viernes, 6 de junio de 2014

Soy la vaca madrina y os traigo un toro para triunfar

Tanto mimo para criar toros bravos, para que luego...


“Estoy cansada de que me piten las orejas porque las vacas parimos toros a los que no se les pueden cortar las ídem, que digan que son inválidos, que son moruchos como los del cercado de más arriba, que no valen, que no tienen casta y que son un dechado de mansedumbre. Pues hala, ahí van unos toros para que el triunfo sea posible y rotundo, unos toros del Puerto de San Lorenzo, una ganadería de Salamanca, de un pueblo que se llama Tamames. Y dense cuenta ustedes que muchas veces han salido toros de esta ganadería que ni se aguantaban en pie, que se caían constantemente, que paseaban su invalidez para bochorno de sus criadores y de sus madres, nosotras las vacas. Mira que no lo he comentado yo veces con las demás compañeras. No nos podíamos creer que nuestros retoños dieran ese espectáculo en la plaza. Pero vaya, al final hemos podido responder a las expectativas de los toreros. Pues muy bien, ahora me hago a un lado y espero que me expliquen por qué no han dado pie con bola los toreros y se han limitado a pegarles trapazos a mansalva. ¿No han pensado estos señores lo difícil y sacrificado que es parir y criar un becerro y que se haga toro, para luego darles ese trato?”

Caramba como está la señora vaca, aunque visto lo ocurrido en la del Puerto de San Lorenzo, el cabreo no es para menos. Tanto que ha tenido que soportar este ganadero con esas corridas flojuchas que se pasaban la tarde rebozándose en la arena, para que le desprecien de la forma que lo han hecho a unos toros dispuestos hasta a modelar un puchero de barro. Tras la corrida de máximo boato y glamour del año, esta con toros de los que a priori se desconfiaba y con tres toreros en una situación cuanto menos, extraña. El figurón que despierta pasiones entre los aficionados que tanto se identifican con su espíritu de superación, Juan José Padilla; la figura que un día fue su enamorado y al que aún esperan algunos, El Cid; y una promesa del toreo que lleva años prometiendo, Daniel Luque, pero que de momento no cumple, a pesar de los despojos de casquería que pueda haber recolectado. Y ha sido el toro bueno el que ha puesto a cada uno en su sitio.

Juan José Padilla ha estado en la antepenúltima de la feria, incluso también en otra tarde, pero que como si nada. Su toreo de cara a la galería, vacío de dominio, moderno y basto, no ha coincidido en los días en que la plaza era ocupada por los seguidores de esta tendencia o igual es que les ha pillado sesteando después de la merienda. De primeras vio como le devolvían al corral al primero del Puerto, que parecía un mago moviendo las manos a la remanguillé. El sobrero del mismo hierro salió parado, enterándose, echando las manos por delante al entrar en los capotes. El espada le recibió en toriles. Muy suelto y recibiendo demasiado capotazo, con evidentes muestras de flojedad. En el primer puyazo, trasero, empujó con fijeza mientras tuvo energías, le taparon la salida, pero se dejaba castigar. En la siguiente vara solo recibió un tímido picotazo. En banderillas rozó al matador con el pitón derecho, lo que pudo parecer un error de cálculo en las distancias y que el toro también cortaba por ese lado. Con la muleta, entre que el toro andaba parado y él poco confiado, poco pudo lucir. Naturales con el pico a un moribundo que no paraba de doblar las manos, con el engaño retrasado y adelantando solo la punta. En el buen cuarto intentó ofrecer variedad, pero la falta de argumentos consistentes hizo que todavía luciera más el toro. Recibo a pies juntos, galleo apartado para llevar el toro al caballo, que empujó de firme, empleando ambos pitones de forma alternativa. En el siguiente puyazo fue desde más lejos y con prontitud, para seguir corneando el peto. Mantazos por ambos pitones, pico, retorcimientos y sin que el toro se cansara de embestir. Venga muletazos y más muletazos, como si la intención del espada fuera mostrar la calidad del toro y su propia incapacidad para torearlo con verdad.

