán que no es para comérselo. Apareció como
un pincel, vestido de color hueso, con un sombrero de paja y con una sonrisa
que eclipsaba al sol. Tras las presentaciones, agradecimientos y demás, me
cogió y me dijo: “Che, siéntate aquí”. Y me empezó a contar su historia, la del
que puede ser el único caso de un alumno de la Escuela de Valencia que “solo”
quería ser banderillero. Así de fácil. Me hablaba del maestro Esplá, de cómo
empezó con él, no sin antes pensárselo con tranquilidad, de la devoción que por
él sentía y de todo lo que éste le enseñó. Me pidió que le contara mi vida de
aficionado y se recreaba en los años en que a uno le empezó a calar la afición
de la mano de mi padre. No es una historia nada extraordinaria, pero para él
era la maravillosa historia que se ha repetido tantas veces, los niños
aprendiendo de los mayores, y estos enseñando el amor y el respeto al toro y al
torero y sobre todo, a la Fiesta más grande del mundo. Un señor que cada tarde
vence a la muerte, se burla de ella salvando al compañero y que envidia la
forma de aficionarse de un simple mortal.
No volví a verle, pero sí supe de él, me enteré que mi
dibujo está colgado en la chimenea de su casa, nos mandábamos saludos por
intermediación de amigos comunes, hasta que un día uno me llamó y me contó la
noticia. Domingo sabrá ahora que le traicionó al revelar el secreto, que yo
guardé casi hasta hoy, pero la angustia que estaba pasando necesitaba compartirla
con alguien. No lo entendía, lo comprendía, la verdad es que estaba hecho un
lío, pero no quería que el torero lo notara y se viera influenciado por ello.
Fueron días de sí o no, hasta que una tarde antes de salir para la plaza me
llamó y me pidió que le ayudara a preparar una despedida para todos a los que
quería agradecer su apoyo, amigos, aficionados, matadores, compañeros… Ya no
había vuelta atrás. Se acabó. Pero se acabó solo el salir al ruedo, que no el
torero, el hombre y mucho menos el amigo. Así se le apareció a nuestro amigo
común por sorpresa, el día del cumpleaños de este y no se le ocurrió un regalo
mejor que el vestido con el que se despidió de los ruedos, ese con el que
tantas veces le hemos visto rojo Perú con pasamanería en hilo blanco. Como para
no entrar en shock. Y puestos a sorprender, al día siguiente me llevaron
engañado hasta una terraza de la Plaza de Oriente, y mientras saludaba a otra
persona, allí estaban él y su sonrisa. Y es que Domingo Navarro está hecho de
buena pasta, pasta para todos los terrenos, para los adentros a los que acuden
los mansos, para los medios, como para agradar y transmitir alegría a todos los
que estén cerca de él. Al final te das cuenta de que puede haber sido un
magnífico banderillero, pero lo que nadie duda es que es un buen tipo.
22 comentarios:
Pues se ha ido un TORERO como Dios manda Enrique. Y lo digo con mucha verdad, TORERO como Dios manda.
No hace falta ir vestido de oro y salir en primera fila del paseillo para tener mas vergüenza torera que muchos. En Sevilla, como en otras plazas le hemos visto muchos de sus quites y hemos disfrutado con su toreria. Y el que piense que un tio sale asi a quitarle el toro a un compañero solo por los aplausos es un NECIO como una catedral de grande.
Grande Domingo Navarro y suerte la tuya por haberte comido un helado de chocolate con el en una terraza. Lo puedo entender perfectamente que esté muy quemado de todo esto, se vé que es un tio humilde. Y este mundo no está hecho para humildes. Te comen por sopa.
Mucha suerte TORERO, y que si se te pasa pronto y te ves con fuerzas... vuelve por favor.
Un abrazo Enrique.
Enrique:
Todo lo bueno que se diga de Domingo Navarro es poco. Un tío muy conocedor de su oficio y extraordinariamente responsable, pues como bien dices, su preocupación siempre es todo lo que ocurre en el ruedo durante la lidia de los 6 barbas.
