lunes, 17 de diciembre de 2012

Julián se hace a un lado

Antes de que sea tarde, quería mostrarle a El Juli como es un toro de esos que gustan en Madrid, uno de Urcola, por ejemplo, aunque casi sean fósiles vivientes los pocos que quedan por el campo.



Los hay que hablan de retirada, otros de eludir compromisos, otros de irse a lo fácil o de acudir únicamente dónde atiendan sus caprichos. ¿A quién creemos? Pues a nadie, si acaso al torero, qué es el que mejor sabe el por qué de esta decisión. Igual todas las versiones tienen algo de verdad y algo de mentira. Tampoco es algo que no hayan hecho otros matadores, aunque sin anunciarlo a los cuatro vientos, cómo ha sido en este caso. Pero en este mundo de Twitter, Facebook, Tuenti y responsables de prensa de los toreros, parece que hay que explicarlo todo y si no se explica, es que hay oscuras circunstancias, que los analistas taurinos nos descifrarán en dos patadas, especialmente si su verdadera intención es la de ensalzar a un tercero del que se cree que se pueden obtener mayores satisfacciones.

Igual esto es tan simple como que después de lo del año pasado, El Juli está hasta ahí mismo de servir de felpudo a los demás y que estos vayan a limpiarse los zapatos del barrizal de las teles y los “geses”. Que no es que uno se haya convertido a la Julilatría así de golpe, ni me he caído de un jamelgo camino de Damasco, ni he partido el quicio de una puerta de un melonazo, ni tan siquiera me he fumado el césped del Retiro. No, pero he de reconocerle los sufrimientos pasados, primero la traición a José Tomás y después el abandono y acusación como único culpable del problema de los derechos de imagen, por parte de los otros geses, bien por apuntarle directamente con el dedo o por no apoyarle cuando alguien lo hacía. Demasiado castigo para una culpa compartida; y no me vale a hora eso de que yo no quería, pero me obligaron, yo es que no sabía o que me pillaron con un pato en el horno. Que ya tenemos una edad como para saber lo que hacemos.

Repito que ignoro los motivos reales de este paso a un lado, pero ¡Madre mía! lo que han corrido algunos para decir que se retira o que declina la responsabilidad de las figuras. Pero, ¿qué más os dará? Con todo lo que viajáis por ahí para ver a las figuras y con lo valiosos que son los triunfos que cosechan por esas plazas de Dios, aunque sea de tablones, no tendréis que penar porque el madrileño no vaya ni a Sevilla, ni a Madrid, ni a Valencia y parece ser que tampoco a Pamplona y Bilbao, aunque esto ya se irá viendo. O a lo mejor es que en esos pueblos como Olivenza, Zafra, Chinchón o Peñaranda de Bracamonte no va la tele oficial del taurinismo; sí, esa en que uno de los locutores tiene lagunas taurinas y oculares, que no ve nada malo con las figuras y con los demás se le agudizan los sentidos que es un primor. Y el acompañante, depende del que toque, lo mismo hace la ola entre clamores, que habla de la tragedia con voz queda, que felicita a todo el mundo y recibe el abrazo virtual de todo el que se asoma a ese micrófono.

También puede ser que don Julián empiece a saber quienes son sus amigos y quienes le pasaban la mano por el hombre interesadamente. Igual hasta le quieren hacer pagar posibles imposiciones en los carteles, ya fuera para incluir o excluir a un compañero o a un hierro; esas maniobras nada sibilinas de don Roberto Domínguez los días de corrida por la mañana; o quizás simplemente la envidia que produce al que se ve como triunfador inalcanzable o el que te defenestra de tu trono y tu posición de privilegio en esto del taurineo. Porque claro, si incluso muchos de sus detractores parecen reconocerle ciertas virtudes que dicen que posee y que parece que le permitiría enfrentarse a cualquier hierro, mientras a otras deidades se le niegan sus méritos incluso en tardes históricas, como puede ser aquella en la que hizo perdonar la vida a un toro. Son muchos los factores que pueden haber influido en estas actitudes.

