Lo bien que le vendría a los trapsondistas tres puyacitos en todo lo alto. |
Un frente de perturbaciones está penetrando por el
Cantábrico, con presencia de fuertes lluvias, en algunos puntos torrenciales y
ráfagas de aire superiores a la velocidad de un Opel Corsa Ranchera. Se recomiendo
a la población que no circule por zonas arboladas, cerca de la ribera de los
ríos o allá dónde se puedan topar con un taurino, ya que las bajas presiones
pueden hacer que este le suelte un bofetón sin venir a cuento. Para estos casos
no olviden los paraguas, topa de abrigo y un casco integrado que le libre de
papada a coronilla, aparte de unas botas de goma, por si hay charcos.
Y es que éramos pocos y… nos peleamos entre nosotros. No
piensen que uno es de esos que aboga por la unidad incondicional, por el
silencio de las masas al servicio de un caudillo que no se sabe quién ha
elegido, ni mucho menos los motivos, pero al que se exige rendir pleitesía y
jalear toda palabra que salga de su boca, aunque sea vomitada de cualquier
manera, y tomar como ejemplo de vida su forma de desenvolverse en este valle de
lágrimas. Creo que el diálogo y el debate son sanos y que enriquecen, siempre
que sean expuestos, discutidos y asumidos sin la intoxicación de intereses
particulares, tramas con fines inconfesables o la estupidez del que se cree
ungido por los dioses e investido de púrpura por los palmeros y corifeos de
turno. Pero claro, del debate al combate hay un trecho por el que es mejor no
transitar.
De cara al público sentencian que el mal que está minando
los pilares de la Fiesta son los banderilleros, ¿solución? Le partimos la cara
a su jefe. Otros que el problema es la pérdida de identidad de una plaza y el
que se falta al respeto a los deudos de Teseo, que escurren descaradamente el
bulto y no asumen que igual ellos son responsables directos de toda esta
degradación denunciada. ¿Solución? De forma unilateral exigen la rescisión del
contrato que la empresa gestora tiene con la propiedad, exigiéndoles cuentas
que no les corresponden, aunque también es cierto que los amos del chiringuito
no parecen plantearse pedir ni la más mínima explicación. Pero el desplante ya
está hecho y no lo denomino chantaje, porque una vez más o menos conocidas las
circunstancias, cada uno sabrá qué término utilizar.
En su momento parecía que estos cinco caballeros, porque son
cinco, junto con otros cuantos, que en su momento de mayor unidad llegaron a
ser diez, decidieron que se sentían infravalorados, acosados por la autoridad y
con un yugo al cuello que les impedía expresar todo lo que les brotaba de
dentro, pidieron audiencia con el ministro del Interior que había entonces, el
señor Pérez Rubalcaba, y le pidieron auxilio. ¿Solución? Se decidió traspasar
el mundo del toro al Ministerio de Cultura; les apretaba menos, no les rozaba en
el callo y así creían que no habría quién pusiera coto a sus caprichos. Y
contando que el señor ministro del ramo estaba tan interesado en el toro, como
lo podía estar en el embarazo de una gamba, les dijo a todo que sí y que bueno,
como hacen los papás cuando están cansados de escuchar a los niños berreando a
su alrededor. Si estaría interesado el señor Pérez Rubalcaba, que ni se
fotografió con la comisión de artistas. Y allá les vimos en aquella bochornosa
carrera a un hotel próximo para dar una rueda de prensa y contar lo hablado con
el representante del gobierno. Mientras este estaría llamando a su colega de
Cultura diciéndole que le mandaba unos chicos muy simpáticos de no sé que
gaitas y que querían encuadrarse en Cultura, que por favor les dijera que sí, a
ver si así dejaban de enredar.