Tuve la ocasión de saludarle en el patio de cuadrillas de la Plaza de Pontevedra y, esa sonrisa belmontina a la que haces alusión, denota que es un gran tipo.
Un abrazo!
Marín:
Además parece preocuparse del bien de los demás. Es sencillo y muy agradable. El último día que le vi, que fue como hace una semana, no veas el alegrón que me dio, porque además me engañaron y no sabía que me iba a encontrar con él. Este es el caso típico de afición tardía, pero muy profunda y queriendo aprender y aprender y si encima le juntas con el que ha sido su matador, pues imagínate. Un genio, más otro genio, igual a la gran locura.
Un abrazo
UN abrazo
David:
Es un tío magnífico y además disfrutaba con su matador, al que tenía en un altar. Y como su maestro, para él la corrida empezaba al salir el primer toro y acababa cuando se marchaba el presidente, sin pausas entre medias.
Un abrazo
Enrique:
En este mundo de envidias siempre hau quien piensa, como en el caso que nos ocupa, que alguien sea capaz de, por buscar un aplauso -efímero premio- arriesgar su vida; en lugar de pensar, como cualquier biennacido, que lo que está haciendo es ayudar a salvar la de un compañero, sin esperar nada a cambio, o poco conocen a Domingo Navarro. Tampoco lo conozco yo, pero hay que estar ciego para no comprender el motivo que le impulsa a hacer lo que hace.
Más bien me ha llegado a parecer un hombre hiperactivo, incapaz de estar ausente durante la corrida; fumando un puro desentendido de la dirección de lidia, por decir algo que nos suena últimamente, pero nunca, nunca queriendo ser, ni tan siquiera pareciéndo, un megalómano.
un saludo.
http://miguelitonews-miguelitonews.blogspot.com.es/
Un torero que no necesitó de los reflectores o de las candilejas para serlo... que no necesitó de salir en las portadas de las revistas de papel brillante, que quiso salir siempre de "tercero" en las cuadrillas de los toreros que recordamos como aquellos de más sabor y aroma... un torero que se supo y se sintió torero.
Por eso es que aquí, los que "los de la modernidad" nos envían al frenopático le recordamos y le homenajeamos a nuestra manera, teniéndole como un "espejo" de lo que un torero es y debe ser...
Mis respetos para Domingo Navarro y mi enhorabuena para Usted, don Enrique, por recordarnos que todavía en estos tiempos que corren, hay por allí Tauromaquia "de la buena"...
Miguelito:
Coincido con lo que tú dices, no hace falta conocerlo para darse cuenta de las cosas, pero a mí no me extraña que algunos piensen de forma tan estúpida, son simplemente los que entienden esto como un trabajo, una profesión y no como n sentimiento , un arte, un mundo diferente a cualquier otro, un mundo único. A ver si va a ser cosa de afición.
Un saludo
Xavier:
Es grande y humilde. A mí me impresionó como casi me exigió que le contara mi vida de aficionado. Imagínate, ¿qué le podía contar yo a él? ¿Que la piedra está muy dura? Pero daba la sensación de querer saber todo de la Fiesta. Ahora ya se ha apartado, pero esperemos que alguno recoja su herencia. Un chaval que "solo" quiso ser banderillero. Que ahí es na'.
Un saludo
Sin duda alguna, una de las grandes "pérdidas" que ha tenido la Fiesta en los últimos años.
Le deseo la mejor de las suertes en lo personal a quien nos ha hecho disfrutar tanto.
Saludos
J.Carlos
J. Carlos:
Es tan ajeno a esa Tauromaquia 2.0, que yo no sé si ha tenido eso algo que ver.
Un saludo
Enrique:
La he visto tarde la entrada pero a tiempo, pues no se porque no me saltan muchas alertas de entradas.
Que decir de Domingo Navarro que no se haya dicho ya... Se va un grande, pero que muy grande, de plata de ley con corazón de oro.
Un abrazo
Te quedas corto con lo que cuentas, Enrique.
Conozco a ese amigo común y no veas con que palabras me contó el detallazo del regalo por su cumpleaños.