El Cid era esperado por algunos que en otoño se creyeron que su recuperación era posible, pero aquel espejismo se ha disuelto hasta para los más fieles. Verónicas suavonas a un inválido, siempre echándose atrás. El animalito, que no se sujetaba, se dejó en el caballo, soltando todos los derrotes con el pitón izquierdo. No le castigaron y a pesar de todo, el del Puerto doblaba las manos continuamente. Acudió de lejos en la segunda vara, pero no se aguantaba en pie. Cambio de tercio y cambio de tercio de nuevo. ¿Les extraña? Pues pregunten al usía, que fue quién sacó el pañuelo dos veces para que se marcharan los de a caballo. El toro, cerrado en tablas, sin fuerzas, no dejaba de acudir a la muleta que El Cid manejaba abusando del pico, más o menos erguido, pero acompañando la embestida. Si acaso pudo haber dos derechazos en los que el sevillano pareció tirar del desfondado animal. En el quinto pareció tenso y agarrotado con un toro que parecía que iba a ir bien a los engaños, sin apretar a los toreros, que le dejaron ir a su capricho por el ruedo, sin que nadie tuviera la ocurrencia de sujetarlo. Marronazo en la primera vara, tapando la salida al toro que aún así no cesaba de empujar, metiendo la cabeza abajo. Se pudo apreciar la condición del toro en un quite por gaoneras de Luque, que curiosamente no fueron esa retahíla de trallazos a los que la torería presente nos tiene acostumbrado. La faena de muleta comenzó directamente por naturales trapaceros, medios pases con la derecha y enganchones, para pasar a ahogar las embestidas del animal, como si hubiera cierta intención en hacerle pasar por malo, lo que estaba claro que no era. Es más, la sensación que dio es que se escapaba sin que le torearan.


Daniel Luque dijo hace tiempo que le faltaban no sé cuántos toros para ser figura, cuando aquellas encerronas con las que pensaba encumbrarse, pero si con la corrida del Puerto de San Lorenzo no ha explotado definitivamente, ¿Cuándo lo hará? Salió flojeando el tercero de la tarde, con el que Luque hizo de peón. Ya en el caballo empezó a dar muestras de que podía ser un toro a tener en cuenta. Se empleó bien, levantó al caballo, aunque hay que reconocer que el castigo no fue mucho. Le dejaron de lejos para la segunda vara, pero tardeó demasiado y hubo que ponerle a corta distancia. Puyazo trasero del picador que aguantó el empuje del animal. Daniel Luque le citó a distancia, aunque con el pico de la muleta, y le pasó a la velocidad que marcaba su oponente, permitiendo que le enganchara la tela. El sevillano parecía una ametralladora pegando pases, sin templar nunca y acompañando las buenas embestidas que se le brindaban. Naturales con la muleta completamente torcida, con la derecha tras tirar el estoque de mentira, mantazos y más mantazos, que solo evidenciaban que aquel toro se iba sin torear y que era un toro de cortijo. Le costó al espada confiarse con el sexto, que salió paradito. Es fácil que se llegaran a los mil setecientos capotazos, mantazo arriba o abajo. Se le pego en el caballo, mientras empujaba a media altura, más con la cara que con los pitones. Fijo en la segunda vara, en la que también recibió por parte del pica. Esperó en banderillas, con la cara arriba y doliéndose de los palos. En el último tercio andaba suelto y su matador daba pases, pero no le toreaba en ningún momento, quitándole la muleta de repente. Parecía que Luque empezaba a atisbar lo que tenía delante, lo que le decidió para poner su mejor perfil. Tal cual, muy perfilero, sin mando, mientras el pupilo del Puerto se toreaba solo. Iba a todo lo que le ponían por delante, aunque no quita que poco a poco fuera acercándose a terrenos de toriles. Una oreja en cada toro y salida a cuestas por la Puerta de Madrid, pero tanto en el caso de Luque, como en el de sus compañeros, lo que quedó claro es que los toros descubrieron la incapacidad de los tres espadas, que ignoraron lo que se les dijo nada más llegar a la plaza, “soy la vaca madrina y os traigo un toro para triunfar”.

4 comentarios:

MARIN dijo...

Enhorabuena a la familia Fraile por la corrida de toros y a los de Tamames por ser tan buenos aficionados.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Amigo Enrique, el título define muy bien lo del otro día...después del arrastre de "Cartuchero" apagué la caja tonta...un abrazo y otor para ti Pepe
Pgmacias

Enrique Martín dijo...

Marín:
Creo que alguna vez lo hemos hablado, si esta ganadería supera lo de la fuerza, puede ser la reoca, pero bueno, esperemos acontecimientos y deseemos que no haya dulcificación en cuanto al carácter de los toros.Y gracias por lo de Tamames. Cada vez que leo o escucho este nombre se pone el vello de punta.
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Pgmacías:
También se me ocurría otro título, que era: Pero, ¿cómo los queréis? Piden, piden y cuando se les da, a hacer el ridículo.
Un abrazo