Eran los tiempos de lo que se empezaba a vislumbrar como el
cierre definitivo en Cataluña, con la escenificación del cerrojazo en aquella
sesión del Parlament que Serafín Marín tuvo que digerir en solitario, pues nadie
tuvo el detalle de ir allí a testimoniar su apoyo a él y a la Fiesta. Pero no
debieron quedar muy tocados, pues tampoco apoyaron decididamente la ILP que
partió de la región sin toros, Cataluña, para conseguir que el Parlamento
Nacional ofreciera protección legal a los Toros y evitar que los hechos
recientes se pudieran repetir en otros territorios del Estado. Y el día de la
votación, el mismo que se votaba otra ley sobre los desahucios, para que nos
demos cuenta como en su momento el PSOE y después el PP, trataban al toro con
una desgana insultante, pues ese día sí que se presentaron allí las figuras,
por si había que hablar a la tele, para garantizar que lo hiciera una voz
autorizada y con mando en plaza, rodeados de los más modestos del mundo del toro
y aficionados que acudieron empujados por el deseo de no ver desaparecer parte
de su vida a golpe de luces rojas y verdes reflejadas en una pantalla. Eran
esos votos pensados y repensados por los políticos, que darían vía libre para
que se discutiera la proposición de una ley del toro nacida del pueblo, en el
Parlamento de la nación.
Luego vino declarar a los Toros algo que no sirve para nada,
que a unos no inquieta porque no ven peligrar su imagen moderna, progresista y
acorde con el siglo XXI, a los que oficialmente la Fiesta ni les va, ni les
viene; y a los otros, esos defensores a ultranza de esta tradición, les calma
la conciencia y les sirve para poder declarar su españolismo sin reservas.
Luego uno se para a ver lo hecho en algunas comunidades autónomas para defender
al toro y es para ponerse a temblar. Y me voy a parar sólo en Madrid, la
primera plaza del Mundo, el mejor instrumento para relanzar y divulgar los
Toros, que en los últimos años ha sufrido la mayor y más rápida degradación de
su historia, sometiendo todo al imperio del dinero, devaluando la Feria de San
Isidro, la temporada de Las Ventas, la Feria de Otoño, las novilladas,
permitiendo que la empresa no contrate a lo mejor, tanto en toros, como en
toreros y contribuyendo decisivamente a la implantación del monoencaste y al
gobierno de la vulgaridad. Eso sí, rápido se llenan la boca de su afición; si
hasta doña Esperanza mantiene un abono en la plaza, uno de los que a pesar de
la espectacular caída en las renovaciones sigue manteniendo. A los demás, lo
que les gusta es ir por la jeta, gratis y a canapé puesto.
Pero bueno, hasta esa declaración de Bien de Interés
Cultural podía haber dado su rédito y colaborar para ofrecer una mejor imagen
de esto que los finos llaman Tauromaquia. ¿Y qué hace el mundo del toro ante
esta oportunidad de echar pa’lante más o menos bien? Pues muy fácil, a partir
de entonces viene lo que ya sabemos que ha sucedido muy recientemente, lo del
convenio, lo del empresario parlanchínr, las tortas y los chantajes. Aunque
tanto taurinos como políticos, han calmado su conciencia y con todo el ornato y
parafernalia habitual de unos y otros se han montado eso de PENTA. La purga
Benito, lo que va a solucionar todos los problemas del toro, o mejor dicho,
todos los problemas que ellos ven en la Fiesta y que les dificultan el poder
mantener su posición, sus privilegios y el poder seguir exigiendo caprichos de
niños malcriados. Para ellos no hay problemas con el toro, el que se está
imponiendo y el único al que se enfrentan, no hay peligro de muerte por
inanición, por mucha ley que proteja el toreo, por supuesto que ellos no son
responsables de nada de esto y como si ejerciendo de toreadores respondieran a
un destino divino al que todo el mundo se tiene que plegar, ni se les ocurre pensar
que toda esta juerga se apoya en el aficionado, que si este no va a la plaza,
se acaba todo en diez minutos, que el que paga no tiene obligación de ir y
soltar sus billetes, que si deja de sacar sus entradas no son responsables de
este hundimiento cada vez más evidente, que los responsables son los que han
creado las condiciones que les han expulsado de los tendidos. El aficionado no
es que no cuente, es un actor a eliminar, quizá por ser uno de los pocos que
levanta la voz exigiendo. Que luego habrá quien escriba libros, de conferencias
y ruedas de prensa echando la culpa de la situación actual a don Joaquín Vidal,
don Alfonso Navalón y a todos los que les siguieron y que ahora les echan de
menos. Esos que dicen que lo que vimos tantas veces no ha existido nunca.