Yo tengo la inmensa suerte de tenerlo como amigo, desde una noche que recibió un premio y yo estuve presente en aquel acto.
Le he saludado en multitud de plazas, sobre todo de la Comunidad Valenciana.
Pero una tarde donde el destino me llevó a Granada, allí estaba él. Y no veas la cara de sorpresa que puso al verme.
Es tan campechano que habla en su lengua materna, en valenciano.
Cierto lo de su sonrisa belmontiana. Jamás lo he visto triste.
El día de su despedida toreó en mi Plaza. Además era el día de mi santo. Lo saludé y nada iba a presagiar que iba a ser su última vez.
Domingo Navarro el torero se ha "quitado" pero Domingo Navarro la persona humilde, alegre y campechana siempre estará con nosotros.
Un beso
PD. Uf, fíjate que no me inspiro para escribir en mi blog y mira que parrafada he soltado aqui...
Diego:
Parece mentira que en los tiempos de superfiguras sintamos tanto la marcha de un banderillero, de un tercero, además. Lo que quiere decir que es más grande aún de lo que podamos decir.
Un saludo
Amparo:
Pues es verdad, me quedo corto, para qué vamos a decir otra cosa. Por mucho que digamos, siempre nos quedaremos cortos. Pero sobre su lengua materna me gustaría detenerme un momento en ello. El día que yo le conocí, evidentemente me habló en castellano, con esa educación y mimo con que él se mueve. Así se mantuvo un buen rato y no soltaba una palabra mal sonante así le mataran. Pero con otro asistente a aquella reunión, empezó a hablar en valenciano. Se transformó y ya no pudo sujetar su entusiasmo. Me acerqué y quisieron cambiar al castellano, pero les pedí que hablaran en su lengua, que la entendía y no podía perderme esa espontaneidad. No hace mucho, volví a encontrármelo y a un acompañante suyo se le "escapó" de nuevo el valenciano, Yo como supe le contesté en su lengua que podía seguir. DOmingo me cogió y me pegó un abrazo. Así que ¿sabes una cosa? Que siempre que le vea le diré "Xe Domingo, ¿com va? A ver si me da más abrazos.
Un beso para ti.
Os dejo una anécdota. Castellón 2011. Nos invitó al callejón a mi y a un consagrado deportista. Clavo un par espectacular a un Victorino y nos dijo tranquilmente; que lo mate bien Bolivar, que nos vamos a cenar, xiquets (chavales). Ganó el premio mejor puntillazo.
Anónimo:
Grande para todo.
Un saludo
Ese día q cuenta el anónimo yo también estuve en Castellón. Estaba dentro del Patio de cuadrillas donde lo saludé. Había quedado con Iván alli mismo pero él no quiso entrar. Entonces yo le dije a Domungo: ahi fuera está Iván y Domingo salió del Patio para saludarle. Algo parecido ocurrió en Las Ventas. Lo vimos entrar, me vio y me saludó. Caminó unos pasos cuando se dio cuenta de q no había saludado a Iván. Se paró dio media vuelta y se volvió a acercar. Grande muy grande!!
Quien desee conocer bien al personaje tan solo tiene que sentarse a la mesa y compartir una paella o guiso de caza preparados por el mismo y verán que rápido pasa la sobremesa. Les contará que en este u otro pueblo se vistió en un polígono por la premura de tiempo. O en sus inicios con Espla cuando era el niño de la cuadrilla y tomaba medio litro de leche con cola cao ; o comerse dos raciones de callos antes de una corrida ante la sorpresa de los compañeros.
Amparo:
Así es él, siempre pendiente de los demás, muy atento y procurando que te sientas a gusto. Siempre es un regalo.
Un saludo
Anónimo:
Dicho así, yo quiero conocerle bien,así que habrá que pensar en la paella. Sería un verdadero premio para los acompañantes.
Un saludo
Enrique, con la paella no hay problema, sólo has de llevar un buen tinto y un buen habano. Recuerda el toreo es grandeza.
Anónimo:
Pues ese será el menor problema, voy buscando ambos requisitos.
Un saludo
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