sábado, 13 de abril de 2013

La bicha insaciable

Los de doña Dolores la echarán de menos, cómo todos los aficionados.



Había una vez una serpiente grande, enorme, con unas fauces que podían abarcar el mundo entero; dicen algunos que en su voracidad un día engulló un planeta entero, un planeta lleno de belleza, de valerosos hombres elegantemente vestidos, de orgullosos caballeros que criaban unos seres muy próximos a los dioses, unas gentes entregadas al valor de unos y a la bravura de los otros, y como la perfección no existe, también andaban por allí unos tíos que se ocupaban de juntarlos a todos en torno a un anillo de oro, mientras ellos contaban lo que les quedaba de pagar a unos y de cobrar a otros, mientras había un grupito que contaba todo aquello para conocimiento de todo el Universo. Y todo esto se lo tragaba la bicha sin pensar si hacía bien o si hacía mal, porque lo quería todo, absolutamente todo y ¡ay de aquel que se resistiera!

Nadie sabía decir qué clase de ser era aquel que nunca se saciaba. Abriendo esa boca que parecía el rastrillo de un castillo, levantando esos colmillos pavorosos y lo mismo pasaban por allí los valerosos, que llamaban toreros; que los criadores;  los ganaderos de toros de lidia que la afición o que los cuenta duros de los empresarios. Y allí dentro se fueron mezclando unos con otros, y el empresario se quiso hacer ganadero y el torero, empresario; y el ganadero, torero;  y el toro,  artista;  y el aficionado,  empresario. El periodista lo quería ser todo menos toro y torero. Se formó tal lío que al final la bicha no sabía quién era ella, quien tenía dentro, ni qué hacían, sin preocuparse si sus inquilinos hacían bien su trabajo o no, sólo le interesaba que le agenciasen más víctimas que engullir. De esto se ocupaban unos espabilados que supieron librarse de verse abrazados mortalmente por los anillos que se extendían en el interior de aquella piel colorida, suave, fría y cubierta de escamas.

¿Quién gobernaba aquella situación? ¿Quién decidía los movimientos de la bicha? Pues todos a la vez y ninguno en particular. Se estableció un letal equilibrio de fuerzas que no dejaba que nadie decidiera por encima de los demás. Nadie era imprescindible, pero todos eran necesarios. Bastaría con que una tribu se uniera para erigirse en el grupo predominante y poder tomar todas las decisiones. Así de fácil, pero había un problema de imposible solución. ¿Qué hacía el que era ganadero, empresario, torero? ¿Y si además tuviera bajo su protección a otros toreros, ganaderos, aficionados y periodistas? Pues la solución era tan simple como sencilla, aunque de nefastas consecuencias. Todos mandarían y ninguno tendría el mando; un equilibrio perfecto de intereses, en el que todos salían beneficiados, y el que pusiera pegas, fuera del sistema, que además ya se encargarían los voceros de vestir la mona al gusto del poder, para que todos los ingenuos se pusieran en contra del rebelde. Con la belleza épica que rebosa el rebelde y lo que se le maltrata. La serpiente comía, comía y nunca se encontraba satisfecha, todo era poco, quería más y más, toreros valientes y de verdad, ganaderos honestos, toros encastados, aficionados respondones y la casi inexistente prensa disidente, prácticamente testimonial, todos iban entrando en aquel túnel oscuro al que daban la bienvenida aquellos colmillos. Siempre arrastrándose, siempre de forma traicionera, continuaba el holocausto.

Qué mala solución se ve a todo esto, porque cualquiera que se enfrente recibirá una buena dosis de castigo y su trabajo lo harán los ganaderos, toreros o quién sea que se pliega a los caprichos y abusos del poder. Quizá si aquellos emigraran y empezaran a vivir en otro planeta, empezando casi desde cero, recogiendo la herencia que una tradición de siglos llevó hasta ellos. Incluso, entregados a la ilusión, se podría pensar que otros cuantos, incluidos parte de los aficionados y público, podrían darse cuenta de la mentira y emigrar a ese nuevo planeta del respeto a la integridad. Sería bonito y muy emocionante. Sin pretender molestar a la bicha, con humildad y haciéndola creer que sus caminos no se cruzarían, y si esto fuera inevitable, que fuera porque fueran mayoría los emigrados y porque cada vez hubiera menos víctimas para alimentar a la serpiente. No sé si esto será viable algún día, quizá resulta utópico visto desde el punto en el que nos encontramos, pero de lo que sí estoy seguro es que hay que eliminar a ese ser que todo lo devora sin miramiento alguno. No sé quién podría erigirse en abanderado de los rebeldes, ese San Jorge Taurino que acabara con el monopolio y los abusos de la bicha insaciable.



Dedicado a una señora que no tenía otro empeño que criar toros que fueran bravos y encastados, que ha decidido marcharse a ese otro planeta para esperarnos rodeada de bravura y la integridad por la que siempre luchó. Doña Dolores, muchas gracias, va por usted. Q.E.P.D. 

6 comentarios:

Xavier González Fisher dijo...

Don Enrique: Los toros como los que criaba doña Dolores deben seguir apareciendo en las plazas (aunque sea de higos a brevas), porque será ante ellos que el "Santo" se "canonice" y comience a devolver las aguas a su cauce.

No debemos olvidar que es el toro el que pone a todos en su sitio.

Juanito dijo...

¡¡¡Simplemente GENIAL Maestro de la pluma!!!.

Enrique Martín dijo...

Xavier:
Así es, el problema es que no dejan salir al toro. Yo tengo entre temor y curiosidad por saber que será de estos Atanasios.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Juanito:
Muchas gracias por todo.
Un saludo

Anónimo dijo...

Esta ganadería no dejaba indiferente a nadie, al menos a mí no me pasaba desapercibida. Toros de imponente presencia que en los últimos años han tenido actuaciones destacadas como la de Pamplona en 2011 y la de Madrid en 2010, precisamente la última tarde que ví bien a Rafaelillo.

Un saludo
J.Carlos

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Yo la verdad es que no he visto muchas veces bien a los de Doña Dolores, pero como bien dices, nunca dejaba indiferente. Unos le salían mansos, otros malos de solemnidad, pero ojo, que había que estar espabilado con el animalito. Si eso ocurriera todas las tardes, otro gallo nos cantaría. Y también te digo que cuando salía uno bueno, era para pedirle de salir. Qué pena que doña Dolores se haya marchado. A ver qué pasa ahora con este hierro.
Un saludo