Cuidado con dejarse deslumbrar por el arte, que no es oro todo lo que reluce |
Tranquilos que nadie se asuste, no se precipiten, a ver si
alguno impaciente va a enganchar un hacha y se va a meter en el Museo del Prado
a hacer jirones las Meninas, por aquello de que su contemplación pueda provocarnos
dermatitis nerviosa complicada con un ataque vanidad esquizoide. Que lo mismo
hay quién tampoco lo ve tan mal, como a todo lo que parezca un embolado, se le
puede añadir eso de que así se reduce el déficit público y se crearían miles de
puestos de trabajo. ¿Qué no tiene nada que ver una cosa con la otra? Pues
claro, como en todo lo demás. Servidor más bien se refiere al arte taurino, a
ese que nos aseguran que despliegan los fenómenos con unos torillos más
fenomenales aún.
Si usted quiere inundar cualquier tipo de manifestación o
actividad de artificiosidad, amaneramiento, rigidez, monotonía una ausencia
total de espontaneidad, naturalidad y sencillez, diga que eso es un arte y una
expresión cultural. Y es muy posible que se encuentre con un bodrio de
colosales proporciones. Porque claro, en estos casos no se excluye
absolutamente nada, cabe todo. Es como si el arte y la cultura tuvieran una
boca enorme, unas fauces como las del lobo de Caperucita y engullera lo mismo
la Capilla Sixtina, que un monigote hecho con el seis y el cuatro, la cara de
tu retrato. O eso de la cultura del vino, donde tantos meten el brick de Don
Simón con cola, el famoso Brut Kalimotxo, Gran Reserva, de las bodegas Dom
Botellón.
Pues vayamos al grano. de repente se nos ocurre que todo lo
que tenga que ver con el toro, pues es cultura y, por supuesto, arte.
Permítanme ustedes que lo dude y acto seguido me retuerza de las carcajadas que
esto me produce. Es evidente y no admite discusión alguna, o eso pienso yo, que
alrededor del mundo del toro, de la Tauromaquia, de las corridas de toros,
nació, creció y se mantiene en continuo crecimiento, un hecho cultural en el
que se incluye la pintura, la fotografía, la literatura, la escultura, el cine,
la arquitectura, teorías psicológicas, sociológicas, antropológicas,
económicas, biológicas, ecológicas, morales, zoológicas y tantas y tantas
disciplinas que deciden zambullirse en este apasionante universo taurino. El
toreo es fuente inspiradora de arte y su desarrollo en si mismo es un arte;
pero midamos bien los terrenos, porque no todo lo que nace o se inspira en esta
pasión que compartimos, puede considerarse arte.
¿Y cuál es peligro? Pues muy sencillo, que la vulgaridad, el
fraude, la mentira y unos niveles ínfimos de calidad contaminen lo que
realmente conmueve, conquista y enamora a quien tiene la oportunidad de tomar
contacto con el Toreo de siempre. Mala cosa es cuando uno se planta delante de
un extintor y a su lado está su creador intentando convencer a todo quisque de
que aquello es una obra de arte que representa al pueblo oprimido dentro de una
pieza cilíndrica que se supone que es el poder de la tecnocracia que utiliza la
burocracia en contra de los ciudadanos. Eso sí, como no esté vivo, se puede
llevar algún tortazo que se le escape a alguien que se imagine que le están
tomando el pelo. Y ay de ti como se te ocurra decir que eso es una castaña
pilonga, pero pilonga, pilonguísima. Que si te pones tonto, igual hasta te
tienes que comprar la obra titulada “Presione aquí en caso de incendio”, y
subtitulada “Fecha de caducidad 15 mar. 2017”. Vamos, que te lo envuelven para
regalo y te vas para casa con la firme convicción de que te han tomado por un
primo. Pero esto no se reconoce jamás, al primero con el que te cruzas se lo intentas
endilgar a un precio de risa, haciéndole ver que es una ganga y por ser tú te
lo deja en 4.000 euros, mil menos de lo que te costó a ti.
Pues nuestro extintor ni es rojo, ni representa la opresión
de nadie, ni mucho menos es un bloque de mármol de Macael de donde surgirá un
joven apolíneo encajado en la curva de Praxíteles, esa que expresa la tensión,
la belleza y la armonía de la obra escultórica. A nosotros nos ponen delante un
Cuvillito, un Garcigrande, un Zalduendo o cualquier animalito de la factoría
Juanpedrista que ahora resulta que también es artista. ¡El no va más! Mientras,
el supuesto artista, aquí pongan el nombre que más rabia les dé, mientras,
decía el creador se encuentra allí con su cincel a punto de reventar el
botellón “colorao” de un mamporro creativo. ¡Cataplúm! el extintor sale
volando, rompe el espejo del pasillo, de rebote arranca la cabeza de ese
gaitero de porcelana de Lladró, todo brillante él, que pasa de ser uno de los
preciados adornos de la abuela, a la expresión de la espontaneidad liberada de
la ira del genio creativo del artista.