Quizá si esos envidiosos, resentidos o simplemente antipáticos se pararan a escuchar a muchos aficionados, tendrían argumentos suficientes para derrocar a Julián I el Magno. Basta con recordar las trampas que pone en práctica ante el toro, ese tallo tronchado por la mitad para torear igual que un segador se parte el espinazo en el campo. Esas distancias tan desmesuradas a las que se pasa a los borreguitos, esos retorcimientos, esa pierna contraria camuflada lejos del alcance de los pitones, esos arrimones ante monas cuasi-disecadas, y esa forma de matar en la que el toro se ve cegado por un trapo, mientras el matador se aparta y le pega un navajazo a traición. Pero los hay que siguen diciendo que si quiere, tiene facultades y conocimientos suficientes para enfrentarse al mismo Belcebú con pitones enfundados y sin haberle sacado de tipo. O lo que es lo mismo, en lugar de enfrentarse a un tío de uno ochenta, con su tableta en el torso, sus brazos como columnas trajanas y ágil como un corzo, lo hace ante un peso mosca venido a menos, y perdónenme la comparación. Pero a mí estoas buenas intenciones no me valen, es como los malos estudiantes que suspenden ocho, pero que son justificados por la abuela con aquello de “no lo saca porque no quiere”. Pues valiente memo, porque si quisiera, se evitaba las collejas de los padres, la vergüenza de los compañeros, la mirada de los profesores y tener que madrugar en verano para estudiar la Física y Química, el Latín, las Matemáticas y la Lengua.

Pero señores, veamos la parte buena de todo esto, que no es que no veamos al Juli por Madrid, que a uno le importa un bledo que venga o no a Madrid, como el que lo hagan esas figuras de pitiminí de la Tauromaquia 2.0; pero creo que si se pasea como figura, tiene la obligación de mostrarse en Madrid. Igual ahora le da un arrebato y empieza a enfrentarse a ganaderías de otras sangres que no sean las de Domecq o Núñez. ¿Y si se pone a catar los albaserradas, los Buendía en sus diversas variantes, los Cuadri, Miura, Ibanes, Atanasios o lo que se le antoje al señor empresario de turno. O que de repente decide empezar a darle todas las ventajas al toro, llevar la lidia, adaptarse a lo que le pide cualquier animal. Quién sabe. Solo tenemos que esperar y ver si El Juli se va, si se queda con todas las consecuencias, si rehúye la pelea y solo se presta a caminar por sendas confortables o si únicamente se ha echado a un lado, para no molestar a los que van y vienen de triunfo en triunfo de plaza de talanqueras a plaza de tablones, o sea, lo que él ha venido haciendo hasta el momento presente. Don Julián, estamos que no vivimos, por favor, denos señales de vida y márquenos el camino.

6 comentarios:

El Secreto de la Bravura dijo...

Enrique:
Yo soy uno de esos que piensa que si el Juli quisiera sería una figura del toreo. La clave está en "si quisiera". Si le diese por no esconder la pierna tanto, por torear toros de diferentes ganaderías (no digo que no toree Cuvillo o Garcigrande pero, mire usted, que salga un poco de ahí), si le diese por medirse con todos los que empujan fuerte (Fandiño, Fortes...), si le diese por no formar esos jaleos en los reconocimientos veterinarios y meter esos toritos que mete en todas partes, por escuchar al aficionado y ceder un poco por el bien de la fiesta... Si le diese por todo eso para mí sería una figura del toreo. Y pienso que es capaz, que puede con todo ello, pero no quiere.

Quiere ser figura de época al revés que todos los que lo fueron. Aquellos primero eran figuras en el ruedo y luego en los despachos. Aquellos toreros si alguien los retaba se ponían con los toros más complicados del campo bravo en el sitio más importante y demostraban su condición de figura. No se dejaban ganar la pelea. Si el público les criticaba que toreaban siempre las mismas corridas la temporada siguiente mataban de todo, pero ni se llegaba a eso porque no se entendía una figura sin matar cierto tipo de ganaderías.