Pues nada, podemos seguir así de confiados, ciegos, sordos y
mudos, echarnos a la calle a pasear con la irresponsabilidad del que se pasea
con las manos en los bolsillos en medio de un huracán, una tormenta eléctrica,
una tormenta tropical, un maremoto, un terremoto y una ciclogénesis explosiva,
confiando en que basta con disfrazar tanto fraude y mentira de arte y cultura,
para que las riadas de agua pasen de largo, para que se detengan los vientos y
para que las entrañas de la Tierra no se traguen nuestra pasión, que no es otra
que el toro.
6 comentarios:
Enrique:
A mi que la fiesta se declare bien de interés cultural me parece correcto, porque realmente lo es, aunque dicha declaración no le otorgue ni deje de otorgar dicho mérito.
Respecto a prohibiciones y protecciones, como te decía me parece bien que se la proteja. Pero realmente la mejor protección que puede tener la fiesta (los toros, la tauromaquia, como queramos llamarlo) es volver a sus raíces, recuperar la autenticidad que pasa necesariamente por recuperar el toro; en definitiva recuperar esa emoción que desde tiempos prerromanos encoje el corazón de los hombres.
Con eso, y solo con eso, estoy seguro que las plazas se llenarían de público ávido de sentir de cerca esas sensaciones únicas y que con el tiempo se convertiría en aficionados más o menos entendidos en los vericuetos de la lidia y la bravura. Y a partir de ahí, no haría falta ninguna declaración que protegiese la fiesta porque se protegería sola; a ver quien se iba a atrever entonces a prohibirlo y exponerse a la una respuesta popular airada.
Pues yo con el arte y cultura también estoy conforme, no con la pantomima en forma de carpa por supuesto, sino con que los toros sean BIC porque para mí es una expresión artística en sí misma además de otras muchas cosas. Que sirve o que no sirve... pues yo creo que de momento como bien dices, está sirviendo de bien poco y camino lleva de no servir de nada.
Disiento (cómo no) de Oscar, quien me ha precedido en el uso del comentario en el sentido de que todo pasa por recuperar "el toro". y volver a las raíces. Tiempo ha que los problemas actuales ya existían, es curioso, incluso la falta de interés del público por acudir a ver a unos seres "superiores" que hacían lo que querían de sus oponentes (estoy pensando en Joselito y Belmonte, cómo no). Pero es que, las raíces, esas a las que Oscar aconseja que volvamos, también se nutrían de espectáculos mediocres, ganado infame y toreriollos de tres al cuarto, en los que la algarabía y el pasárselo bien sin enterarse de nada reinaban en los tendidos.
Yo apunto un par de peldaños más:
-La salvación de la tauromaquia pasa por el toro, pero no se queda en el toro sino que va más allá. Va encaminada a que las figuras, los que ahora llenan plazas toreen lo que toreen, quieran matar ese toro y nosotros eneñemos al señor que ha ido a tomarse un cubata, que eso que se le hace a ese toro, tal vez no sea tan vistoso, tan pulcro y tan éstético, pero merece tanto la pena como lo otro, pero sin denostar eso otro porque al fin y al cabo, también son nuestras raíces.
-El segundo peldaño pasa por los precios. Que se apañen toreros y empresarios, que hagan lo que quieran, pero no se puede pagar hoy en día lo que se paga por ver una corrida. Echar al público del tendido es fácil, hacer que vuelva es mucho más complicado. Eso si, que se apañen pero no a costa del humilde.