Con semejante panorama, ¿no creen que esto puede perjudicar
la salud mental de los artistas, de los espectadores que se plantan para
contemplar esa liberación creativa, de los galeristas y hasta del mismísimo
López Ibor? Esto no puede ser bueno, ni por un segundo. Pues hala,
abandonémonos al despilfarro intelectual y admitamos como arte la primera
cucamona que un señor haga frente un moribundo animalejo que casi ni se
sostiene en pie. Que los Toros pueden haber pasado al Ministro de Cultura,
pueden incluso ser declarados Bien Inmaterial, Bien de Interés Cultural o lo
que se quiera, pero lo que no es arte, nunca lo podrá ser y nada puede ser
considerado como tal por decreto, el arte brota y cuando lo hace no necesita
que nadie tenga que empeñarse en hacerte ver lo que no se puede ver, ni
descalificarte de golpe, ni colgarte el sambenito de insensible, intransigente
y anti lo que se les ocurra en ese momento. Y por si faltara poco, van y se te descuelgan
diciendo que fulanito tampoco era artista o que menganito, el menganito de
ahora, ha alcanzado la perfección que aquellos haces años nunca soñaron.
Enrevesado, ¿no? Pues sí, pero así parece que está la cuestión. De repente te
cambian los criterios, los modos, los fundamentos y los cánones estéticos.
“Pero a mí me gusta eso que a ti te aburre”. Bien, estupendo, pero no me vengas
a decir que el cartel de “Oferta, 1 kg. de babilla y uno de filetes de aguja,
por 4,5 €” es arte o la creación nacida del ego rebelde del carnicero; si acaso
la rebelión de los hijos, que piden comer, ropa, zapatos, extraescolares y
tantas y tantas cosas que un niño necesita para crecer. No nos dejemos llevar
por la corriente del “Todo vale”, porque no es así y hasta puede que nos veamos
arrollados por la vulgaridad , siendo empujados al fondo con tanta violencia
que lo mismo ni tenemos opción de sacar la cabeza para tomar aire. Mucho
cuidado, y no lo olviden: El arte puede perjudicar seriamente la salud.
5 comentarios:
¿Arte?...de Arte es el día que me pegao yo hoy con un pedazo de amigo, echando de menos (como no podía ser menos)a otro pedazo de amigo. Eso si es Arte y que me dejen a mi de milongas. He dicho.
Un abrazo campeón.
P.D.: Que sepas que colgamos el teléfono y se pasó la guardia civil a buscarnos. ¿Que no te lo crees?...pregúntale a mi colega.
Pues como en muchas ocasiones, pero con el agrado de saber que el dueño de este blog es un gran aficionado, DISIENTO CON MATICES:
Por supuesto que no todo vale Enrique, y haces bien en aconsejar a los lectores que se abstengan de borracheras de arte porque pueden ser perjudiciales para la salud, pero, y a sensu contrario, extrayendo de tu texto lo siguiente...
"el arte brota y cuando lo hace no necesita que nadie tenga que empeñarse en hacerte ver lo que no se puede ver, ni descalificarte de golpe, ni colgarte el sambenito de insensible, intransigente y anti lo que se les ocurra en ese momento".
...el arte no es un dogma y por el hecho de que ese arte lleve aparejada a toda la cabaña de Juan Pedros ni yo puedo convencerte a tí de lo que veo, ni tú a mí. Yo a lo mejor veo arte y tú ves mentira, lo cual es absolutamente respetable en ambos casos y hasta necesario diría yo, de hecho entiendo que mi subjetividad no puede influir en la tuya y viceversa.
A mí los Beatles nunca me han emocionado y por ello no soy el satán de la música, lo mismo que no lo es aquel o aquella a quien le guste Justin Biever o como se escriba. Hay sitio para todos y hay música para todos, es más, hay gente que disfruta de esas dos músicas, que es capaz de ir con pajarita a la ópera y con pantalones rotos a un concierto de Bisbal.
Quiero decir con ello que el verdadero peligro del arte se encuentra en los extremos, en el desprecio a lo que no entra en nuestra "sintonía" y en pensar que escuchar a esos grupos bullangueros va a destrozar el futuro de la música.
El peligro está en el todo blanco o todo negro, sin más.
Menuda papeleta he tenido yo estos días: Bajo a Sevilla y mi disyuntiva Miura-Escribano-Luque/ Juanpedros-Morante-Juli se ha decantado al final por ver a éstos últimos y claro que me fastidia no ver la de Miura, pero las garantías de ver un toro bravo en ambos casos son escasas y puestos a elegir, hoy prefiero ver a Morante y mañana, dentro de unos días, veré la concurso de Zaragoza y disfrutaré (ojalá) viendo a los toros arrancarse de lejos al caballo, que eso también es arte para mí, e igual de bueno que el otro.
Saludos Amigo.
Marín:
Como para dejaros solos, jajajaja. ¿Arte? El que tú tienes y desparramas por donde andas.
Un abrazo.
PD: Si llega a estar ese tercero de que hablas, seguro que paran y a la furgoneta.
I.J. del Pino:
Coincido en todo lo que dices, tal y como lo expones. Pero el que esos "artistas" se empeñen en reivindicar su categoría de artistas, cuando lo primero que les falla es la materia prima. No es lo mismo una escultura en mármol, que una en plastelina. Son muchas las diferencias. Tampoco es lo mismo una taza de barro para el desayuno, que puede ser bellísima, que una talla de una imagen. La taza puede convertirse en un objeto muy valioso, pero para eso, antes hay que enterrarla, esperar dos mil años y que sea encontrada. Pero quien hizo la taza no creo que exigiera el tratamiento de artista. Unos lo son de verdad y otros no llegamos ni artesanos y mira que damos la lata con nuestras cosas.
Un abrazo y también coincido en las diferencias de opiniones. Yo al menos lo disfruto mucho.
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