El Juli sin embargo se centra en ser recordado como figura por lo que mandó en los despachos y no se da cuenta que para ser figura en los despachos primero hay que serlo en la plaza. ¿Puede? Seguro ¿Quiere? Por lo que se ve no. Se esfuerza más en dar clases de toreo de salón y de hablar del toreo, de los antitaurinos, de la falta de afición, de lo de Quito y de miles de cosas en lugar de ponerse a "trabajar" como debe y llevar el público a las plazas.

Para mí El Juli actualmente no es una figura como él se autoproclama. Cuando lo demuestre en las plazas lo consideraré como tal. Mientras tanto seguiré pensando que se está equivocando de planteamiento.

Un saludo amigo Enrique y enhorabuena por tan elocuente entrada.

Enrique Martín dijo...

Comentario enviado por Juan Romero Leiva.
enrique enorabuena, por tu comentario,de el jui se hace aun lado,aunque yo creo que siempre estubo a un lado,e querido ponerte un cometario mui interesante,blogspot.com,pero no esavido y despues de estar media hora escriviendolo no lo e podido poner,por que me tenia que, no se,pero ojala todo el mundo opinara como tu,de todas formas te lo e compartido porque es dicno de leher,un saludo.

MARIN dijo...

En el instituto, todos me decian que era un gilipollas (creo que lo sigo siendo). Yo era mas de pasar las tardes o bien entrenando con mi equipo de futbol un par de tardes a la semana o entrenando en la Merced el resto. El fin de semana era claro, o toros o futbol. Y cuando llegaba el dia antes del examen, le pedia los apuntes a mi mujer (que era compañera de clase), me los repasaba y hala... un seis o siete mínimo. Y mi pobre mujer dale que te pego a los estudios. Memoria fotografica era lo mio. Eso si, me llevaba cada colleja Enrique que no veas. Lo que pasa es que simplemente... no me gustaba estudiar.

Pues despues de toda esta absurda parrafada, yo tambien creo que el Juli tiene facultades, y que realmente le da igual las collejas de la abuela. Yo lo he visto torear en Huelva a las mil maravillas, y ante uno que exigia los papeles. Lo de entrar a matar es otra historia, pero lo he visto Enrique.

Yo simplemente te voy a decir que no hablo del que no está, y si en Madrid, Sevilla, Valencia, Pamplona o Bilbao no está el Juli, pues el allá. Siempre estaran Urdiales, Fandiño, Robleño o Castaño, que esos si que son (para mi) figuras del toreo.

Como decia mi entrenador de futbol Enrique, del que se acuerda el aficionado despues de un partido es del que ha metido los goles, no del que no ha ido ni convocado.

Un abrazo.

Enrique Martín dijo...

Alberto:
Lo has clavado. Y es que se creen con derecho a que se les reconozca lo que no han conseguido y que se les idolatre por lo que no son. Realmente no han hecho nada, pero nada, como en este caso, se supone que tiene capacidad para hacerlo, pero no ha demostrado aún nada. Con una tarde con orejas en Madrid, se cree que ya se ha ganado el diploma y ser torero de época es mucho más difícil y más sencillo, basta con que tome el camino del toro, pero ¿quién le pone el cascabel al gato?
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Marín:
Yo sí que te daba una colleja. eso pretende hacer el mío mayor y me rebelo, jajajajaja. Quizás lo que has escrito habrá quién no lo entienda y hasta que no vea qué pinta aquí, pero aparte de encantarme estas historias, es la imagen de alguien que tiene una afición, que se entrega a ella y que quiere ser, por encima de todo. Y además no le guarda ningún rencor por no haber llegado a lo qué imaginara de principio, sino que agradece lo que hizo. Yo me siento orgulloso de conocer alguien así. Igual al figura en cuestión de que hablamos, le falta eso, afición, esa afición desmedida que se antepone a todo lo demás. Por cierto, tú mujer, una santa.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Juan Romero:
Gracias por tus palabras y espero poder seguir contando contigo y sobre dejar comentarios, pues mira, esta fórmula funciona.
Un abrazo