Óscar:
Nada hay que añadir a lo que comentas. Esa protección me parecería perfecta si tuviera algún contenido real y que además pudiera ser comprobable en actuaciones concretas, pero a mí me suena más en un brindis al sol, que a otra cosa.
Como dices, bastaría con que saliese el toro, para que todos nos pusiéramos a bailar. Ni Fórmula 1, ni puenting, ni nada, no habría nada con más emoción y que enganche más que este veneno del toro. Igual que para arreglarse la mayoría de los problemas, bastaría con el toro. Este colocaría todo en orden en dos patadas. Pero ya ves en las que estamos, que si no voy a Sevilla por el respeto, que si te rompo un vaso en la cara y esas cosas que parece que persiguen al mundo del toro para vergüenza de tanto aficionado.
Un abrazo
I. J. del Pino:
Creo que Óscar, tú y yo, al final estamos hablando de lo mismo: Quizá me pase de listo e interprete que a lo que él se refiere es al toro íntegro y a la verdad en el toreo. Si no es así, por favor, hacédmelo ver.
Sobre esa crisis permanente y el que la gente no vaya en masa a la plaza, como ocurre en el fútbol, puede que sea por la misma complejidad del Toreo, que hace que esto no pueda ser nunca un espectáculo de grandes masas.
Sobre lo de las figuras de ahora yo no partiría del punto de que llenan las plazas, porque cada día se ven más vacías, los abonos de plazas como la de Madrid ya no se valoran, cuando recordemos que en un tiempo era motivo de disputa sobre quien heredaba el abono del padre cuando este fallecía. No interesa esto del toro, pero no interesa porque al aficionado le están echando a patadas, han sobrepasado el límite admisible por muchos y es que además les dicen que ese aburrimiento es toreo bonito. Un tío descoyuntándose delante de un borrego fofo dicen que es estético. Bueno, para gustos los colores, pero lo que es evidente es que estos estetas del taurinismo, en cuanto tienen que elegir entre ir a los Toros o ir de pinchos, se deciden por lo segundo. Lo de lo que pretenden cobrar todos estos "profesionales", pues mejor no hablar, ellos siguen en su burbuja y no atienden a razones, pero también hay que responsabilizar al que les paga esas cantidades, que hacen lo que sea porque vayan a sus plazas.
Un abrazo
Enrique, I.J del Pino:
Quizás dónde dije raíces debí decir esencias. Para mi la esencia de todo esto es un toro (íntegro, con casta y poder) un hombre y la emoción de verles enfrentados en una lucha que nunca podrá ser de igual a igual, pero si puede ser planteada desde la honestidad (y ahora no lo es una gran parte de las veces).
Hablaba de raíces, no tanto refiriéndome a lo temporal (como me parece que interpretó I.J del Pino) como a lo conceptual.
Y puede ser que al reclamar el toro como la solución a los problemas de la fiesta esté exagerando, hay otras cosas sin duda, pero sigo pensando que una buena parte de las soluciones pasan por eso.
Hoy mismo me hacía una reflexión. Hay muchas sensaciones que una persona (aficionado con solera o turista japonés) puede experimentar ante una lidia: admiración, emoción, fascinación, asco, rechazo, pena, indignación....pero lo que debería ser impensable es aburrimiento. Y sin embargo ¿cuantas veces habéis visto bostezar o lo habéis hecho vosotros mismos viendo una corrida en directo o por TV?. Si uno se aburre es porque falta el toro...los toreros pueden estar realmente mal, que si hay un toro de verdad en el ruedo a mi me resulta imposible aburrirme.
Óscar:
Es que eso que dices es el fin de todo esto. Si hay toro no hay aburrimiento posible, pero hoy en día hasta nos quieren hacer creer que este es parte de la Fiesta. Una barbaridad como otras muchas.
Un saludo
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